11 | Defense against the dark arts

.:. CHAPTER ELEVEN .:.
( DEFENSA CONTRA LAS ARTES OSCURAS )

—Deberían haber terminado de añadir los ingredientes —le dijo Snape a los alumnos—. Está poción  tiene que cocerse antes de que pueda ser ingerida. No se acerquen mientras está hirviendo. Y luego probaremos la de Longbotton…

Crabbe y Goyle rieron abiertamente al ver a Neville azorado y agitando su poción sin parar. Hermione le murmuraba instrucciones por la comisura de la boca, para que Snape no la viera. Harry y Ron recogieron los ingredientes no usados y fueron a lavarse las manos, mientras Emma esperaba un poco.

—¿A qué te referías? —preguntó la castaña mirándolo de reojo—. Malfoy, habla.

—Pronto lo averiguaras. Claro, si no mueres antes, Williams.

Emma esperaba por una vez una respuesta madura, pero simplemente dijo idioteces como siempre. Rodó los ojos y se fue a lavar las manos, mientras que Harry y Ron regresaban.

Cuando faltaba poco para terminar la clase, Snape se dirigió con paso firme a Neville, que se encogió de miedo al lado de su caldero. Emma esperaba que Neville hubiera hecho bien lo que lo indicó Hermione, no quería que Snape lo hiciera pasar otro mal rato.

Para suerte de Neville, la poción estaba perfecta, y Trevor no tuvo que morir ese día. Pero claro que Snape no estaba feliz, y como siempre, se desquitó con Gryffindor.

—Cinco puntos menos para Gryffindor —dijo—. Le dije que no lo ayudara, señorita Granger. Pueden retirarse.

Harry, Ron, Emma y Hermione subieron las escaleras hasta el vestíbulo. Emma meditaba lo que le había dicho Malfoy, aunque no le tomaba gran importancia, en tanto que Ron estaba furioso por lo de Snape.

—¡Cinco puntos menos para Gryffindor porque la poción estaba bien hecha! ¿Porque no mentiste, Hermione? ¡Deberías haber dicho que lo hizo Neville solo!

Ella no contestó. Ron miró a su alrededor.

—¿Dónde está Hermione?

Harry y Emma también se volvieron. Estaban en la parte superior de las escaleras, viendo pasar al resto de la clase que se dirigía al Gran Comedor para almorzar.

—Venía detrás de nosotros —dijo Ron, frunciendo el entrecejo.

—No hagas eso Hermione… —mumuró la castaña en voz muy baja, cerrando los ojos y volviéndose.

Malfoy los adelantó, flanqueando por Crabbe y Goyle. Dirigió a Harry una sonrisa de suficiencia y desapareció.

—Ahí está —dijo Harry.

Hermione jadeaba un poco al subir las escaleras a toda velocidad. Con una mano sujetaba la mochila; con la otra sujetaba algo que llevaba metido en la túnica. Algo que Emma sabía muy bien lo que era.

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó Ron.

—¿El qué? —preguntó a su vez Hermione, reuniéndose con ellos.

—Hace un minuto venías detrás de nosotros y un instante después estabas al pie de las escaleras.

—¿Qué? —Hermione parecía un poco confusa—. ¡Ah, tuve que regresar para recoger una cosa! ¡Oh, no…!

En la mochila de Hermione se había abierto una costura.

—¿Por qué llevas encima todos esos libros? —le preguntó Ron.

—Ya sabes cuántas asignaturas estudio —dijo Hermione casi sin aliento—. ¿No me podrías sujetar éstos?

—Pero… —Ron daba vueltas a los libros que Hermione le había pasado y miraba las tapas—. Hoy no tienes esas asignaturas. Esta tarde sólo hay Defensa Contra las Artes Oscuras.

—Ya —dijo Hermione, pero volvió a meter todos los libros en la mochila, como si no la hubieran comprendido—. Espero que haya algo bueno para comer. Me muero de hambre —añadió, y junto a Emma caminaron hacia el Gran Comedor.

—Debes ser más cuidadosa, Her —le dijo Emma, mientras la ayudaba a llevar algunos libros.

