16 | Petrified colin
.:. CHAPTER SIXTEEN .:.
(COLIN PETRIFICADO)
A la señora Pomfrey aquello no le hizo gracia.
—¡Tendrían que haber venido enseguida aquí! —dijo hecha una furia y levantando el triste y mustio despojo de lo que, media hora antes, había sido un brazo en perfecto estado—. Puedo recomponer huesos en un segundo..., pero hacerlos crecer de nuevo...
—Pero podrá, ¿no? —preguntó Harry, desesperado.
—Desde luego que podré, pero será doloroso —dijo en tono grave la señora Pomfrey, dando un pijama a Harry—. Tendrás que pasar aquí la noche.
Emma y Hermione aguardáron al otro lado de la cortina que rodeaba la cama de Harry mientras Ron lo ayudaba a vestirse.
—Ron, no es que sea malo, pero no estas ayudando mucho...
—Es difícil... tu brazo...
—¿Qué es tan difícil? —preguntó Emma desde el otro lado.
-Creo que le puse a Harry la camiseta al revés —explicó Ron—. Me rindo —dijo, mientras salía por la cortina con las manos en el aire, y luego dirigió su mirada a Emma—. ¿No quieres ayudarlo tú?
Emma soltó una pequeña risa nerviosa, mirando a Ron y pasó por la cortina, encontrándose con Harry puesto la camiseta al revés y con una manga fuera.
—Gracias, Ron —dijo Harry sarcásticamente.
—¡De nada! —respondió Ron, sin comprender el sarcasmo de la frase.
Harry se sentía demasiado nervioso mientras Emma le sacaba la camiseta para acomodarla. La castaña también se sentía muy nerviosa mientras lo ayudaba. Simplemente no quería mirarlo directamente a los ojos antes de terminar con él.
—Listo —dijo Emma cuando terminó de arreglarle la camiseta—. No eran TAN difícil. ¡Pueden pasar!
—Si tienes un brazo sin huesos es bastante difícil —dijo Harry señalando su brazo.
—Le dije a Lockhart que no se acercara —murmuró Emma algo enfadada.
—¿Te atreves ahora a defender a Lockhart, Hermione? —preguntó Ron, mientras él y Hermione pasaban a través de la cortina—. ¿Viste lo que le hizo a Emma? Además, si Harry hubiera querido que lo deshuesaran, lo habría pedido.
—Cualquiera puede cometer un error —dijo Hermione—. Y ya no duele, ¿verdad, Harry?
—No —respondió Harry—, ni duele ni sirve para nada. —Al tirarse en la cama, el brazo se balanceó sin gobierno—. ¿Qué te hizo Lockhart? —le preguntó a Emma.
—Me empujó, pero no tiene relevancia —respondió.
En ese momento entró la señora Pomfrey, que llevaba en la mano una botella grande cuya etiqueta ponía «Crecehuesos».
—Vas a pasar una mala noche —dijo ella, vertiendo un líquido humeante en un vaso y entregándoselo a Harry—. Hacer que los huesos vuelvan a crecer es bastante desagradable.
Cuando Harry lo tomó comenzó a toser y resoplar. Sin dejar de criticar los deportes peligroso y a los profesores ineptos, la señora Pomfrey se retiró, dejando que Ron, Emma y Hermione ayudaran a Harry a beber un poco de agua.
—¡Pero hemos ganado! —le dijo Ron, sonriendo tímidamente—. Todo gracias a tu jugada. ¡Y la cara que ha puesto Malfoy... Parecía que te quería matar!
—Me gustaría saber cómo trucó la bludger —dijo Hermione intrigada.
—No creo que haya sido Malfoy —dijo Emma, y los tres se voltearon para mirarla—. Es magia avanzada, demasiado para ser sincera, y la verdad no creo que Malfoy sepa sobre eso.
En aquel momento se abrió de golpe la puerta de la enfermería. Sucios y empapados, entraron para ver a Harry los demás jugadores del equipo de Gryffindor.
