11. Ministerio de Magia
El amanecer pareció seguir a la medianoche con indecente prisa.
Harry, Ron, Emma y Hermione ya estaban dentro del ministerio, usando falsas identidades y aparentando ser otras personas con el efecto de la poción multijugos. Emma se había convertido en una bruja extremadamente delgada, de tez morena, con el cabello rizado y que usaba unas gafas extremadamente extrañas.
—Ey —susurró Emma a Hermione al ver a sus dos amigos—, mira.
Hermione se volvió rápidamente para llamar su atención.
—¡Psst!
Harry y Ron se apresuraron a unirse a ellas.
—¿Todo bien entonces? —susurró Hermione a Harry.
—No, todavía está embutido dentro de ese cerdo —dijo Ron
—Oh, muy divertido.. es horrible, ¿verdad? —dijo a Harry, que estaba mirando la estatua—. ¿Ves en qué están sentados?
Emma miró más atentamente y comprendió que lo que habia pensado que eran tronos con tallas decorativas eran en realidad montones de seres humanos esculpidos; cientos y cientos de cuerpos desnudos, hombres, mujeres y niños, todos con caras bastante estúpidas y feas, retorcidosy presionados todas juntas para soportar el peso del los magos bien vestidos.
—Sí, muggles —susurró Emma—. En el lugar que ellos creen que merecen. Vamos, avancemos.
Se unieron a la marea de brujas y magos que avanzaban hacia las verjas doradas al final del vestíbulo, mirando alrededor e intentando parecer tan poco sospechosos como fuera posible, pero no habia señales de la inconfundible figura de Dolores Umbridge. Pasaron a través de las verjas a un vestíbulo más pequeño donde se formaban colas delante de veinte rejas doradas que albergaban otros tantos ascensores
—¡Cattermole!
Miraron alrededor. Los trabajadores del Ministerio que estaban junto a ellos se quedaron en silencio, el hombre fruncía el ceño, su cara ligeramente animal contrastaba extrañamente con su magnifica y abrumadora túnica, bordada con mucho hilo dorado. Algunos de entre la multitud que se reunía alrededor de los ascensores gritaron aduladoramente: ¡Buenos dias Yaxleay!. Yaxley los ignoró.
—Solicité a alguien de Mantenimiento Mágico para ocuparse de mi oficina,
Cattermole. Todavía está lloviendo alli.
Ron miró alrededor como si esperara que algún otro interviniera, pero nadie habló.
—¿Lloviendo... en su oficina? Eso... Eso no es bueno, ¿verdad?
Ron soltó una risa nerviosa. Los ojos de Yaxley se abrieron de par en par.
—Crees que es divertido, Cattermole, ¿verdad?
Un par de brujas se separaron de la cola del ascensor y se alejaron apresuradamente.
—No —dijo Ron—. No, por supuesto.
—¿Comprendes que voy de camino abajo para interrogar a tu esposa, Cattermole? De hecho, me sorprende bastante que no estés allí abajo cogiéndola de la mano mientras espera. Ya la has dado por perdida, ¿verdad? Probablemente sabio. Asegúrate de casarte con una sangrepura la próxima vez.
Hermione emitió un pequeño grito de horror. Yaxley la miró. Ella tosió débilmente y se giró.
—Yo.. yo... —tartamudeó Ron.
—Pero si mi esposa fuera acusada de ser una nacida muggle —dijo Yaxley—, no
es que ninguna mujer con la que yo me casara pudiera ser confundida con esa
basura... y el Jefe del Departamento de Refuerzo de la Ley Mágica necesitara que se hiciera un trabajo, convertiría en mi prioridad hacer ese trabajo, Cattermole. ¿Me comprendes?
—Si —murmuró Ron.
—Entonces atiéndelo, Cattermole, y si mi oficina no está completamente seca dentro de una hora, el Estatus de Sangre de tu mujer será más grave incluso de lo que ya es ahora.
La reja dorada ante ellos se abrió traqueteando. Con un asentimiento y una
sonrisa complacida a Harry, de quien evidentemente se esperaba que apreciara este tratamiento a Cattermole, Yaxley se alejó hacia el otro ascensor. Los cuatro entraron en el suyo, pero nadie les siguió. Era como si fueran contagiosos. Las rejas se cerraron con un sonido metálico y el ascensor empezó a subir.
—¿Qué voy a hacer? —preguntó Ron a los otros tres, parecía afligido—. Si no
aparezco, mi esposa...quiero decir la esposa de Cattermole...
Emma soltó una débil risita.
—Iremos contigo, deberíamos permanecer juntos... —empezó Harry pero Ron sacudió la cabeza fervorosamente.
—Eso es una locura. no tenemos mucho tiempo. Ustedes tres encuentren a Umbridge, yo iré y arreglaré lo de la oficina de Yaxley... ¿pero cómo hago que
deje de Ilover?
—Intenta con Finite Incantatem —dijo Hermione en seguida—, eso debería detener la lluvia si es un maleficio o una maldición; si no lo es, algo va mal con el
Encantamiento Atmosférico, lo que seria más dificil de arreglar, así que como medida provisoria intenta Impervious para proteger sus pertenencias...
