5. Someday it will have its happy ending
ALGÚN DÍA TENDRÉ MI FINAL FELIZ
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Emma no diría que eran buenos días, por supuesto, pero tampoco eran los peores. La compañía de sus amigos, su padrino y Sirius era bastante acogedora. Con ambos adultos descubrió historias interesantes y divertidas sobre sus padres. Y con sus amigos mantenía su mente despejada la mayor parte del tiempo.
Pero había algo, o mejor dicho, alguien que le preocupaba: Harry, su novio.
Dumbledore había ido para visitar a la Orden y a los más jóvenes, en específico a Ron, Emma y Hermione. El director les había pedido que no contactaran a Harry por nada del mundo debido a su "seguridad" y eso estaba creando grandes problemas.
En la primera carta que Emma recibió percibió a un Harry preocupado. En la quinta a uno enojado y en la décima a un sumamente molesto Harry. No solo estaba disgustado porque su novia se fuera sin decir absolutamente nada, también le molestaba que no respondiera sus cartas.
Y por lo que a Emma le parecía su novio había enviado a Hedwig no solo con la misión de entregar cartas, sino también a picotear las manos de los tres hasta que alguno se dignara a enviar una respuesta.
A Emma por supuesto que le preocupaba el estado de su mano derecha que con los picotazos empeoraba, pero esa se convertía en nada cuando pensaba en cómo se encontraba Harry en ese momento. Entendía que estuviera molesto, ella también lo estaría, pero debía entender que por más que les gustara responderle no podían.
—Deberé hablar con Harry cuando llegue aquí —bromeó Sirius una tarde observando la mano de Emma—. A Josh no le gustaría nadita.
—Sí, a Harry tampoco si supiera lo que está haciendo —corroboró Remus, cruzando sus manos.
—No tiene la culpa… —opinó Emma—. Yo también estaría molesta en su lugar.
—Definitivamente eres hija de Alhena —sonrió Sirius con cierta nostalgia en su voz. Remus asintió.
—¿Eso creen? —sonrió Emma ligeramente.
—Por supuesto —contestó Lupin—. Ella también tenía un corazón tan dulce…
—Eso volvía loco a tu padre —recordó Sirius—. Eso, y, claro, sus ojos. En específico toda ella lo ponía loco.
Emma mantuvo su mirada perdida por un momento. ¿Qué hubiera sucedido si ellos jamás hubieran muerto? No hubiera crecido con los Williams, por supuesto, jamás los habría conocido.
Recordarlos le dolía a Emma, recordar cada risa… cada diminuto momento le hacía un nudo en la garganta. Pero… también le hubiera gustado crecer con sus padres biológicos. Tener aunque fuera un solo momento que pudiera recordar. Un momento alegre con Alhena y Joseph.
—¿Cómo eran ellos? —preguntó Emma en voz baja, volviendo la vista a los adultos.
—Bueno, Alhena eran tan parecida a ti —comenzó Remus—. No solo físicamente sino también en tu carácter. Amaba leer, estudiar, y cuando se enojaba verdaderamente asustaba.
Emma rió suavemente.
—Y Joseph, bueno, era el polo opuesto de tu madre —continuó Sirius—. Era alocado, rebelde, no le importaba mucho las clases y los libros. Y no se enojaba tan seguido. Me atrevería decir que la única vez que lo vimos enojado fue cuando Rosier besó a Lena.
—¿Qué? —se sorprendió Emma.
—Estaba más que obsesionado con Alhena, era enfermo verlo —explicó su padrino—. Y en cuanto tu padre lo supo le dio su merecido, te lo aseguro.
—La verdad es que cuando Ad me contó sobre los sentimientos de Lena hacia Remus me sorprendió —comentó Sirius.
—¿Le gustabas a mamá? —preguntó Emma con diversión.
—Eso me dijeron —asintió.
