23. We have an idea
TENEMOS UNA IDEA
───⊱✿⊰───
Luego de lo que pareció una conversación sin fin, Sirius llegó a la conclusión de que si a Harry le comenzaba a doler la cicatriz era por el regreso de Voldemort. Pero eso no había sido todo: el hombre se había retirado un poco enfadado debido a que Harry no aceptó que siguiera apareciendo más en la chimenea.
Pero Emma no estaba de acuerdo con lo que el hombre le había dicho a su novio: No te pareces a tu padre tanto como yo creía. Harry podría ser idéntico a su padre en muchos aspectos, pero seguía sin ser James, y eso Sirius debería entenderlo; Harry no era su padre.
Y las cosas no estaban por mejor según el nuevo aviso del que Percy tanto hablaba en su carta.
EL MINISTERIO EMPRENDE LA REFORMA EDUCATIVA Y NOMBRA A DOLORES UMBRIDGE PRIMERA SUMA INQUISIDORA
Luego de aquél aviso todo fue de mal en peor. Las notas de Emma en Pociones se encontraban demasiado bajas, y con Umbridge supervisando las clases de las profesoras Trelawney y McGonagall, lograba ponerle los pelos de punta.
Y por supuesto, en su clase, Harry no había logrado contener su furia cuando la profesora Umbridge le resto punto injustamente a Gryffindor, por lo que había conseguido una semana de castigos más.
La una de la mañana estaba por marcar, y Harry seguía sin regresar a la sala común, poniendo nerviosos a su amigos. Los tres habían estado hablando anteriormente sobre tomar cartas en el asunto sobre Umbridge y su necedad con dejarlos aprender magia de verdad.
—¿Dónde se metió? —preguntó Hermione con exasperación, moviendo la pierna nerviosamente.
—Puede que se haya desviado…
—¿Harry? Estás de broma, Ronald —repuso Emma—. El sabe al derecho y el revés cómo llegar…
Y sin dejarla terminar, Harry irrumpió en la oscura y casi vacía sala común de Gryffindor.
Emma estaba a punto de preguntarle qué había sucedido, pero al ver su mano sangrar de forma incontrolable se acercó a él rápidamente y le entregó un pañuelo limpio y con la cura que Hermione había encontrado a su corte en la mano.
—Ten esto —dijo con la voz suave— mantén tu mano en remojo, es una solución de tentáculos de murtlap
pasteurizados y escabechados. Te irá bien. Her la encontró hoy por la mañana.
Harry metió la mano, dolorida y sangrante, en el cuenco y experimentó una agradable sensación de alivio. Le sonrió agradecido a su novia y a su mejor amiga. Félix se enroscó alrededor de sus piernas, maullando fuerte; luego saltó a su regazo y se quedó acurrucado.
—Gracias —dijo Harry reconfortado, acariciando a Félix detrás de las
orejas con la mano izquierda.
—Sigo pensando que deberías quejarte de esto —afirmó Ron en voz baja.
—No —contestó Harry un poco ido.
—La profesora McGonagall se pondría furiosa si supiera...
—Sí, lo más probable —admitió Harry—. Pero ¿cuánto crees que tardaría Umbridge en aprobar otro decreto diciendo que cualquier profesor que se queje de la Suma Inquisidora será inmediatamente despedido?
Ron despegó los labios para responder, pero no articuló ningún sonido, y al cabo
de un momento volvió a cerrarlos, derrotado.
—Esa mujer es repugnante —afirmó Hermione con un susurro—. Repugnante. Cuando has entrado estaba diciéndole a Ron y Emma... que tenemos que tomar cartas en el asunto.
—Yo propongo que la envenenemos —sugirió Ron con gravedad.
—Va en serio Ron —le reprendió Emma.
—Tendríamos que decir algo sobre lo mala profesora que es y sobre el hecho de que con ella no vamos a aprender nada de Defensa —propuso Hermione.
—Pero ¿qué quieren que hagamos? —les preguntó Ron con un bostezo—. Es
d
emasiado tarde, ¿no? Ya le han dado el empleo, y ahora no se va a marchar. De eso se encargará Fudge.
—Hemos hablado un poco con Her, y la verdad se le ha ocurrido algo.
—Bueno —aventuró Hermione. Miró con cierto nerviosismo a Harry y prosiguió—: Se me ha ocurrido que a lo mejor ha llegado el momento.. de que actuemos por nuestra cuenta.
—¿De que actuemos por nuestra cuenta? —repitió recelosamente Harry, que
todavía tenía la mano metida en la solución de tentáculos de murtlap.
—Me refiero a... aprender Defensa Contra las Artes Oscuras nosotros solos —aclaró Hermione.
