02 | Reunion
.:. CHAPTER TWO .:.
(REENCUENTRO)
Los días pasaban día a día con tanta naturalidad, atormentando a la castaña un poco más cada vez. Tal vez Emma aparentaba que la muerte de su abuelo no la afectaba mucho, pero lo cierto es que cada noche, sin falta, derramaba silenciosas lágrimas en la penumbra de su habitación.
Lastimosamente, o puede que no, la noticia de que Emma sería llevada al Caldero Chorreante un día antes de lo esperado debido a cosas sobre su abuelo fuera del país, cayó sobre ella.
Emma aceptó sin queja, pero lo cierto era que hubiera preferido aguardar en su casa por el resto del verano. Pero no tenía más que hacer. Así que, ahí estaba Emma, ordenando las sus cosas en su habitación del Caldero Chorreante lentamente.
No tardó mucho, y en cuanto terminó de organizar sus cosas bajó hasta el bar para preguntar a Tom, el tabernero, la ubicación de su amigo se encontró con quién buscaba.
—Perdona —se disculpó Emma. La castaña alzó la mirada para ver de quién se trataba, y cuando lo hizo, se quedó helada.
Era Harry.
Harry había crecido varios centímetros desde la última vez que lo vió. Su cabello negro azabache seguía como siempre de alborotado. Tras las gafas tenía unos ojos verdes brillantes, más brillantes que de costumbre, y sobre la frente, claramente visible entre el pelo, su peculiar cicatriz en forma de rayo.
Harry abrió la boca para intentar decir algo, pero las palabras simplemente no salían de su boca. El sólo miraba a su mejor amiga.
Emma también había crecido unos cuantos centímetros, pero seguía siendo un poco más baja que él. Su cabello estaba más corto que antes, y en su hermosos ojos color miel había un pequeño destello verde claro. Harry no pudo evitarlo, fue su instinto: bajó su mirada a los labios de la chica.
Guardaron silencio durante varios segundos, hasta que Emma reaccionó y se colgó del cuello de Harry. Su abrazo fue tan grande y lleno de cariño que al azabache no le costó reaccionar y aceptarlo.
—Te extrañe —susurró Emma en su oreja, provocándole al azabache un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.
—También lo hice —dijo Harry, sonriendo en el cuello de la castaña.
El abrazo parecía eterno, pero lastimosamente debía de terminar, y cuando lo hizo, ambos chicos acordaron dar un paseo por el Callejón Diagon para ponerse al día sobre sus vidas.
Caminaron a la par del otro, observando cada vitrina que les fuera posible, comprando y opinando sobre varias cosas. Llegó un momento en el que Harry decidió armarse de valor y tomar lentamente la mano de su mejor amiga, para así entrelazarla con la suya.
Emma bajó la mirada lentamente hasta sus manos unidas. Conectó su mirada con la de Harry durante un rápido segundo, en el cual ambos se sintieron tan incapaces de mantenerla.
Harry me sonrió de lado a su mejor amiga, sonrisa, que le fue devuelta al instante.
Si bien Emma todavía sentía que su mundo se desvanecía de apoco, el haberse reencontrado con Harry llenó un vacío que no sabía que estaba ahí.
( . . . )
EMMA HABÍA DECIDIDO DORMIR CON HARRY esa noche dado que se lo pidió. A la mañana siguiente Emma se despertó cuando sintió como alguien le hacía cosquillas con su cabello.
Al parecer se había hecho una agradable costumbre.
—Harry, te quiero, y mucho, pero por favor déjame dormir —dijo Emma algo adormilada, volteándose para seguir durmiendo.
—Son las once de la mañana, Dai —informó Harry con diversión—. Creo que ya dormiste bastante. Te traje el desayuno, y si no despiertas, me temo que me lo comeré yo.
—Eres cruel —se quejó Emma levantándose de a poco. Se quitó unos pelos que le caían por la cara y se sentó en la cama.
Muy inesperadamente, Harry la tomó de la mano y le entregó un tenedor a Emma, con un pedazo de fresa.
—Puedo comer yo sola ¿sabías? —dijo Emma sonriendo, para luego comer la fresa.
Harry sólo se encogió de hombros, mientras le entregaba de nuevo el tenedor a Emma, pero esta vez con un trozo de piña. Técnicamente así fue el desayuno de Emma.
Harry había disfrutado de pasar ese momento con Emma, haciéndola reír y disfrutando de la qrmonosia melodía que retumbaba en sus oídos con su risa.
Cuando terminaron con el desayuno y Emma estuvo lista para iniciar el día, bajaron al bar.
