11. Two unexpected visitors
DOS VISITAS INESPERADAS
───⊱✿⊰───
En la casa había mucho jaleo la mañana siguiente. Emma estaba realmente cansada y apenas era consiente de lo que estaba haciendo puesto que la noche anterior no había podido conciliar el sueño.
Hermione le había informado a la castaña que llevarían guardia por ella y por Harry en su destino a King's Cross. Y al final, aunque la señora Weasley se hubiera negado rotundamente a la idea, Sirius decidió acompañarlos hasta la estación en su forma animaga.
Tardaron veinte minutos en llegar a King's Cross a pie, y en ese rato no ocurrió nada digno de mención, salvo que Sirius asustó a un par de gatos para distraer a Harry y Emma. Una vez dentro de la estación, se quedaron con disimulo junto a la barrera que había entre el andén número nueve y el número diez hasta que no hubo moros en la costa; entonces, uno a uno, se apoyaron en ella y la atravesaron fácilmente, apareciendo en el andén nueve y tres cuartos, dónde el expreso de Hogwarts escupía vapor y hollín junto a un montón de alumnos que aguardaban con sus familias la hora de partir.
Por un momento, un mundo de recuerdos pasaron a gran velocidad por la cabeza de Emma, como si de una película se tratara. Sobre todo recordaba con tanta claridad la primera que había entrado a aquel lugar acompañada de ellos… recordó lo feliz que se sentía en ese momento y las caras de felicidad de Amelia y Thomas. ¿Si ellos no hubieran muerto la estarían acompañado? La respuesta era clara: por supuesto que sí.
—Espero que los demás lleguen a tiempo —comentó la señora Weasley, nerviosa, sacando a Emma de sus pensamientos.
—¡Que perro tan bonito, Harry! —gritó un muchacho con rastas.
—Gracias, Lee —respondió Harry, sonriente, y Sirius agitó con frenesí la cola.
—¡Ah, menos mal! —dijo la señora Weasley con alivio—. Ahí está Alastor con el equipaje, miren…
Con una gorra de mozo que le tapaba los desiguales ojos, Moody entró cojeando por debajo del arco mientras empujaba un carrito donde llevaba los baúles.
—Todo en orden —murmuró al llegar junto a Tonks y la señora Weasley—. Creo que no nos han seguido…
Unos instantes después, el señor Weasley apareció en el andén con Ron y Hermione. Casi habían descargado el equipaje de Moody cuando llegaron Fred, George y Ginny con Lupin.
—¿Algún problema? —gruñó Moody.
—Ninguno —contestó Lupin.
—De todos modos, informaré a Dumbledore de lo de Sturgis —afirmó Moody—. Es la segunda vez que no se presenta en una semana. Está volviéndose tan informal como Mundungus.
—Bueno, cuídense mucho —dijo Lupin estrechándoles la mano a todos. Por último se acercó a Emma y la abrazó con cuidado—. Tú también, Emma. Sabes que por cualquier cosa estoy aquí, ¿bien? Ten cuidado. Te quiero.
—Mantente atenta, muchacha —le aconsejó Moody al estrecharle la mano—. Y esto va por todos: cuidado con lo que ponen por escrito. Si tienen dudas, no se les ocurra escribirlas en cartas.
—Ha sido un placer conocerlos —dijo Tonks, abrazando a Emma y Hermione—. Espero que volvamos a vernos pronto. Cuídate, Alyssa.
—Eso haré —prometió Emma, asintiendo con la cabeza.
Entonces sonó un silbido de aviso; los alumnos que todavía estaban en el andén fueron apresuradamente hacia el tren.
—Rápido, rápido —los apremió la señora Weasley, atolondrada, abrazándolos a todos, y a Harry y Emma repetidas veces—. Escriban… Pórtense bien… Si han dejado algo ya se los enviaremos… ¡Rápido, suban al tren!
El perro negro se levantó sobre las patas traseras y colocó las delanteras sobre los hombros de Harry y lamió la mejilla de Emma, pero la señora Weasley empujó a los jóvenes hacia la puerta del tren y susurró:
—¡Te lo suplico , Sirius, haz el favor de comportarte como un perro!
—¡Hasta pronto! —gritó Harry desde la ventanilla abierta cuando el tren se puso en marcha, mientras Emma, Ron, Hermione y Ginny saludaban con la mano.
Las figuras de Tonks, Lupin, Moody y el señor y la señora Weasley se encogieron con rapidez, pero el perro negro corrió por el andén junto a la ventana, agitando la cola; la gente que había en el andén reía viéndolo perseguir el tren; entonces éste tomó una curva y Sirius desapareció.
—No ha debido acompañarnos —comentó Hermione, preocupada.