—Sí, lo sé, se me pasó —se disculpó Hermione—. Pero bueno, ¿te han vuelto a hablar?

—No lo han hecho.

—Claro que en gran parte es por Harry —dijo Hermione con una sonrisa divertida.

—¿A qué te refieres?

—Harry no se despega de ti ni por un segundo, y más cuando estamos cerca de los Slytherin —explicó Hermione con diversión.

Emma se sonrojo levemente y le dió un pequeño empujoncito a Hermione en el hombro.










EL PROFESOR LUPIN NO ESTABA EN EL AULA CUANDO llegaron a su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Todos se sentaron, sacaron los libros, las plumas y los pergaminos, y estaban hablando cuando por fin llegó el profesor. Lupin sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero parecía más sano que en el tren, como si hubiera tomado unas cuantas comidas abundantes.

—Buenas tardes —dijo—. ¿Podrían, por favor; meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitarán las varitas mágicas.

La clase cambió miradas de curiosidad mientras recogía los libros. Nunca habían tenido una clase práctica de Defensa Contra las Artes Oscuras, a menos que se contara la memorable clase del año anterior, en que el antiguo profesor había llevado una jaula de duendecillos y los había soltado en clase. 

—Bien —dijo el profesor Lupin cuando todo el mundo estuvo listo—. Si tienen la amabilidad de seguirme…

Desconcertados pero con interés, los alumnos se pusieron en pie y salieron del aula con el profesor Lupin. Este los condujo a lo largo del desierto corredor. Doblaron una esquina. Al primero que vieron fue a Peeves el poltergeist, que flotaba boca abajo en medio del aire y tapaba con un chicle el ojo de una cerradura. Peeves no levantó la mirada hasta que el profesor Lupin estuvo a medio metro. Entonces sacudió los pies de dedos retorcidos y se puso a cantar una monótona canción:

—Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin…

Aunque casi siempre era desobediente y maleducado, Peeves solía tener algún respeto por los profesores. Todos miraron de inmediato al profesor Lupin para ver cómo se lo tomaría. Ante su sorpresa, el mencionado seguía sonriendo.

—Yo en tu lugar quitaría ese chicle de la cerradura, Peeves —dijo amablemente—. El señor Filch no podrá entrar a por sus escobas.

Pero Peeves no prestó atención al profesor Lupin, salvo para soltarle una sonora pedorreta.

El profesor Lupin suspiró y sacó la varita mágica.

—Es un hechizo útil y sencillo —dijo a la clase, volviendo la cabeza—. Por favor; estén atentos.

Alzó la varita a la altura del hombro, dijo ¡Waddiwasi! y apuntó a Peeves.

Con la fuerza de una bala, el chicle salió disparado del agujero de la cerradura y fue a taponar la fosa nasal izquierda de Peeves; éste ascendió dando vueltas como un remolino y se alejó como un bólido, zumbando y echando maldiciones.

—¡Increíble, profesor! —dijo Dean Thomas, asombrado.

—Gracias, Dean —respondió el profesor Lupin, guardando la varita—. ¿Continuamos?

Se pusieron otra vez en marcha, mirando al desaliñado profesor Lupin con creciente respeto. Los condujo por el corredor y se detuvo en la puerta de la sala de profesores.

—Entren, por favor —dijo el profesor Lupin abriendo la puerta y cediendo el paso.

En la sala de profesores, una estancia larga, con paneles de madera en las paredes y llena de sillas viejas y dispares, no había nadie salvo un profesor Snape. Estaba sentado en un sillón bajo y observó a la clase mientras ésta penetraba en la sala. Cuando el profesor Lupin entró y cerró la puerta tras él, dijo Snape:

—Déjela abierta, Lupin. Prefiero no ser testigo de esto. —Se puso de pie y pasó entre los alumnos. Ya en la puerta, giró sobre sus talones y dijo—: Posiblemente no le haya avisado nadie, Lupin, pero Neville Longbotton está aquí. Yo le aconsejaría no confiarle nada difícil. A menos que la señorita Granger le esté susurrando las instrucciones al oído. Ah, por cierto, la señorita Williams siempre trata de llamar la atención y no dejá participar a nadie. Es solo una recomendación.