—Ya quiero ver esa escoba de carreras de la que tanto me hablaste —dijo Emma, entrelazando sus brazos y caminado hacia el Callejón Diagon.
Harry estaba muy emocionado contemplando la escoba, y cuando Emma se preguntaba cuando llegarían Ron y Hermione, alguien grito detrás de ella. Harry y Emma se volvieron.
—¡Harry! ¡Emma!
Allí estaban los dos, sentados en la terraza de la heladería Florean Fortescue. Ron y Hermione llamaban la atención con la mano.
—Hermione, no puedo soportar eso por el resto de mi vida —dijo Ron, viendo los brazos entrelazados de sus amigos.
—Pues tendrás que, Ron —dijo Hermione, mirando a sus amigos con una gran sonrisa.
En cuanto Emma llegó a donde Ron y Hermione se encontraban, no dudó ni un segundo en abrazarlos. Abrazó, que ellos recibieron muy felices.
—¡Por fin! —exclamó Ron, sonriéndoles a sus amigos de oreja a oreja cuando se sentaron—. Hemos estado en el caldero chorreante, pero nos dijeron que habías salido, Harry, y luego hemos ido a Flourish y Blotts, y al establecimiento de la señora Malkin, y...
—Compré la semana pasada todo el material escolar, y ayer Emma compró el suyo —dijo Harry—. ¿Y cómo se enteraron de que me alojo en el caldero chorreante?
—Mi padre —contestó Ron escuetamente.
Emma se quedó pensando un segundo el por qué parecía ser que Harry solo le había contando a ella dónde era que se estaba alojando.
—¿Es verdad que inflaste a tu tía, Harry? —preguntó Hermione muy sería.
—Fue sin querer —respondió Harry, mientras Ron se partía de risa—. Perdí el control.
—No te preocupes por eso, Hermione —le dijo Emma—, ayer yo ya le dí un sermón.
Con ese comentario, Ron se comenzó a reír más fuerte que antes.
—No tiene ninguna gracia, Ron —dijo Hermione con severidad—. Verdaderamente, me sorprende que no te hayan expulsado.
—No creo que lo hubieran hecho —dijo Emma—. Harry cometió Magia accidental, no intencional, si lo hubieran expulsado, hubiera sido muy injusto.
—No sólo expulsado: lo que más temía era ser arrestado —dijo Harry, luego se volvió a Ron—. ¿No sabrá tu padre por qué me ha perdonado Fudge el castigo?
—Probablemente, porque eres tú. ¿No puede ser ese el motivo? —Ron encogió los hombros, sin dejar de reírse—. El famoso Harry Potter. No me gustaría enterarme de lo que me haría a mí el Ministerio si se me ocurriera inflar a mí tía. Pero primero me tendrían que desenterrar; porque mi madre me habría matado. De cualquier manera, tú mismo le puedes preguntar a mi padre esta tarde. ¡Esta noche nos alojamos también en el Caldero Chorreante! Mañana podrán venir con nosotros a King's Cross. ¡Ah, y Hermione también se aloja allí!
La muchacha asintió con la cabeza, sonriendo.
—Mis padres me han traído esta mañana, con todas mis cosas del colegio.
—¡Estupendo! —dijo Harry, muy contento—. ¿Han comprado ya todos
los libros y el material para el próximo curso?
—Miren esto —dijo Ron, sacando de una mochila una caja delgada y alargada, y abriéndola—: una varita mágica nueva. Treinta y cinco centímetros,
madera de sauce, con un pelo de cola de unicornio. Y tenemos todos los libros. —Señaló una mochila grande que había debajo de su silla—. ¿Y qué les parecen los libros monstruosos? El librero casi se echó a llorar cuando le dijimos que queríamos dos.
—Sucedió lo mismo ayer —comentó Emma, recordando como se había puesto el librero—. El pobre no se veía nada contento con los libros.
Harry asintió con la cabeza.
—¿Qué es todo eso, Hermione? —preguntó Harry, señalando no una sino tres mochilas repletas que había a su lado, en una silla.
—Hermione se anotó en más materias que nosotros, ¿lo olvidaste? —recordò Emma con diversión, mientras Hermione asentía.
—Son mis libros de Aritmancia, Cuidado de Criaturas Mágicas, Adivinación, Estudio de las Runas Antiguas, Estudios Muggles...
—¿Para qué quieres hacer Estudios Muggles? —preguntó Ron volviéndose a Harry y poniendo los ojos en blanco—. ¡Tú eres de sangre muggle! ¡Tus padres son muggles! ¡Ya lo sabes todo sobre los muggles!
