12. ¿A dónde iremos?

Emma había despertado un poco mareada y con un punzón en la parte derecha de la cabeza. Por lo que logró entender, Hermione los llevó hasta el bosque donde se celebró la copa mundial de Quidditch hace tres años. Las chicas habían colocado algunos hechizos protectores en el lugar que se quedarían esa noche -más que nada para que Ron descansara a causa de su herida- mientras Harry armaba la carpa.

Con el Chivatoscopio que Hermione le había dado a Harry por su cumpleaños colocado con cuidado sobre la mesa de la tienda, Harry, Emma y Hermione pasaron el resto del día compartiendo la tarea de vigilancia. Sin embargo, el chivatoscopio permaneció en silencio y quieto en su posición todo el dia, y ya fuese por los encantamientos protectores y hechizos repeledores que las chicas habían extendido a su alrededor, o porque la gente raramente se aventuraba por esa zona, su trozo de bosque permaneció desierto, sin contar a los pájaros o ardillas ocasionales.

La tarde no trajo ningún cambio. La comida no fue la mejor esa noche, pero no podían quejarse, después de todo, era lo único que tenían en ese momento.

Emma se levantó silenciosamente de la bolsa de dormir que estaba usando, encendió su varita y salió con cuidado para cubrir el turno que le tocaba cuidando la tienda en la que estaban. Probablemente sería pasada la medianoche pues todo estaba muy oscuro y se podía escuchar con claridad el movimiento de las hojas y ramas crujir a causa de los animales que pasaban por ahí.

Fuera se encontró con Harry, sentando a un costado de la tienda, tan sumido en sus pensamientos que no se percató de que Emma había llegado a su lado. La castaña optó por tocarle el hombro delicadamente para llamar su atención.

—¿Qué haces aquí fuera? —preguntó Harry un poco ido.

Emma miró al oscuro cielo unos segundos.

—Consideré que mi turno había llegado —bajó la mirada—, ¿no?

—Deberías descansar. Yo me puedo ocupar de tu turno.

—Es mejor mantenerse despierto —suspiró Emma—. Así que, Potter, es tu turno de ir a dormir un rato —alentó, tendiéndole la mano.

Harry soltó una risa que se asemejó más a un suspiro.

—Me quedaré aquí —dijo Harry firmemente.

Emma se sentó a su lado.

—Eres muy testarudo, ¿lo sabes? —le dijo en broma.

—Un poco —admitió encogiéndose de hombros—. ¿Cómo está Ron?

—Mejor —musitó Emma—. Un poco gruñón por la comida, pero nada más que eso.

Harry tomó la mano libre de Emma y colocó debajo de la suya.

—De verdad lo lamento...

Emma suspiró pesadamente.

—Al parecer sigues sin entenderlo —dijo, guardando su varita en el bolsillo de su chaqueta y tomando las dos manos de Harry entre las suyas—. No te disculpes, Harry. Sabíamos los riesgos que correríamos al acompañarte, pero estamos aquí, ¿verdad? Nos importas, y no dudes en que haremos lo que sea por mantenerte a salvo.

—Lo sé, y lo agradezco, pero no podría soportar ver qué les pase algo malo a uno de ustedes.

—Estaremos bien —dijo Emma, mirándole a los ojos—. Estamos juntos en esto, y juntos te ayudaremos a lograr destruirlo. Nos cuidaremos.

Harry ladeó la cabeza, sonriendo de manera algo forzada.

—Siempre encuentras la manera de calmar mis preocupaciones —dijo Harry—. Gracias.

Emma asintió con una pequeña sonrisa, mirando a un conejito de color blanco pasar cerca de ellos.

—Siempre que lo necesites estaré ahí para tí, Harry. Para ayudarte y apoyarte.

( . . . )







Temprano, a la mañana siguiente, Emma había acompañado a Harry a enterrar el ojo de Moody en uno de los árboles cercanos a ellos. La noche había sido un tanto tediosa al escuchar lo que Harry había visto sobre la muerte de Gregorovich, y necesitaban un poco de aire para despejar los malos pensamientos.

Harry, Emma y Hermione pensaban que era mejor no quedarse mucho tiempo en el mismo lugar, y Ron estuvo de acuerdo, con la única condición de que su próximo movimiento les llevara cerca de un sándwich de bacon. Así que Emma y Hermione quitaron los encantamientos que habia colocado alrededor del claro, mientras Harry y Ron borraban todas las marcas y señales sobre la tierra que pudieran revelar que habían acampado alli. Luego se desaparecieron hacia las afueras de una pequeña ciudad comercial.

