16. Classes with Snape
CLASES CON SNAPE
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Todos los alumnos de Hogwarts estaban de acuerdo en que Historia de la Magia
era la asignatura más aburrida que jamás había existido en el mundo de los magos. El profesor Binns, su profesor fantasma, tenía una voz jadeante y monótona que casi garantizaba una terrible somnolencia al cabo de diez minutos (cinco si hacía calor).
Aquel día tuvieron que soportar tres cuartos de hora de una inalterable perorata sobre las guerras de los gigantes. Emma hizo un gran esfuerzo por primera vez en su vida para no quedarse dormida en medio de la clase de el profesor Binns, por suerte, o tal vez no, Harry y Ron se pasaron jugando al ahorcado, utilizando una esquina de su pergamino, así logrando distraer la mente de la castaña y que no cayera en un sueño profundo.
—Qué pasaría —les preguntó Hermione con frialdad cuando salieron del aula a la hora del descanso (Binns se perdió a través de la pizarra)— si este año me negara a prestarles mis apuntes?
—Que suspenderíamos el TIMO —contestó Ron—. Si quieres cargar con eso en tu conciencia, Hermione...
—Pues se lo merecen —les espetó—. Ni siquiera intentan escuchar al profesor ¿verdad? ¿Y que fue de ti, Emma? —añadió, mirando con sorpresa y decepción a su amiga.
Emma simplemente se encogió de hombros en vez de contestar a eso. Hasta ella misma se sorprendía de sí.
—Déjala a la pobre Emma, está muy cansada, ¿no le ves el rostro? —intervino Ron—. Y Harry y yo sí lo intentamos. Lo que pasa es que no tenemos tu cerebro, ni tu memoria, ni tu capacidad de concentración. Eres más inteligente que nosotros (pero no más que Emma), pero
no hace falta que nos lo recuerdes continuamente.
—Ron, por favor —lo regañó Emma, golpeando su hombro con la palma de su mano.
—No me vengas con cuentos —repuso Hermione, pero las palabras de Ron la
habían aplacado un poco, o eso parecía cuando los precedió en dirección al mojado patio.
Caía una débil llovizna, y el contorno de los alumnos, que estaban de pie
formando corros en el patio, se veía difuminado. Harry, Ron y Hermione parecían tener planes de ir a un rincón para hablar sobre Snape y sus clases, pero Emma pasó la idea a segundo plano cuando vio a cierta rubia pasar a menos de cinco metros de distancia.
—Los veo en clase —les dijo a los tres, y despidiéndose de Harry con un beso en la mejilla, comenzó a correr hasta alcanzar a Adhara Taylor y colocarse a su par.
—¿Emma? —se sorprendió la rubia al verla junto a ella—. ¿Pasa algo? Hace mucho no hablamos.
—De hecho —comenzó Emma quitando la mirada de su grupo de amigos— es sobre tus padres.
Adhara alzó las cejas con sorpresa—. Al punto, Millie.
—¿Podrías enviarles una carta por mi?
—Claro pero… Emmita me asustas.
Emma sonrió negando con la cabeza—. No debería, solo necesito preguntar algo sobr…
—¡Ad!
La castaña guardó silencio cuando su amiga maldijo en voz alta al escuchar esa voz.
—Qué quiere ahora… —musitó Adhara, volviéndose lentamente—. Tal vez sea mejor que te vayas, Emma.
Y era solo por una razón: Theodore Nott.
Justo frente a ellas, con sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón, cambiando su expresión de preocupación a odio cuando vió con quién estaba la Slytherin.
—Nos vemos luego, no olvides lo que te dije —le dijo Emma a Adhara, dispuesta a irse y buscar a Harry, Ron y Hermione.
—No huyas, Walk, no voy a matarte —habló Nott cuando Emma pasó por su lado.
—Prefiero prevenir, Nott —explicó Emma con naturalidad—. Nadie sabe cuál sea tu siguiente paso.
Sin pronunciar otra palabra se alejó a paso rápido cuando vislumbró a Harry junto a… ciertas Ravenclaw.
—¡Hola! —la castaña escuchó a Harry saludar cuando llegó con ellos.
