12 | Problems
.:.CHAPTER TWELVE.:.
(PROBLEMAS)
—¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa
Atraído sin duda por el grito de Malfoy, Argus Filch se abría paso a empujones. Vió a la Señora Norris y se echó atrás, llevándose horrorizado las manos a la cara.
—¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado a la Señora Norris? —chilló. Con los ojos fuera de las órbitas, se fijó en Harry—. ¡Tú! —chilló—. ¡Tú! ¡Tú has matado a mi gata! ¡Tú la has matado! ¡Y yo te mataré a ti! ¡Te…!
—¡Argus!
Había llegado Dumbledore, seguido de otros profesores. En unos segundos, pasó por delante de Harry, Ron, Emma y Hermione y sacó a la Señora Norris de la argolla.
—Ven conmigo, Argus —dijo a Filch—. Ustedes también, Potter, Weasley, Williams y Granger.
Lockhart se adelantó algo asustado.
—Mi despacho es el más próximo, director, nada más subir las escaleras. Puede disponer de él.
—Gracias, Gilderoy —respondió Dumbledore.
La silenciosa multitud se apartó para dejarles paso. Lockhart, nervioso y dándose importancia, siguió a Dumbledore a paso rápido; lo mismo hicieron la profesora McGonagall y el profesor Snape.
Cuando entraron en el oscuro despacho de Lockhart, hubo gran revuelo en las paredes; algunas de las fotos de Lockhart se escondían de la vista, porque llevaban los rulos puestos. El Lockhart de carne y hueso encendió las velas de la mesa y se apartó. Dumbledore dejó a la Señora Norris sobre la pulida superficie y se puso a examinarla. Harry, Ron, Emma y Hermione intercambiaron tensas miradas y, echando una ojeada a los demás, se sentaron fuera de la zona iluminada por las velas.
Dumbledore acercó la punta de su nariz larga y ganchuda a una distancia de apenas dos centímetros de la piel de la Señora Norris. Examinó el cuerpo de cerca con sus lentes de media luna, dándole golpecitos y reconociéndolo con sus largos dedos. La profesora McGonagall estaba casi tan inclinada como él, con los ojos entornados. Snape estaba muy cerca detrás de ellos, con una expresión peculiar, como si estuviera haciendo grandes esfuerzos para no sonreír. Y Lockhart rondaba alrededor del grupo, haciendo sugerencias.
—Puede concluirse que fue un hechizo lo que produjo la muerte…, quizá la Tortura Metamórfica. He visto muchas veces sus efectos. Es una pena que no me encontrara allí, porque conozco el contrahechizo que la habría salvado.
Los sollozos sin lágrimas, convulsivos, de Filch acompañaba los comentarios de Lockhart. El conserje se desplomó en una silla junto a la mesa, con la cara entre las manos, incapaz de dirigir la vista a la Señora Norris. Pese a lo mucho que Filch molestaba a Emma, ésta no podía evitar sentirse mal por él.
Dumbledore murmuraba ahora extrañas palabras en voz casi inaudible. Golpeó a la Señora Norris con su varita, pero no sucedió nada; parecía como si acabara de ser disecada.
—… Recuerdo que sucedió algo muy parecido en Uagadugú —dijo Lockhart—, una serie de ataques. La historia completa está en mi autobiografía. Pude proveer al poblado de varios amuletos que acabaron con el peligro inmediatamente.
Emma hubiera querido enfadarse con Lockhart, pero el miedo que sentía en aquel momento era mayor que su enojo.
Y finalmente, Dumbledore se incorporó.
—No está muerta, Argus —dijo con cautela.
Lockhart interrumpió de repente su cálculo del número de asesinatos evitados por su persona.
—¿Que no está muerta? —preguntó Filch entre sollozos, mirando por entre los dedos a la Señora Norris—. ¿Y por qué está rígida?
—La han petrificado —explicó Dumbledore.
—Ah, ya me parecía a mí… —dijo Lockhart.
—Pero no podría decir cómo…
—¡Pregúntele! —chilló Filch, volviendo a Harry su cara con manchas y llena de lágrimas.
—Ningún estudiante de segundo curso podría haber hecho esto —dijo Dumbledore con firmeza—. Es magia negra muy avanzada.
—¡Lo hizo él! —saltó Filch, y su hinchado rostro enrojeció—. ¡Ya ha visto lo que escribió en el muro! Él encontró… en la conserjería… Sabe que soy, que soy un… —Filch hacía unos gestos horribles—. ¡Sabe que soy un squib! —concluyó.
—¡No he tocado a la Señora Norris! —dijo Harry con voz potente—. Y ni siquiera sé lo que es un squib.
—¡Mentira! —gruñó Filch—. ¡Él vió la carta de Embrujorrápid!
