14. Separados

—¡La espada puede destruir Horcruxes! Las hojas fabricadas por los Goblins absorben solo aquello que las fortalece... ¡Harry esa espada esta impregnada
con veneno de basilisco!

—Y Dumbledore no me la entregó antes porque aún la necesitaba, quería usarla
en el Relicario...

—...y debe de haberse percatado que no te dejarían tenerla si te la dejaba en su
testamento.

—...Por lo que hizo una réplica.

—...Y puso una falsificación en la vitrina.

—...Y dejó la verdadera... ¿Dónde?

—¡Piensen! —susurró Hermione—. ¡Piensen! ¿Donde podría haberla dejado?

—No en Hogwarts —dijo Harry, reanudando su paseo.

—¿En algún lugar de Hogsmeade? —sugirió Hermione.

—¿En la Casa de los Gritos? —dijo Harry—. Nunca va nadie por allí.

—Pero Snape sabe como llegar alli, ¿No sería eso un poco arriesgado?

—Dumbledore confiaba en Snape —le recordó Harry.

—No lo suficiente como para decirle que había intercambiado las espadas —dijo Hermione.

—Dudo mucho que esté en Hogsmeade —opinó Emma—. No es seguro. ¡Sería muy fácil de encontrar!

—¡Si, tienes razón! —dijo Harry—. Por lo que habrá escondido la espada bien lejos de Hogsmeade ¿Qué supones tú?¿Ron?

Ron estaba tendido en una litera envuelto en las sombras, inmovil.

—Oh, se han acordado de mí, ¿eh? —dijo.

—¿Qué?

—Prosigan. No dejen que les estropee la diversión.

Perplejo, Harry miró a Hermione en busca de ayuda, pero ella negó con la
cabeza, aparentemente tan confusa como él.

—¿Cuál es el problema? —preguntó Harry.

—¿Problema? No hay ningún problema —dijo Ron aún rehusando mirar a Harry—. No en lo que a ti respecta, de cualquier forma.

Se escucharon varios golpes sordos en la lona sobre sus cabezas. Había empezado a llover.

—Bueno, evidentemente tienes un problema —dijo Harry—. Escúpelo, Ron, ¿quieres?

Ron balanceó las largas piernas fuera de la cama y se sentó. Se le veia sórdido, no parecía él mismo.

—Esta bien, lo escupiré. No esperes que salte arriba y abajo por toda la tienda porque hay otra condenada cosa que debemos encontrar. Añádela a la lista de
cosas que no sabes.

—¿Qué no sé? —repitió Harry—. ¿Qué no sé?

La lluvia caía cada vez más fuerte y pesada; produciendo leves ruidos en la capa de hojas esparcidas alrededor de ellos y chapoteando en el rio a través de la oscuridad.

—No es como si estuviera pasando el mejor momento de mi vida aquí —dijo Ron—. Sabes, con el brazo estropeado y nada que comer y congelándome el
trasero todas las noches. Solo tenía la esperanza, sabes, de que después de haber estado dando vueltas durante semanas, hubiéramos logrado algo.

—Ron —dijo Hermione, pero con una voz tan baja que Ron podía pretender no haberla oido sobre el ruidoso tamborileo de la lluvia que ahora golpeaba la tienda.

—Crei que sabías para lo que te habías ofrecido voluntario —dijo Harry.

—Si, yo también creía saberlo.

—Entonces ¿Qué parte de ello no esta colmando tus expectativas? —preguntó
Harry. El enfado venía en su auxilio ahora—. ¿Creias que nos alojaríamos en
hoteles cinco estrellas? ¿Qué encontraríamos un Horcrux cada dos por tres? ¿Pensabas que volverías con tu mami para navidad?

—¡Harry, no...!

—¡Pensamos que sabías lo que estabas haciendo! —gritó Ron, poniéndose de
pie—. ¡Pensamos que Dumbledore te había dicho qué hacer, pensamos que tenías un verdadero plan!

—¡Ron! —dijo Hermione, esta vez de forma claramente audible sobre la lluvia
que retumbaba contra el techo de la tienda, pero otra vez la ignoró.

—Bueno siento haberte desilusionado —dijo Harry, su voz lo bastante serena
aunque se sentía vacío, inadecuado—. Fui honesto contigo desde el principio. Te dije todo lo que Dumbledore me habia dicho. Y en caso que no te hayas dado cuenta, encontramos un Horcrux.

—Si, y estamos casi tan cerca de librarnos de él como lo estamos de encontrar el resto de ellos... ¡En otras palabras, para nada cercanos, maldición!

—¡Dame eso! —ordenó Emma, apuntando el relicario en el cuello de Ron—. Ron, quitátelo ahora.

—No me digas que hacer —dijo Ron.

—¡No estarías diciendo esto si no lo llevarás puesto todo el día! —lloriqueó Hermione.

—Si, lo haria —dijo Harry, que no queria que le buscaran excusas a la actuación de Ron—. ¿En serio creen que no he adivinado que pensaban estas cosas?

—Harry, nosotros no estábamos...

—¡No mientas! —le lanzó Ron—. Tú también lo dijiste, dijiste que estabas desilusionada, dijiste que habías creido que tenía algo más en lo que apoyarse,
además de... Y tú, Emma, no lo negaras, ¿o sí?

