15. My future?
¿MI FUTURO?
───⊱✿⊰───
A la mañana siguiente, Emma fue despertada por los leves empujones que Hermione le estaba dando.
La castaña se quejó un tanto antes de abrir los ojos—. ¿Qué sucede?
—Llegaras tarde —explicó Hermione con un poco de vergüenza por haberla despertado—. No dormiste nada, ¿verdad?
—Bueno pues yo…
—No se ni por qué lo pregunto —la interrumpió Hermione—: no dormiste nada, es obvio.
—Da igual —se excusó Emma—. Puedes adelantarte, te seguiré enseguida.
—Mejor me aseguro de que vengas conmigo —dijo Hermione—. Te esperaré.
Emma se encogió de hombros y se dispuso a arreglarse lo mejor posible. Se colocó su uniforme rápidamente después de bañarse y se puso un poco de rubor en el rostro; peino su desordenado cabello y colocó su diadema en él.
Al estar completamente lista bajó a la sala común junto Hermione, esperando encontrarse con los chicos ahí.
—¿Qué les ocurre? —les preguntó Hermione cinco minutos más tarde, cuando se reunieron con sus dos amigos en la sala común antes de que bajaran todos a desayunar—. Están completamente.. ¡Vaya!
Se había quedado mirando el tablón de anuncios de la sala común, donde habían
colgado un gran letrero.
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Weasley, sala común de Gryffindor.
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—Se han pasado —comentó Hermione con gravedad, y descolgó el letrero que Fred y George habían clavado encima de un póster que anunciaba la fecha de la primera excursión a Hogsmeade, que sería en octubre—. Vamos a tener que hablar con ellos, Ron.
Ron se mostró muy alarmado.
—¿Por qué?
—Porque son los prefectos, tal vez —opinó Emma de manera obvia mientras Hermione trepaban por el agujero del retrato
—¡Es tarea nuestra impedir este tipo de cosas! —exclamó Hermione.
Ron no dijo nada, pero, por la apesadumbrada expresión de su amigo, Emma entendió que la perspectiva de evitar que Fred y George hicieran lo que les gustaba no lo ilusionaba.
—¿Qué te pasa, Harry? —continuó Emma, mientras bajaban un tramo de
escalera cuya pared estaba cubierta de retratos de viejos magos y brujas que no les hicieron ni caso, pues se hallaban enfrascados en sus propias conversaciones—. ¿Pasó algo malo?
—Seamus cree que Harry miente acerca de Quien-tú-sabes —contestó brevemente Ron al comprobar que Harry no respondía.
Las chicas suspiraron, lo cual sorprendió al muchacho, que esperaba que ambas
manifestara indignación.
—Ya, Lavender también lo cree —comentó Hermione con tristeza.
—Seguro que has tenido una interesante charla con ella sobre si soy o no soy un
mentiroso presumido que sólo busca llamar la atención, ¿no? —dijo Harry en
voz alta.
—No —repuso Hermione—. Lavender lo dijo cuando creyó que Emma estaba dormida, pero ya sabrás que no fue así: han discutido un tanto, Emma le ha dicho que cierre la boca si no quería tener problemas o del contrario le iría muy mal.
—¿En serio que dijiste eso? —se sorprendió Ron.
—Me hizo perder los estribos… —explicó Emma.
Hubo una breve pausa.
—Lo siento —se disculpó Harry en voz baja.
—No tienes por qué —le dijo Emma—. Sabes muy bien que estamos contigo, siempre lo estaremos.
—¿No se acuerdan de lo que dijo Dumbledore en el banquete de final de curso del año pasado? —añadió Hermione. Harry, Emma y Ron la miraron sin comprender, y la chica
volvió a suspirar—. Sí, habló sobre Quien-ustedes-saben. Dijo que su «fuerza para extender la discordia y la enemistad entre nosotros es muy grande. Sólo podemos luchar contra ella presentando unos lazos de amistad y mutua confianza igualmente fuertes».
—¿Cómo consigues acordarte de esas cosas? —preguntó Ron mirando a
Hermione con admiración.
—Por favor, Ron —rió suavemente Emma.
—Yo también, pero sería incapaz de decirte con exactitud qué...
—El caso es —prosiguió Hermione, imponiéndose— que a eso es precisamente a lo que se refería Dumbledore. Sólo hace dos meses que Quien-ustedes-saben ha regresado y ya hemos empezado a pelearnos entre nosotros. Y la advertencia del Sombrero Seleccionador era la misma: permaneced juntos, estad unidos...
