26 | Black with a knife

.:. CHAPTER TWENTY SIX .:.
( BLACK CON UN CUCHILLO )

Emma había tardado largo rato en calmar a Hermione, pero después de un largo rato lo logró.

Ambas chicas, después de una larga platica, en la que en un momento participaron Lavender y Parvati, se fueron a sus respectivas camas a dormir.

Hola, Lena…

Vete.

Um… no. No, vine a divertirme un rato.

Vete de aquí.

Que necia… tal y como me gusta. Me iré una vez que tenga lo que quiero.

La mujer cerró la puerta, en un intento de bloquearle el paso a aquel hombre. Falló. Alhena sabía que no tenía muchas oportunidades después de eso.

Tu querido no está aquí esta vez. Oh, que tenemos aquí… ¿es su hija?

Por favor, déjala, ella no tiene nada que ver en esto…

Creo que cambié de opinión… sí, es incluso más hermosa que…

—¡Déjala! Me tienes a mí…

Sí, supongo que si. Primero te quito del camino

—¡AAAAAAAAAAAGH! ¡NOOOOOOOOOOO!

Emma despertó muy sobresaltada y temblorosa. Desorientada en medio de la oscuridad, busco a tientas las cortinas de su cama.

—¿Qué fue eso? —escuchó la voz de Lavender al otro lado.

Emma encontró al fin las cortinas, y al abrirlas se encontró a Hermione, Parvati y Lavender con la bata de la pijama puesta.

—¿Quién ha gritado? —preguntó Emma. Ni siquiera pensó en tomar su bata, ese sueño había sido tan… real. Además, el nombre de su madre estaba involucrado.

—No sabemos —respondió Parvati.

—Vayamos a ver —propuso Hermione.

Las cuatro chicas bajaron las escaleras de caracol hasta la sala común, donde ya varias personas estaban reunidas.

La sala común estaba iluminada por los últimos rescoldos del fuego y llena de restos de la fiesta.

Emma buscó con la mirada a Harry. Sentía la necesidad de tenerlo cerca, sentir la seguridad que él le transmitía. .

Y al parecer Harry también buscaba a Emma.

—¿Cómo estás? —preguntó Harry al tomar la mano de su novia.

—Estoy bien —respondió Emma—. ¿Y tú? ¿Qué ha sido ese grito?

Harry estuvo apunto de contestar, pero la voz de Percy no se lo permitió.

—¡Todo el mundo a la cama! —ordenó, mientras se ponía su insignia de Premio Anual.

—Percy… ¡Sirius Black! —dijo Ron, con voz débil—. ¡En nuestro dormitorio! ¡Con un cuchillo! ¡Me despertó!

Todos contuvieron la respiración.

Emma se tensó, apretando un poco más fuerte la mano de su novio. ¿Y si lo que había soñado era una señal?

—¡Absurdo! —dijo Percy con cara de susto—. Has comido demasiado, Ron. Has tenido una pesadilla.

—Te digo que…

—¡Venga, ya basta!

Llegó la profesora McGonagall. Cerró la puerta de la sala común y miró furiosa a su alrededor.

—¡Me encanta que Gryffindor haya ganado el partido, pero esto es ridículo! ¡Percy, no esperaba esto de ti!

—¡Le aseguro que no he dado permiso, profesora! —dijo Percy, indignado—. ¡Precisamente les estaba diciendo a todos que regresaran a la cama! ¡Mi hermano Ron tuvo una pesadilla…!

—¡NO FUE UNA PESADILLA! —gritó Ron, asustando un poco a Emma. Todavía era una persona a la que le asustaba los gritos de furia—. ¡PROFESORA, ME DESPERTÉ Y SIRIUS BLACK ESTABA DELANTE DE MÍ, CON UN CUCHILLO EN LA MANO!

La profesora McGonagall lo miró fijamente.

—No digas tonterías, Weasley. ¿Cómo iba a pasar por el retrato?

—¡Hay que preguntarle! —dijo Ron, señalando con el dedo la parte trasera del cuadro de sir Cadogan—. Hay que preguntarle si ha visto…

Mirando a Ron con recelo, la profesora McGonagall abrió el retrato y salió. Todos los de la sala común escucharon conteniendo la respiración.

—Sir Cadogan, ¿ha dejado entrar a un hombre en la torre de Gryffindor?

—¡Sí, gentil señora! —gritó sir Cadogan.

Todos, dentro y fuera de la sala común, se quedaron callados, anonadados.

—¿De… de verdad? —dijo la profesora McGonagall—. Pero ¿y la contraseña?

