21. The beginning of the end
EL COMIENZO DEL FIN
───⊱✿⊰───
Queridos tíos:
Me gustaría saber cómo se encuentran. Sé lo difícil que se ha vuelto todo esto para ustedes, y con Leila siendo una bebé no quiero imaginar las cosas en casa.
Respondiendo a su carta: Estoy bien. Las clases me ayudan a sobrellevarlo y Harry está siempre a mi lado, no sé preocupen por eso.
Volveré por Navidad, eso se los aseguro. No importa que, estaré ahí con ustedes, porque si debo ser completamente sincera necesito un tiempo lejos de algunas cosas. Y que mejor que estar con ustedes.
Nos veremos pronto, y los mantendré al tanto si así lo quieren.
Con cariño,
Emma
La castaña releyó una vez más su carta. Se encontraba en la lechuceria junto a Harry. Éste quería enviar una carta a Sirius mientras que ella enviaría una carta a sus tíos para que se relajarán un poco.
—Bonita —Emma llamó a Beauty, que se encontraba en lo más alto junto a Hedwig. Ambas lechuzas bajaron al escuchar la voz de sus dueños.
Emma ató la carta en la pata de Beauty mientras que Harry hacía lo mismo con su lechuza.
—Entregala, ¿bien? —le dijo—. Puedes quedarte ahí unos días si lo quieres, sabrán cuidarte. Ve, bonita.
Beauty, tras presionarle brevemente el brazo, salió volando hacia el deslumbrante cielo junto a Hedwig. Emma las observó un momento a través del umbral, hasta que las lechuzas se
convirtieron en pequeñas motitas negras y desaparecieron del todo.
—Quieren verte, ¿no es así? —preguntó Harry, abrazando a Emma por detrás, dejando un beso muy suave en el cuello de Emma.
La castaña se estremeció ante el repentino contacto, pero actuó con naturalidad al responder—. Los entendiendo, también quiero verlos…
—¿Pasarás las vacaciones de Navidad con ellos? —Emma asintió en respuesta—. Es razonable, pero aún así, extrañaré estar contigo…
—Son unos cuantos días —rio Emma ante el dramatismo, acunando la cara de su novio entre su mano sana—, aunque también me harás falta… —admitió en voz baja.
Harry sonrió—. ¿Ah sí? —cuestionó con egocentrismo ante el comentario de su novia, acercándose peligrosamente un poco más a su rostro.
—Así es —asintió con diversión, alejándose levemente, a propósito.
Harry, sin embargo, la tomó por la cintura y la acercó aún más a él. Y sin poder evitar más a la tentación, envolvió sus labios con los de ella. Dejó descansar sus labios sobre los de ellaz los cuales danzaban y se movían a la perfección, encajaban cómo si de un rompecabezas se tratara. Tan suaves como algodón y tan relajantes como las notas musicales.
Pero de pronto la puerta de la lechucería se abrió. Emma se separó lentamente para ver de quién se trataba y Harry se quejó en voz baja.
Se trataba de Cho Chang con una carta y un paquete en las manos, y Marietta Edgecombe, quién únicamente la acompañaba.
—¿Interrumpimos algo? —cuestionó Marietta, frunciendo el entrecejo.
—Nada —se limitó a responder Emma con calma.
—Hola —saludó Cho tímidamente—. No pensé que habría alguien aquí tan temprano... Hace cinco minutos me he acordado de que hoy es el cumpleaños de mi madre.
Le mostró el paquete a la pareja.
—Es un lindo detalle —le dijo Harry, incómodo—. Lo lamento, debemos irnos, con su permiso —se disculpó de inmediato, tomando a su novia de la mano que se encontraba sana, saliendo de ahí con ella.
—Hasta luego —se despidió Emma levemente.
Marietta suspiró, apoyándose en el umbral de la ventana—. Debo contarte algo —dijo, en cuanto se aseguró que aquel par de Gryffindors ya se había ido.
—Te escucho.
—No importa si te enfadas conmigo, da igual, sé que no lo dirás —comenzó a decir la castaña con rapidez—. Mi mamá está en peligro en el Ministerio.
—¿Cómo?
—La están manipulando, puede que la despidan, y dijo que la han amenazado algunos mortifagos —continuó Marietta. Cho se cubrió la boca con las manos, sorprendida—, y ahora necesita mi ayuda.
—¿De qué manera podrías ayudarla? —cuestionó Cho con preocupación.
—Un par de mortifagos le pidieron algo a cambio de su vida —Marietta guardó silencio un momento—: que Emma Walk pierda los estribos ante una decepción, y ella estará libre de cualquier amenaza.
Cho contuvo el aire, dejando su paquete de lado, así recibiendo un picotazo en la mano de una lechuza, indicándole que se apresurara.