Emma no hizo ni dijo nada, pero no pudo evitar sentirse mal. Tal vez fuera cierto, aunque ella no lo buscase. Harry echó una mirada fulminante; primero se metía con Neville y Hermione, y luego con su Emma.

El profesor Lupin había alzado las cejas.

—Tenía la intención de que Neville me ayudara en la primera fase de la operación, y estoy seguro de que lo hará muy bien. Con respecto a Emma, estoy seguro de que es una gran estudiante al igual que una gran persona. Estoy seguro de que todos participarán en la clase.

Snape torció el gesto, pero salió de la sala dando un portazo.

—No lo escuches —le susurró Harry a Emma, tomando su mano con disimulo.

—No lo hago —respondió la castaña alzando su mirada—. Nunca lo he hecho. Siempre a tenido un odio inexplicable hacia nosotros, sobre todo hacía ti.

Lupin vió a los dos jóvenes tomados de la mano y mirándose con tanto cariño que no pudo evitar sentirse nostálgico. En ese aspecto Emma y Harry no se parecían para nada a los padres de la castaña, ellos simplemente parecían no soportar ni verse en pintura.

—Ahora —dijo el profesor Lupin llamando la atención del fondo de la clase, donde no había más que un viejo armario en el que los profesores guardaban las togas y túnicas de repuesto. Cuando el profesor Lupin se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared.

»No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad el profesor Lupin cuando algunos de los alumnos se echaron hacia atrás, alarmados—. Hay un boggart ahí dentro.

Neville dirigió al profesor Lupin una mirada de terror y Seamus Finnigan vió con aprensión moverse el pomo de la puerta.

—A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió el profesor Lupin—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario debajo del fregadero… En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pared. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?

Hermione levantó la mano rápidamente, esperando a que su amiga hiciera lo mismo, pero Emma no lo hizo. No tenía planeado interrumpir y no darles una oportunidad a los demás.

—Es un ser que cambia de forma —dijo Hermione, frunciendo un poco el entrecejo por la acción de su amiga—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.

—Yo no lo podría haber explicado mejor —admitió el profesor Lupin—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir; se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa —prosiguió el profesor Lupin, optando por no hacer caso de los balbuceos de terror de Neville— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Harry?

Harry no podía concentrarse mucho con Hermione cerca de él levantando la mano, pero al girar la cabeza y encontrar la mirada de su mejor amiga, quien le sonrió de lado, intentó concentrarse:

—¿Porque somos muchos y no sabe por qué forma decidirse?

—Exacto —dijo el profesor Lupin—. Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir; en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba ni gota de miedo. El hechizo para vencer a un boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental. Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tienen que hacer es obligarle a que adopte una forma que ustedes encuentren cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repitan conmigo: ¡Riddíkulo!

¡Riddíkulo! dijeron todos a la vez.

—Bien —dijo el profesor Lupin—. Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como ven, la palabra sola no basta. Y aquí es donde entras tú, Neville.

El armario volvió a temblar. Aunque no tanto como Neville, que avanzaba como si se dirigiera a la horca.

—Tranquilo Nev, no te hará daño —le dijo Emma cuando pasó por su lado.

—Bien, Neville —prosiguió el profesor Lupin—. Empecemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo? —Neville movió los labios, pero no dijo nada—. Perdona, Neville, pero no he entendido lo que has dicho —dijo el profesor Lupin, sin enfadarse.

Neville miró a su alrededor, con ojos despavoridos, como implorando ayuda. Luego dijo en un susurro:

—El profesor Snape.

Casi todos se rieron. Incluso Neville se sonrió a modo de disculpa. El profesor Lupin, sin embargo, parecía pensativo.

—El profesor Snape… mm… Neville, creo que vives con tu abuela, ¿es verdad?

—Sí —respondió Neville, nervioso—. Pero no quisiera tampoco que el boggart se convirtiera en ella.

—No, no. No me has comprendido —dijo el profesor Lupin, sonriendo—. Lo que quiero saber es si podrías explicarnos cómo va vestida tu abuela normalmente.

