22. Now you are dangerous

AHORA ERES PELIGROSA

───⊱✿⊰───

Pasaron todo el domingo en la sala común, rodeados de libros, mientras a ratos la estancia se llenaba de alumnos y otras veces se quedaba vacía. Hacía un día bonito y despejado, y la mayoría de sus compañeros de Gryffindor estuvieron al aire libre, en los jardines, disfrutando de lo que bien podía ser uno de los últimos días soleados del año.

A Emma no le apetecía mucho salir, por lo que se quedó haciéndoles compañía a los chicos, además, todavía tenía un trabajo pendiente, así que estaba trabajando en ello.

Al anochecer, Emma tenía la sensación de cansancio últimamente habitual en ella, sin embargo, permaneció en la sala común.

—Mira, Ron, creo que deberíamos intentar hacer más deberes durante la semana —le comentó Harry a Ron cuando finalmente terminaron la larga redacción para la profesora McGonagall sobre el hechizo Inanimatus Conjurus y, abatidos, empezaron otra igual de larga para la profesora Sinistra sobre las lunas de Júpiter.

—Sí —respondió Ron frotándose los enrojecidos ojos y arrojando al fuego la
quinta hoja de pergamino descartada—. Oye, ¿por qué no pedimos a Hermione o Emma que nos dejen echar un vistazo a sus trabajos?

Harry giró la cabeza y miró a su amiga y novia, que estaban sentadas frente al fuego, charlando alegremente con Ginny mientras un par de agujas de punto tejían, suspendidas en el aire delante de sus ojos, un par de deformes calcetines de elfo.

—Ahora que lo recuerdo, Emma, me ha parecido escuchar algo curioso—murmuró Ginny, acercándose más a las chicas.

—Si se trata sobre Harry o algo relacionado a ello…

—No, para nada —la tranquilizó Ginny.

—¿Entonces qué? —preguntó Hermione.

—Me parece haber escuchado a Greengrass y su hermana hablar sobre Nott y… un problema —explicó la pelirroja.

—¿Qué? —dijeron Emma y Hermione a la vez.

—¿Estas de broma?

—Claro que no, aunque no estoy muy segura de si escuché bien.

—Probablemente has oído mal —razonó Hermione—. Es absurdo.

—Ya decía yo —Ginny se encogió de hombros.

Las tres chicas continuaron hablando mientras fuera el cielo se oscurecía cada vez más.

Poco a poco, la sala común fue quedándose vacía otra vez. A las once y media, Hermione y Emma se les acercaron, algo adormiladas.

—¿Han terminado?

—No —contestó Ron con aspereza.

—¿Cómo vas? —le preguntó Emma a su novio cuando tomó lugar a su lado, dejando caer su cabeza en su hombro.

—No, falta bastante de hecho —respondió Harry con pereza—. Puedes ir a descansar, amor.

—Me quedaré para ayudarte, creo que lo necesitas —le sonrió Emma.

—Chicos —llamó Hermione de repente—, miren —Señalaba la ventana más cercana. Harry, Emma y Ron miraron hacia allí. Una bonita lechuza se había posado en el alféizar y miraba a Ron.

—¿No es Hermes? —preguntó Emma, sorprendida.

—¡Vaya, sí! —exclamó Ron, que dejó su pluma y se levantó—. ¿Para qué me
habrá escrito Percy?

Fue hacia la ventana y la abrió, y Hermes entró en la habitación, aterrizó sobre la
redacción de Ron y extendió la pata en la que llevaba atada una carta. Ron cogió la
carta y la lechuza se marchó sin perder tiempo, dejando huellas de tinta en el dibujo que el chico había hecho de la luna ío.

—Sí, es la letra de Percy —observó Ron sentándose en la butaca y leyendo lo que
había escrito en la parte exterior del rollo de pergamino: «Ronald Weasley, Casa de Gryffindor, Hogwarts.» Luego miró a sus amigos y añadió: ¿Qué creen que será?

—Ábrelo ya —ordenó Hermione.

Ron desenrolló el pergamino y empezó a leer. Cuanto más avanzaba, más ceñuda
era su expresión. Después, cuando con aspecto indignado terminó la lectura, les pasó la carta a Harry, Emma y Hermione, que se pusieron el uno al lado del otro para leerla juntos.

Querido Ron:

Acabo de enterarme (nada más y nada menos que por el ministro de Magia en persona, a quien ha informado tu nueva maestra, la profesora Umbridge) de que te han nombrado prefecto de Hogwarts. Cuando supe la noticia me llevé una grata sorpresa, y ante todo quiero felicitarte. He de admitir que siempre temí que tomaras lo que podríamos llamar «el camino de Fred y George» en lugar de seguir mis pasos, así que ya puedes imaginarte cómo me alegré al saber que has dejado de desobedecer a las autoridades y has decidido cargar con una responsabilidad real.