—Y Harry ya dijo anoche —replicó Ron— que si eso significa que tenemos que hacernos amigos de los de Slytherin.., lo tiene claro.
—Bueno, pues yo creo que es una lástima que no fomentemos la unidad entre las
casas —dijo Hermione con enfado.
Emma curvo las cejas y se cruzó de brazos.
—No con todos —añadió Hermione rápidamente.
En ese momento llegaron al pie de la escalera de mármol. Una fila de alumnos de cuarto de Ravenclaw cruzaba el vestíbulo; al ver a Harry se apresuraron a apiñarse, como si temieran que él pudiera atacar a los rezagados.
—Sí, deberíamos intentar trabar amistad con gente como ésa —comentó Harry
con sarcasmo.
—Para ser de Ravenclaw les falta razonamiento —añadió Emma con los brazos cruzados.
—Ustedes dos andan de malas últimamente —opinó Ron—. ¿Les falta amor? —intentó bromear, pero solo obtuvo un buen golpe por parte de Hermione.
Siguieron a los de Ravenclaw al interior del Gran Comedor, y al entrar miraron
instintivamente hacia la mesa del profesorado. La profesora Grubbly-Plank hablaba con la profesora Sinistra, de Astronomía, y Hagrid, una vez más, brillaba por su ausencia. El techo encantado del recinto reflejaba el estado anímico de Emma: tenía un triste color gris, como el de las nubes de lluvia.
—Dumbledore ni siquiera mencionó durante cuánto tiempo vamos a tener a la profesora Grubbly-Plank —comentó Harry mientras los cuatro se dirigían hacia la mesa de Gryffindor.
—A lo mejor... —insinuó Hermione pensativa.
—¿Qué? —preguntaron Harry y Ron a la vez.
—Bueno.., a lo mejor no quería llamar la atención sobre la ausencia de Hagrid.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Ron medio riendo—. ¿Cómo no ibamos a
fijarnos en que no está aquí?
Antes de que Hermione pudiera contestar, una muchacha alta y negra, que llevabael pelo peinado en largas trencitas, se había acercado a Emma y Harry.
—Hola, Angelina —la saludó la castaña con un gesto de mano.
—¡Hola! —contestó ella con brío—. ¿Qué tal las vacaciones? —Y sin esperar
respuesta, añadió—: Me han nombrado capitana del equipo de quidditch de
Gryffindor.
—¡Qué bien! —dijo Harry sonriéndole; Emma sonrió al ver a Harry y su intento por no explotar de felicidad por la noticia.
—Sí, bueno... Necesitamos un nuevo guardián ahora que Oliver se ha marchado. Las pruebas serán el viernes a las cinco y quiero que venga todo el equipo, ¿vale? Tenemos que ver quién encaja mejor en esa posición.
—De acuerdo —contestó Harry.
Angelina le sonrió y se fue.
—Deberías postular, Emma —opinó Ron con una risa.
La nombrada rió ante la tonta mención—. El quidditch no es lo mío.
—Ya no me acordaba de que Wood se marchó —comentó Hermione con
vaguedad mientras se sentaba junto a Ron y se acercaba un plato de tostadas—.
Supongo que el equipo lo notará, ¿no?
—Supongo —contestó Harry y tomó puesto junto a su novia—. Era un buen guardián...
—De todos modos, no irá mal un poco de sangre nueva, ¿verdad? —observó Ron.
De repente se oyó como un rugido, y cientos de lechuzas entraron volando por las ventanas más altas. Bajaron hacia las mesas del comedor y llevaron cartas y paquetes a sus destinatarios, a quienes rociaron con gotas de agua; evidentemente, fuera estaba lloviendo.
Emma alzó la vista por curiosidad, tal vez Beauty tuviera algo que entregar, pero entonces cayó en ella misma: ya no había nadie quién le enviará cartas. La castaña hizo un esfuerzo por no dejar decaer su expresión frente a todos.
Pero le fue difícil engañar a su novio, quién la conocía tan bien como la palma de su mano. Harry le dió un asentimiento de cabeza y entrelazó suavemente su mano con la de Emma debajo de la mesa.
Hermione, por su lado, apartó con rapidez su zumo de naranja para dejar sitio a una enorme y chorreante lechuza que llevaba un empapado ejemplar de El Profeta en el pico.
—¿Todavía recibes El Profeta? —le preguntó Harry con fastidio, mientras Hermione ponía un knut en la bolsita de piel que la lechuza llevaba
atada a la pata y el ave volvía a emprender el vuelo—. Yo ya no me molesto en leerlo. Sólo cuentan tonterías.