—Pronuncialo de nuevo, lentamente... —dijo Ron, buscando desesperadamente en sus bolsillos una pluma, pero en ese momento el ascensor saltó y se detuvo.
Una voz femeninae incorporea dijo:
—Nivel cuatro, Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, que incluye las Divisiones de Bestias, Seres y Espiritus, la Oficina de Coordinación de Duendes y la Agencia Consultiva de Plagas. —Y las rejas se abrieron de nuevo, admitiendo a un par de magos y varios aviones de papeles de un pálido violeta que revolotearon alrededor de la lámpara del techo del
ascensor.
—Buenos días, Albert —dijo un hombre peludo y con barba, sonriendo a Harry.
El miró hacia sus amigos mientras el ascensor subía una vez más.
Mientras Emma veía nerviosamente cómo Hermione le susurraba instrucciones a Ron y Harry hablaba con quién sabe quién, una bruja rubia y mucho más baja que ella se acercó para hablarle al oído.
—¿Irás a la audiencia, Sasha? ¡No deberías!
—Oh bueno yo… —Emma vaciló ante su respuesta— necesito aclarar este conflicto. ¿Sabes?
El ascensor se detuvo, las rejas se abrieron una vez más.
—Nivel dos, Departamento de Seguridad Mágica, que incluye la Oficina Contra el Uso Indebido de la Magia, el Cuartel General de Aurores y los Servicios Administrativos del Wizengamot —dijo la voz incorpórea de la bruja.
Emma vio a Hermione dar a Ron un pequeño empujón y este se apresuró a salir del ascensor, seguido por otros magos, dejando a Harry, Emma y Hermione solos.
En el momento en que las puertas doradas se hubieron cerrado, Hermione dijo muy rápido.
—En realidad, Harry, creo que será mejor que vaya con él, no creo que sepa lo que está haciendo y si hace que le descubran todo...
—Nivel uno, Ministro de Magia y Personal de Apoyo.
Las rejas doradas se separaron de nuevo, Hermione jadeó y Emma respiro con dificultades un segundo. Cuatro personas estaba de pie ante ellos. Dos de ellos inmersos en una animada conversación; un mago de pelo largo que vestía una magnifica túnica de negro y oro y una
bruja rechoncha con aspecto de sapo que llevaba un lazo de terciopelo en su corto cabello y aferraba un portafolios contra su pecho.
—¡Ah, Mafalda! —dijo Umbridge, mirando a Hermione—. ¿Travers te mandó a ti, eh?
—S-si —chilló Hermione.
—Bien, servirás perfectamente bien. —Umbridge se dirigió al mago vestido de negro y dorado—. Ese problema está resuelto, Ministro, si pueden prescindir de Mafalda en la oficina de Registros podremos empezar inmediatamente. —Consultó su portafolios—. ¡Diez personas hoy y una de ellas la mujer de un empleado del Ministerio! Vaya, vaya. ¡incluso aquí, en el corazón del
Ministerio!
Se metió en el ascensor tras Hermione, al igual que los dos magos que habían estado escuchando la conversación de Umbridge con el Ministro.
—Vamos directas abajo, Mafalda, encontrarás todo lo que necesites en la sala del tribunal. Buenos días, Albert, Sasha ¿no se bajan?
—Si, por supuesto —dijo Harry con la voz profunda de Runcorn y jalando disimuladamente la manga de la chaqueta de Emma.
Ellos salieron del ascensor. La reja dorada se cerró con un ruido metálico tras ambos.
—Iré con Ron —informó Emma, mirando todo el lugar de reojo—. Si las cosas se ponen feas, sabes dónde estamos.
Harry asintió un poco ido—. Tengan cuidado.
( . . . )
—¡Ron! ¡Harry, Hermione! ¡Están abajo con Umbridge! —exclamó Emma, corriendo detrás de su mejor amigo hasta el ascensor.
—¡Lo sé, lo sé! Mierda, no tenemos mucho tiempo. —Cogió la mano de Emma y la arrastró con el para que corriera más rápido.
Cuando estaban llegando a la puerta del ascensor, gracias a Merlin se encontraron con Harry y Hermione, detrás de ellos sus patronus, y más de una docena de personas. Todos se veían bastante asustados y agitados.
—¡Reg! —gritó la señora Cattermole, y se lanzó a los brazos de Ron—. Runcorn me liberó, atacó a Umbridge y Yaxley, y nos ha dicho a todos que abandonemos el pais. Creo que será mejor que lo hagamos Reg, de verdad. Vamos a casa y cojamos a los niños y.. ¿por qué estás tan mojado? ¿Quién es ella?
—Agua —dijo Ron, liberándose del abrazo y evitando la otra pregunta—. Harry, saben que hay intrusos dentro del Ministerio, algo acerca de un agujero en la puerta de la oficina de Umbridge. Calculo que tenemos cinco minutos o asi...
El patronus de Hermione se desvaneció con un estallido mientras le dirigía
una mirada horrorizada a Harry.
—¡Harry, si nos atrapan aquí..!