Pero no voy a limitarme a felicitarte, Ron; también quiero darte algunos consejos, y por eso te envío esta carta por la noche en vez de utilizar el correo matutino, como habría sido lo normal. Espero que puedas leerla lejos de miradas curiosas y así evitar preguntas inoportunas.

Por algo que al ministro se le escapó cuando me contó que te habían nombrado prefecto, deduzco que sigues relacionándote con Harry Potter y Emma Williams. Debo decirte, Ron, que no hay nada que pueda ponerte en mayor peligro de perder tu insignia que seguir confraternizando con esos chicos. Sí, estoy seguro de que te sorprenderá que diga esto (sin duda argumentarás que Potter y Williams siempre ha sido el favorito de Dumbledore), pero me veo obligado a comunicarte que es posible que Dumbledore no siga dirigiendo Hogwarts durante mucho tiempo, y las personas que son importantes de verdad tienen una opinión muy distinta (y seguramente más acertada) del comportamiento de Potter, y tendrán más afán con Williams. Ahora no voy a darte más detalles, pero si mañana lees El Profeta tendrás una idea de por dónde van los tiros (¡y ya verás mis
declaraciones!).

En serio, Ron, no debes permitir que te metan en el mismo saco que a ellos, pues eso podría resultar muy perjudicial para tus perspectivas de futuro, y me refiero también a la vida después del colegio. Como ya debes de saber, dado que nuestro padre lo acompañó al tribunal, este verano Potter tuvo una vista disciplinaria ante el Wizengamot en pleno, y no salió muy bien parado. Si quieres que te diga la verdad, se libró de que lo condenaran gracias a un mero tecnicismo, pero mucha gente con la que he hablado sigue convencida de su culpabilidad.

Con respecto a Williams, no creo que sea lo mejor que sigas compartiendo con ella en estos momentos, podría perjudicarte. Puede resultar bastante peligrosa, Ron, te lo estoy advirtiendo antes de que te arrepientas.

Es posible que te dé miedo cortar tus lazos con Potter y Williams (ya sé que Potter es un desequilibrado y que, por lo que me han contado, hasta puede llegar a ser violento), pero si tienes alguna preocupación al respecto, o si has detectado algo más en la conducta de Potter y Williams que te inquiete, te recomiendo que hables con Dolores Umbridge, una mujer encantadora que no tendrá ningún inconveniente en orientarte.

Y eso me lleva a darte otro consejo. Como ya he insinuado antes, es posible que muy pronto Dumbledore deje de dirigir Hogwarts. Tus lealtades, Ron, no deberían estar con él, sino con el colegio y el Ministerio. Lamento mucho saber que hasta ahora la profesora Umbridge no ha encontrado mucha cooperación por parte del profesorado en su intento de introducir esos necesarios cambios en Hogwarts que el Ministerio tan ardientemente desea (aunque a partir de la semana que viene creo que le resultará más fácil; te remito una vez más a El Profeta de mañana). Sólo diré una cosa: un alumno que demuestre estar dispuesto a ayudar a la profesora Umbridge en estos momentos podría ser un firme candidato al cargo de delegado dentro de un par de años.

Siento mucho que no pudiéramos vernos más este verano. No me gusta criticar a nuestros padres, pero me temo que no puedo continuar viviendo con ellos mientras sigan mezclándose con ese peligroso grupo que apoya a Dumbledore (si escribes a nuestra madre, deberías decirle que a un tal Sturgis Podmore, gran amigo de Dumbledore, lo han enviado recientemente a Azkaban porque entró de forma ilegal en el Ministerio e intentó robar. Quizá la noticia le abra los ojos y le haga comprender que las personas con las que se relaciona son una pandilla de delincuentes). Me considero muy afortunado por haberme librado del estigma que conlleva asociarse con ese tipo de gente (el ministro se porta estupendamente conmigo), y de verdad, Ron, espero que no dejes que los lazos familiares te impidan ver lo erróneo de las opiniones y de los actos de nuestros padres. Ojalá con el tiempo se den cuenta de lo equivocados que estaban, y, por supuesto, cuando llegue ese día aceptaré sin reservas sus disculpas.

Piensa con detenimiento en todo lo que te he dicho, por favor, especialmente en lo de Harry Potter y Emma Williams, y felicidades una vez más por tu nombramiento.

Tu hermano,
Percy

Emma levantó la cabeza y miró a sus amigos.

—Resulta que ahora soy peligrosa —se burló Emma con ímpetu.

