12 | The permission
.:. CHAPTER TWELVE .:.
( EL PERMISO)
Ron, Emma y Hermione se encontraban en la sa común charlando sobre cualquier cosa mientras esperaban que Harry volviera de su entrenamiento de quidditch.
—¿Qué no sabes hacer?
—¿Por qué lo dices?
—Me di cuenta que bailas muy bien —explicó Ron.
Emma frunció el ceño, confundida—. ¿Cuándo?
—En el Caldero Chorreante —respondió Hermione—. La tarde en la que llegamos, cuando subiste a la habitación, pues… bueno.
—Eso —sonrió Emma—. Se me da fatal, Ron —le dijo.
—¿Qué dices? ¿Fatal? Deberías apreciar lo que haces.
—No soy gran fanática de bailar —admitió la castaña.
—¿Quiere decir que no me enseñarias? —Ron fingió ofenderse.
—Si algún día decides conquistar a tu amor secreto bailando, te ayudaré —rio Emma. La castaña se volvió cuando escuchó que el retrato se abría.
Emma se puso en pie rápidamente para recibir a su mejor amigo. Harry le dió una breve beso a la castaña en la mejilla para después regresar a donde estaban Ron y Hermione.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Harry, hablando sobre el revuelo que había en la sala común.
—Primer fin de semana en Hogsmeade —respondió Ron, señalando una nota que había aparecido en el viejo tablón de anuncios—. Finales de Octubre. Halloween.
—Estupendo —dijo Fred, que había aparecido detrás de Harry—. Tengo que ir a la tienda de Zonko: casi no me quedan bombas fetidas. ¿Cómo has estado hermanita mía? —le preguntó a Emma.
—Bien, supongo —contestó Emma, quien en ese momento vió como Harry se desplomaba a su lado.
Las chicas entendieron lo que le pasaba.
—Harry, estoy segura de que podrás ir la próxima vez —le consoló Hermione—. Van a atrapar a Black enseguida. Ya lo han visto una vez.
—Black no está tan loco como para intentar nada en Hogsmeade. Pregúntale a McGonagall si puedes ir ahora, Harry. Pueden pasar años hasta la próxima ocasión.
—Eso no ayuda mucho —masculló Emma.
—¡Ron! —dijo Hermione—. Harry tiene que permanecer en el castillo… probablemente Emma también debería…
—Harry no puede ser el único de tercero que no vaya, y no le puedes prohibir nada a Emma. Vamos, Harry, pregúntale a McGonagall…
—Sí, lo haré —dijo Harry, decidiéndose.
Emma frunció los labios. La idea de acomplar a Harry a Hogsmeade le agradaba, pero dadas las circunstancias, no creía que fuera lo mejor.
Hermione abrió la boca para sostener la opinión contraría, pero en ese momento Crookshanks y Felix saltaron al regazo de sus dueñas.
A Crookshanks una araña muerta y grande le colgaba de la boca.
—¿Tiene que comerse eso aquí delante? —preguntó Ron frunciendo el entrecejo.
—Bravo, Crookshanks, ¿la has atrapado tú solito? —dijo Hermione.
Crookshanks masticó y tragó despacio la araña, con los ojos insolentemente fijos en Ron.
Emma mientras tanto fijó su mirada en Felix. A él no le colgaba una araña de la boca, pero si que tenía una cajita pequeña.
—¡Felix! —exclamó la castaña—. No tienes que acercarte al que se te cruce.
Emma tomó la caja que el gato dejó caer en su regazo antes de saltar al de Harry. Felix comenzó a lamer la cara del azabache, como si se disculpara por algo.
—A mi no me pidas perdón —le dijo Harry, sonriendo, mientras le daba caricias al gato—. Pídeselo a ella. Después de todo, yo no te regañé.
—Muy gracioso, Potter —dijo Emma mientras abría la caja, que por cierto, no pesaba nada.
Dentro de la caja había una pequeña nota que decía:
Me gustaría poder hablar contigo y podernos conocer mejor, ¿que te parece?
Podríamos vernos en las tres escobas en Hogsmeade, estoy seguro de que irás.
Espero verte allí.
T. N
Emma guardó silencio. La verdad es que rechazarlo no era parte de ella, paro dado el caso en que Harry no podría salir, lo mejor sería rechazar la propuesta de Nott.