—Aunque no lo admitiera se que por un momento también le gustó Lena —rió Sirius, dando palmaditas en la espalda de Remus—, ¿verdad?
Lupin rodó los ojos al recordarlo.
—Tal vez un poco —admitió—. Pero si yo lo hubiera dicho mi bella ahijada no estaría aquí hoy.
Emma sonrió ligeramente, con ternura. En verdad que amaba esos pequeños momentos que tenía con ellos. Escuchar sobre la vida de sus padres era lindo.
Charlaron por un largo rato hasta que Sirius fue llamado por la señora Weasley, así dejando solos a Remus y Emma.
—Estuve pensando en algo que sucedió en la casa de los gritos hace dos años —susurró Emma manteniendo la mirada fija en la ventana que tenía enfrente.
Remus la miraba atento, esperando lo que diría a continuación.
—¿Por qué Pettigrew parecía amarme y odiarme a la vez? —soltò. Era una pregunta que le había estado inquietando hace algunos días atrás.
—Porque él odiaba a tu padre pero amaba a tu madre —explicó Lupin con total calma en su voz. Emma le dirigió una mirada de confusión a su padrino—. Y déjame decirte que eres la mezcla perfecta de ambos, Emma —continuó—. Siempre supimos de sus sentimientos hacia Lena, claro, pero nunca entendimos el odio que tenía hace Joseph.
»Hablé al respecto una sola vez con él —siguió, su tono de voz ahora era bastante nostálgico—. Se sinceró, al menos es lo que pienso. Confesó que la actitud de tu padre no le agradaba en absoluto puesto que "nunca dejaba en paz a Lena". Peter siempre quiso que la atención de tu madre estuviera puesta en él todo el tiempo, pero nunca fue así.
»Ambos eran grandes amigos, no lo negare, pero después de que se enteró de… el beso entre tus padres, me atrevería a decir que fue el punto en que perdió los estribos. Ya no le importaba demostrar su odio hacia Joseph. Y fue mucho peor cuando Lena y Josh comenzaron a salir. Peter trató de la peor manera a tu madre. No fue a su boda, no estuvo cuando naciste aunque Lena lo quería y al final… traicionó a su única amiga de la peor manera posible…
—¿Él lo hizo?
—Mucho peor —admitió Lupin—: le dió la dirección de su casa en el Valle de Godric a Rosier. Sigo sin comprender varias cosas, pero lo que sí comprendo es que Peter nunca tuvo corazón.
—¿C-crees que ellos estuvieron aquí de no ser por…?
—Te lo puedo asegurar —interrumpió Remus a su ahijada—. Serían la familia más feliz del mundo… Ellos en verdad te amaban. Los cuatro te amaban, pequeña.
Emma se mordió el labio inferior tratando de contener las lágrimas que amenazaban por salir de sus ojos. No entendía por qué la vida era tan cruel con ella. ¿Acaso se lo merecía? ¿Merecía no tener una familia? ¿Acaso su destino era terminar sola? Tal vez era un castigo de la vida por algún error pasado.
Cuando era pequeña le arrebataron a sus padres biológicos. Y ahora se los arrebataban de vuelta. ¿De verdad se lo merecía?
Emma tapó su rostro con las palmas de sus manos para intentar ocultar las lágrimas que ya habían salido sin siquiera preguntar. Emma se sentía tan débil e indefensa, probablemente Raquel tenía mucha razón: ella tenía la culpa.
¿Había otra razón para explicar lo que sucedía?
Tal vez si hubiera muerto a manos de Rosier cuando tenía un año o si aquel auto azul la hubiera cargado con el cuando tenía ocho años nada de eso hubiera pasado. Es más, tal vez el sufrimiento ni siquiera existiría. Además podría estar con sus padres. Tener la vida que siempre había soñado en tener.
Sin mentiras, sin engaños.
Sin dolor.
Eso era lo único que Emma deseaba en ese momento: estar con su familia y tener el final feliz que siempre había soñado.
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