—Un vuelo increíble, Harry —le dijo George—. Acabo de ver a Marcus Flint gritando a Malfoy algo parecido a que tenía la snitch encima de la cabeza y no de daba cuenta. Malfoy no parecía muy contento.
Habían llevado pasteles, dulces y botellas de jugo de calabaza; se situaron alrededor de la cama de Harry, y ya estaban preparando lo que parecía ser una fiesta, cuando se acercó la señora Pomfrey gritando:
—¡Este chico necesita descansar, tiene que recomponer treinta y tres huesos! ¡Fuera! ¡FUERA!
Emma se puso de pie dispuesta a irse y dejar descansar a Harry, pero éste la tomó de la mano.
—¿Puede quedarse? —le suplicó a la señora Pomfrey—. Le juro que descansaré.
Después de un rato la señora Pomfrey aceptó, aunque de mala manera.
—Solo Williams —sentenció, mirando de reojo a Ron y Hermione, quienes en ese momento salían por la puerta de la enfermería.
La castaña se sentó en una silla que había al lado de la cama donde estaba Harry.
—¿Qué haces ahí? —dijo Harry, haciéndose a un lado en la camilla—. Ven, vamos.
Emma se acercó, con paso silencioso, y se recostó en el lugar que Harry le había dejado.
—Un año de locos... —suspiró la castaña—, y eso que apenas empieza. ¿Crees que alguna vez tengamos un año normal?
—Eso espero —respondió Harry casi en un susurro.
—Me pones los nervios de punta, Potter.
—No es mi culpa. Los problemas parecen buscarme —bromeó Harry.
Después de eso ambos se sumieron en un agradable silencio.
Emma recostó su cabeza en una de las almohadas y cerró los ojos. Harry se acercó por detrás de ella.
—Puedes ir a tu habitación, si quieres... —le susurró.
A Emma le erizó la piel el acto de Harry, pero decidió actuar con naturalidad.
—Me quedaré aquí, Harry —dijo, volteándose, asi quedando cara a cara con él—. Buenas noches, James.
—Buenas noches, Dai.
( . . . )
A la mañana siguiente Emma se despertó al sentir como le hacían cosquillas en la cara con un mechón de su cabello.
—Buenos días —saludó la castaña volviéndose para mirar a Harry—. Veo que tu brazo ya está bien.
—Sí, eso creo —dijo Harry mientras Emma se sentaba en la camilla.
Al ver que Harry había despertado, la señora Pomfrey se acercó afanosamente con la bandeja del desayuno, y se puso a flexionarle y estirarle a Harry el brazo y los dedos.
—Todo va bien —le dijo, mientras Emma le daba de comer a Harry, ya que el no podía muy bien con su mano izquierda—. Cuando termines de comer, puedes irte.
Cuando acabaron con el desayuno Harry se vistió lo más deprisa que pudo y ambos salieron hacia la torre de Gryffindor. Emma se fue a cambiar de ropa, mientras Harry buscaba a Ron y Hermione por la sala común.
—¡No están aquí! —dijo Harry cuando Emma bajó por las escaleras.
—Podrían estar en la biblioteca —sugirió la castaña.
—Vamos. —Harry tomó a Emma de la mano y juntos fueron a la biblioteca.
Cuando pasaron por delante de la biblioteca, Percy Weasley precisamente salía de ella, y parecía estar de mucho mejor humor que la última vez que lo habían encontrado.
—¡Ah, hola, Harry, Emma! —dijo—. Excelente jugada la de ayer, realmente excelente, Harry. Gryffindor acaba de ponerse a la cabeza de la copa de las casas: ¡ganaste cincuenta puntos!
—Percy, ¿de casualidad no has visto a Ron o a Hermione? —le preguntó Emma.
—No, no los he visto —contestó Percy, dejando de sonreír—. Espero que Ron no esté otra vez en el baño de las chicas...