—No lo harán si nos movemos rápido —dijo Harry. Se dirigió al grupo silencioso que estaba tras ellos, y que le estaban mirando con la boca abierta—. ¿Quién tiene varita?
Alrededor de la mitad levantaron la mano.
—Muy bien, todos los que no tengan varita tienen que pegarse a alguien que sí tenga. Tenemos que ser rápidos para que no nos puedan detener. Adelante.
Pudieron de meterse apretados en dos ascensores. El patronus de Harry se quedó como centinela ante de las puertas doradas hasta que estas se cerraron
y los ascensores comenzaron a elevarse.
—Planta ocho —dijo la voz mecánica de la bruja—. El Atrio.
Emma supo en menos de un segundo que estaban en un gran problema. El Atrio estaba lleno de gente que se movía de chimenea en chimenea, sellándolas.
—¡Harry! —gritó Hermione—. ¿Qué vamos a...?
—¡ALTO! —dijo Harry con voz de trueno, y la poderosa voz de Runcorn resonó por el Atrio. Los magos que sellaban las chimeneas se quedaron paralizados—. Síganme —susurró al grupo de aterrorizados magos nacidos muggles, que avanzaron en grupo, guiados por Emma y Ron.
—¿Qué pasa, Albert? —dijo un mago medio calvo. Parecía nervioso.
—Este grupo tiene que salir antes de que sellen las salidas —dijo Harry con toda la autoridad que fue capaz de reunir.
El grupo de magos que tenía delante empezó a mirarse entre sí.
—Nos han dicho que sellemos todas las salidas y no dejemos que nadie salga.
—¿Me estás contradiciendo? —soltó Harry—. ¿Quieres que haga que examinen tu árbol genealógico como hice con el de Dirk Cresswell?
—¡Lo siento! —dijo el mago casi calvo, retrocediendo—. No quise decir nada, Albert, pero pensé.. pensé que los habían llevado para el interrogatorio...
—Su sangre es pura —dijo Harry, y su profunda voz resonó de forma impresionante por el vestibulo—. Más pura que de muchos de ustedes, debo
decir. Salgan todos —les dijo con voz resonante a los nacidos muggles, que se
apresuraron hacia las chimeneas y empezaron a desvanecerse en parejas.
Los magos del Ministerio se echaron hacia atrás, algunos con aspecto confuso,
otros asustados y resentidos. Y entonces...
—¡Mary!
—Mierda… —musitó Emma.
El verdadero Reg Cattermole, que ya no vomitaba pero estaba pálido y lánguido, acababa de salir corriendo de un ascensor.
—¿R-Reg?
Miró de su marido a Ron, que maldijo con fuerza. El mago casi calvo los mir con la boca abierta, su cabeza giraba de forma ridícula de un Reg Cattermole al otro.
—Eh, ¿qué está pasando? ¿Qué es esto?
—¡Sellen la salida! ¡SELLANLA!
Yaxley había salido de repente de otro ascensor y estaba corriendo hacia el grupo que se encontraba ante las chimeneas, por las que todos los nacidos muggles salvo la señora Cattermole se habían desvanecido. Cuando el mago casi calvo levantó su varita, Harry levantó un enorme puño y le golpeó, enviándolo volando por el aire.
—¡Estaba ayudando a escapar a nacidos muggles, Yaxley!
Los compañeros del mago calvo iniciaron un tumulto, que aprovechó Ron para agarrar a la señora Cattermole, empujándola a la chimenea todavia abierta, y desapareciendo. Confuso, Yaxley miró de Harry al golpeado mago, mientras el verdadero Reg Cattermole gritaba:
—¡Mi mujer! ¿Quién era ese que estaba con mi mujer? ¿Qué está pasando?
Emma sabia que ya nada estaba bien, y si no escapaban pronto, los atraparían de una u otra forma.
—¡Vamos! —gritó Harry; cogió de la mano a Emma y juntos saltaron a la chimenea mientras la maldición de Yaxley pasaba por encima de la cabeza de Harry y rozándole a Emma. Giraron durante unos segundos antes de salir en un inodoro y pasar al cubiculo del retrete. Harry abrió la puerta. Ron estaba parado delante de los lavabos con Hermione, todavía luchando con la señora Cattermole.
—Reg, no entiendo...
—¡Suélteme, no soy su marido, tiene que irse a casa!
Se produjo un ruido en el retrete que tenian detrás; Emma miró alrededor; Yaxley acababa de aparecer.
—¡VÁMONOS! —gritó Harry. Agarró a Emma de la mano, ésta tomó a Ron del brazo y él a Hermione de la muñeca, y giraron en el lugar.
La oscuridad los tragó, junto con la sensación de manos que le comprimían,
pero algo iba mal... todos parecían estarse soltando…
Emma se preguntó si todo andaba bien. De repente sentía que no podía respirar ni ver.
Y entonces vio la puerta del número doce de Grimmauld Place, con el llamador en forma de serpiente, pero antes de poder tomar aliento, hubo un grito y un destello de luz púrpura, la mano de Hermione la tomó de repente como unas tenazas y de nuevo todo se volvió oscuro.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top