—¡Anda! —exclamó Ron—. ¿Pretenden hacernos trabajar aún más? ¿No se dan
cuenta de que Harry y yo volvemos a tener los deberes atrasados y sólo llevamos dos semanas de curso?
—¡Pero esto es mucho más importante que los deberes! —protestó Hermione.
Harry y Ron la miraron con los ojos desorbitados.
—¡No sabía que en el universo hubiera algo más importante que los deberes! —exclamó Ron.
—No seas tonto, claro que lo hay —replicó Hermione, y Emma percibió que de pronto la cara de su amiga denotaba aquel tipo de fervor que la PEDDO le solía inspirar—. Se trata de prepararnos, como dijo Harry en la primera clase de Umbridge, para lo que nos espera fuera del colegio. Se trata de asegurarnos
de que verdaderamente sepamos defendernos. Si no aprendemos nada durante un año...
—No podremos hacer gran cosa nosotros solos —repuso Ron con desánimo—. Sí, vale, podemos buscar embrujos en la biblioteca e intentar practicarlos, supongo...
—La etapa de buscar cosas en los libros ya no será suficiente —dijo Emma—. Nos hace falta un profesor que en verdad sepa usar hechizos y nos motive a seguir con esto.
—Amor, si estás pensando en Lupin... —empezó a decir Harry.
—Remus tiene cosas más importantes que hacer con la Orden, no podría venir aquí solo para enseñarnos —respondió Emma.
—Entonces, ¿en quién piensas? —preguntó Harry, mirándola con confusión.
Las chicas suspiraron profundamente.
—¿No lo han captado? —se lamentó Hermione—. Podrías hacerlo tú, Harry.
Hubo un momento de silencio. Una ligera brisa nocturna hacía crujir los cristales
de las ventanas y el fuego ardía con luz parpadeante.
—Podría hacer ¿qué? —se sorprendió él.
—Podrías enseñarnos Defensa Contra las Artes Oscuras.
Harry la miró fijamente. Luego dirigió la vista hacia Ron, dispuesto a cambiar
con él una de aquellas miradas de exasperación que compartían cuando Hermione les salía con algún descabellado proyecto como la PEDDO. Sin embargo, para desesperación de Harry, Ron no parecía nada exasperado. Emma le dirigió una mirada profunda, la castaña creía que era buena idea después de todo; Harry, de algún modo, lograría despejar un poco la mente.
—No es mala idea —le dijo Ron después de reflexionar unos minutos.
—¿Qué es lo que no es mala idea? —le preguntó Harry.
—Que nos enseñes tú.
—Pero si... —Harry sonrió, convencido de que sus amigos y su novia estaban tomándole el pelo—. Pero si yo no soy profesor. Yo no puedo..
—James, eres el mejor en Defensa Contra las Artes Oscuras —le recordó Emma.
—¿Yo? —dijo Harry sonriendo más abiertamente—. Eso no es verdad, Hermione y tú me han superado en todos los exámenes que...
—Tú nos superaste en tercero, el
único curso en que ambos hicimos el examen y tuvimos un profesor que sabía algo de la asignatura —aseguró Hermione cortante—. Pero no estoy hablando de resultados de exámenes, Harry. ¡Piensa en todo lo que has hecho!
—¿Qué quieres decir?
—¿Saben qué, chicas? No estoy seguro de querer que me dé clases alguien tan estúpido —les insinuó Ron a Hermione y a Emma con una sonrisita. Luego miró a Harry e, imitando a Goyle cuando se concentraba, dijo: Vamos a ver... En primero salvaste la Piedra Filosofal de las manos de Quien-tú-sabes…
—Pero no gracias a mi habilidad —explicó Harry—, sino porque tuve suerte.
—En segundo —lo interrumpió Ron— mataste al basilisco y destruiste a Ryddle.
—Sí, pero si no llega a ser por Fawkes… o Emma…
—No hice mucho, Harry —dijo Emma con tristeza—. Todo fue gracias a tu habilidad.
—Por supuesto qu…
—En tercero —prosiguió Ron, subiendo el tono de voz— ahuyentaste a más de
un centenar de dementores de una sola vez...
—Sabes perfectamente que eso fue por chiripa, si el giratiempo no hubiera... Y no fui solo yo…
—El año pasado —continuó Ron ya casi a voz en grito— volviste a vencer a Quien-tú-sabes..
—¿Quieren hacer el favor de escucharme? —saltó Harry casi enfadado—. Escuchen ¿de acuerdo? Dicho así suena fabuloso, pero lo que pasó fue que tuve suerte, yo ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, no planeé nada, me limité a hacer lo que se me ocurría, y casi siempre conté con ayuda...
