14. I'm fine thanks

ESTOY BIEN, GRACIAS

───⊱✿⊰───

—Gracias, señor director —empezó la profesora Umbridge con una sonrisa tonta—, por esas amables palabras de bienvenida.

Tenía una voz muy chillona y entrecortada, de niña pequeña. La profesora Umbridge volvió a carraspear («Ejem, ejem») y continuó su discurso.

—¡Bueno, en primer lugar quiero decir que me alegro de haber vuelto a
Hogwarts! —sonrió, enseñando unos dientes muy puntiagudos—. ¡Y de ver tantas caritas felices que me miran!

Emma echó un vistazo a su alrededor. Ninguna de las caras que vio tenía el
aspecto de sentirse feliz. Más bien al contrario, todas parecían muy sorprendidas de que se dirigieran a ellas como si tuvieran cinco años.

—¿Caritas felices? —repitió la castaña con sarcasmos. Harry y Ron rieron por la ocurrencia de la muchacha, pero Hermione les dirigió una mala mirada a los tres.

—¡Estoy impaciente por conocer a todos y estoy segura de que seremos muy
buenos amigos!

Al oír aquello, los alumnos se miraron unos a otros; algunos ya no podían
contener una sonrisa burlona.

—Estoy dispuesta a ser amiga suya mientras no tenga que ponerme nunca esa chaqueta —le susurró Parvati a Lavender, y ambas rieron por lo bajo.

La profesora Umbridge se aclaró la garganta una vez más («Ejem, ejem»), pero cuando habló de nuevo su voz ya no sonaba tan entrecortada como antes. Sonaba mucho más seria, y ahora sus palabras tenían un tono monótono, como si se las hubiera aprendido de memoria.

—El Ministerio de Magia siempre ha considerado de vital importancia la
educación de los jóvenes magos y de las jóvenes brujas. Los excepcionales dones con los que nacieron podrían quedar reducidos a nada si no se cultivaran y desarrollaran mediante una cuidadosa instrucción. Las ancestrales habilidades de la comunidad mágica deben ser transmitidas de generación en generación para que no se pierdan para siempre. El tesoro escondido del saber mágico acumulado por nuestros antepasados debe ser conservado, reabastecidoy pulido por aquellos que han sido llamados a la noble profesión de la docencia.

Al llegar a ese punto la profesora Umbridge hizo una pausa y saludó con una pequeña inclinación de cabeza al resto de los profesores, pero ninguno le devolvió el saludo. Las oscuras cejas de la profesora McGonagall se habían contraído hasta tal punto que parecía un halcón, y a Emma por supuesto que no se le escapó la mirada de complicidad que
intercambió con la profesora Sprout, mientras Umbridge carraspeaba otra vez y seguía con su perorata.

—Cada nuevo director o directora de Hogwarts ha aportado algo a la gran tarea de gobernar este histórico colegio, y así es como debe ser, pues si no hubiera progreso se llegaría al estancamiento ya la desintegración. Sin embargo, hay que poner freno al progreso por el progreso, pues muchas veces nuestras probadas tradiciones no aceptan retoques. Un equilibrio, por lo tanto, entre lo viejo y lo nuevo, entre la permanencia y el cambio, entre la tradición y la innovación.

El silencio que siempre se apoderaba del Gran Comedor cuando hablaba Dumbledore estaba rompiéndose, pues los alumnos se acercaban unos a otros
y juntaban las cabezas para cuchichear y reírse. En la mesa de Ravenclaw, Cho
Chang charlaba la mar de animada con sus amigas: Marietta Edgecombe. Unos cuantos asientos más allá, Luna Lovegood había sacado El Quisquilloso.

La profesora Umbridge no pareció reparar en la inquietud de su público. Los profesores, a pesar de todo, seguían escuchando con atención, y Hermione parecía pendiente de cada una de las
palabras que pronunciaba, aunque, a juzgar por su expresión, no eran de su agrado.

—... porque algunos cambios serán para mejor, y otros, con el tiempo, se
demostrará que fueron errores de juicio. Entre tanto se conservarán algunas viejas costumbres, y estará bien que así se haga, mientras que otras, desfasadas y
anticuadas, deberán ser abandonadas. Sigamos adelante, así pues, hacia una nueva era de apertura, eficacia y responsabilidad, decididos a conservar lo que haya que conservar, perfeccionar lo que haya que perfeccionar y recortar las prácticas que creamos que han de ser prohibidas.

Y tras pronunciar esa última frase la mujer se sentó. Dumbledore aplaudió y los profesores lo imitaron, aunque Emma notó que varios de ellos sólo juntaban las
manos una o dos veces y luego paraban. Unos cuantos alumnos aplaudieron también, pero el final del discurso, del que en realidad sólo habían escuchado unas palabras, pilló desprevenidos a casi todos, y antes de que pudieran empezar a aplaudir como es debido, Dumbledore ya había dejado de hacerlo.

—Muchas gracias, profesora Umbridge, ha sido un discurso sumamente
esclarecedor —dijo con una inclinación de cabeza—. Y ahora, como iba diciendo, las
pruebas de quidditch se celebrarán...

—Sí, sí que ha sido esclarecedor —comentó Hermione en voz baja.

—No me irás a decir que ha gustado —repuso Ron mirándola con ojos
vidriosos—. Ha sido el discurso más aburrido que he oido jamás, y eso que he
crecido con Percy.

—He dicho que ha sido esclarecedor, no que me haya gustado —puntualizó
Hermione—. Ha explicado muchas cosas.

—¿Ah, sí? —dijo Harry con sorpresa—. A mí me ha parecido que tenía mucha paja.

—¿Cómo que cosas? —interrumpió Emma.

—Había cosas importantes escondidas —replicó Hermione con gravedad.