Harry forzó una sonrisa, siguieron a Percy con la vista hasta que desapareció, y se fueron directo al baño de Myrtle la llorona. Después de asegurarse de que no merodeaban por el lugar Filch ni ningún prefecto, Harry abrió la puerta y oyeron las voces de Ron y Hermione provenientes de un retrete cerrado.
—Somos nosotros —dijo Harry, mientras entraban en los lavabos y Emma cerraba la puerta. Oyeron un golpe metálico, luego otro como de salpicadura y un grito ahogado, y vieron a Hermione mirando por el agujero de la cerradura.
—¡Harry! ¡Emma! —dijo ella—. Vaya susto que nos han dado. Entren. ¿Cómo está tu brazo, Harry?
—Bien —respondió Harry, mientras él y Emma entraban en el retrete. Habían puesto un caldero sobre la taza del inodoro, y un crepitar que provenía de dentro les indico que habían prendido un fuego bajo el caldero.
Harry le había explicado a Emma la noche anterior sobre el plan que tenían con la poción Multijuegos, así que la castaña no se extrañó cuando encontró a Hermione preparándola en ese momento.
—Pensamos ir a verlos, pero decidimos comenzar a preparar la poción multijugos —les explicó Ron, después de que Harry cerrara de nuevo la puerta del retrete—. Hemos pensado que éste es el lugar más seguro para guardarla.
Harry empezó a contarles que Colin había sido petrificado, pero Hermione lo interrumpió.
—Ya lo sabemos, oímos a la profesora McGonagall hablar con el profesor Flitwick esta mañana. Por eso pensamos que era mejor darnos prisa.
Emma se sintió muy mal por Colin. Le parecía un niño muy tierno, además, de que era muy amable y simpático.
—Cuanto antes le saquemos a Malfoy una declaración, mejor —gruñó Ron—. ¿No piensan igual? Se ve que después del partido de quidditch estaba tan sulfurado que la tomó con Colin.
—Hay alguien más —dijo Harry, contemplando a Emma, que junto a Hermione había empezado a partir manojos de centinodia y los echaban a la poción—. Dobby vino en mitad de la noche a hacerme una visita.
Ron, Emma y Hermione alzaron la mirada, sorprendidos. Harry les contó todo lo que Dobby le había dicho... y lo que no le había querido decir.
—¿Entonces la Cámara de los Secretos ya fue abierta antes? —le preguntó Emma.
—Es evidente —dijo Ron con voz de triunfo—. Lucius Malfoy abriría la cámara en sus tiempos de estudiante y ahora le ha explicado a su querido Draco cómo hacerlo. Está claro. Sin embargo, me gustaría que Dobby te hubiera dicho qué monstruo hay en ella. Me gustaría saber cómo es posible que nadie se lo haya encontrado merodeando por el colegio.
—Quizá pueda volverse invisible —dijo Hermione, empujando unas sanguijuelas hacia el fondo del caldero—. O quizá pueda disfrazarse, hacerse pasar por una armadura o algo así. He leído algo sobre fantasmas camaleónicos...
—Sí, creo que también leí algo así —comentó Emma.
—Leen demasiado, chicas —dijo Ron, echando crisopos encima de las sanguijuelas. Arrugó la bolsa vacia de los crisopos y miró a Harry—. Así que fue Dobby el que no nos dejó tomar el tren y el que te rompió el brazo... —Movió la cabeza—. ¿Sabes qué, Harry? Si no deja de intentar salvarte la vida, te va a matar.
( . . . )
Durante la segunda semana de Diciembre la profesora McGonagall pasó, como de costumbre, a recoger los nombres de los que se quedarían en el colegio en Navidad.
Harry, Ron, Emma y Hermione firmaron en la lista; habían oído que Malfoy se quedaba, lo cual les pareció sospechoso.
Emma había enviado una carta a sus padre junto con Beauty avisándoles que esa Navidad no iría a casa, y aunque ella los extrañara demasiado, sentía que debía quedarse en el colegio esa vez. Por supuesto, tampoco obtuvo alguna respuesta, pero esperaba que al menos la hubieran leído.