—Veo que ya te has quitado aquella... cosa —dijo Cho desviando su mirada por un segundo cuando Emma se coló al lado de Harry.
—Walk —saludó Marietta Edgecombe.
—Hola —Emma le devolvió el saludo.
—¿Qué es eso? ¿Una insignia de los Tornados? —preguntó de pronto Ron
señalando la túnica de Cho, rompiendo el silencio incómodo que se acababa de generar—. No serás admiradora suya, ¿verdad?
—Pues sí —contestó Cho.
—Somos —interrumpió Marietta a su amiga, señalando la pulsera en su muñeca.
—¿Lo han sido siempre, o sólo desde que empezaron a ganar la liga? —inquirió
Ron con un tono de voz que Emma consideró innecesariamente acusador.
—Somos admiradoras de los Tornados desde que teníamos seis años —concretó Marietta con serenidad.
—Bueno…, hasta luego, Harry —se despidió Cho de Harry con una sonrisa tonta en el rostro.
Hermione esperó a que Cho se alejara por el patio antes de volverse contra Ron.
—¡Qué poco tacto tienes!
—¿Te sorprende? —inquirió Emma.
—¿Qué? Pero si sólo le he preguntado si...
—¿No te has dado cuenta de que quería hablar con Harry? —Hermione se detuvo en su oración al mirar a Emma que tenía las cejas alzadas—. Bueno… eso parecía.
—¿Y qué? Podía hablar con él, yo no se lo impedía… Pero me parece absurdo que aún sabiendo que Harry…
—¿Por qué demonios te has metido con ella por su equipo de quidditch? —interrumpió Hermione antes de que Ron metiera la pata.
—¿Meterme con ella? No me he metido con ella, sólo he...
—¿Qué importa que sea seguidora de los Tornados?
—Mira, Hermione, la mitad de la gente que ves con esas insignias se las compró
la temporada pasada...
—Pero ¿a ti qué te importa?
—Significa que no son verdaderos admiradores, sino unos simples oportunistas.
—Mejor ir a clase, la campana ya ha sonado —dijo Emma con aburrimiento, arrastrando a Harry lejos de la discusión de sus dos amigos.
Ron y Hermione no dejaron de pelearse hasta que llegaron a la mazmorra de Snape, lo cual dio tiempo a Harry para hablar con su novia.
—¿Qué quería Nott? —preguntó vagamente, sin enfadarse.
—En realidad… nada —respondió Emma balanceando su mano con la de Harry—. Se ha cruzado en mi camino y eso es todo.
—Sabes que puedes confiar en mí.
—Lo sé, y te lo agradezco —asintió la castaña—. Pero te estoy diciendo la verdad, James. Por otro lado, te noto muy pensativo, ¿pasa algo?
—Nada —mintió Harry—. Solo me preocupa Snape y su detestable clase.
Emma agachó la cabeza para ocultar su sonrisa—. El profesor no hará nada gravemente malo, puedes asegurarlo.
La pareja entró en el aula detrás de Ron y Hermione y los siguieron hasta la mesa donde se sentaban siempre, al fondo.
—Silencio —ordenó Snape con voz cortante al cerrar la puerta tras él.
En realidad no había ninguna necesidad de que impusiera orden, pues en cuanto
los alumnos oyeron que la puerta se cerraba, se quedaron quietos y callados. Por lo general, la sola presencia de Snape bastaba para imponer silencio en el aula.
—Antes de empezar la clase de hoy —dijo el profesor desde su mesa, abarcando con la vista a todos los estudiantes y mirándolos fijamente— creo conveniente recordarles que el próximo mes de junio realizarán un importante examen en el que demostrarán cuánto han aprendido sobre la composición y el uso de las pociones mágicas. Pese a que algunos alumnos de esta clase son indudablemente imbéciles, espero que consigan un «Aceptable» en el TIMO si no quieren... contrariarme.
Esa vez su mirada se detuvo en Neville, que tragó saliva—. Después de este curso, muchos de ustedess dejarán de estudiar conmigo, por supuesto —prosiguió Snape—. Yo sólo preparo a los mejores alumnos para el ÉXTASIS de Pociones, lo cual significa que tendré que despedirme de algunos de los presentes.