Después de armar la tienda al resguardo de un pequeño grupo de árboles, y rodearla nuevamente con encantamientos protectores, Harry se aventuró a salir, debajo de la capa de invisibilidad, a buscar sustento. Pero no salió según lo planeado.

—¡Podrías haber hecho un brillante Patronus! —protestó Ron, cuando Harry regresó a la tienda con las manos vacías, sin aliento y articulando únicamente la palabra Dementores.

—No pude... hacerlo —jadeó, apretando sobre la punzada que tenia sobre un
costado—. No... aparecía.

—Así que seguimos sin tener comida.

—Cállate, Ron —dijo Hermione bruscamente—. Harry, ¿Qué ocurrió? ¿Por qué piensas que no pudiste hacer el Patronus? ¡Ayer lo hiciste perfectamente!

—No lo sé.

Se hundió en uno de los viejos sillones de Perkins, sintiéndose más humillado
a cada momento que pasaba.

Ron pateó una de las patas del sillón.

—¿Qué? —le gruño a Emma, que lo miraba mal—. ¡Me muero de hambre! Lo único que he comido desde que casi me desangro hasta la muerte han sido un par de hongos!

—Entonces ve y ábrete camino luchando a través de los dementores —dijo Harry, enardecido.

—Lo haria, pero mi brazo está en cabestrillo, ¡por si no te habias dado cuenta!

—Eso te es muy conveniente.

—Y que se supone que significa...

—¡Cállense! —bufó Emma—. Ron, si tanto te molesta, iré yo por esa maldita comida de una vez por todas.

—¡Claro que no irás a nin...!

—¡Por supuesto! —gritó Hermione, golpeándose la frente con la mano sobresaltándolos a los tres, provocando que se quedaran en silencio—. Harry, dame el relicario. Vamos —dijo impacientemente, chasqueando los dedos ante él por su falta de reacción—. ¡El Horcrux, Harry, todavía lo llevas puesto!

Ella extendió las manos, y Harry se paso la cadena de oro por cabeza.

—¿Mejor? —preguntó Hermione.

—¡Si, muchísimo mejor!

—Harry —dijo arrodillándose frente de él y usando el tipo de voz que se asocia a cuando visitas a alguien extremadamente enfermo—. No habrás sido poseido, ¿verdad?

—¿Qué? ¡No! —dijo a la defensiva—. Recuerdo todo lo que hicimos mientras lo llevaba. Si hubiera estado poseído, no sabría lo que había hecho, ¿verdad?
Ginny me contó que había veces en las que no podia recordar nada.

—Hmmm —dijo Hermione, mirando hacia abajo al pesado relicario de oro—. Bueno, tal vez no deberiamos llevarlo puesto. Podriamos dejarlo en la tienda.

—No dejaremos el Horcrux por ahí —declaró Harry firmemente—. Si lo perdemos, si lo roban...

—Vale, esta bien, está bien —dijo Hermione un poco aturdida.

—Hermione —llamó Emma, extendiendo la mano—. Lo tendré yo por ahora, ¿te parece?

Hermione asintió y se lo entregó. Emma lo recibió, se lo puso alrededor del cuello y lo escondió de la vista debajo de la camisa.

—Pero lo llevaremos por turnos, para que nadie lo lleve demasiado tiempo —sentenció Hermione.

—Genial —dijo Ron irritado—. Ahora que hemos resuelto eso, por favor, ¿podemos conseguir algo de comida?

—Bien, pero iremos a otra parte a buscarla —dijo Hermione lanzándole a Harry una mirada de reojo—. No hay necesidad de que nos quedemos en un lugar donde sabemos que hay dementores apareciéndose por ahí. Y no, Emma, no irás, y mucho menos ahora que traes puesto eso.

La castaña asintió de mala gana y se sentó en la orilla de la cama que usaba Ron.

Al final se acomodaron para pasar la noche en un campo remoto perteneciente a una solitaria granja, de la cual se las habían ingeniado para obtener huevos y pan.

—No es robar, ¿verdad? —preguntó Hermione inquieta, mientras devoraban los huevos revueltos con tostadas—. Hemos dejado dinero debajo del gallinero.

—No creo que le importe mucho a ese hombre —opinó Emma.

