34. Everything has end


TODO LLEGÓ A SU FIN

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Recomendación:
When i was your man — Bruno Mars

—Sigues igual de preciosa que la última vez.

—No digas tonterías.

—Solo digo la verdad.

—No quisiera escucharla —admitió Emma en voz baja—. Últimamente… resulta ser un engaño.

—Si supiera quién es —Carl suspiró— se arrepentiría mucho de haberte lastimado.

—Ya no importa —Emma levantó la mirada—. Dime, ¿conociste a alguien en tu estadía en México?

—Demasiadas chicas —respondió Carl con egocentrismo—. ¡Era broma! O bueno, tal vez no.

—Carl.

—Lo cierto es que nunca te fuiste completamente de mi cabeza —explicó el muchacho—. Y cuando encontré a tu abuela hace poco, tenía la esperanza de verte otra vez, ¡y aquí estás!

—Yo…

—No te pido nada, Emma —la interrumpió—. Lo sé, lo entiendo. Tan solo espero que en algún lugar del multiverso hayas aceptado mi propuesta.

—De seguro lo hice —sonrió la castaña con nostalgia—. Puede que mi yo del multiverso sea muy feliz contigo —bromeó.

—Ya lo creo —rió el castaño—. Viajarias conmigo todo el tiempo.

—No me agradaría ver lo coqueto que eres.

—¿Yo? —exclamó, indignado—. Pues gracias por mantener esa imágen de mi.

—¡Siempre lo fuiste! —repuso Emma, riendo—. No me digas que cambiaste de un día al otro.

—Seis años —repuso Carl—. Se puede cambiar en seis años, Emma.

—Bromeaba contigo, Walter.

—Nunca se te dió del todo, ¿verdad, Emmita?

—Oh, cállate.

—No lo has olvidado —sonrió Carl, ocultando su rostro entre las piernas.

—Debo admitir que recordé todo hace poco. Algunas cosas ya las estaba olvidando.

—¿Qué cosas?

—No sé… tu declaración, tal vez.

—Admite que fue la mejor del universo —Carl guiñó un ojo.

A Emma le llegó el recuerdo de la declaración de Harry hace ya unos cuantos años—. Puede ser, cómo puede que no.

—En el fondo sabes que sí. Es inolvidable.

—Ya lo creo.

Emma recordó la fecha con exactitud, cómo si se tratara del día de ayer. «15/05/1989». Estaban fuera en el jardín, contemplando las flores —justo cómo hacían en ese momento— y a Carl se le ocurrió la brillante idea de dejar salir sus sentimientos.

—Creo que nunca podré superarte —confesó Carl en voz baja—, mi primer amor.

Emma abrió la boca para responder, pero inmediatamente se arrepintió y la cerró.

—No te calles —se burló el castaño—, nunca te pedí que lo hicieras. Me gusta escucharte hablar.

—Siempre ocuparas una parte importante en mi corazón —respondió Emma—. Sin importar la forma en la que mi yo de ocho años te viera, siempre serás especial.

—Es lo que quería escuchar. Ya me sentía un poco rechazado.

Emma rió—. No creo que nadie, aparte de mi, sea capaz de rechazarte.

—Ya veremos —sonrió Carl—. Oye, no pongas esa cara, sonríe, te ves linda así.

—Tonto.

—Me ofende, pero aún así seguiré con lo que te quería decir —Carl tomó la rosa que había llevado y se la entregó a Emma—: cómo demuestra de mi amistad sincera, y espero que la sepas conservar para que cada vez que la veas recuerdes que debes darte un tiempo para ti sola, ¿bien?

—Lo que diga, Walter.

—No me dejas ser lindo contigo —se quejó el muchacho.

—Gracias —Emma le sonrió a Carl—. ¿Mejor?

—Muchísimo —Carl sonrió con egocentrismo—. Te quiero, Emma, como mi amiga, claro.

—También te quiero —rió la castaña, propinándole un golpe al muchacho en la cabeza, mientras lo abrazaba.















( . . . )















Hogwarts. Estaba de nuevo en el inmenso castillo, y parecía ser que las cosas se le complicarían mucho.

Cuando bajó por la estación de Hogsmeade, y comenzó a arrastrar su baúl para llegar al carruaje, su mirada chocó con la de Harry Potter, quién se encontraba a un lado de su padrino Remus Lupin y sus amigos, Ron y Hermione. Pero la castaña los pasó por alto en ese momento, diciendo que ya los podría saludar luego, y continuó con su camino.

Al día siguiente de su llegada, no se sentía lista para levantarse de la cama, bajar a la sala común y saludarlo únicamente por educación.