—A Sirius no se le ha permitido salir hace mucho tiempo —dijo Emma con enfasís.
—Exacto, hacía meses que no veía la luz del sol, pobre hombre —apoyó Ron a su amiga—. No seas así, Hermione.
—Bueno —dijo Fred dando una palmada—, no podemos pasarnos el día charlando, tenemos asuntos de los que hablar con Lee. Hasta luego —se despidió, y antes de desaparecer por el pasillo añadió—: Hermanita, si necesitas algo ya sabes dónde estamos.
Emma asintió levemente antes de que ambos desaparecieran por el pasillo hacia la derecha. Harry entonces llamó su atención cuando la tomó de la mano con cuidado y le sonrió ligeramente.
El tren iba adquiriendo velocidad, y las casas que se veían por la ventana pasaban volando mientras ellos se mecían acompasadamente.
—¿Vamos a buscar nuestro compartimiento? —propuso Harry.
Ron y Hermione se miraron.
—Esto… —empezó a decir Ron.
—Nosotros… Bueno, Ron y yo tenemos que ir al vagón de los profesores —dijo Hermione.
Ron no miraba a su amigo, pues parecía muy interesado en las uñas de su mano izquierda.
—¡Ah! —exclamó Harry—. Bueno, vale.
—No creo que tengamos que quedarnos allí durante todo el trayecto —se apresuró a añadir Hermione—. Nuestras cartas decían que teníamos que recibir instrucciones de los delegados, y luego patrullar por los pasillos de vez en cuando.
—Está bien —dijo Emma—. Nos veremos más tarde.
—Tendrán tiempo juntos, miren el lado bueno —quiso animarlos Ron.
—Sí, por supuesto —afirmó Harry, y sonrió.
Pero Emma vio claramente en el rostro de su novio que no se sentía a gusto viajando sin sus dos amigos.
Pero Ginny le ganó la palabra a la castaña—. ¡Vamos! —dijo—. Si nos damos prisa podremos guardarles sitio.
—Tienes razón —replicó Harry, y sin soltar la mano de su novia, tomó la jaula de Hedwig y su baúl.
Echaron a andar por el pasillo mirando a través de las puertas de paneles de cristal para ver el interior de los compartimientos, que ya estaban llenos. Emma caminaba sin pensar y sin prestar atención a las miradas que todos en el tren le tiraban a ella y a Harry cada vez que daban un paso. Más que desanimada estaba cansada, no sentía muchas ganas de pisar una vez más su amado colegio, pero no quiso dejar solo a Harry, y esa fue la principal razón por la cual tomó la decisión de regresar a su quinto año.
—¡Hola, Emma! —Neville Longbottom, compañero y amigo de la castaña la saludó alegremente— ¡Harry, Ginny! El tren va lleno… No encuentro asiento.
—Pero ¿qué dices? —se extrañó Ginny, que se había colado por detrás de Neville para mirar el compartimiento que había tras él—. En este compartimiento hay sitio, sólo está Lunática Lovegood.
—¿Lunática? —repitió Harry en voz baja.
—Me supongo que se llama Luna —respondió Emma con obviedad.
Neville murmuró algo parecido a que no quería molestar a nadie.
—No digas tonterías —soltó Ginny riendo—. Es muy simpática. —Y entonces abrió la puerta del compartimiento y metió su baúl dentro. Emma, Harry y Neville la siguieron—. ¡Hola, Luna! —la saludó Ginny—. ¿Te importa que nos quedemos aquí?
La muchacha que había sentada junto a la ventana levantó la cabeza. Tenía el pelo rubio, sucio y desgreñado, largo hasta la cintura, cejas muy claras y unos ojos saltones que le daban un aire de sorpresa permanente. Emma la veía un tanto extraña, pero no estaba incomoda como parecían estar Harry y Neville por su presencia. La chica miró primero a Emma, a Harry y luego a Neville, y a continuación asintió con la cabeza.
—Gracias —dijo Ginny, sonriente.
Harry y Neville ayudaron a Emma a poner su baúl y la jaula de Beauty en la rejilla portaequipajes y se sentaron. Luna los observaba por encima del borde de su revista, El Quisquilloso, y parecía que no parpadeaba tanto como el resto de los seres humanos. Miraba fijamente a Harry y Emma, que se habían sentado juntos enfrente de ella.
—¿Has pasado un buen verano, Luna? —le preguntó Ginny.
—Sí —respondió ella en Toño soñador sin apartar los ojos de la pareja—. Sí, me lo he pasado muy bien. Ustedes son Emma Walk y Harry Potter —añadió.
—Sí, ya lo sé —repuso el chico. Emma le dió un codazo en las costillas.