Ron hizo rodar los ojos y dijo, con las mejillas abultadas.

—¡Er-mynee, no te pr-oupes ta-to, 'elájate!

Y verdaderamente, era mucho más fácil relajarse cuando estaban confortables y bien alimentados: olvidaron la discusión sobre los dementores con las risas de esa noche y aunque Emma se sentía bastante pesada al llevar el Horrocrux encima, pudo disfrutar de un buen momento.

Hermione soportaba razonablemente bien aquellas noches en las que sólo conseguían escamotear bayas y bizcochos rancios, quizás su temperanmento se volviera un poco más explosivo de lo normal y sus silencios algo agrios. Emma no se quejaba, sin embargo, no era algo a lo que estaba acostumbrada, pero Ron, en cambio, siempre habia estado acostumbrado a tres deliciosas comidas por dia, cortesia de su madre o de los elfos domésticos
de Hogwarts, y el hambre lo ponía irracional e irritable.

Cada vez que la falta de comida coincidía con el turno de Ron de usar el Horcrux, se volvia directamente desagradable.

—¿Entonces a donde vamos ahora? —era el constante estribillo. Parecía no tener
ideas propias, pero esperaba que Harry, Emma y Hermione idearan planes mientras él se sentaba y meditaba sobre el escaso abastecimiento de comida.

En consecuencia, Harry, Emma y Hermione pasaban infructuosas horas tratando de decidir donde podrían encontrar los otros Horcruxes, y como destruir el que ya tenían, y sus conversaciones se volvían cada vez más repetitivas, ya que no tenían nueva información.

Como Dumbledore le había dicho a Harry que creía que Voldemort había
escondido Horcruxes en lugares importantes para él, seguían compendiando, como en una especie de lúgubre itinerario, aquellas localidades en las que sabían que Voldemort habia vivido o visitado. El Orfanato donde habia nacido y se habia criado; Hogwarts, donde habia sido educado; Borgin and Burkes, donde había trabajado después de terminar su educación; Albania, donde habia pasado los años de exilio. En ellas sentaban las bases para sus especulaciones.

—Si, vayamos a Albania. No deberia llevarnos más de unas tarde registrar un
pais entero —dijo Ron sarcásticamente.

—No puede haber nada allí. Ya había hecho cinco Horcruxes antes de irse al
exilio, y Dumbledore estaba seguro que la serpiente fue el sexto —dijo Hermione—. Sabemos que la serpiente no está en Albania, generalmente está con Vol...

—¿No les he pedido que dejen de decir eso?

—¡De acuerdo! La serpiente generalmente está con Ya-sabes-quién... ¿contento?

—No exactamente.

—Y en Borgin y Burkes es muy poco probable —dijo Emma en medio del silencio incómodo, abrazándose a si misma—. Era un lugar de magia oscura después de todo. Lo hubieran descubierto rápidamente.

Ron bostezó intencionadamente. Harry gruñó en voz baja.

—Todavía creo que puede haber escondido alguno en Hogwarts.

Hermione suspiró.

—¡Pero Dumbledore lo hubiera encontrado, Harry!

Harry repitió el argumento que continuaba aportando a favor de su teoria.

—Dumbledore me dijo que nunca habia dado por sentado que conociera todos
los secretos de Hogwarts. Estoy seguro, si hay un lugar donde Vol...

—¡OYE!

—¡YA-SABES-QUIEN, entonces! —gritó Harry, aguijoneado más alla de su tolerancia—. ¡Si existe un lugar verdaderamente importante para Ya-sabes-quién, es Hogwarts!

—Oh, vamos —se burló Ron—. ¿Su colegio?

—¡Si, su colegio! Fue su primer hogar verdadero, el lugar que lo hizo especial;
lo significa todo para él, y aún después de irse.

—Estamos hablando de Ya-sabes-quién, ¿no? No de ti —inquirió Ron. Estaba
tirando de la cadena del Horcrux que le colgaba del cuello.

—Puede ser. Dumbledore te dijo que él volvió para buscar algo, ¿no es así?

—Si —dijo Harry.

—Pero no consiguió el puesto, ¿verdad? —dijo Hermione—. ¡Asi que no tuvo la oportunidad de encontrar un objeto perteneciente a los fundadores allí y esconderlo en el colegio!

—Vale, entonces —dijo Harry, derrotado—. Olviden Hogwarts.

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