—Si se me permite hablar, señor director —dijo Snape desde la penumbra, y Emma se asustó aún más. Snape nunca diría nada que los beneficiará—, Potter y sus amigos simplemente podrían haberse encontrado en el lugar menos adecuado en el momento menos oportuno —dijo, aunque con una leve expresión de desprecio en los labios—; sin embargo, aquí tenemos una serie de circunstancias sospechosas: ¿por qué se encontraban en el corredor del piso superior? ¿Por qué no estaban en la fiesta de Halloween?
Harry, Ron, Emma y Hermione se pusieron a dar a la vez una explicación sobre la fiesta de cumpleaños de muerte.
—… había cientos de fantasmas que podrán testificar que estábamos allí.
—Pero ¿por qué no se unieron a la fiesta después? —preguntó Snape. Los ojos negros le brillaban a la luz de las velas—. ¿Por qué subieron al corredor?
Ron, Emma y Hermione miraron a Harry.
—Porque…, porque… —tartamudeo Harry—, porque estábamos cansados y queríamos ir a la cama.
—¿Sin cenar? —preguntó Snape. Una sonrisa de triunfo había aparecido en su adusto rostro—. No sabía que los fantasmas dieran en sus fiestas comida buena para los vivos.
—No teníamos hambre —dijo Ron con voz potente, y las tripas le rugieron en aquel preciso instante.
La desagradable sonrisa de Snape se ensanchó más.
—Tengo la impresión, señor director, de que Potter no está siendo completamente sincero —dijo—. Podría ser una buena idea privarle de determinados privilegios hasta que se avenga a contarnos toda la verdad. Personalmente, creo que debería ser apartado del equipo de qudditch de Gryffindor hasta que decida no mentir.
—Francamente, Severus —dijo la profesora McGonagall bruscamente—, no veo razón para que el muchacho deje de jugar al quidditch. Este gato no ha sido golpeado en la cabeza con el palo de una escoba. No tenemos ninguna prueba de que Potter haya hecho algo malo.
—Es inocente hasta que se demuestre lo contrario, Severus —dijo Dumbledore con firmeza.
Snape parecía furioso. Igual que Filch.
—¡Han petrificado a mi gata! _gritó. Tenía los ojos desorbitados—. ¡Exijo que se castigue a los culpables!
—Podremos curarla, Argus —dijo Dumbledore armándose de paciencia—. La señora Sprout ha conseguido mandrágoras recientemente. En cuanto hayan crecido, haré una poción con la que revivir a la Señora Norris.
—La haré yo —acometió Lockhart—. Creo que la he preparado unas cien veces, haré una poción con la que revivir a la Señora Norris.
—Disculpe —dijo Snape con frialdad—, pero creo que el profesor de Pociones de este colegio soy yo.
Hubo un silencio incómodo.
—Pueden irse —dijo Dumbledore a Harry, Ron, Emma y Hermione.
Los cuatro se fueron deprisa pero sin correr. Cuando estuvieron un piso más arriba del despacho de Lockhart, entraron en un aula vacía y cerraron la puerta con cuidado.
—¿Creen que tendría que haberles hablado de la voz que oí? —preguntó Harry a sus amigos.
—No —dijo Ron sin dudar—. Oír voces que nadie puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.
Había algo en la voz de Ron que inquietaba a Emma, y parecía que su rostro demostraba su preocupación, por qué Harry le preguntó:
—Tú me crees, ¿verdad?
—Creía que eso era claro, Harry —respondió Emma intentando relajarse y sonreírle.
—Tienes que admitir que parece raro… —dijo Ron repentinamente.
—Sí, yo sé que parece raro —admitió Harry—. Todo el asunto es muy raro. ¿Qué era lo que estaba escrito en el muro? «La cámara ha sido abierta.» ¿Qué querrá decir?
—El caso es que me suena un poco —dijo Ron despacio—. Creo que alguien me contó una vez una historia de que había una cámara secreta en Hogwarts…; a lo mejor fue Bill.
—¿Y qué demonios es un squib? —preguntó Harry.
Para sorpresa de todos, Ron ahogó una risita.
—Bueno, no es que sea divertido realmente… pero tal como es Filch… —dijo—. Un squib es alguien nacido en una familia de magos, pero que no tiene poderes mágicos. Todo lo contrario a los magos hijos de familia muggle, sólo que los squibs son casos muy raros. Si Filch está tratando de aprender magia mediante un curso de Embrujorrápid, seguro que es un squib.
—Eso explica por qué nos odia tanto —razonó Emma.
—Es un amargado —opinó Ron.
De algún lugar llegó el sonido de un reloj.
—Es medianoche —señaló Harry—. Es mejor que nos vayamos a dormir antes de que Snape nos encuentre y quiera acusarnos de algo más.
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