Neville estaba asustado, pero dijo:

—Bueno, lleva siempre el mismo sombrero: alto, con un buitre disecado encima; y un vestido largo… normalmente verde; y a veces, una bufanda de piel de zorro.

—¿Y bolso? —le ayudó el profesor Lupin.

—Sí, un bolso grande y rojo —confirmó Neville.

—Bueno, entonces —dijo el profesor Lupin—, ¿puedes recordar claramente el atuendo, Neville? ¿Eres capaz de verlo mentalmente?

—Sí —dijo Neville, con inseguridad, preguntándose qué pasaría a continuación.

—Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Neville, adoptará la forma del profesor Snape —dijo Lupin—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en voz alta: ¡Riddíkulo!, concentrándote en el atuendo de tu abuela. Si todo va bien, el boggart-profesor Snape tendrá que ponerse el sombrero, el vestido verde y el bolso grande y rojo.

Hubo una carcajada general. El armario tembló más violentamente.

—Sí a Neville le sale bien :añadió el profesor Lupin—, es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquen un momento a pensar en lo que más miedo les da y en cómo podrían convertirlo en algo cómico…

La sala se quedó en silencio. Emma meditó… ¿qué era lo que más le aterrorizaba en el mundo?

Lo primero que le vino a la mente fueron las serpientes, el horrible recuerdo que tenía con ellas. Pero su mente siguió divagando por horribles recuerdos de su infancia, o cosas que le atemorizaban. Sin poder evitarlo su mayor miedo llegó a su cabeza: la muerte. Tenía miedo a morir, claro, pero lo que más miedo le daba era ver morir a sus seres queridos.

Emma abrió los ojos al sentir a Harry estremecerse. Le dió una caricia en su mano con el dedo pulgar mientras observaba a sus demás compañeros, quienes tenían los ojos fuertemente cerrados.

Ron murmuraba para sí:

—Arrancarle las patas.

Emma sabía a que se refería. El mayor miedo de Ron eran las arañas.

—¿Todos preparados? —preguntó el profesor Lupin.

Todos asintieron con la cabeza y se arremangaron.

—Nos vamos a echar todos hacia atrás, Neville —dijo el profesor Lupin—, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante… Ahora todos hacia atrás, así Neville podrá tener sitio para enfrentarse a él.

Todos se retiraron, arrimándose a las paredes, y dejaron a Neville solo, frente al armario. Estaba pálido y asustado, pero se había arremangado la túnica y tenía la varita preparada.

—A la de tres, Neville —dijo el profesor Lupin, que apuntaba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una… a las dos… a las tres… ¡ya!

Un haz de chispas salió de la varita del profesor Lupin y dió en el pomo de la puerta. El armario se abrió de golpe y el profesor Snape salió de él, con su nariz ganchuda y gesto amenazador. Fulminó a Neville con la mirada.

Neville se echó hacia atrás, con la varita en alto, moviendo la boca sin pronunciar palabra. Snape se le acercaba, ya estaba a punto de agarrarlo por la túnica…

—¡Ri… Riddíkulo! —dijo Neville.

Se oyó un chasquido como de látigo. Snape tropezó: llevaba un vestido largo ribeteado de encaje y un sombrero alto rematado por un buitre apolillado. De su mano pendía un enorme bolso rojo.

Hubo una carcajada general. El boggart se detuvo, confuso, y el profesor Lupin gritó:

—¡Parvati! ¡Adelante!

Parvati avanzó, con el rostro tenso. Snape se volvió hacia ella. Se oyó otro chasquido y en el lugar en que había estado Snape apareció una momia cubierta de vendas y manchas de sangre; había vuelto hacia Parvati su rostro sin ojos, y comenzó a caminar hacia ella, muy despacio, arrastrando los pies y alzando sus brazos rígidos…

—¡Riddíkulo! —gritó Parvati.

Se soltó una de las vendas y la momia se enredó en ella, cayó de bruces y la cabeza salió rodando.

—¡Seamus! —gritó el profesor Lupin.

Seamus pasó junto a Parvati como una flecha.