—Ya vamos —la apremió Hermione—. ¡Tiene clases de oclumancia! No lo verás en toda la tarde. Más creo que es buen momento para que hablen a solas y adecuadamente, como personas maduras.

Emma soltó un bufido y se puso de pie agresivamente, tomando su uniforme y entrando. Estuvo lista en tan poco tiempo que maldijo entre dientes, creyendo que se había tardado más que veinte minutos.

Cuando Hermione giró la manija de la puerta, la abrió y comenzó a bajar por las escaleras de caracol, Emma sentía que el corazón se le saldría del pecho. Las chicas llegaron a la sala común, y Emma se encontró, como era obvio, con Harry y Ron ahí, esperándolas.

La mirada del azabache penetró hasta el corazón de la castaña, y sabía bien que probablemente ni siquiera lo saludaría. Ron, en cambio, miró a Emma alarmado.

—Hola, Ron —saludó Emma, intentando armarse de valor.

—Hola… —respondió algo ido.

—Buenos días, Harry —le saludó secamente, sin siquiera mirarlo—. Ron, ¿has visto a Félix?

El pelirrojo señaló la chimenea, dónde tanto Crookshanks como Félix descansaban cómodamente.

—Emma… —la castaña se volvió para mirar al azabache.

—¿Necesitas algo?

—Necesito explicarte lo que…

—¿Explicarme? —saltó la castaña, bajando la voz pero mirando a Harry con tanto enojo y tristeza a la vez—. ¿Qué?

—Fue un estúpido error —explicó Harry, intentando acercarse, a lo que Emma retrocedió más—. No sabía lo que hacía. Ni siquiera entiendo por qué razón lo hice. Yo te amo, Emma.

—Pues nuestros conceptos de amor son muy diferentes —repuso la castaña. Miró a su alrededor, y agradeció que la mayoría ya hubiera bajado al desayuno—. Si amarás a alguien no le harías eso. No la lastimarías al punto de herirla hasta el fondo de su corazón. ¡Fuiste demasiado lejos! Creí que eras sincero conmigo, Harry, pero comprendí que tus palabras siempre estuvieron vacías de sentimientos.

—¡No! Emma, lo que te dije siempre fue verdad. Siempre salió de lo más profundo de mi corazón, nunca quise herirte, no quiero lastimarte.

—Ya lo hiciste.

—Déjame demostrarte que las cosas pueden arreglarse —pidió Harry, cuando ambos se quedaron completamente solos en el lugar—. Mi corazón bombea por ti, Emma. No hay nadie más, solo eres tú.

—Ya no puedo creerte —espetó Emma, alejándose bruscamente de él mientras las lágrimas brotaban una vez más por sus frágiles mejillas—. No puedo confiar en ti.

—Permíteme mostrarte que puedes hacerlo. Te dije que estaría contigo sin importar las circunstancias, y te pido me permitas cumplir esa promesa.

—Resulta que las promesas se rompen, ¿no? —Ante esas palabras, Harry dirigió su mirada a la mano de Emma, dónde el anillo ya no estaba—. Si querías estar con ella, si te sentías cansado de esta mierda, o si simplemente tus sentimientos habían llegado a su fin, pudiste decírmelo —A Harry se le partió el corazón ver a Emma en ese estado—. Pero nunca, jamás, lastimarme de esa manera…

—No me canse de tí, mis sentimientos siguen aquí, más fuertes que el primer día, y no quiero estar con Cho… —Harry se detuvo un momento—. La única que me importa eres tú.

—¡Si te importara tanto como dices no lo habrías hecho! Sabías lo que hacías y por qué, no pienses engañarme una vez más.

—¡No te estoy engañando! No tendría por qué hacerlo, no tengo razones para hacerlo. Quiero demostrarte que fue una equivocación.

—Pero yo no quiero que lo hagas. Simplemente quiero tener paz por un segundo… por favor…

—Amor…

Emma negó con la cabeza, colocando una mano sobre la del azabache—. Se acabó, Harry, esto no tiene sentido. —La castaña se limpió las lágrimas con la manga de su capa y alzó la mirada para verlo a los ojos por un fugaz segundo—. No sirve que intentes arreglar algo que ya está roto. Pero tal vez sea bueno que sepas que yo si te amé, Harry Potter.

Sin más que decir por ninguna parte, salieron de la sala común, uno con el corazón más destrozado que el otro.

—Emma —dijo Hermione preocupada cuando su mejor amiga salió con la cara completamente empapada.

—Se terminó, Hermione —susurró en un hilo de voz , ocultándose en el cuello de su amiga.

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Así que… Tengan está fecha, seguro les sirve de consuelo: 07/01/1996

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