La poción multijugos estaba a medio acabar. Aún necesitaban el cuerno de bicornio y la piel de serpiente arbórea africana, y el único lugar del que podrían sacarlos era el armario privado de Snape.
—Lo que tenemos que hacer —dijo animadamente Hermione, cuando se acercaba la doble clase de Pociones de la tarde del jueves— es distraerle con algo. Entonces uno de nosotros podrá entrar en el despacho de Snape y tomar lo que necesitamos. —Harry y Ron la miraron nerviosos—. Creo que es mejor que me encargue yo misma del robo —continuó Hermione—. A ustedes dos los expulsarían si los atrapan en otra, mientras que yo tengo el expediente limpio. Emma también podría, claro, pero por alguna razón Snape la tiene vigilada la gran parte del tiempo, como si fuera a hacer algo. Así que no tienen más que originar un tumulto lo suficientemente importante para mantener ocupado a Snape unos cinco minutos.
La clase de Pociones se impartían en una de las mazmorras más espaciosas. Aquella tarde del jueves, la clase se desarrollaba como siempre. Veintiuno calderos humeaban entre los pupitres de madera, en los que descansaban balanzas de latón y jarras con los ingredientes. Snape rondaba por entre los fuegos, haciendo comentarios envenenados sobre el trabajo de los Gryffindor, mientras los de Slytherin se reían a cada crítica.
A Emma la poción infladora le estaba saliendo considerablemente bien. Cuando Snape paso por enfrente de ella, no pudo criticarla de ninguna forma, y cuando éste se fue a ridiculizar a Neville, Emma captó la mirada de Harry; y le hizo con la cabeza un gesto afirmativo.
Harry se agachó rápidamente y se escondió detrás de un caldero. Harry lanzó una bengala del doctor Filibuster que tenía Fred, y ésta comenzó a silbar, echar chispas, y luego cayo el el caldero de Goyle.
Emma se agachó rápidamente, porque estaba muy cerca del pupitre de Goyle, y logro ver a Hermione salir sigilosamente de la mazmorra.
—¡Silencio! ¡SILENCIO! —gritaba Snape—. Los que hayan sido salpicados por la poción, que vengan aquí para ser curados. Y cuando averigüe quién ha hecho esto...
Mientras la mitad de la clase se apiñaba en torno a la mesa de Snape, unos quejándose de sus brazos del tamaño de grandes garrotes, y otros sin poder hablar debido a la hinchazón de sus labios, Emma vió que Hermione volvía a entrar en la mazmorra, con un bulto debajo de la túnica.
Cuando todo el mundo se hubo tomado un trago de antídoto y las diversas hinchazones remitieron, Snape se fue hasta el caldero de Goyle y extrajo los restos negros y retorcidos de la bengala. Se produjo un silencio repentino.
—Si averiguo quién ha arrojado esto —susurró Snape—, me aseguraré de que lo expulsen.
Snape miraba a Harry a Emma, y la campana que sonó al cabo de diez minutos no pudo ser mejor bienvenida.
—Sabe que fui yo —dijo Harry a Ron, Emma y Hermione, mientras iban de prisa a los baños de Myrtle—. Podría jugarlo.
—Creo que también sospecha de mí —dijo Emma, con la intención de tranquilizar a su amigo—. No te preocupes, Harry.
Hermione echó al caldero los nuevos ingredientes y removió con brío.
—Snape no tiene ninguna prueba de que hayan sido ustedes —les dijo Ron a Harry y Emma—. ¿Qué puede hacer?
—Conociendo a Snape, algo terrible —dijo Harry, mientras la poción levantaba borbotones y espuma.
Author's Note
Capítulo en honor a Lily Evans. Una gran mujer, gran madre, gran persona y gran amiga. Una mujer que lucho por sus ideales, y protegió a su hijo hasta el final.
Por Lily Evans
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