32. Consolations and Discussions
CONSUELOS Y DISCUSIONES
───⊱✿⊰───
Emma había llegado muy tarde a la sala común aquella noche, por lo que no tuvo que dar explicaciones a nadie de por qué sus ojos se encontraban tan hinchados o de por qué tardó tanto en llegar.
La verdad es que esa noche no durmió, simplemente se quedó contemplando el magnífico y aburrido techo de su cama mientras las lágrimas resbalaban sin parar por sus delicadas mejillas.
—Ey… ¿está todo bien?
Emma solo se limitó a negar con la cabeza, sin levantar la vista.
—Ayer llegaste tarde —recordó Hermione—. Ron y yo supusimos que Harry y tú…
—Él y yo ni siquiera estuvimos juntos, Hermione —respondió Emma antes de que su amiga pudiera terminar de hablar.
—¿Qué? —se extrañó—. ¿A qué te refieres? ¿Ha pasado algo?
—Pregúntale.
—De eso te quería hablar —Hermione guardó silencio por un segundo—. Harry tuvo una especie de visión mientras dormía… atacaron al señor Weasley ayer. Él y los Weasley se encuentran en Grimmund place junto con Sirius.
—¿Sabe algo sobre el estado del señor Weasley? —preguntó Emma, tratando de sonar angustiada.
—Nada —se limitó a responder la castaña—. ¿Puedo saber qué pasó…? Te ves…
—¿Fatal? Sí, efectivamente.
—Lo siento, no quería…
—Me mintió —susurró Emma, ocultando su rostro en la almohada—. Dijo que me amaba, Hermione. ¿Y sabes qué pasó? Todas fueron palabras y promesas vacías.
Hermione tomó la mano de su amiga con cuidado, arrodillándose frente a ella.
—¿Qué pasó exactamente?
—Él y Cho, la cazadora de Ravenclaw… —poco a poco la voz de Emma se fue apagando, y cuando menos se dió cuenta, ya se encontraba llorando una vez más—. ¿Crees q-qué hice algo m-mal? —preguntó Emma en medio de lloriqueos, cuando Hermione la abrazó.
—No —le aseguró Hermione—. Aún cuando te encontrabas mal, le entregaste toda la fuerza de voluntad que te quedaba. Estuviste para él cuando más te necesito. Oh, Emma, no entiendo qué pasó.
—Pues tampoco lo hago…
—Pase lo que pase, recuerda que soy tu mejor amiga y sin importar que, estaré aquí.
—Te lo agradezco —murmuró Emma contra el hombro de Hermione—. Por ahora no quiero hablar con nadie, espero que lo entiendas.
—Lo hago —asintió Hermione—. Iré por el desayuno, me aseguraré de que bebas un poco de agua, y si lo deseas, te dejaré sola.
( . . . )
Las vacaciones de Navidad por fin habían comenzado, y Emma no estaba nada feliz por ello. Se veía fatal, sus tíos seguramente preguntarían que sucedía, y Emma estaba segura que al tratar de explicarlo rompería en llanto como cada vez que intentaba hacerlo.
Al llegar a las ya conocidas calles del barrio, se armó del valor suficiente como para tocar el timbre de la casa que tenía en un lado escrito: «familia Williams». No tardaron en abrirle las puertas y al hacerlo, Kiara refugio a su lastimada sobrina entre sus brazos.
—Linda, ¿qué pasa? —cuestionó la mujer, acariciando el cabello de su sobrina—. Vamos, entra, podrás hablar mejor dentro.
—No podré hacerlo.
Kiara ignoró las palabras de Emma y la guió hasta el interior de su salón, dónde la esperaban Alexander y Leila, con una sonriente expresión, la cual desapareció al ver los ojos cristalizados de su pequeña.
Sin soltar a su hija, Alexander se acercó hasta su sobrina y dejó en casto beso en la frente de ésta, con preocupación.
—Potter, ¿no es así? —adivinó el hombre.
Al escucharlo, Emma no pudo seguir reprimiendo sus sollozos y se dejó caer en los brazos de su familia, los cuales no dudaron en sostenerla. Y eso había más que un sí para ellos.
La castaña odiaba sentirse así, pero algo que no podía evitar. Le dolía tanto, cómo si cien cuchillos ardientes se le estuvieran clavando en el corazón lentamente, uno a uno, aumentando el dolor cada vez más con cada apuñalada.
Leila fue llevada por su nana a su habitación para que Kiara y Alexander pudieran oír a su sobrina sin que la bebé intentara llamar la atención de su prima, tomándola de la mano e intentado arrastrarla con ella.
Alexander sentía tanta furia reprimenda. Ahora entendía porque razón su hermano nunca estuvo convencido del chico Potter en su totalidad. Harry debería de agradecer que Thomas Williams ya no estuviera entre ellos pues de ser así, con sus propias manos se habría encargado de mandarlo directamente al hospital.
Kiara, por su parte, consolaba a Emma, susurrándole palabras de apoyo y recordándole que ellos estaban con ella y que la escuchaban. Sentía que su corazón se contraia al ver como la respiración de su sobrina se cortaba a causa de los sollozos, me partía el corazón verla tan destrozada por culpa de un chico. Sin embargo, ella la entendía, porque también en su juventud le rompieron el corazón, y se encontraba incluso peor que Emma.
—Cuando te sientas lista, solo cuando lo hagas, aclara las cosas con él —le aconsejó Kiara—. No te digo que lo perdones, simplemente háblalo, aclaralo, y luego enfócate en ti. Escúchate, atiendete, aclara tus sentimientos, ordena las ideas en esa brillante cabeza, ¿bien?