—Ya sé porque te comportas así —le dijo Emma en tono severo al gato, que seguía en el regazo de Harry—. Procura no acércarte a personas que no conoces, ¿sí? Puedes ir con Crookshanks a donde te plazca.
—Serás una madre muy estricta —dijo Harry en modo de burla—. No me quiero imaginar cuando nues…
—¿Qué querías decir, eh, Harry? —preguntó Dean Thomas que se encontraba muy cerca de ellos.
—Nada.
Harry se agachó y comenzó a buscar su pergamino y su pluma, para terminar su tarea de Astronomía.
—Ojo, Emma, "sus hijos" —se burló Seamus Finnigan, alzando las cejas.
La castaña se sonrojó hasta más no poder, esperando que nadie lo notará, mientras cargaba a Felix en sus brazos.
—¡EH! —El gritó de Ron hizo sobresaltar a Emma—. ¡SUELTA, ESTÚPIDO ANIMAL!
Crookshanks clavaba profundamente sus garras en la mochila de Ron, donde se encontraba Scabbers en ese momento.
Ron intentó arrebatar la mochila a Crookshanks, pero el gato siguió aferrándola con sus garras, bufando y rasgándola.
—¡No le hagas daño, Ron! —gritó Hermione. Todos miraban. Ron dió vueltas a la mochila, con Crookshanks agarrado todavía a ella, y Scabbers salió dando un salto…
Emma tuvo que aferrar a Felix con fuerza, quien intentaba salir detrás de la rata, al igual que Crookshanks.
—¡SUJETEN A ESE GATO! —gritó Ron en el momento en que Crookshanks soltaba los restos de la mochila, saltaba sobre la mesa y perseguía a la aterrorizada Scabbers.
George Weasley se lanzó sobre Crookshanks, pero no lo atrapó; Scabbers pasó como un rayo entre veinte pares de piernas y se fue a ocultar bajo una vieja cómoda. Crookshanks patinó y frenó, se agachó y se puso a dar zarpasos con una pata delantera.
Ron y Hermione se apresuraron a echarse sobre él. Hermione tomó a Crookshanks por el lomo y lo levantó. Ron se tendió en el suelo y sacó a Scabbers con alguna dificultad, tirando de la cola.
—
¡Mírala! —le dijo a Hermione hecho una furia, poniéndole a Scabbers delante de los ojos—. ¡Está en los huesos! Mantén a ese gato lejos de ella.
—¡Crookshanks no sabe lo que hace! —dijo la joven con voz temblorosa—. ¡Todos los gatos persiguen a las ratas, Ron!
—¡Hay algo extraño en ese animal! —dijo Ron, que intentaba persuadir a la frenética Scabbers de que volviera a meterse en su bolsillo—. Me oyó decir que Scabbers estaba en la mochila.
—Vaya, que tontería —dijo Hermione, hartándose—. Lo que pasa es que Crookshanks la olió. ¿Cómo si no crees que…?
—¡Ese gato la ha tomado contra Scabbers! —dijo Ron, sin reparar en cuantos había a su alrededor; que empezaban a reírse—. Y Scabbers estaba aquí primero. Y está enferma.
Ron se marchó enfadado, subiendo por las escaleras hacia los dormitorios de los chicos.
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AL DÍA SIGUIENTE, RON SEGUÍA ENFADADO CON Hermione. Apenas habló con ella durante la clase de Herbología, aunque Harry, Emma, Hermione y él trabajaban juntos con la misma Vainilla de viento.
A Emma la actitud de Ron le parecía algo absurda, pero a la vez lo comprendía. Ella también estaría enfadada si alguien se intentara comer a su mascota. Pero Ron también debía de entender a Hermione. Crookshanks ya no era una cría a la cual se le podía enseñar que hacer y que no, el gato ya tenía su edad, y Hermione no podía hacer más de lo que podía.
—¿Cómo está Scabbers? —le preguntó Hermione acobardada, mientras arrancaban a la planta unas vainas gruesas y rosáceas, y vaciaban las brillantes habas en un balde de madera.
—Está escondida debajo de mi cama, sin dejar de temblar —dijo Ron malhumorado, errando la puntería y derramando las habas por el suelo del invernadero.
—¡Cuidado, Weasley, cuidado! —gritó la profesora Sprout, al ver que las habas retoñaban ante sus ojos.
Luego tuvieron Transformaciones. Al principio de la hilera, Lavender Brown estaba llorando. Parvati la rodeaba con el brazo y explicaba algo a Seamus Finnigan y a Dean Thomas, que escuchaban muy serios.
