35 | Peter Pettigrew

.:. CHAPTER THIRTY-FIVE .:.
( PETER PETTIGREW )

—Hola, Peter —dijo Lupin con voz amable—. Cuánto tiempo sin verte.

—Si... Sirius. Re... Remus —incluso la voz de Pettigrew era como de rata. Volvió a mirar a la puerta—. Amigos, queridos amigos...

Black levantó el brazo de la varita, pero Lupin lo sujetó por la muñeca y le echó una mirada de advertencia. Entonces se volvió a Pettigrew con voz ligera y despreocupada.

—Acabamos de tener una pequeña charla, Peter, sobre lo que sucedió la noche en que murieron Lily, James, Lena y Josh. Quizás te hayas perdido alguno de los detalles más interesantes mientras chillabas en la cama.

—Remus —dijo Pettigrew con voz entrecortada—, no lo creerás, ¿verdad? Intentó matarme a mí...

—Eso es lo que hemos oído —dijo Lupin más fríamente—. Me gustaría aclarar contigo un par de puntos, Peter; si fueras tan...

—¡Ha venido porque otra vez quiere matarme! —chilló Pettigrew señalando a Black—. ¡Mató a Lily, a James, a Lena, a Joseph y ahora quiere matarme a mí...! ¡Tienes que protegerme, Remus!

El rostro de Black semejaba más que nunca una calavera, mientras miraba a Peter Pettigrew con sus ojos insondables.

—Nadie intentará matarte antes de que aclaremos algunos puntos —dijo Lupin.

—¿Aclarar puntos? —chilló Pettigrew, mirando una vez más a su alrededor; hacia las ventanas cegadas y hacia la única puerta—. ¡Sabía que me perseguiría! ¡Sabía que volvería a buscarme! ¡He temido este momento durante doce años!

—¿Sabías que Sirius se escaparía de Azkaban cuando nadie lo había conseguido hasta ahora? —preguntó Lupin, frunciendo el entrecejo.

—¡Tiene poderes oscuros con los que los demás sólo podemos soñar! —chilló Pettigrew con voz aguda—. ¿Cómo, si no, iba a salir de allí? Supongo que El Que No Debe Ser Nombrado le enseñó algunos trucos.

Black comenzó a sacudirse con una risa triste y horrible que llenó la habitación.

—¿Que Voldemort me enseñó trucos? —dijo y Peter Pettigrew retrocedió como si Black acabara de blandir un látigo en su dirección—. ¿Qué te ocurre? ¿Te asustas al oír el nombre de tu antiguo amo? —preguntó Black—. No te culpo, Peter. Sus secuaces no están muy contentos de ti, ¿verdad?

—No sé... qué quieres decir, Sirius —murmuró Pettigrew, respirando más aprisa aún. Todo su rostro brillaba de sudor.

—No te has ocultado durante doce años de mí —dijo Black—. Te has estado ocultando de los viejos seguidores de Voldemort. En Azkaban oí cosas. Todos piensan que si no estás muerto, deberías aclararles algunas dudas. Les he oído gritar en sueños todo tipo de cosas. Cosas como que el traidor les había traicionado. Voldemort acudió a la casa de los Potter por indicación tuya y allí conoció la derrota. Y no todos los seguidores de Voldemort han terminado en Azkaban, ¿verdad? Aún quedan muchos libres, esperando su oportunidad, fingiendo arrepentimiento... Si supieran que suiges vivo...

—No entiendo de que hablas... —dijo de nuevo Pettigrew, con voz más chillona que nunca. Se secó la cara con la manga y miró a Lupin—. No creerás nada de eso, de esa locura...

—Tengo que admitir; Peter, que me cuesta comprender por qué un hombre inocente pasa doce años convertido en rata —dijo Lupin impasible.

—¡Inocente, pero asustado! —chilló Pettigrew—. Si los seguidores de Voldemort me persiguen es porque yo metí en Azkaban a uno de sus mejores hombres: el espía Sirius Black.

El rostro de Black se contorsionó.

