03 | Sirius Black wanted?


.:. CHAPTER THREE .:.
(¿SIRIUS BLACK NOS BUSCA? )

Aquella noche la cena resultó muy agradable. Tom, el tabernero, junto tres mesas del comedor; y los siete Weasley, Harry, Emma y Hermione tomaron los cinco deliciosos platos de la cena.

—¿Cómo iremos a King’s Cross mañana, papá? —preguntó Fred en el momento en que probaban un suculento pudín de chocolate.

—El Ministerio pone a nuestra disposición un par de coches —respondió el señor Weasley.

Todos lo miraron.

—¿Por qué? —preguntó Percy con curiosidad.

—Por ti, Percy —dijo George muy serio—. Y pondrán banderitas en el capó, con las iniciales «P. A.» en ellas...

—Por «Presumido del Año» —dijo Fred.

Todos, salvo Percy y la señora Weasley, soltaron una carcajada. Emma hubiera querido evitar reírse, pero simplemente no pudo contenerse.

—¿Por qué nos proporciona coches el Ministerio, padre? —preguntó Percy
con voz de circunstancias.

—Bueno, como ya no tenemos coche, me hacen ese favor; dado que soy
funcionario.

Lo dijo sin darle importancia, pero Emma notó que las orejas se le habían
puesto coloradas, como las de Ron cuando se azoraba.

—Menos mal —dijo la señora Weasley con voz firme—. ¿Se dan cuenta de la cantidad de equipaje que llevan entre unos y otros? Qué buena estampa harían en el metro muggle... Lo tienen ya todo listo, ¿verdad?

—Ron no ha metido aún las cosas nuevas en el baúl —dijo Percy con tono
de resignación—. Las ha dejado todas encima de mi cama.

—Lo mejor es que vayas a preparar el equipaje, Ron, porque mañana por la mañana no tendremos mucho tiempo —le reprendió la señora Weasley.

Ron miró a Percy con cara de pocos amigos.

Después de la cena todos se sentían algo pesados y adormilados. Uno por uno fueron subiendo las escaleras hacia las habitaciones, para ultimar el equipaje del día siguiente.

Emma ya tenía todo listo, por lo que decidió ir a la habitación de Hermione ayudarle y, así también, poder contarle sobre los nombres que le mencionó su abuelo en su última carta.

—¿Estás segura de que son Joseph Walk y Alhena Miller? —preguntó Hermione mientras cerraba su baúl con llave.

—Claro, ¿por qué?

—Sé algo sobre ellos —comentó, sentándose en el borde de la cama, al lado de Emma—. Joseph Walk fue jugador en el equipo de Gryffindor hace unos años, mientras que Alhena Miller fue una de las mejores estudiantes en el colegio, casi prefecta de Gryffindor… Me gustaría saber por qué razón no lo fue.

—Mione, ¿por qué crees que mi abuelo quería que investigará sobre ellos? —preguntó Emma.

—No lo sé —respondió Hermione, intentando recordar—. ¿Sabes? Tal vez Myrtle pueda ayudar.

—¿Myrtle? —repitió Emma, sin comprender

—¿Recuerdas lo que decía sobre «Las Miller»? No creo que sea pura coincidencia.

Las dos castañas hablaron durante un rato más, y decidieron que cuando tuvieran tiempo libre en el colegio, se pondrían a investigar sobre ellos.

Emma estaba volviendo a su habitación, cuando escuchó dos voces familiares gritando.

—Estaba aquí, en la mesita. Me la quité para sacarle brillo.

—No la he tocado, ¿te enteras? —gritaba Ron a su vez.

La castaña comenzó a avanzar cuando chocó con Harry.

—¿Sabes que les pasa? —le preguntó Emma.

—No tengo idea. Ven, vamos a ver.

Harry tomó su mano delicadamente y avanzaron para entrar por la puerta entreabierta.

—¿Qué ocurre? –preguntó el azabache.

—Mi insignia de Premio Anual ha desaparecido —dijo Percy volviéndose a Harry y Emma.

—Lo mismo ha ocurrido con el tónico para ratas de Scabbers —añadió Ron, sacando las cosas de su baúl para comprobarlas—. Puede que me lo haya olvidado en el bar...

—¡Tú no te mueves de aquí hasta que aparezca mi insignia! —gritó Percy.

—Deberían calmarse, ¿de acuerdo? —les dijo Emma—. Nosotros iremos por el tónico.

Harry y Emma se hallaban en mitad de las escaleras, que estaban muy oscuras, cuando oyeron dos voces airadas que procedían del comedor.

Eran los padres de Ron, y parecían estar discutiendo. Emma intentó irse de ahí, pero en cuanto escuchó su nombre y el de Harry, ambos se detuvieron y se acercaron a la puerta del comedor.

—No tiene ningún sentido ocultárselos —decía acaloradamente el señor Weasley—. Harry y Emma tienen derecho a saberlo. He intentado decírselo a Fudge, pero se empeña en tratarlos como a unos niños. Tienen trece años y...

—¡Arthur, la verdad les aterrorizaría! —dijo la señora Weasley en voz muy
alta—. ¿Quieres de verdad enviarlos al colegio con esa espada de Damocles? ¡Por Dios, están muy tranquilos sin saber nada!