—¿Qué ocurre, Lavender? —preguntó preocupada Emma, cuando ella, Harry, Ron y Hermione se acercaron al grupo.
—Esta mañana ha recibido una carta de casa —susurró Parvati—. Se trata de su conejo Binky. Un zorro lo ha matado.
—Lo siento tanto, Lavender —dijo Emma, abrazándola de lado.
—¡Tendría que habérmelo imaginado! —dijo Lavender en tono trágico—. ¿Saben que día es hoy?
—Eh…
—¡16 de octubre! ¡«Eso que temes ocurrirá el 16 de octubre»! ¿Se acuerdan? ¡Tenía razón!
Toda la clase se acaba de reunir alrededor de Lavender. Seamus cabeceó con pesadumbre. Hermione titubeó. Luego dijo:
—Tú, tú… ¿temías que un zorro matara a Binky?
—Bueno, no necesariamente un zorro —dijo Lavender; alzando la mirada hacia Hermione y con los ojos llenos de lágrimas—. Pero tenía miedo de que muriera.
—Vaya —dijo Hermione. Volvió a guardar silencio. Luego preguntó—: ¿Era viejo?
—No… —dijo Lavender sollozando—. ¡So… sólo era una cría!
Parvati le estrechó los hombros con más fuerza.
—Pero entonces, ¿por qué temías que muriera? —preguntó Hermione. Parvati la fulminó con la mirada—. Bueno, mírenlo lógicamente —añadió Hermione hacia el resto del grupo— lo que quiero decir es que…, bueno, Binky ni siquiera a muerto hoy. Hoy es cuando Lavender ha recibido la notica… Y no puede haberlo temido, porque la ha pillado completamente por sorpresa.
Emma estaba de acuerdo con Hermione sobre que la Adivinación era una red inexacta de la magia, pero decir eso en ese momento no se le hacia apropiado.
—No le hagas caso, Lavender —dijo Ron—. Las mascotas de los demás no le importan en absoluto.
La profesora McGonagall abrió en ese momento la puerta del aula, lo que tal vez fue una suerte. Hermione y Ron se lanzaban miradas asesinas, y al entrar en el aula se sentaron uno a cada lado de sus amigos y no se dirigieron la palabra en toda la hora.
—¡Un momento, por favor! —dijo la profesora McGonagall en voz alta, cuando los alumnos empezaban a salir—. Dado que todos son de Gryffindor; como yo, deberán entregarme sus autorizaciones antes de Halloween. Sin autorización no hay visita el pueblo, así que no se olviden.
Neville levantó la mano.
—Perdone, profesora. Yo… creo que he perdido…
—Tu abuela me la envió directamente, Longbottom —dijo la profesora McGonagall—. Pensó que era más seguro. Bueno, eso es todo, pueden salir.
—Pregúntaselo ahora —le susurró Ron a Harry.
—Ah, pero… —fue a decir Hermione
—Adelante, Harry —le incitó Ron con testarudez.
Mientras Harry hablaba con la profesora McGonagall, Emma buscaba su permiso, el cual estaba segura que había guardado.
—Ay, no…
—¿Qué sucede? —preguntó Ron.
—No encuentro mi permiso —explicó Emma.
—¿¡Qué!? —escandalizó Ron.
—Luego lo buscaré, no importa —lo calmó la castaña.
A los pocos minutos Harry se acercó a sus amigos negando con la cabeza.
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RON LLAMÓ DE TODO A LA PROFESORA McGonagall y eso les pareció muy mal a las chicas. Hermione puso cara de «mejor así», lo cual consiguió a enfadar a Ron aún más. Emma se sentía algo desanimada por no poder ir a Hogsmeade —ya que su permiso nunca apareció— pero le alegraba el que se quedaría hacerle compañía a Harry.
—Por lo menos les queda el banquete. Ya saben, el banquete de la noche de Halloween.
—Sí —aceptó Harry con tristeza—. Genial.
—Yo me quedaré contigo —le dijo Emma—. A menos que mi compañía sea la peor del mundo. En ese caso, te dejaré hundirte en tu tristeza.
Harry río vagamente para luego mover los labios pronunciando «Gracias».
Emma le sonrió de vuelta para luego volver su mirada a el libro que estaba escribiendo, sin darse cuenta que Harry gesticulo algo más.
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