—¿Cómo te atreves? —gruñó, y su voz se asemejó de repente a la del perro enorme que había sido—. ¿Yo, espía de Voldemort? ¿Cuándo he husmeado yo a los que eran más fuertes y poderosos? Pero tú, Peter... no entiendo cómo no comprendí desde el primer momento que eras tú el espía. Siempre te gustó tener amigos corpulentos para que te protegieran, ¿verdad? Ese papel lo hicimos nosotros. Remus, yo... James y Joseph...

Pettigrew volvió a secarse el rostro; le faltaba el aire.

—¿Yo, espía...? Estás loco. No sé cómo puedes decir...

—Lily y James te nombraron guardián secreto sólo porque yo se lo recomendé —susurró Black con tanto odio que Pettigrew retrocedió—. Pensé que era una idea perfecta... una trampa. Voldemort iría tras de mí, nunca pensaría que los Potter utilizarían a alguien débil y mediocre como tú... Sin duda fue el mejor momento de tu miserable vida, cuando le dijiste a Voldemort que podías entregarle a los Potter, y de bonus, le contaste a Rosier la ubicación de los Walk, ¿verdad que sí?

Pettigrew murmuraba cosas, aturdido. Emma logro escuchar palabras como «mentiras» y «loco».

—¿Profesor Lupin? —dijo Hermione, tímidamente—. ¿Puedo decir algo?

—Por supuesto, Hermione —dijo Lupin cortésmente.

—Pues bien, Scabbers..., quiero decir este... este hombre... ha estado durmiendo en el dormitorio de Harry durante tres años. Si trabaja para Quien Usted Sabe, ¿cómo es que nunca ha intentado hacerle daño?

—Eso es —dijo Pettigrew con voz aguda, señalando a Hermione con la mano lisiada—. Gracias. ¿Lo ves, Remus? ¡Nunca le hecho a Harry el más leve daño! ¡Y mucho menos a Emma! ¿Por qué no se los he hecho?

—Yo te diré por que —dijo Black—. Porque no harías nada por nadie si no te reporta un beneficio. Voldemort lleva doce años escondido, dicen que está medio muerto. Tú no cometerías un asesinato delante de Albus Dumbledore por servir a una piltrafa de brujo que ha perdido todo su poder; ¿a que no? Tendrías que estar seguro de que es el más fuerte en el juego antes de volver a ponerte de su parte. ¿Para qué, si no, te alojaste en una familia de magos? Para poder estar informado, ¿verdad, Peter? Sólo por si tu viejo protector recuperaba las fuerzas y volvía a ser conveniente estar con él.

Pettigrew abrió y cerró la boca varias veces. Se había quedado sin habla.

—Eh... señor Black... Sirius? —preguntó tímidamente Hermione. A Black le sorprendió que lo interpelaran de esta manera, y miró a Hermione fijamente, como si nadie se hubiera dirigido a él con tal respeto en los últimos años—. Si no le importa que le pregunte, ¿cómo escapó usted de Azkaban? Si no empleo magia oscura...

—¡Gracias! —dijo Pettigrew, asintiendo con la cabeza—. ¡Exacto! ¡Eso es precisamente lo que yo...!

Pero Lupin lo silenció con una mirada. Black fruncía ligeramente el entrecejo con los ojos puestos en Hermione, pero no como si estuviera enfadado con ella: más bien parecía meditar la respuesta.