—¿Qué… qué se supone que harás? —preguntó la pelinegra—. Ella no merece pasar por algo más…
—Lo siento, Cho —se disculpó Marietta—, es ella o mi madre, y sobre cualquier otra persona, mi madre irá primero. ¿Estás al tanto del rumor sobre la pareja perfecta, no? —Chang asintió levemente, deseando no escuchar lo que pensaba—, esa será la clave.
—Marietta, no…
—No hay otra forma —murmuró la castaña, fijando su vista en la lechuza que su amiga acababa de enviar con su paquete.
( . . . )
—¡Ma! ¡Mira esto! —la llamó la pequeña—. ¿Mamá?
Emma se volvió y comenzó a recorrer el lugar por cada rincón, en busca de sus padres, pero no los encontró.
De pronto cuando alguien la cargó por detrás se sintió enormemente aliviada y comenzó a reír a causa de las cosquillas que le estaba propinando.
—¡Papá!
—Te lo he dicho princesa: no te alejes, ¿bien? Puede pasar algo malo si te alejas mucho de nosotros —le dijo Thomas, dejando un beso en la cien de su hija.
—Mamá estaba detrás de mi —se excusó la pequeña—. ¡Mira eso! —decidió cambiar el tema y señalar un vestido en la vitrina de la tienda.
—¿A qué viene eso? —preguntó Amelia con curiosidad.
—Es lindo —Emma se encogió de hombros.
—¿Quieres probarlo? —propuso Thomas.
Emma ladeó la cabeza, no tan segura de ello.
—Vamos, entremos —animó Amelia.
Emma despertó sobresaltada, algo sudorosa y temblorosa. Soñar con ellos se había vuelto algo frecuente luego de su muerte, y a la castaña no le molestaba para nada, simplemente le dolía no poder pasar más momentos con ellos.
—¿Todo bien? —le preguntó Hermione desde su cama, observándola.
—Sí, sí… —respondió Emma un poco ida.
Hermione, sin dudarlo ni un segundo, se levantó de la cama, sin importarle el frío que hacia en ese momento, y tomó asiento junto a Emma.
—Tranquila, ¿sí? —dijo Hermione al notar como su amiga temblaba notoriamente—. Estoy aquí contigo.
Emma cerró los ojos, asintiendo varias veces, juntando sus manos para poder calmarse—. Los extraño… —susurró.
—Lo sé, y eso está bien —murmuró Hermione, abrazando a su amiga—. Sentir dolor está bien, extrañarlos está bien, y sobre todo, desahogarte está bien. Te estás cargando demasiado, Emma, y puedes llegar al punto en que no logres lidiar con todo.
Emma guardó silencio, despejando su mente y tratando de controlar el temblor en sus manos. Hermione tenía razón, pero no podía hacerlo así simplemente, hace no mucho aprendió que era mejor quedarse callada antes de hablar con alguien.
—Interrumpí tu siesta, puedes volver a dormir, Her —le dijo Emma con pena.
—No lo has hecho —aseguró la castaña—, de hecho decidí quedarme despierta por si algo así pasaba. Además, dormí largo rato en la sala común, no tienes por qué preocuparte. ¿Estarás bien?
—Eso intentaré —dijo Emma en voz baja, acurrucándose una vez más en sus cobijas, cuando Hermione regresó a su casa—. Descansa, Her, mañana será un día ajetreado.
Hermione sonrió—. Tranquila, Emma. Descansa.
La castaña cerró los ojos una vez más, pero la verdad es que en lo que restó de la noche no le fue posible pegar el ojo ni por un segundo. Hermione no se durmió hasta pasadas las tres de la mañana, y Emma simplemente pasó toda la noche repartiendo caricias a Félix, que se acurrucó junto a su dueña a media noche.
A veces le llegaba a cruzar la idea de cerrar los ojos y… Pero de repente la idea se desvanecía con la velocidad que llegó; todavía le quedaba mucho por hacer, culminar con el colegio, ayudar a Harry en su larga lucha con Voldemort, poder superar cada uno de sus problemas y ver crecer a su prima es lo que más ilusión le causaba. Aunque a veces se decía a sí misma que esa no era la única ilusión en su corazón: muy en el fondo ella quería tener su familia y cuidar de ella como no hicieron con Emma.
—¿Por qué tiene que ser tan difícil? —se quejó Emma, en voz baja.
El silencio reinó en el lugar. Era obvio: todas se encontraban dormidas y Emma había preguntado eso en su cabeza, ¿quién la escucharía? Nadie.
Absolutamente nadie.
Pero así estaba bien. Nadie se preocuparía por ella tanto que se olvidaría de sí mismo, y no terminaría siendo una carga para nadie. Era solo ella y nadie más, por lo que si en algún momento sucedía algo, la única responsable de eso sería ella.
La vida resultaba más fácil de ese modo.
Al menos eso creía Emma Walk en ese momento de total oscuridad en su vida.
.・。.・゜✭・.・✫・゜・。.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top