—Efectivamente, somos nosotros —le respondió Emma.
Neville rió entre dientes y Luna dirigió sus claros ojos hacia él.
—Y tú no sé quién eres.
—No soy nadie —de apresuró a decir Neville.
—Claro que sí —intervino Ginny, tajante—. Neville Longbottom, Luna Lovegood. Luna va a mi curso, pero es una Ravenclaw.
—«Una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de los hombres» —recitó Luna con sonsonete—. Lindo gato —añadió, mirando a Félix, que dormía tranquilamente en el regazo de su dueña.
Emma le regaló una sonrisa.
El tren avanzaba traqueteando a través del campo. Hacía un día extraño, un tanto inestable; tan pronto el sol inundaba el vagón como pasaban por debajo de unas amenazadoras nubes grises.
Emma tenía apoyada su cabeza en el hombro de Harry mientras que sus manos estaban entrelezadas y las dejaban descansar sobre el regazo de Harry. El azabache esparcía pequeñas caricias en la mano de su novia.
—¿Saben qué me regalaron por mi cumpleaños? —preguntó de repente Neville.
—¿Otra recordadora? —aventuró Harry.
—¿Alguna planta? —opino Emma.
—Algo así… —Neville metió la mano con la que sujetaba con firmeza a Trevor en su mochila y, tras hurgar un rato, sacó una cosa que parecía un pequeño cactus gris en un tiesto, aunque estaba cubierto de forúnculos en lugar de espinas.
—Una Mimbulus mimbletonia —dijo con orgullo, y Emma se quedó mirando aquella cosa que latía débilmente y tenía el siniestro aspecto de un órgano enfermo—. Es muy, muy rara —afirmó Neville, radiante—. No sé si hay alguna en el invernadero de Hogwarts. Me muero de ganas de enseñársela a la profesora Sprout. Mi tío abuelo Algie me la trajo de Asiria. Voy a ver si puedo conseguir más ejemplares a partir de éste.
Emma sabía perfectamente de la fascinación de Neville por la Herbología, y la ponía muy contenta verlo así de feliz, en especial si se trataba de una materia de Hogwarts.
—¿Hace… algo? —preguntó Harry.
—¡Ya lo creo! ¡Un montón de cosas! —exclamó Neville con orgullo—. Tiene un mecanismo de defensa asombroso. Mira, ¿podrías sujetar a Trevor, Ginny?
La pelirroja asintió y entonces Neville puso el sapo en el regazo de Ginny y sacó una pluma de su mochila. Los saltones ojos de Luna Lovegood volvieron a asomar por el borde de su revista para ver qué hacía Neville. Éste, con la lengua entre los dientes, colocó la Mimbulus mimbletonia a la altura de sus ojos, eligió un punto y le dió un pinchazo con la punta de su pluma.
Inmediatamente empezó a salir líquido por todos los forúnculos de la planta, unos chorros densos y pegajosos de color verde oscuro. El líquido salpicó el techo y las ventanas y manchó la revista de Luna Lovegood; Emma cubrió su rostro con sus manos, y Harry la cubrió rodeándola con su brazo, así logrando que Emma no recibiera más que tan solo unas pequeñas gotas. El líquido olía a estiércol seco.
Neville, que también se había manchado la cara y el pecho, sacudió la cabeza para quitarse el líquido de los ojos.
—Lo…, lo siento —dijo entrecortadamente—. Todavía no lo había probado… No me imaginaba que pudiera ser tan… Pero no se preocupen, su jugo fétido no es venenoso —añadió, nervioso, al ver que Harry escupía un trago y Emma se limpiaba lentamente la mano herida.
En ese preciso instante se abrió la puerta del compartimiento.
—¡Oh…, hola, Harry! —lo saludó una vocecilla. Emma levantó la vista—. Humm…, ¿te pillo en mal momento?
—Estoy aquí, no lo olvides —se quejó otra voz más.
Emma observó en la puerta del compartimiento a dos chicas realmente lindas. Una de ellas era de cabello negro, largo y reluciente, y estaba plantada en puerta, sonriéndole a Harry. La otra, castaña, de cabello corto y rizado estaba posicionada detrás de la que, a Emma le pareció, Cho Chang.
—¡Ah, hola…! —respondió Harry, desconcertado.
—Humm… —dijo Cho—. Bueno… Sólo veníamos a saludar… Hasta luego.
—Un momento —la interrumpió su amiga—, no me he presentado: Marieta Edgecombe. Un gusto conocerte.
—También…, también es un gusto —le respondió Harry, confundido, atrayendo a Emma hacia él por los hombros.
.・。.・゜✭・.・✫・゜・。.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top