—No sé como lo hice —respondió—. Creo que la única razón por la que nunca perdí la cabeza es que sabía que era inocente. No era un pensamiento agradable, así que los dementores no me lo podían absorber... Gracias a eso conservé la cordura y no olvidé quién era... Gracias a eso conservé mis poderes... así que cuando ya no pude aguantar más me convertí en perro. Los dementores son ciegos, como saben. —Tragó saliva—. Se dirigen hacia la gente porque perciben sus emociones... Al convertirme en perro, notaron que mis sentimientos eran menos humanos, menos complejos, pero pensaron, claro, que estaba perdiendo la cabeza, como todo el mundo, así que no se preocuparon. Pero yo me encontraba débil, muy débil, y no tenía esperanza de alejarlos sin una varita. Entonces vi a Peter en aquella foto... comprendí que estaba en Hogwarts, con Harry y Emma... en una situación perfecta para actuar si oía decir que el Señor de las Tinieblas recuperaba fuerzas... —Pettigrew negó con la cabeza y movió la boca sin emitir sonido alguno, mirando a Black como hipnotizado—... Estaba dispuesto a hacerlo en cuanto estuviera seguro de sus aliados... estaba dispuesto a entregarles al último de los Potter y a las Walk. Si le entregaba a Harry a Voldemort, ¿quién se atrevería a pensar que había traicionado a lord Voldemort? Lo recibirían con honores...

—Así que ya ven, tenía que hacer algo. Yo era el único que sabía que Peter estaba vivo...

Emma comenzaba a conectar todos los puntos, tal vez, Black decía la verdad. Todo parecía ser coherente.

—Era como si alguien hubiera encendido una llama en mi cabeza, y los dementores no podían apagarla. No era un pensamiento agradable..., era una obsesión... pero me daba fuerzas, me aclaraba la mente. Por eso, una noche, cuando abrieron la puerta para dejarme la comida, salí entre ellos, en forma de perro. Les resulta tan difícil percibir las emociones animales que se confundieron. Estaba delgado, muy delgado... Lo bastante delgado para pasar a través de los barrotes. Nadé como un perro. Viajé hacia el norte y me metí en Hogwarts con la forma de perro... He vivido en el bosque desde entonces... menos cuando iba a ver el partido de quidditch, claro... Vuelas tan bien como tu padre, Harry... —Miró al muchacho, que esta vez no aportó la vista—. Créanme -—añadió Black—. Créanme. Nunca traicioné a James y a Lily. No maté a Alhena y Joseph. Antes habría muerto yo.

Y Emma por fin le creyó. Asintió con la cabeza, al igual que Harry.

—¡No!

Pettigrew se había arrodillado, como si el gesto de asentimiento de los adolescentes hubiera sido su propia sentencia de muerte. Fue arrastrándose de rodillas, humillándose, con la manos unidas en actitud de rezo.

—Sirius, soy yo, soy Peter... tu amigo. No... tú no...

Black amagó un puntapié y Pettigrew retrocedió.

—Ya hay bastante suciedad en mi túnica sin que tú la toques.

—¡Remus! —chilló Pettigrew volviéndose hacia Lupin, retorciéndose ante él, implorante—. Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el plan?

—No si creía que el espía era yo, Peter —dijo Lupin—. Supongo que por eso no me lo contaste, Sirius —dijo Lupin despreocupadamente, mirando por encima de Pettigrew.

—Perdóname, Remus —dijo Black.

—No hay por qué, Canuto, viejo amigo —respondió Lupin, subiéndose las mangas—. Y a cambio, ¿querrás perdonar que yo te creyera culpable?

—Por supuesto —respondió Black, y un asomo de sonrisa apareció en su demacrado rostro. También empezó a remangarse—. ¿Lo matamos juntos?

—Creo que será lo mejor —dijo Lupin con tristeza.

—No lo harán, no serían capaces... —dijo Pettigrew. Y se volvió hacia Ron, arrastrándose—. Ron, ¿no he sido un buen amigo?, ¿una buena mascota? No dejes que me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿a que si?

Pero Ron miraba a Pettigrew con repugnancia.

—¡Te deje dormir en mi cama! —dijo.

—Buen muchacho... buen amo... —Pettigrew siguió arrastrándose hacia Ron—. No lo consentirás... yo era tu rata... fui una buena mascota...

—Si eras mejor como rata que como hombre, no tienes mucho de que alardear —dijo Black con voz ronca.

Ron, palideciendo aún más a causa del dolor; alejó su pierna rota de Pettigrew. Pettigrew giró sobre sus rodillas, se echó hacia delante y asió el borde de la túnica de Hermione.