¡Crac! Donde había estado la momia se encontraba ahora una mujer de pelo negro tan largo que le llegaba al suelo, con su rostro huesudo de color verde: una banshee. Abrió la boca completamente y un sonido sobrenatural llenó la sala.

—¡Riddíkulo! —gritó Seamus.

La banshee emitió un sonido ronco y se llevó la mano al cuello. Se había quedado afónica.

¡Crac! La banshee se convirtió en una rata que intentaba morderse la cola, dando vueltas en un círculo; a continuación… ¡crac!, se convirtió en una serpiente de cascabel que se deslizaba retorciéndose, y luego… ¡crac!, en un ojo inyectado en sangre.

—¡Esta despistado! —gritó Lupin—. ¡Lo estamos logrando! ¡Dean!

Dean se adelantó.

¡Crac! El ojo se convirtió en una mano amputada que se dio la vuelta y comenzó a arrastrarse por el suelo como un cangrejo.

—¡Riddíkulo! —gritó Dean.

Se oyó un chasquido y la mano quedó atrapada en una ratonera.

—¡Excelente! ¡Ron, te toca!

Ron se dirigió hacia delante.

¡Crac!

Algunos gritaron. Una araña gigante, de dos metros de altura y cubierta de pelo, se dirigía hacia Ron chascando las pinzas amenazadoramente. Por un momento, Emma pensó que Ron se había quedado petrificado. Pero entonces…

—¡Riddíkulo! —gritó Ron.

Las patas de la araña desaparecieron y el cuerpo empezó a rodar. Lavender Brown dió un grito y se apartó de su camino a toda prisa. El cuerpo de la araña fue a detenerse a los pies de Harry. Pero algo que Emma nunca supo muy bien qué, la hizo intervenir.

Emma se colocó adelante de Harry y entonces…

¡Crac!

El cuerpo sin patas de la araña se convirtió en algo horrendo. Todos comenzaron a murmurar y alejarse del lugar.

—¿Qué hiciste? —murmuró una voz en su oído.

Los ojos de la castaña se cristalizaron cuando observó lo que se encontraba a sus pies. Ahí, inmóviles y llenos de sangre por todas partes se encontraba su familia y sus amigos… Todos ellos ya no tenían una sola gota de vida. La castaña se quedó petrificada en su lugar.

—¡Aquí! —gritó el profesor Lupin de pronto, avanzando rápido hacia Emma.

¡Crac!

Los cuerpos sin vida desaparecieron. Durante un segundo todos miraron a Emma con los ojos bien abiertos, luego comenzaron a buscar a su alrededor a boggart. Entonces vieron una esfera de un blanco plateado que flotaba en el aire, delante de Lupin, que dijo ¡Riddíkulo! casi con desgana.

¡Crac!

—¡Adelante, Neville, y termina con él! —dijo Lupin cuando el boggart cayó al suelo en forma de cucaracha. ¡Crac! Allí estaba de nuevo Snape. Esta vez, Neville avanzó con desición.

—¡Riddíkulo! —gritó, y durante una fracción de segundo vislumbraron a Snape vestido de abuela, antes de que Neville emitiera una sonora carcajada y el boggart estallará en mil volutas de humo y desapareciera.

—¡Muy bien! —gritó el profesor Lupin—. Muy bien, Neville. Todos lo han hecho muy bien. Veamos… cinco puntos para Gryffindor para cada uno de los que se han enfrentado al boggart… Diez por Neville, porque lo hizo dos veces. Y inco por Hermione y otros cinco por Harry.

—Pero yo no he intervenido —dijo Harry.

—Tú y Hermione contestaron correctamente a mis preguntas al comienzo de la clase —dijo Lupin sin darle importancia—. Muy bien todo el mundo. Ha sido una clase estupenda. Como deberes, van a tener que leer la lección sobre los boggarts y hacer un resumen. Me lo entregaran el lunes. Eso es todo.

Los alumnos abandonaron entusiasmados la sala de profesores.

Emma lo único que quería era poder borrar de su mente lo que acaba de ver. Tenía miedo, ¿y si algo así llegará a suceder?

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