—¿Y qué dije yo?

—Oh, vamos. Todas las noches te has lamentado por tu familia...

—¡Al igual que tú! —inquirió Emma—. Pero nunca me he arrepentido de venir con Harry.

La lluvia aporreaba la tienda, por el rostro de Hermione caían las lágrimas, y
la emoción que había sentido hacía unos minutos se desvaneció como si nunca la hubiera experimentado, un fuego artificial de corta vida que habia brillado y muerto, dejándolo todo oscuro, mojado y frio. La espada de Gryffindor estaba escondida y no sabían dónde, y eran cuatro adolescentes en una tienda cuya única hazaña hasta el momento consistía en no estar muertos, aún.

—¿Entonces por qué están aquí aún? —le preguntó Harry a Ron.

—Que me registren.

—Vayan a casa, entonces —dijo Harry.

—¡Si, tal vez lo haga! —gritó Ron, y dio varios pasos hacia Harry, que no se echó para atrás—. ¿No escuchaste lo que dijeron de mi hermana? Pero no das un pedo de gato, no. Es solo el Bosque Prohibido. Ha-enfrentado-cosas-peores, a Harry Potter no le importa lo que le pase a ella allí... bueno a mi si, entiendes, arañas gigantes y juegos de mente...

—Lo que quise decir... es que estaba con los demás, estaban con Hagrid.

—Si, lo entiendo, ¡No te importa! Y que hay acerca del resto de mi familia, "los
Weasley lo que menos necesitan es más hijos heridos" ¿oíste eso?

—Si, yo...

—¿Sin embargo no te preocupó lo que quiso decir con eso?

—¡Ron! —dijo Hermione, forzando su camino para interponerse entre ellos—. No creo que signifique que haya pasado nada nuevo, nada de lo que no estemos enterados; piensa, Ron, Bill ya tiene una cicatriz, a esta altura mucha gente debe haber visto que George perdió una oreja, y se supone que tú estás en tu lecho de muerte con Spattergroit. Estoy segura que eso fue lo que quiso decir...

—Oh, estás segura, ¿verdad? Bueno, entonces, no me preocuparé por ellos. Para ti también está todo bien, ¿no es cierto? Con tus padres a salvo fuera del
camino...

—¡Mis padres están muertos! —rugió Harry.

—¡Y los míos podrían estar en el mismo camino! —gritó Ron.

—Entonces ¡VETE! —rugió Harry—. Regresa con ellos, pretende que te recuperaste del Spattergroit y tu madre podrá alimentarte bien y...

Ron hizo un movimiento súbito. Harry reaccionó, pero antes de que cualquiera de las dos varitas estuviera fuera de los bolsillos de sus propietarios, Emma y
Hermione habían levantado las suyas.

¡Protego! —gritaron, y un escudo invisible se extendió entre ellas dejando a Harry de un lado y Ron del otro; todos ellos se vieron forzados a retroceder unos pocos pasos por la fuerza de los hechizos, y Harry y Ron se miraban insistentemente a cada lado de la transparente barrera como si se vieran claramente uno al otro por primera vez.

—Deja el Horcrux —dijo Harry.

Ron se pasó la cadena por sobre la cabeza y tiró el relicario sobre una silla
cercana. Se giró hacia Emma y Hermione.

—¿Qué van a hacer?

—¿A qué te refieres?

—¿Se quedan, o qué? Bueno, Emma, en realidad sé tu respuesta...

—No te puedo dejar solo... —musitó Emma—. Pero tampoco a Harry, yo...

—Si...si, me quedo. Ron, dijimos que iriamos con Harry. Dijimos que lo ayudaríamos —dijo Hermione entre lágrimas.

—Lo entiendo. Lo eliges a él. Así que, ¿Emma?

La castaña negó ligeramente con la cabeza.

—Ron, no... por favor.. regresa, ¡Regresa!

Hermione se vió obstruida por su propio encantamiento escudo, pero Emma estaba del otro lado, junto a Ron.

Él había salido hecho una furia y Emma tuvo la necesidad en seguirlo hasta lo más oscuro del bosque y hasta los límites que podían cruzar. No pensó lo que hizo, o tal vez sí.

No podía dejar a su mejor amigo a su suerte, y Harry y Hermione lograrían encontrar lo que tenían pendiente. Asegurándose de que tenía su varita en su bolsillo y su bolso en la mano, aceptó la mano que Ron le tendió y se despareció junto a él.

Sabía que Harry se enfadaría, pero también sabía que convencería a Ron de regresar lo antes posible con ellos. Todo estaría bien, no había de que preocuparse.

Después de unos pocos minutos Hermione regresó, el empapado cabello pegado contra la cara y la cara cubierta de lágrimas.

—¡Se han i-i-ido! ¡Se han Desaparecido! ¡Ron y Emma!

Se tiró sobre una silla, se encogió sobre sí misma, y empezó a llorar.

Harry se sentía aturdido y un piquete en el corazón lo obligó a salir fuera de la tienda y comprobar si lo que decía Hermione era verdad: y así era. Emma no estaba por ningún lado.

Frustrado lanzó una piedra lo más lejos que pudo y se apoyó en un árbol, derramando silenciosas lágrimas con la lluvia cayéndole sobre el oscuro cabello. No se perdonaría si algo malo le llegaba a suceder.

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