46. End of the fifth year
FIN DEL QUINTO AÑO
───⊱✿⊰───
—¡Perdóname! —gritó Emma, muy asustada—. Yo no quería, Harry, en verdad…
—¡No importa! —gritó él—. Eso no importa. Neville, intenta mantenerte en pie, hemos de salir de...
—¡Dumbledore! —exclamó entonces Neville, sudoroso, mirando embelesado por encima del hombro de Emma.
—¿Qué?
—¿Dumbledore, dices?
—¡SÍ! ¡DUMBLEDORE!
Emma se volvió y dirigió la vista hacia donde miraba su amigo. Justo encima de
ellos, enmarcado por el umbral de la Estancia de los Cerebros, estaba Albus
Dumbledore, con la varita en alto, pálido y encolerizado. Emma sintió un gran alivio recorrerle el cuerpo.
Dumbledore bajó a toda prisa los escalones pasando junto a los tres amigos, que ya no pensaban en salir de allí. Dumbledore había llegado al pie de las gradas cuando los mortífagos que estaban más cerca se percataron de su presencia y avisaron a gritos a los demás. Uno de ellos intentó huir trepando como un mono por los escalones del lado opuesto a donde se encontraban. Sin embargo, el hechizo de Dumbledore lo hizo retroceder con una facilidad asombrosa, como si lo hubiera pescado con una caña invisible.
Sólo había una pareja que seguía luchando; al parecer no se habían dado cuenta de que había llegado Dumbledore. Emma vio que Sirius esquivaba el haz de luz roja de Bellatrix y se reía de ella.
—¡Vamos, tú sabes hacerlo mejor! —le gritó Sirius, y su voz resonó por la
enorme y tenebrosa habitación.
El segundo haz le acertó de lleno en el pecho.
Él no había dejado de reír del todo, pero abrió mucho los ojos, sorprendido.
Emma sintió como Harry soltaba a Neville y lo vió a bajar por las gradas, sacar su varita mágica al tiempo que Dumbledore también se volvía hacia
la tarima.
Dio la impresión de que Sirius tardaba una eternidad en caer: su cuerpo se curvó describiendo un majestuoso círculo, y en su caída hacia atrás atravesó el raído velo que colgaba del arco.
—Ve, estaré bien —le dijo Neville a su amiga—. Corre.
—Pero…
—¡Andando!
Emma bajó a una impresionante velocidad las escaleras, dando trompicones de vez en cuando hasta llegar junto a Harry. Desde ahí, vio la expresión de miedo y sorpresa del consumido rostro de Sirius, antes apuesto, mientras caía por el viejo arco y desaparecía detrás del velo, que se agitó un momento como si lo hubiera golpeado una fuerte ráfaga de viento y luego
quedó como al principio.
Entonces Emma oyó el grito de triunfo de Bellatrix Lestrange, y cuándo Sirius no apareció por detrás del velo, Emma comprendió lo que había sucedido.
—¡SIRIUS! —gritó Harry—. ¡SIRIUS!
Harry había llegado al fondo del foso respirando entrecortadamente. Pero cuando llegó al suelo y corrió hacia la tarima, Lupin lo rodeó con los brazos
y lo retuvo junto a Emma.
—No puedes hacer nada, Harry...
—¡Vamos a buscarlo, tenemos que ayudarlo, sólo ha caído al otro lado del arco!
—Es demasiado tarde, Harry.
—No, todavía podemos alcanzarlo... —Harry luchó con todas sus fuerzas, pero
Lupin no lo soltaba.
—No puedes hacer nada, Harry, nada. Se ha ido.
—¡No se ha ido! —bramó Harry.
Harry seguía forcejeando con Lupin con
toda la fuerza que le quedaba. A Emma le hubiera gustado sufrir por Sirius, pero con tanta gente al ataque, era bastante difícil.
—¡SIRIUS! —gritó Harry—. ¡SIRIUS!