—Conviene saber lo que dice el enemigo—respondió ella misteriosamente; luego desplegó el periódico y desapareció tras él, y no volvieron a verla hasta que Harry, Emma y Ron terminaron de desayunar
—Nada —se limitó a decir; enrolló el
periódico y lo dejó junto a su plato—. No hace ningún comentario sobre ti, ni sobre Dumbledore, ni sobre nada.
En ese momento la profesora McGonagall pasó por la mesa repartiendo horarios.
—¡Miren lo que tenemos hoy! —gruñó Ron—. Historia de la Magia, clase doble
de Pociones, Adivinación y otra sesión doble de Defensa Contra las Artes Oscuras... ¡Binns, Snape, Trelawney y Umbridge en un solo día! Espero que Fred y George se den prisa y se pongan a fabricar ese Surtido Saltaclases...
—¿He oído bien? —dijo Fred, que llegaba en ese instante con George. Los
gemelos se sentaron junto a la pareja—. ¡No es posible que los prefectos de Hogwarts intenten saltarse clases!
—¡Miren lo que tenemos hoy! —repitió Ron de mal humor, y le puso el horario
bajo la nariz a Fred—. Es el peor lunes que he visto en mi vida.
—Tienes razón, hermanito —le dijo Fred leyendo la lista—. Si quieres puedo
darte un turrón sangranarices; te lo dejo barato.
—¿Por qué barato? —preguntó Ron con recelo.
—Porque sangrarás hasta quedarte seco. Todavía no hemos conseguido el
antídoto —respondió George mientras se servía un arenque alhumado.
—Gracias —repuso Ron de mal humor, y se guardó el horario en el bolsillo—
pero creo que iré a las clases.
—Hola a ustedes también —los saludó Emma, flexionando su mano hasta enfrente.
—¡Hermanita! —saludaron los gemelos. Intentaron abrazarla, pero se percataron de las manos unidas de ella y Harry.
—Oh, ya entiendo —se burló George—. Pero, ¿sabes? Espero que Harry te obligue a comer como tú hacías antes.
—Pero yo sí como —se defendió Emma con aire ofendido.
—Ya, le preguntaremos a Ron si no le diste todo tu desayuno —dijo Fred.
Emma rodó los ojos con diversión y se dejó caer sobre el hombro de Harry, inhalando su tranquilizante aroma que desprendía.
—Por cierto, ya que hablaban de su Surtido Saltaclases —dijo Hermione mirando a Fred y a George con sus redondos y brillantes ojos— no pueden poner anuncios en el tablón de Gryffindor para contratar cobayas.
—¡¿Ah, no?! —exclamó George con sorpresa—. ¿Quién ha dicho eso?
—Lo digo yo —contestó Hermione—. Y Ron.
—A mí no me metas —se apresuró a apuntar éste.
La chica le lanzó una mirada fulminante y los gemelos rieron por lo bajo.
—No tardarás en cambiar de actitud, Hermione —vaticinó Fred mientras untaba un buñuelo con mantequilla y se lo entregaba a Emma fingiendo que era un avión—. Vas a empezar quinto, y dentro de poco vendrás a suplicar que te vendamos un Surtido Saltaclases.
—¿Y qué tiene que ver que empiece quinto con que quiera comprar un Surtido Saltaclases? —preguntó Hermione.
—Quinto es el año de los TIMOS —le recordó George.
—¿Y?
—Que llegarán los exámenes, ¿no? Van a tener que hincar los codos hasta que se
les queden en carne viva —dijo Fred con satisfacción, intentando por todos los medios que Emma masticase el buñuelo.
—La mitad de los de nuestro curso sufrieron pequeñas crisis nerviosas cuando se acercaban los exámenes del TIMO —añadió George la mar de contento—. Lágrimas, rabietas... Patricia Stimpson se desmayaba a cada momento...
—Kenneth Towler se llenó de granos, ¿te acuerdas? —dijo Fred con nostalgia—. Harry, ayúdame.
Harry, preocupado al ver que su novia no quería probar bocado de lo que le servían, aprovechó su distracción y le robó un beso de sus suaves labios.
—Gracias —sonrió Fred cuando Emma logro masticar el buñuelo.
—¿Qué ha sido eso? —cuestionó Emma con una sonrisita cuando terminó de tragar.
—Debía buscar la forma de que aceptaras comer —murmuró Harry.