—¡Me la dijo! —respondió altanero sir Cadogan—. Se sabía las de toda la semana, señora. ¡Las traía escritas en un papel!

La profesora McGonagall volvió a pasar por el retrato para encontrarse con la multitud, que estaba estupefacta. Se había quedado blanca como la tiza.

—¿Quién ha sido? —preguntó con voz temblorosa—. ¿Quién ha sido el tonto que ha escrito las contraseñas de la semana y las ha perdido?

Hubo un silencio total, roto por un leve grito de terror. Neville, temblando desde los pies calzados con zapatillas de tela hasta la cabeza, levantó la mano muy lentamente.















EN LA TORRE DE GRYFFINDOR NADIE PUDO dormir aquella noche. Sabían que el castillo estaba volviendo a ser rastreado y todo el colegio permaneció despierto en la sala común. Harry no se separaba de Emma, y cuando ella se quedó dormida en su hombro, él la cubrió con una manta que Neville le prestó.

La profesora McGonagall volvió al amanecer para decir que Black se había vuelto a escapar. Harry, sin dudar un segundo, cargó a su novia en sus brazos y la llevó hasta la habitación de los chicos, para que ella durmiera allí esa noche.

Por cualquier sitio por el que pasaban al día siguiente encontraban medidas de seguridad más rigurosas. El profesor Flitwick instruía a las puertas principales para que reconocieran una foto de Sirius Black. Filch iba por los pasillos, tapándolo todo con tablas, desde las pequeñas grietas de las paredes hasta las ratoneras. Sir Cadogan fue despedido. Lo devolvieron al solitario descansillo del séptimo piso y lo reemplazó la señora gorda. Había sido restaurada magistralmente, pero continuaba muy nerviosa, y accedió a regresar a su trabajo sólo si contaba con protección. Contrataron a un grupo de hoscos troles de seguridad para protegerla. Recorrían el pasillo formando un grupo amenazador; hablando entre gruñidos y comparando el tamaño de sus porras.

Ron se convirtió de repente en una celebridad. Por primera vez, la gente le prestaba más atención a él que a Harry, y era evidente que a Ron le complacía. Aunque seguía asustado por lo de aquella noche, le encantaba contarle a todo el mundo los pormenores de lo ocurrido.

Neville había caído en desgracia, lo cual a Emma le entristecía mucho. La profesora McGonagall estaba tan furiosa con él que le había suprimido las futuras visitas a Hogsmeade, le había impuesto un castigo y había prohibido a los demás que le dieran la contraseña para entrar en la torre. El pobre Neville se veía obligado a esperar cada noche la llegada de alguien con quien entrar, mientras los troles de seguridad lo miraban burlona y desagradablemente. Ninguno de aquellos castigos, sin embargo, era ni sombra del que su abuela reservaba; dos días después de la intrusión de Black, envío a Neville lo peor que un alumno de Hogwarts podía recibir durante el desayuno: un vociferador.

Las lechuzas del colegio entraron como flechas en el Gran Comedor; llevando el correo como de costumbre, y Neville se atragantó cuando una enorme lechuza aterrizó ante él, con un sobre rojo en el pico. Emma y Hermione, que estaban sentadas a un lado de Neville reconocieron de inmediato la carta.

—¡Tómalo y vete, Neville! —le aconsejó Ron.

Neville no necesito oírlo dos veces. Tomó el sobre y, sujentándolo como si se tratara de una bomba, salió del Gran Comedor corriendo, mientras la mesa de Slytherin, al verlo, estallaba en carcajadas.

Emma estaba demasiado preocupada por Neville como para darse cuenta de que ella y Harry también tenían cartas. Beauty llamó su atención dándole un picotazo en la mano.

—¿Qué te…? Oh, Beauty, muchísimas gracias.

Emma abrió el sobre mientras que Hedwig y Beauty comían del plato de Neville. La nota decía:

Querida hija:

¿Cómo vas en el colegio? Hace tiempo que no recibimos cartas tuyas y nos preocupamos. Por cierto, tu prima comenzó a caminar. Te enviamos una foto del día en que nos visitó y comenzó a caminar por todo el salón.

¿Cómo van las cosas con Harry? Tenemos que decir que tu padre no fue el más feliz en el momento, pero ahora esta feliz por ti. Aunque claro, quiere tener una larga charla con Harry.

Esperamos que en colegio todo este de maravilla. Ansiamos verte nuevamente.

Con cariño:
Mamá y Papá.

Emma no sabía como sentirse al respecto. Los amaba, sí, pero era raro. Todo era sumamente extraño para ella. Decidió que luego les respondería.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top