—No puede volver, Harry —insistió Lupin; la voz se le quebraba mientras intentaba retener al chico—. No puede volver, porque está m...
—¡NO ESTÁ MUERTO! —rugió Harry—. ¡SIRIUS!
—¡Harry, él ya no está aquí!
—¡No lo entiendes! ¡Está detrás de…! ¡SIRIUS!
Emma intentó acercarse, pero Bellatrix se lo impidió, tomándola por el brazo y lanzando en su dirección un hechizo que la hizo caer de un duro golpe al suelo.
Lo último que escuchó fue la voz desgarrada de su padrino y los sollozos de Harry. Luego de eso, todo fue oscuridad.
( . . . )
—¡Mamá! ¡Papá!
Amélia y Thomas se encontraban tan cerca pero tan lejos. Con cada paso, ellos se alejaban cada vez un poco más.
—Princesa, me parece que aún quedan cosas por las que pelear, ¿no?
—No, la verdad es que no.
El hombre rió, entregándole una flor a su hija—. Claro que sí.
—Daila, eres muy fuerte mi pequeña.
—Solo quiero tenerlos a mi lado una vez más —pidió la castaña con la voz entrecortada.
—Y nosotros te queremos a nuestro lado, pero eso es muy egoísta tomando en cuenta las personas que te necesitan.
—No entiendo… yo no necesito…
—Estaremos a tu lado en todo momento, princesa. Pero aún no es tiempo.
—¿A qué se refieren?
—Te queremos —susurraron los adultos, dejando un rápido beso en la cabeza de la chica.
Emma abrió los ojos, y se encontró con nadie más que Harry dejando caricias en su mano. Al percatarse que había despertado, la soltó enseguida.
—Lo lamento.
—No… eso no importa —Emma intentó incorporarse, pero Harry la detuvo—. ¿Cómo te sientes?
Harry se limitó a encogerse de hombros.
—¡Emma, al fin despiertas! —exclamó Ron desde su camilla—. Tienes que leer esto —Le tiró a Emma una página de El Profeta.
—¿Alguna tontería?
—No, es… lo que esperábamos hace mucho —respondió Hermione a su lado.
Emma comenzó a leer entonces:
REGRESA EL-QUE-NO-DEBE-SER-NOMBRADO
El viernes por la noche, Cornelius Fudge, ministro de Magia, corroboró que El-que-no-debe-ser-nombrado ha vuelto a este país y está otra vez en activo, según dijo en una breve declaración.
«Lamento mucho tener que confirmar que el mago que se hace llamar lord..., bueno, ya saben ustedes a quién me refiero, está vivo y anda de nuevo entre nosotros anunció Fudge, que parecía muy cansado y nervioso en el momento de dirigirse a los periodistas--. También lamentamos informar de la sublevación en masa de los dementores de Azkaban, que han renunciado a seguir trabajando para el Ministerio. Creemos que ahora obedecen órdenes de lord.., de ése.
»Instamos a la población mágica a permanecer alerta. El Ministerio ya ha empezado a publicar guías de defensa personal y del hogar elemental, que serán distribuidas gratuitamente por todas las viviendas de magos durante el próximo mes.»
La comunidad mágica ha recibido con consternación y alarma la declaración del ministro, pues precisamente el miércoles pasado el Ministerio garantizaba que no había «ni pizca de verdad en los persistentes rumores de que Quien-ustedes-saben esté operando de nuevo entre nosotros».
De momento, este periódico no ha podido entrevistar a Albus
Dumbledore, recientemente rehabilitado en el cargo de director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, miembro restituido de la Confederación Internacional de Magos y, de nuevo, Jefe de Magos del Wizengamot. Durante el año pasado, Dumbledore había insistido en que Quien-ustedes-saben no estaba muerto, como todos creían y esperaban, sino que estaba reclutando seguidores para intentar tomar el poder una vez más. Mientras tanto, «El niño que sobrevivió»...
—Ya venía siendo hora de que lo aceptara —suspiró Emma—. Lastima que lo haya hecho muy tarde.