—¿En serio? —se extrañó Ron, que no comprendía nada.

—Como, por ejemplo, «hay que poner freno al progreso por el progreso». O
«recortar las prácticas que creamos que han de ser prohibidas».

—¿Y eso qué significa? —preguntó Ron, impaciente.

—Te voy a decir lo que significa —respondió Hermione con tono amenazador—. Significa que el Ministerio está inmiscuyéndose en Hogwarts.

De pronto se produjo un gran estrépito a su alrededor; era evidente que Dumbledore los había despedido a todos, porque los alumnos se habían puesto en pie y se disponían a salir del Gran Comedor. Hermione se levantó muy atolondrada.

—¡Ron, tenemos que enseñar a los de primero adónde deben ir!

—¡Ah, sí! —exclamó Ron, que lo había olvidado—. ¡Eh, eh, ustedes! ¡Enanos!

—¡Ron!

—¡Ronald!

—Es que lo son, míralos... Son pequeñísimos —se explicó—. Hasta la primita de Emma debe de ser más alta.

—¡Ya lo sé, pero no puedes Ilamarlos enanos! ¡Los de primer año! —llamó
Hermione con tono autoritario a los nuevos alumnos de su mesa—. ¡Por aquí, por favor!

Un grupo de alumnos desfiló con timidez por el espacio que había entre la mesa
de Gryffindor y la de Hufflepuff; todos ponían mucho empeño en no colocarse a la cabeza del grupo. Realmente parecían muy pequeños; Emma sonrió inconscientemente al recordar la vez en que Percy era el que los llamaba para seguirlo.

La pareja les sonrieron a los alumnos, y un muchacho rubio que estaba junto a Euan Abercrombie se quedó petrificado, le dio un codazo y le susurró algo al oído. Euan puso la misma cara de susto y miró de reojo a Harry y Emma, quienes notaron que su sonrisa resbalaba por su cara como una mancha de jugo
fétido.

—Hasta luego —les dijo Harry tristemente a Ron y a Hermione, y salió solo del Gran Comedor junto a su novia,  haciendo todo lo posible por ignorar los susurros, las miradas y los dedos
que lo señalaban al pasar.

—Harry —lo llamó Emma—, no te deprimas por tonterías. Vamos, solo ignoralos.

El azabache asintió con expresión un tanto furiosa reflejada en su rostro.

Emma, dispuesta a no rendirse, besó suavemente la mejilla de Harry y trató de sonreírle—. No quiero que te abrumes está noche.

Harry soltó un suspiró de frustración pero asintió una vez más, al mismo tiempo que intentaba relajar su expresión.

Para entonces la pareja ya había llegado al final del pasillo que conducía a la sala común de Gryffindor y se habían parado frente al retrato de la Señora Gorda: fue entonces cuando se dieron cuando cuenta de que no sabían la nueva contraseña.

—Esto... —comenzó a decir Harry con desánimo, mirando fijamente a la Señora Gorda, que se alisó los pliegues del vestido de raso de color rosa y le devolvió una severa mirada.

—Si no me dicen la contraseña, no entran —dijo con altanería.

—Me tendré que resignar a dormir fuera está noche —soltó Emma.

—¡Yo la sé, chicos! —exclamó alguien que llegaba jadeando; Harry y Emma se dieron la vuelta y vieron que Neville corría hacia ellos—. ¿Saben qué es? Por una vez no se me va a olvidar... —afirmó agitando el raquítico cactus que les había enseñado en el tren—. ¡Mimbulus mimbletonia!

—Correcto —dijo la Señora Gorda, y su retrato se abrió hacia ellos, como si fuera
una puerta, y en la pared dejó a la vista un agujero redondo por el que entraron Harry, Emma y Neville.

La sala común de Gryffindor, una agradable habitación circular Ilena de
destartaladas y blandas butacas y viejas y desvencijadas mesas, parecía más fría que nunca, o al menos, así lo veía la castaña. Un fuego chisporroteaba alegremente en la chimenea y había varios alumnos calentándose las manos frente a él antes de subir a sus dormitorios; al otro lado de la estancia Fred y George Weasley estaban colgando algo en el tablón de anuncios.

—Te veo mañana, James —Emma beso la mejilla de Harry y se dispuso a irse a su habitación para intentar descansar.

Harry rió levemente, negando con la cabeza, besando la mano de su novia y permitiendo que ella se alejara de una vez por todas.

Lavender Brown y Parvati Patil ya estaban en la habitación cuando Emma llegó; ambas estaban adornando las paredes con fotografías de ellas y sus familias, al mismo tiempo que llenaban las mesitas que tenían a un lado de cosméticos. Emma dejó salir una mueca de sus labios y tomó puesto en el borde de su cama, pues no tenía muchas ganas de hablar.

—¡Hola, Emma! —la saludó Lavender cuando notó su presencia—. Me he enterado sobre… lo que pasó… en verdad lo lamento, cuenta conmigo para lo que sea.

Parvati asintió—. También conmigo, estamos para lo que desees.

—Gracias chicas —les dijo Emma—, pero no es necesario, estoy bien.

Pero Lavender y Parvati sabían bien que la chica frente a ellas estaba mintiendo, y que no tardaría en llegar la noche en que la escuchen sollozar al menos un segundo: pero desistieron, y decidieron fingir que habían creído la mentira de Emma.

Ésta, después de colocarse su pijama, se metió entre las sábanas y cerró las cortinas de su cama, ni siquiera espero a la llegada de Hermione, simplemente pego la cara a la almohada y mantuvo su vista fija en su gato, que había decidió acurrucarse junto a su dueña. Al menos esperaba que Harry se encontrara tranquilo y él si pudiera dormir en calma.

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