—Dulce criatura... inteligente muchacha... no lo consentirás... ayúdame...

Hermione tiró de la túnica para soltarla de la presa de Pettigrew y retrocedió horrorizada.

Pettigrew temblaba sin control y se arrastró lentamente hacia Emma, para tomarla de las manos.

—Emma, Emma... que idéntica eres a Lena... tan linda... tan amable... tú, tú...

—¡Déjala! —gritó Harry, mientras agarraba a Emma de un lado y la apartaba.

Pettigrew volvió lentamente su cabeza hacía Harry.

—Harry, que parecido eres a James... igual que él...

—¿CÓMO TE ATREVES A HABLARLES? —bramó Black—. ¿CÓMO TE ATREVES A MIRARLOS A LA CARA? ¿CÓMO TE ATREVES A MENCIONAR A ALHENA Y A JAMES DELANTE DE ELLOS?

—Harry, Emma —susurró Pettigrew, arrastrándose hacia ellos con las manos extendidas—. Alhena y James no habrían consentido que me mataran... Lena y James habrían comprendido... Habrían sido clementes conmigo...

Tanto Black como Lupin se dirigieron hacia él con paso firme, lo tomaron por los hombros y lo tiraron de espaldas al suelo. Allí quedó, temblando de terror; mirándolos fijamente.

—Vendiste a Lily y a James a Lord Voldemort —dijo Black, que también temblaba—. Además, diste la ubicación exacta de los Walk a Rosier. ¿Lo niegas?

Pettigrew rompió a llorar. Era lamentable verlo: parecía un niño grande y calvo que se encogía de miedo en el suelo.

—Sirius, Sirius, ¿qué otra cosa podía hacer? El Señor de las Tinieblas... no tienes ni idea... Tiene armas que no puedes imaginar... Estaba aterrado, Sirius. Rosier me amenazó... Yo nunca fui valiente cómo tú, como Remus, como James y como... Joseph. Nunca quise que sucediera... El Que No Debe Nombrarse me obligó... Rosier me obligó.

—¡NO MIENTAS! —bramó Black—. ¡LE HABÍAS ESTADO PASANDO INFORMACIÓN DURANTE UN AÑO ANTES DE LA MUERTE DE LILY Y DE JAMES! ¡ERAS SU ESPÍA! ¡Y SIEMPRE LE TUVISTE ENVIDIA A JOSH! ¡MANDASTE A MATAR A ALHENA!

—¡Estaba tomando el poder en todas partes! —dijo Peter Pettigrew entrecortadamente—. ¿Qué se ganaba enfrentándose a él?

—¿Qué se ganaba enfrentándose al brujo más malvado de la historia? —preguntó Black, furioso—. ¡Solo vidas inocentes, Peter!

—¡No lo comprendes! —exclamó Pettigrew—. Me habría matado, Sirius.

—¡ENTONCES DEBERÍAS HABER MUERTO! —bramó Black—. ¡MEJOR MORIR QUE TRAICIONAR A TUS AMIGOS! ¡MEJOR MORIR QUE MANDAR A MATAR A LA PERSONA QUE SIEMPRE ESTUVO PARA TI! ¡TODOS HABRÍAMOS PREFERIDO LA MUERTE A TRAICIONARTE A TI!

Black y Lupin se mantenían uno al lado del otro, con las varitas en la mano.

—Tendrías que haberte dado cuenta —dijo Lupin en voz baja— de que si Voldemort no te mataba lo haríamos nosotros. Adiós, Peter.

Emma giró la cabeza y se cubrió los oídos con las manos, mientras cerraba los ojos.

—¡No! —logró escuchar el grito de Harry. Emma se giró lentamente y vió a Harry entre Pettigrew y las varitas—. ¡No pueden matarlo! No pueden.

Tanto Black, como Lupin, e incluso Emma se quedaron de piedra.

—Harry, esta alimaña es la causa de que Emma y tú no tengan padres —gruñó Black—. Este ser repugnante los habría visto morir a ustedes dos también sin mover ni un dedo. Ya lo has oído. Su propia piel maloliente significaba más para él que sus familias.

