14 | Leave me alone

.:. CHAPTER FOURTEEN .:.
(DÉJAME SOLA)

Aquella noche, en la sala común, Harry, Ron, Emma y Hermione escogieron los asientos más alejados del de Percy. Ron estaba todavía de muy mal humor y seguía emborronando sus deberes de Encantamientos. Cuando, sin darse cuenta, tomó su varita mágica para quitar las manchas, el pergamino empezó a arder. Casi echando tanto humo como sus deberes, Ron cerró de golpe El libro reglamentario de hechizos (clase 2), y para sorpresa de Harry y Emma, Hermione lo imitó.

—Pero ¿quién podría ser? —dijo con voz tranquila, como si continuara una conversación que hubieran estado manteniendo—. ¿Quién querría echar de Hogwarts a todos los squibs y los de familia muggle?

—Pensemos —dijo Harry con simulado desconcierto—. ¿Conocemos a alguien que piense que los que vienen de familia muggle son escoria?

Miró a Emma y Hermione. Hermione miró hacia atrás, poco convencida, y ambas dijeron al mismo tiempo:

—¿Malfoy?

—Si te refieres a Malfoy…

—¡Naturalmente! —dijo Ron—. Ya lo oyeron. «¡Los primeros serán los sangre sucia!» Venga, no hay más que ver su asquerosa cara de rata para saber que es él…

—¿Malfoy, el heredero de Slytherin? —dijo escépticamente Hermione.

—Fíjense en su familia —dijo Harry, cerrando también sus libros—. Todos han pertenecido a Slytherin, él siempre alardea de ello. Podrían perfectamente ser descendientes del mismo Slytherin. Su padre es un verdadero malvado.

—¡Podrían haber conservado durante siglos la llave de la Cámara de los Secretos! —dijo Ron—. Pasándosela de padres a hijos…

—Bueno —dijo cautamente Hermione—, supongo que puede ser.

—Pero ¿cómo podríamos demostrarlo? —preguntó Harry, en tono de misterio.

Emma no quería ser mala, pero en ese mismo momento no le importaba descubrir si Draco Malfoy era el heredero de Slytherin, lo único que quería era un poco de silencio. Tomó sus libros y se pudo de pie.

—Voy a terminar con esto —dijo la castaña—, te ayudaré, Ron. Hasta mañana.

Harry, Ron y Hermione la miraron desconcertados mientras ella subía por las escaleras a las habitaciones de las niñas con la cabeza baja y arrastrando los pies.















( . . . )















Después del desastroso episodio de los duendecillos de Cornualles, el profesor Lockhart no había vuelto a llevar a clase seres vivos. Por el contrario, se dedicaba a leer a los alumnos pasajes de sus libros, y en ocasiones representaba alguno de los momentos más emocionantes de su biografía. Habitualmente sacaba a Harry para que lo ayudara en aquellas reconstrucciones; hasta el momento, Harry había tenido que representar los papeles de un ingenuo pueblerino transilvano al que Lockhart había curado de una maldición que le hacía tartamudear, un yeti con resfriado y un vampiro que, cuando Lockhart acabo con él, no pudo volver a comer otra cosa que lechuga.

Emma se había planteado muy seriamente el faltar a sus clases de DCAO lo que restaba del año, pero sabía que de una forma u otra, eso arruinaría sus notas, así que aunque no quisiera tuvo que ir a la siguiente clase.

La castaña se había apartado un poco de todos, se la pasaba sola en su habitación, leyendo y tratando de alejar su mente de malos pensamientos. Harry, Ron y Hermione habían notado su compartimiento, pero con todas las tareas unidas, además de que ella no se les acercaba, no tenían tiempo para hablar con ella.

En la siguiente clase de Defensa Contra las Artes Oscuras Lockhart sacó de nuevo a Harry, esta vez para representar a un hombre lobo.

—Aúlla fuerte, Harry (eso es…), y en aquel momento, créanme, yo salté (así) tirándolo contra el suelo (así) con una mano, y logré inmovilizarle. Con la otra, le puse la varita en la garganta y, reuniendo las fuerzas que me quedaban, llevé a cabo el dificilísimo hechizo Hormuphus; él emitió un gemido lastimero (venga, Harry…, más fuerte…, bien) y la piel desapareció…, los colmillos encogieron y… se convirtió en hombre. Sencillo y efectivo. Otro pueblo que me recordará siempre como el héroe que les libró de la terrorífica amenaza mensual de los hombres lobo.

Sonó el timbre y Lockhart se puso de pie.

—Deberes: componer un poema sobre mi victoria contra el hombre lobo Wagga Wagga. ¡El autor del mejor poema será premiado con un ejemplar firmado de El encantador!

Los alumnos empezaron a salir. Emma recogió sus cosas, se puso la mochila al hombro y cuando estaba a punto de salir, alguien la tomó por la muñeca y la jaló.

—¿A dónde vas?

—A mi habitación, Ron.

—Pues tendrás que esperar un poquito más para irte —dijo Ron, y llevó a Emma hasta donde estaban Harry y Hermione.

—¿Listos? —preguntó Harry mirando de reojo a Emma.

—¿Para…?

—Espera que se hayan ido todos —interrumpió Hermione—. Bien, ahora.

Se acercó con un trozo de papel en la mano. Harry, Ron y Emma iban detrás de ella.

—Eso… ¿Profesor Lockhart? —tartamudeó Hermione—. Yo quería… sacar este libro de la biblioteca. Sólo para una lectura preparatoria. —Le entregó el trozo de papel con mano ligeramente temblorosa—. Pero el problema es que está en la Sección Prohibida, así que necesito el permiso por escrito de un profesor. Estoy convencida de que este libro me ayudaría a comprender lo que explica usted en Una vuelta con los espíritus malignos sobre los venenos de efecto retardado.

—¡Ah, Una vuelta con los espíritus malignos! —dijo Lockhart, tomando la nota de Hermione y sonriéndole francamente— Creo que es mi favorito. ¿Te gustó?

—¡Sí! —dijo Hermione emocionada—. ¡Qué gran idea la suya de atrapar al último con el colador del té…!

—Ronald, suéltame —le pidió Emma moviendo su mano e intentando quitar la de Ron.

—No —repuso Ron—. Te comportas extraño últimamente, queremos estar contigo.

—Nos importas, Dai —le dijo Harry.

Emma estaba cansada de todo eso. Podía sonar exagerado o incluso egoísta, pero no necesitaba esas palabras, solo quería estar sola y esperar una respuesta de sus padres lo más antes posible.

La castaña se soltó bruscamente del agarre de su amigo y se volvió hacia ambos niños para decirle—: Si de verdad te importo, déjame sola.

Las palabras habían salido sin pensarlo. Pero ya no había como revertirlo. Emma solo se dió la vuelta y salió del salón sin decir nada más que eso, dejando a sus tres amigos totalmente desconcertados.

Frustrada, Emma apresuró su paso y reprimió las lágrimas que luchaban para salir de sus ojos. No debió tratarlos así… pero se sentía cansada. Sus padres, sus tíos y su abuela parecían haber concordado en no contestarle, y eso consumía a la pequeña gryffindor cada vez más y más.

Con cada segundo que pasaba la preocupación aumentaba al igual que su desánimo. Las ganas de llorar y encerrarse eran cada vez más grandes y no las podía detener.

Pero deberías de entenderla, era su abuelo, su segundo padre, la persona con la que creció cuando sus padres estaban ausentes. Y ahora, al saber que su vida dependía de un hilo, Emma no podía evitar derrumbarse y dejar de mostrar fuerte frente a los demás.

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