Entonces miró a Harry y torció el gesto. Emma fue testigo de como Harry le sostuvo la mirada al profesor. Por supuesto que sabía que Harry abandonaría Pociones una vez pasado los exámenes, e incluso, hasta ella misma se estaba planteando la idea de hacerlo también.
—Pero antes de que llegue el feliz momento de la despedida tenemos todo un año por delante —anunció Snape melodiosamente—. Por ese motivo, tanto si piensan presentarse al ÉXTASIS como si no, les recomiendo que concentren sus
esfuerzos en mantener el alto nivel que espero de mis alumnos de TIMO.
»Hoy vamos a preparar una poción que suele salir en el examen de Titulo
Indispensable de Magia Ordinaria: el Filtro de Paz, una poción para calmar la
ansiedad y aliviar el nerviosismo. Pero les lo advierto: si no miden bien los
ingredientes, puede provocar un profundo y a veces irreversible sueño a la persona que beba, de modo que tendrán que prestar mucha atención a lo que están haciendo. —Hermione, que estaba sentada a la izquierda de Harry, se enderezó un poco; la expresión de su rostro denotaba una concentración absoluta. Emma, sin embargo, apoyó su cabeza en la palma de su mano con aburrimiento—. Los ingredientes y el método —continuó Snape, y agitó su varita— están en la pizarra.
En ese momento aparecieron escritos—. Encontrarán todo lo que necesitan —volvió a agitar la varita— en el armario del material. —A continuación, la puerta del mueble se abrió sola—. Tienen una hora y media. Ya pueden empezar.
Como habían imaginado Harry, Ron, Emma y Hermione, Snape no podía haber elegido una poción más difícil y complicada.
—Ahora un débil vapor plateado debería empezar a salir de su poción —advirtió Snape cuando faltaban diez minutos para que concluyera el plazo.
Emma, que para entonces ya se había quitado la capa a causa del calor y se remango la camisa, echó un vistazo a su poción: para su amada suerte, la poción emitía el color de vapor indicado.
Pero sus compañeros no estaban tan bien como ella: la poción de Harry emitía grandes cantidades de vapor gris oscuro; el de Ron, escupía chispas verdes. Seamus intentaba avivar con la punta de la varita las llamas sobre las que estaba colocado su caldero, pues amenazaban con apagarse y la Hermione era tan reluciente cómo la de Emma.
Snape acercó su ganchuda nariz al interior de la poción de Emma, y sin hacer ningún comentario, se alejó, lo cual significaba que no había encontrado nada que criticar.
Pero al llegar junto al caldero de Harry, sin embargo, Snape se detuvo y miró su
contenido con una espantosa sonrisa burlona en los labios.
—¿Qué se supone que es esto, Potter?
Emma apretó sus labios. No se esperaba nada bueno cuando Snape desafiaba a Harry.
—El Filtro de Paz —contestó el chico, muy tenso.
—Dime, Potter —repuso Snape con calma—, ¿sabes leer?
Draco Malfoy no pudo contener la risa, causando que la castaña le dirigía una muy mala mirada y lo amenazara con su varita desde su lugar.
—Sí, sé leer —respondió Harry.
—Léeme la tercera línea de las instrucciones, Potter.
Harry no tuvo más opción que aceptar la petición de el profesor.
—«Añadir polvo de ópalo, remover tres veces en sentido contrario a las agujas
del reloj, dejar hervir a fuego lento durante siete minutos y luego añadir dos gotas de jarabe de eléboro.»
—¿Has hecho todo lo que se especifica en la tercera línea, Potter?
—No —contestó él en voz baja.
—¿Perdón?
—No —repitió Harry elevando la voz—. Me he olvidado del eléboro.
—Ya lo sé, Potter, y eso significa que este brebaje no sirve para nada. ¡Evanesco! —La pócima de Harry desapareció y él se quedó plantado como un idiota junto a un caldero vacío—. Tal vez necesita que Walk le dé clases. Ahora, los que hayan conseguido leer las instrucciones, llenen una botella con una muestra de su poción, etiquetenla claramente con su nombre y déjenla en mi mesa para que yo la examine —indicó Snape.
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