—Bueno —dijo Harry, mirando a Ron, intentando que pareciera que se había tomado aquella carta como una broma— si quieres... ¿Cómo era?... —volvió a mirar la carta de Percy—. ¡Ah, sí! «Cortar los lazos» con nosotros, te juro que no nos pondremos violentos.

—Peligrosa —repitió la castaña una vez más, sin poder creerse lo que Percy había dicho.

—Dámela —le pidió Ron tendiéndole una mano—. Es un completo... —añadió entrecortadamente mientras rompía la carta de Percy por la mitad—, absoluto... —la rompió en cuatro trozos—, y rematado... —la cortó en ocho trozos— imbécil. —Y los arrojó al fuego—. Démonos prisa, hemos de terminar esto antes del amanecer —le dijo con brusquedad a Harry, y tomó otra vez la redacción para la profesora.

Hermione y Emma compartieron una mirada.

—Ya, déjenlo —dijo Emma.

—Venga, entrégame eso, Ron —le pidió Hermione.

—¿Qué? —se extrañó Ron.

—Los ayudaremos —explicó Hermione.

—Pero… Emma… —intentó replicar Harry.

—Estoy bien —le aseguró Emma.

—¡Oh, chicas, son nuestra salvación! —exclamó Ron—. ¿Qué puedo...?

—Pueden decir esto: «Prometemos que nunca volveremos a dejar nuestros deberes para el último momento» —recitó ella tendiéndole ambas manos a Ron para que le entregara las redacciones, aunque con aire divertido.

—Vamos, James —lo alentó Emma—. No tardaré nada,

Harry, rendido, le dejó espacio a su novia a su lado y le tendió sus apuntes.

—No debías hacerlo —le susurró Harry, dejando un beso en la mejilla de Emma—. Gracias.

Emma le sonrió de lado, paseando sus ojos por la redacción de Harry. Ciertamente no había mucho que corregir más que una que otra palabra: al parecer había supuesto que Emma se ofrecería a ayudarlo y por consiguiente, se había esforzado para hacerlo casi perfecto.

Ya era más de medianoche, y en la sala común sólo estaban ellos cuatro,  Crookshanks y Félix. Lo único que se oía era el rasgueo de las plumas.

A Emma no le costó mucho tiempo terminar de corregir todos los trabajos de Harry. Así que, media hora después, la castaña se arrodilló junto a su novio en el suelo y lo sacó de sus pensamientos.

—Ya está listo —le informó—. Ey, ¿todo bien?

Harry asintió—. Creí ver a Hocicos…

—¿Qué? ¿Dónde? —Harry le señaló con la mirada el fuego que emenaba la chimenea en ese momento. Tal vez en verdad Harry lo había visto, después de todo, la idea no era del todo loca.

Ambos se acercaron un poco más a la chimenea, para comprobar si Sirius de verdad se encontraba en ese lugar.

—¿Qué hacen ahí? —dijo Ron, desconcertado.

—Acabo de ver la cabeza de Sirius en el fuego —explicó Harry.

Lo dijo con mucha calma; al fin y al cabo, había visto la cabeza de Sirius en aquella misma chimenea el año anterior y había hablado con él.

—¿La cabeza de Sirius? —repitió Hermione—. ¿Como aquella vez que quería hablar contigo durante el Torneo de los tres magos? Pero no creo que vaya a hacerlo ahora, sería demasiado... ¡Sirius!

La chica dio un grito ahogado y se quedó mirando el fuego mientras Ron soltaba
la pluma. En medio de las llamas, efectivamente, estaba la cabeza de Sirius, con el largo y oscuro cabello enmarcando su sonriente rostro.

—Empezaba a pensar que subirían a acostarse antes de que se hubieran
marchado los demás —dijo—. He venido a vigilar todas las horas.

—¿Has aparecido en el fuego hora tras hora? —le preguntó Harry conteniendo la risa.

—Sólo unos segundos, para comprobar si había moros en la costa.

—Pero ¿y si llega a verte alguien? —dijo Hermione con nerviosismo.

—Bueno, creo que antes me ha visto una chica que debía de ser de primero, por la
pinta que tenía, pero no se preocupen —se apresuró a añadir Sirius al ver que
Hermione se llevaba una mano a la boca—, desaparecí en cuanto volvió a mirarme, y estoy seguro de que pensó que sólo era un tronco con forma rara o algo así.

—Pero Sirius, esto es muy arriesgado... —empezó Hermione.

—Sabe cuidarse, Her —la interrumpió Emma. Sirius le sonrió agradecido.

—Me recuerdas a Molly —repuso Sirius a Hermione—. Ésta ha sido la única manera que se me ha ocurrido de contestar a la carta de Harry sin recurrir a un código. Además, los códigos pueden descifrarse.

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