—Demasiado —concordó Hermione—. Al menos acepta que han cometido un gravísimo error al tachar a Harry como mentiroso.
Emma, Ron y Hermione salieron de la enfermería completamente curados tres días antes de que finalizara el curso. Era evidente que Hermione quería hablar de Sirius, pero cada vez que mencionaba su nombre, Ron se ponía a hacer gestos para que se callara y Emma cambiaba el tema de conversación.
La profesora Umbridge se marchó de Hogwarts el día antes de que terminara el curso. Por lo visto, salió con todo sigilo de la enfermería a la hora de comer con la esperanza de que nadie la viera partir, pero, desafortunadamente para ella, se
encontró a Peeves por el camino; el fantasma aprovechó su última oportunidad de poner en práctica las instrucciones de Fred, y la persiguió riendo cuando salió del castillo, golpeándola con un bastón y con un calcetín lleno de tizas. Muchos estudiantes salieron al vestíbulo para verla correr por el camino, y los jefes de las casas no pusieron mucho empeño en contenerlos. De hecho, la profesora McGonagall se sentó en su butaca en la sala de profesores tras unas pocas y débiles protestas, y la oyeron lamentarse de no poder correr ella misma detrás de la profesora Umbridge para abuchearla porque Peeves le había cogido el bastón.
Llegó la última noche en el colegio; la mayoría de los estudiantes habían terminado de hacer el equipaje y comenzaban a bajar al Gran Comedor, donde se celebraría el banquete de fin de curso, pero Emma no tenía muchos ánimos de bajar.
—¿Y ahora? —preguntó Ron—. ¿Qué pasa?
—¿Estás seguro de quererme en tu casa?
—¿Por qué no lo querría? Eres mi amiga.
—Quiero decir… tal vez te moleste que Harry y yo… —intentó explicar Emma.
—…¿ni siquiera se miren? —adivinó Ron—. No me molesta para nada. Le das vida a mi casa, Emmita —sonrió.
—Últimamente no… —levantó la mirada tímidamente—. ¿Quieres una respuesta? —Ron asintió con la cabeza—. Me tendrás ahí la última semana antes de volver a este lugar.
—¿Lo promtes?
—Lo prometo.
Esa tarde Harry no llegó al banquete, y Emma se imaginó que debía estar encerrado en su habitación tal y como lo hacía ella hace un tiempo.
Al día siguiente, el viaje de vuelta a casa en el expreso de Hogwarts estuvo lleno de incidentes de todo tipo. En primer lugar, Malfoy, Crabbe y Goyle, que llevaban toda aquella semana esperando la oportunidad de atacar sin que los viera ningún profesor, intentaron tenderle una emboscada a Harry en el pasillo cuando regresaba del lavabo.
El ataque habría podido tener éxito de no ser porque, sin darse cuenta, decidieron realizarlo justo delante de un compartimento repleto de miembros del ED, que vieron lo que estaba pasando a través del cristal y se levantaron a la vez para correr en ayuda de Harry. Cuando Ernie Macmillan, Hannah Abbott, Susan Bones, Justin Finch-Fletchley, Anthony Goldsteiny Terry B0ot terminaron de hacer una amplia variedad de embrujos y maleficios que Harry les había enseñado, Malfoy, Crabbe y Goyle
quedaron convertidos en tres gigantescas babosas apretujadas en el uniforme de Hogwarts, y Harry, Ernie y Justin los subieron a la rejilla portaequipajes y los dejaron allí colgados.
—Aprendieron demasiado —dijo Emma, volviendo a tomar lugar después de haber cerrado la puerta del compartimiento.
—Es bueno —comentó Hermione—. Ya no se encontrarán indefensos ante las situaciones que se aproximan.
—Supongo.
Lo que restó del viaje Harry y Ron se la pasaron jugando al ajedrez mágico mientras que Hermione leía fragmentos de El profeta en voz alta. Emma se había estresado un poco, por lo que decidió salir al lavabo antes de que el tren llegase a su destino.