—Lo sé —jadeó Harry—. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los dementores. Puede ir a Azkaban. Pero no lo maten.

Emma estaba anonadada por lo que escuchaba. Aunque ciertamente Harry tenía razón con lo que decía, no se lo había esperado eso.

—¡Harry! —exclamó Pettigrew entrecortadamente, y rodeó las rodillas de Harry con los brazos—. Tú... gracias. Es más de lo que merezco. Gracias. Pensé que Emma sería quien... ella es igual de molesta que su...

—Suéltame —dijo Harry, apartando las manos de Pettigrew con asco—. No hables mal de ella. Y esto no lo hago por ti. Lo hago porque creo que mi padre no habrá deseado que sus mejores amigos se convirtieran en asesinos por culpa tuya.

Nadie se movió ni dijo nada, salvo Pettigrew, que jadeaba con la mano crispada en el pecho. Black y Lupin se miraron. Y bajaron las varitas a la vez.

—Tú eres la única persona que tiene derecho a decidir; Harry —dijo Black—. Tú y Emma. Pero piensa en todo lo que hizo.

—Que vaya a Azkaban —repitió Harry—. Si alguien merece ese lugar; es él.

Pettigrew seguía jadeando detrás de él.

—De acuerdo —dijo Lupin—. Hazte a un lado, Harry.

Emma logró vislumbrar como Harry parecía dudar.

—Voy a atarlo —añadió Lupin—. Nada más, te lo juro.

Harry se quitó de en medio. Esta vez fue de la varita de Lupin de la que salieron disparadas las cuerdas, y al cabo de un instante Pettigrew se retorcía en el suelo, atado y amordazado.

—Pero si te transformas, Peter —gruñó Black, apuntando a Pettigrew con su varita—, te mataremos. ¿Estás de acuerdo, Harry? ¿Tú también, Emma?

Emma vió la lastimosa figura de Pettigrew en el suelo y asintió lentamente, al igual que Harry.

—De acuerdo —dijo de repente Lupin—. Ron, no sé arreglar huesos como la señora Pomfrey pero creo que lo mejor será que te entabillemos la pierna hasta que te podamos dejar en la enfermería.

Se acercó a Ron aprisa, se inclinó, le golpeó en la pierna con la varita y murmuró:

¡Férula!

Unas vendas rodearon la pierna de Ron y se la ataron a una tablilla. Lupin lo ayudó a ponerse en pie. Ron se apoyó con cuidado en la pierna y no hizo ni un gesto de dolor.

—Mejor —dijo—. Gracias.

—¿Qué haremos con el profesor Snape? —preguntó Emma, mirando a Snape, que seguía inconciente en el suelo.

—No le pasa nada grave —explicó Lupin, inclinándose y tomándole el pulso—. Sólo se pasaron un poquito. Sigue sin consentimiento. Eh... tal vez sea mejor dejarlo así hasta que hayamos vuelto al castillo. Podemos llevarlo tal como está. —Luego murmuró—: Mobilicorpus.

El cuerpo inconsciente de Snape se incorporó como si tiraran de él unas cuerdas invisibles atadas a las muñecas, el cuello y las rodillas. La cabeza le colgaba como a una marioneta grotesca. Estaba levantado unos centímetros del suelo y los pies le colgaban. Lupin tomó la capa invisible y se la guardó en el bolsillo.

—Dos de nosotros deberían encadenarse a esto —dijo Black, dándole a Pettigrew un puntapié—, sólo para estar seguros.

—Yo lo haré —se ofreció Lupin.

—Y yo —dijo Ron, con furia y cojeando.

Black hizo aparecer unas esposas macizas. Pettigrew volvió a encontrarse de pie, con el brazo izquierdo encadenado al derecho de Lupin y el derecho al izquierdo de Ron. El rostro de Ron expresaba desición. Crookshank y Félix saltaron ágilmente de la cama y se pusieron primeros.

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