—En fin, quinto es un curso de pesadilla —ambos escucharon a George concluir con su conversación—. Si te importan
los resultados de los exámenes, naturalmente. Fred y yo conseguimos no
desanimarnos.
—Sí, claro... —intervino Ron—. ¿Qué sacaron, ¿tres TIMOS cada uno?
—Sí —afirmó Fred con indiferencia—. Pero nosotros creemos que nuestro futuro está fuera del mundo de los logros académicos.
—Nos planteamos muy seriamente si íbamos a volver a Hogwarts este año para hacer séptimo —comentó George alegremente— ahora que tenemos...
Se interrumpió al captar la mirada de advertencia de Harry, que junto a Emma se habían dado cuenta de que George estaba a punto de mencionar el premio en metálico del Trofeo de los tres magos que les había entregado el azabache.
—... ahora que tenemos nuestros TIMOS —se apresuró a añadir George—. No sé, ¿de verdad necesitamos los ÉXTASIS? Pero creímos que mamá no soportaría que abandonáramos los estudios tan pronto, sobre todo después de que Percy resultara ser el mayor imbécil del mundo.
—Pero no vamos a malgastar nuestro último año aquí —prosiguió Fred echando un afectuoso vistazo al Gran Comedor—. Vamos a utilizarlo para hacer un poco de estudio de mercado. Nos interesa saber con exactitud qué le exige el alumno medio de Hogwarts a una tienda de artículos de broma para luego evaluar meticulosamente
los resultados de nuestra investigación y crear productos que satisfagan la demanda.
—Pero ¿de dónde piensan sacar el oro necesario para montar una tienda de
artículos de broma? —inquirió Hermione con escepticismo—. Necesitan muchos ingredientes y materiales, y también permisos, supongo..
Harry no miró a los gemelos. Notó que estaba ruborizándose, de modo que dejó
caer a propósito el tenedor y se agachó para recogerlo.
—No nos hagas preguntas y no tendremos que decirte mentiras, Hermione —le dijo Fred—. Vamos, George, si llegamos pronto quizá podamos vender unas cuantas orejas
extensibles antes de que empiece la clase de Herbología.
—¿Qué habrá querido decir con eso? —dijo Hermione mirando primero a Harry, después a Emma y luego a Ron—. «No nos hagas preguntas...» ¿Significa que ya tienen dinero para montar la tienda?
—Mira, yo ya lo había pensado —repuso Ron frunciendo el entrecejo—. Este
verano me compraron una túnica de gala nueva y no sé de dónde sacaron los
galeones...
—¿Creen que es cierto que los exámenes de este año serán muy duros? —Harry cambió rápidamente el tema en cuanto tuvo la oportunidad.
—¡Oh, ya lo creo! —exclamó Ron—. Los TIMOS son muy importantes, y del
resultado dependerá el tipo de ofertas de empleo a las que puedas presentarte más
adelante, Además, este año podemos pedir consejo sobre las diferentes carreras. Me lo ha dicho Bill. Así puedes elegir qué ÉXTASIS quieres hacer el año que viene.
—¿Ustedes ya saben qué les gustaría hacer cuando salgáis de Hogwarts? —preguntó Harry a sus dos amigos y su novia poco después, cuando salían del Gran Comedor y se dirigían hacia el aula de Historia de la Magia.
—Pues no —contestó Ron—. Salvo.., bueno.. —añadió un tanto avergonzado.
—¿Qué? —lo animó Harry.
—Bueno, no me importaría ser auror —declaró Ron con brusquedad.
—A mí tampoco —repuso fervorosamente Harry.
—Pero los aurores son... la elite —comentó Ron—. Para ser auror tienes que ser muy bueno. ¿Y ustedes, Emma, Hermione?
—No lo sé —respondió Hermione rápidamente—. Creo que me gustaría hacer algo que valga la pena.
—¡Ser auror vale la pena! —exclamó Harry.
—Sí, ya lo sé, pero no es lo único que vale la pena —dijo Hermione con aire
pensativo—. No sé, si pudiera seguir trabajando en la PEDD0... —añadió.
—¿Emma? —insitió Ron.
—No estoy segura de ello… —la castaña ladeó la cabeza, pensando—. Si soy sincera, nunca había pensado en eso antes.
Y era verdad. Nunca, en ningún momento, ni por un solo segundo se había puesto a pensar en eso: ¿qué haría después de terminar el colegio? Su mente se quedaba en blanco de tan sólo pensarlo, y odiaba bloquearse de esa manera.
No tenía idea, ¿qué haría con su futuro?
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