—No quiero asustarlos, ¡quiero prevenirlos! —contestó el señor Weasley—. Ya sabes cómo son Harry, Emma y Ron, que se escapan por ahí. Se han internado en el bosque prohibido dos veces. ¡Pero no deben hacer lo mismo en este curso! ¡Cada vez que pienso lo que podía haberle sucedido la otra noche a Harry, cuando se escapó de casa...! Si el autobús noctámbulo no lo hubiera recogido, me juego lo que sea a que el Ministerio lo hubiera encontrado muerto.

—Pero no está muerto, está bien, así que ¿de qué sirve...?

—Molly: dicen que Sirius Black está loco, y quizá lo esté, pero fue lo bastante inteligente para escapar de Azkaban, y se supone que eso es imposible. Han pasado tres semanas y no le han visto el pelo. Y me da igual todo lo que declara Fudge a El Profeta: no estamos más cerca de pillarlo que de inventar varitas mágicas que hagan los hechizos solas. Lo único que sabemos con seguridad es que Black va detrás...

—Pero Harry y Emma estarán a salvo en Hogwarts.

—Pensábamos que Azkaban era una prisión completamente segura. Si Black es capaz de escapar de Azkaban, será capaz de entrar en Hogwarts.

—Pero nadie está realmente seguro de que Black vaya en pos de ellos...

Se oyó un golpe y por una reacción, Emma se apegó mucho más a su mejor amigo. Harry sonrió ante la acción de la castaña, y decidió aumentar un poco su agarre con la mano de Emma.

—Molly, ¿cuántas veces te tengo que decir que... que no lo han dicho en la
prensa porque Fudge quería mantenerlo en secreto? Pero Fudge fue a Azkaban la noche que Black se escapó. Los guardias le dijeron a Fudge que hacía tiempo que Black hablaba en sueños. Siempre decía las mismas palabras: «Está en Hogwarts, está en Hogwarts.» Black está loco, Molly, y quiere matar a Harry y estoy seguro que también va por Emma. Si me preguntas por qué, creo que Black piensa que con su muerte Quien Tú Sabes volvería al poder. Black lo perdió todo la noche en que Harry detuvo a Quien Tú Sabes. Y se ha pasado diez años solo en Azkaban, rumiando todo eso...

Se hizo el silencio.

—Bien, Arthur. Debes hacer lo que te parezca mejor. Pero te olvidas de Albus Dumbledore. Creo que nada les podría hacer daño en Hogwarts mientras él sea el director. Supongo que estará al corriente de todo esto.

—Por supuesto que sí. Tuvimos que pedirle permiso para que los guardias
de Azkaban se apostaran en los accesos al colegio. No le hizo mucha gracia, pero accedió.

—¿No le hizo gracia? ¿Por qué no, si están ahí para atrapar a Black?

—Dumbledore no les tiene mucha simpatía a los guardias de Azkaban —respondió el señor Weasley con disgusto—. Tampoco yo se la tengo, si nos ponemos así... Pero cuando se trata con alguien como Black, hay que unir fuerzas con los que uno preferiría evitar.

—Si salvan a Harry y Emma...

—En ese caso, no volveré a decir nada contra ellos —dijo el señor Weasley con cansancio—. Es tarde, Molly. Será mejor que subamos...

Oyeron mover las sillas. Tan sigilosamente como pudieron, se alejaron para no ser vistos por el pasadizo que conducía al bar.

La puerta del comedor se abrió y segundos después el rumor de pasos les indicó que los padres de Ron subían las escaleras.

Harry y Emma notaron sus manos unidas, y aunque ninguno dijo nada, ni se intentó soltar, se ruborizaron hasta las orejas.

La botella de tónico para las ratas estaba bajo la mesa a la que se habían sentado. Esperaron hasta oír cerrarse la puerta del dormitorio de los padres de Ron y volvieron a subir por las escaleras, con la botella.

Fred y George estaban agazapados en la sombra del rellano de la escalera, partiéndose de risa al oír a Percy poniendo patas arriba la habitación
que compartía con Ron, en busca de la insignia.

—La tenemos nosotros —les susurró Fred al oído—. La hemos mejorado.

En la insignia se leía ahora: Premio Asnal.

Harry y Emma lanzaron una risa forzada. Le llevaron a Ron el tónico para ratas, y Harry arrastró a la castaña hasta su habitación.

—Harry —susurró Emma con diversión, sentándose al lado del azabache, dejando caer su cabeza en su hombro.

—¿Te quedarás aquí? —preguntó Harry, mirándola a los ojos.

—Si tú lo quieres así… aquí me quedaré.

Harry le sonrió, y corrió para prestarle a Emma uno de sus suéteres, para que así pudiera descansar cómoda.

Luego de cambiarse, ambos se recostaron y se cubrieron con las cálidas mantas.

Emma sonrió entre el silencio que se había generado en la habitación—. Descansa, James —le dijo.

—Descansa, Emma —reapondió Harry, dejando un delicado beso en el cabello de la castaña.

Entonces Emma cerró los ojos, intentando dejar de pensar en lo que habían escuchado, pero no podía. ¿Quién era Sirius Black? ¿Por qué iba detrás de ella y de Harry? ¿Les quería hacer daño? Y una de las preguntas que más rondaban en su cabeza, ¿qué tenía que ver ella con él?

Harry también se había estado agobiando con preguntas sobre Black. Preguntas que no lo dejaban dormir. Pero se intentó relajar; Emma estaba con él, su mejor amiga estaba con él, e inconcientemente palabras salieron de su boca.

—Oye… te quiero.

Emma se sorprendió por un momento, pero luego, sin abrir los ojos respondió.

Yo también.






Author's note
¿Harry y Emma? Son un amor.

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