—Enfócate en ti, colócate primero a ti —le dijo Alexander, tomando a su sobrina de las manos—. Luego podrá ir él, tal vez en fondo —susurró—. Ahora la persona más importante en tu vida eres tú, princesa. Mi hermano probablemente querría asesinarlo, ¿no?
—Ya lo habría hecho —admitió la castaña entre lágrimas—. Gracias…
—Para eso nos tienes —sonrió Kiara—. Cuando lo necesites aquí estaremos para aconsejarte y ayudarte.
Emma asintió, y fue entonces cuando notó que alguien alaba la parte baja de sus chaqueta: era Leila, que intentaba llamar la atención de la castaña.
—¡Mira! —sonrió la pequeña rubia, alzando lo más alto que pudo una fotografía—. ¡Tía! —exclamó.
Emma tomó la fotografía que le otorgaba su primita y se detuvo para apreciarla un segundo. Era una foto en la Navidad de 1991, cuando las cosas se encontraban más que bien en su vida… No existían los problemas y angustias en la Emma de once años, y esa sonrisa en el rostro de esa pequeña llevaba tiempo sin ser apreciada verdaderamente.
—¿Quieres salir a dar la vuelta? —le propuso Alexander a Emma.
—Estoy bien así por ahora—respondió la castaña—. Estaré un momento arriba, si me necesitan, pueden avisarme.
Y se retiró del lugar, intentando ser seguida de Leila, a quien la detuvo su padre cuando la cargó.
—Me encargaré de hacer el trabajo de mi hermano.
—Comportate —reprendió Kiara a su esposo—. La niña sabrá controlar la situación. Déjala despejar la mente y verás que lo aprenderá a sobrellevar.
( . . . )
Grimmund Place, Diciembre, 1995
—Sé que estás ahí dentro —dijo la voz de Hermione—. ¿Quieres salir, por favor?
Tengo que hablar contigo. Es urgente.
—¿Qué haces aquí?—le preguntó Harry al abrir—. ¿No ibas a esquiar con tus padres?
—Verás, he de confesar que el esquí no es mi fuerte —le contó Hermione—. Así
que he venido a pasar las Navidades aquí. —Tenía nieve en el pelo y la cara
sonrosada por efecto del frío. Le recordaba tanto a…—. Pero no se lo digas a Ron. A él le he dicho que esquiar es estupendo porque no paraba de reír. Mis padres están un poco disgustados, pero les he dicho que los alumnos que se toman en serio los exámenes se quedan a
estudiar en Hogwarts. Quieren que saque buenas notas, de modo que lo entenderán. Bueno —añadió con decisión—, vamos a tu dormitorio. La madre de Ron ha encendido la chimenea y te ha subido unos sándwiches.
Harry la siguió al segundo piso.
—He venido en el autobús noctámbulo —dijo Hermione como quien no quiere la
cosa, y se quitó la chaqueta antes de que Harry tuviera ocasión de hablar—. Ayer por la mañana a primera hora Dumbledore me contó lo que había pasado, pero no he podido marcharme del colegio hasta que el trimestre ha terminado oficialmente. La profesora Umbridge está furiosa porque se han largado dejándola con un palmo de
n
arices, pese a que Dumbledore le dijo que el señor Weasley estaba en San Mungo y que les había dado permiso para que fueran a visitarlo. Así que... —Se sentó—. ¿ Cómo te encuentras?
—Bien —contestó él fríamente.
—¿Tan bien como tu novia? —Hermione se cruzó de brazos.
—¿Qué pasa con Emma? ¿Está con su familia, ¿no?
—Oh, vamos, Harry —la casta rodó los ojos—. Sé que me mientes.
—Hermione, yo de verdad… Emma ni siquiera…
—¿Te ha preguntado por qué no está aquí, apoyando a su amigo? —le preguntó Hermione en un duro tono de voz—. Los vió, Harry, y esta más que destrozada. ¿Qué te cruzó por la cabeza?
Harry abrió los ojos con sorpresa, creyó que haberla vista ese día solo había resultado fruto de su imaginación, pero parecía que no resultó así.
—¡¿Qué!? —exclamaron todos los que se encontraban en las escaleras escuchando la conversación.
—Ahora entiendo porque no está aquí.
—¡Y tú enfadado!
—¡Creía que simplemente no lo sabía!
—¡Es Emma! ¿cómo no la va a saber?
—¡Cállense! Quiero escuchar.
—Fue un error.
—Sí, Harry, el más grande que probablemente hayas tenido en tu vida. Te recomiendo que no la agobies.
—Ella es mi novia…
—Perdona lo que te diré, Harry, pero —Hermione inhaló hondo—, ¿estás seguro de que lo sigue siendo?
—Oh, mierda.
—¡Niños! —los llamó Molly desde abajo.
—¿A quién espían ahora? —inquirió Remus Lupin con curiosidad.
—Harry, siempre tiene algo importante que contar —explicó Fred.
Pero Remus les quitó las orejas extensibles al grupo de Weasley's y se la llevó confiscada, cómo si del colegio se tratase. Sin embargo, ya no les hacía falta, pues los gritos de Harry eran lo suficientemente altos como para distinguirlos con total claridad.
—¡Maldita sea! Yo nunca quise…
—¡Pero ya lo hiciste! —trató de controlarlo Hermione—. Ya está, Harry. ¿Qué supones hacer ahora? Contrólate.
—Hermione, yo no…
—Tú si —La castaña trataba de ser realista con su amigo para comprendiera la realidad de su situación—. Ahora afrontalo, Harry.
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