Pero cuando estaba volviendo al compartimiento, escuchó algo que la dejó helada.
—Sí, hechice a Cho para que se acercara Potter, ¿qué más da eso? —se trataba de Marietta Edgecombe—. Lo que importa aquí es que él se sintió interesado en ella desde mucho antes, así que no existe mucha diferencia.
El corazón de Emma se rompió una vez más si eso era necesario, pero lo dejó pasar y por primera vez en su vida controló sus sentimientos para seguir como si nada. Volvió al compartimiento junto a Harry, Ron y Hermione y tomó asiento de la manera más relajada posible.
Cuando el tren empezó a reducir la velocidad al aproximarse a la estación de
King's Cross, Emma ya deseaba bajarás de ese tren y dejar ese horrible año atrás. Por lo que, cuando por fin el tren se detuvo resoplando, Emma tomó la jaula de Beauty y se preparó para bajar el baúl, como siempre.
Pero cuando el revisor indicó a Emma, Harry Ron y Hermione que ya podían atravesar la barrera mágica que había entre el andén número nueve y el número diez, Emma se llevó una sorpresa: al otro lado había un grupo de gente esperándolo para recibirlos.
Allí estaba Ojoloco Moody, que ofrecía un aspecto tan siniestro con el bombín
calado para tapar su ojo mágico como lo habría ofrecido sin él; sostenía un largo
bastón en las nudosas manos e iba envuelto en una voluminosa capa de viaje. Tonks se encontraba detrás de Moody; llevaba unos vaqueros muy remendados y una camiseta de un vivo color morado con la leyenda «Las Brujas de Macbeth», y el pelo, de color rosa chicle, le relucía bajo la luz del sol, que se filtraba a través del sucio cristal del techo de la estación. Junto a Tonks estaba Lupin, con su habitual rostro pálido y su cabello entrecano, que llevaba un largo y raído abrigo sobre un jersey y unos pantalones andrajosos. Delante del grupo se hallaban el señor y la señora Weasley, ataviados con sus mejores galas muggles, y Fred y George, que lucían sendas chaquetas nuevas de una tela verde con escamas muy llamativa.
Sin embargo, Emma no se quedó mucho tiempo con la Orden, simplemente los saludó de forma rápida y corrió para abrazar a su familia.
—No quiero volver —dijo en el pecho de Kiara—. Fue el peor año de mi vida.
La mujer dejó un beso en el cabello de la chica—. Primero respira y luego veremos eso, ¿sí?
—Creo que alguien quiere despedirse —dijo Alexander entre dientes, observando al trío que esperaba detrás de Emma.
La castaña se separó de su tía con vagancia y los miró directamente a los ojos.
—Estaremos juntas si así lo quieres —le ofreció Hermione a su amiga, dándole un rápido abrazo—. Y sabes que si pasa algo, no dudes en hablarme: llegaré a tí en menos de un segundo, ¿bien?
La castaña asintió y se separó de su amiga.
—Te espero —le sonrió Ron a su amiga—. Aunque si decides no ir, lo entenderé, ¡pero necesito que me avises! De otro modo, haré una gran cena por nada.
—¿Harás? —repitió Emma con burla.
—La intención es lo que cuenta —rió Ron—. Te escribiré, Emma. Solo asegúrate de que Beauty se mantenga bien.
La castaña asintió y Ron se alejó. Y al final, como siempre, solo quedaba Harry.
—No veremos en dos meses, Harry —le dijo Emma, teniendo su mano al azabache.
Harry bajó su mirada a la mano que le ofrecía la castaña—. Sí… nosotros… nos veremos luego, Emma.
Y sin decir mucho más, se separaron y fueron con sus respectivas familias. Había resultado un año más que difícil, y las cosas no tiraban ir para mejor camino, pero habría que afrontarlo, y junto a su única familia, Emma lograría (o al menos) intentarlo.
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