Ron y Hermione seguían sonriendo, Emma le dió un apretón en su mano libre, esperando que no saltara enfadado.
—¡No se queden ahí sentados sonriendo como si ustedes supieran más que yo! Era yo el que estaba allí, ¿no? —dijo acaloradamente Yo sé lo que pasó, ¿vale? Y si salí bien parado de esas situaciones no fue porque supiera mucho de Defensa
Contra las Artes Oscuras, sino porque..., porque recibí ayuda en el momento preciso, o porque acerté por casualidad.. Pero me libré por los pelos, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo... ¡PAREN DE REÍRSE!
El cuenco que contenía la solución de murtlap cayó al suelo y se rompió y Harry se dio cuenta de que estaba de pie, aunque no recordaba haberse levantado.
Crookshanks se escondió debajo de un sofá, la sonrisa de Ron y Hermione
desapareció, y Emma se quedó estática en su lugar, con las manos ligeramente temblándole.
—¡No tienen idea! Ustedes nunca han tenido que enfrentarse a él! ¿Creen que basta con memorizar un puñado de hechizos y lanzárselos, como si estuvieran en clase? En esas circunstancias eres totalmente consciente de que no hay nada que te
separe de la muerte salvo.., salvo tu propio cerebro o tus agallas o lo que sea, como si fuera posible pensar fríamente cuando sabes que estás a milésimas de segundo de que te maten, o de que te torturen, o de ver morir a tus amigos.. Lo que se siente cuando uno se enfrenta a situaciones así... nunca nos lo han enseñado en las clases. Y ustedes dos me miran como si yo fuera muy listo porque estoy aquí de pie, vivo, y Diggory fuera un estúpido, como si él hubiera metido la pata... No lo entienden; pudo pasarme a mí, me habría pasado de no ser porque Voldemort me necesitaba para...
A Emma le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, y prefirió agacharse para recoger el cuenco que Harry había tirado.
—Nosotros no queríamos decir eso, Harry —se excusó Ron, que contemplaba
aterrado a su amigo—. No nos estábamos metiendo con Diggory, no pretendíamos.. Nos has interpretado mal —añadió mirando desesperado a Hermione, que estaba muy afligida.
—Harry —dijo ella con timidez—, ¿es que no lo ves? Por eso..., por eso precisamente te necesitamos. Necesitamos saber... có-cómo es en realidad... enfrentarse a.., enfrentarse a Vo-Voldemort.
Era la primera vez que Hermione pronunciaba el nombre de Voldemort, y fue eso más que ninguna otra cosa lo que calmó a Harry. Se sentó en la butaca, junto a su novia, respirando agitadamente.
—Bueno, piénsatelo... —insinuó Hermione con voz queda—. Por favor.
Harry no sabía qué decir. Estaba arrepentido de aquel arrebato, así que asintió sin reparar apenas en lo que estaba aceptando.
Hermione se puso en pie.
—En fin, me voy a la cama —anunció, esforzándose por hablar con naturalidad—. Buenas noches... Emma, ¿vienes?
La castaña negó levemente—. Me quedaré un rato más.
Ron también se había levantado.
—¿Vienes? —le preguntó con suavidad a Harry.
—Voy a limpiar esto, y… subo en un rato —dijo señalando el cuenco roto. Ron
asintió y se marchó.
—Sabes bien que no solo te ha atacado a ti —le susurró Emma a su novio—. Me gustaría… me hubiera gustado poder hacer algo ese día, pero no pude. Y-yo simplemente me quedé ahí, mirando c-como ellos me quitaban t-todo en un segundo.
Harry atrajo a su novia con sus brazos y la envolvió entre ellos, sintiéndose culpable de haberla puesto en ese estado cuando últimamente se encontraba tan tranquila.
—Lo siento —murmuró el azabache.
Emma no pronunció ni una palabra. Estaba más concentrada en no dejar que sus sollozos se hicieran tan notorios y no alarmar a su novio.
—Intentaré ayudarlos —dijo Harry en medio del silencio, acariciando la espalda de su novia—. Y me asegure de que nadie más salga lastimado… No sabes cuánto me duele verte así…
Emma suspiró pesadamente en el pecho de Harry—. Tampoco me gusta verme así—admitió con la voz entrecortada.
Harry no pudo dormir esa noche. Cuando por fin estuvo en su cama la cabeza le daba las vueltas una y otra vez: sabía que Emma se encontraba así por su culpa, porque aunque ella no negara un millón de veces, sabía que el ataque a su familia había resultado su culpa al tenerlo como algo más que un amigo cercano.
El azabache suspiró profundamente en su almohada y decidió que ya era suficiente. Cerró los ojos e intentó pensar (o no) en algo que no fuese malo.
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