—Pero será fascinante estudiarlos desde el punto de vista de los magos —repuso Hermione con seriedad.
—¿Tienes pensado comer o dormir este curso en algún momento, Hermione? —preguntó Harry mientras Ron se reía.
—No me parece que sea gracioso —dijo Emma con seriedad.
Hermione no les hizo caso a Harry y a Ron:
—Todavía me quedan diez galeones —dijo comprobando su monedero—. En septiembre es mi cumpleaños, y mis padres me han dado dinero para
comprarme el regalo de cumpleaños por adelantado.
—¿Por qué no te compras un libro? —dijo Ron poniendo voz cándida.
—No, creo que no —respondió Hermione sin enfadarse—. Lo que más me apetece es una lechuza. Harry tiene a Hedwig, Emma tiene a Beauty y tú tienes a Errol...
—No, no es mío. Errol es de la familia. Lo único que poseo es a Scabbers. —Se sacó la rata del bolsillo—. Quiero que le hagan un chequeo —añadió, poniendo a Scabbers en la mesa, ante ellos—. Me parece que Egipto no le ha sentado bien.
Scabbers estaba más delgada de lo normal y tenía mustios los bigotes.
—Ahí hay una tienda de animales mágicos —dijo Harry—. Puedes mirar a ver si tienen algo para Scabbers. Y Hermione se puede comprar una lechuza.
Así que pagaron los helados y cruzaron la calle para ir a la tienda de animales.
No había mucho espacio dentro. Hasta el último centímetro de la pared estaba cubierto por jaulas. Olía fuerte y había mucho ruido, porque los ocupantes de las jaulas chillaban, graznaban, silbaban o parloteaban. La bruja que había detrás del mostrador estaba aconsejando a un cliente sobre el cuidado de los tritones de doble cola, así que Harry, Ron, Emma y Hermione esperaron, observando las jaulas.
Emma se acercó a una de las jaulas, donde había un pequeño gatito color gris con blanco que tenía unos lindos ojos color azul.
—Hola bonito —saludó la castaña, acercándose con cuidado. El gato comenzó a lamerle las manos de forma cariñosa. Extrañamente, Emma tenía la sensación de haberlo visto antes, era raro de explicar.
—Se llama Felix —dijo una de las vendedoras acercándose a Emma—. Realmente me sorprende su comportamiento, generalmente nunca es cariñoso con las personas. Eso ha provocado que esté en la tienda por muchos años.
Emma miró con pena al gatito. No podía creer que no quisieran a una preciosura como él. Y pensándolo bien... tenía dinero suficiente para comprar a Felix. En el poco tiempo, literalmente los pocos segundo que había estado con él, se encariñó.
—¿Cuánto? —preguntó la castaña.
—Cinco galeones, linda —respondió la mujer—. ¿Te lo llevarás?
Emma asintió. La mujer sacó al gati de la jaula y se lo entregó a la castaña.
En ese momento, Harry se acercó a ella.
—¿Lo compraste? —preguntó con curiosidad.
—No pude evitarlo —respondió Emma, mirando al gatito con felicidad. Al verla así de feliz, Harry no pudo evitar sonreír también—. ¿Me ayudas a cargarlo? Necesito sacar el dinero.
Harry asintió, y Emma le pasó el gato a sus brazos. La castaña sacó el monedero de su bolsillo, y le pagó a la mujer de la tienda.
—Mira que bonito es, Harry —dijo Emma, jugando con las patitas de gato, quien seguía en los brazos de Harry.
La mujer de la tienda, al verlos, no pudo evitar preguntar:
—¿Son pareja?
Harry y Emma se volvieron bruscamente, sonrojandose demasiado, y cuando iban a responder, un quejido los interrumpióm
—¡Ay! —Era Ron.
Ron se agachó cuando algo grande de color canela saltó desde la jaula
más alta, se le posó en la cabeza y se lanzó contra Scabbers, bufando sin
parar.
—;No, Crookshanks, no! —gritó una mujer, pero Scabbers salió disparada de sus manos como una pastilla de jabón, aterrizó despatarrada en el suelo y huyó hacia la puerta.
—¡Scabbers! —gritó Ron, saliendo de la tienda a toda velocidad, detrás de
la rata; Harry le entregó el gato a Emma y lo siguió.
Al cabo de un rato, Hermione cambió de opinión y decidió comprar al gato de color canela llamado Crookshank. Emma pagó el tónico para ratas de Ron, y ambas chicas salieron de la tienda.
—¿Has comprado ese monstruo? —preguntó Ron pasmado—. ¿También tú, Emma?
—No me resistí a sus encantos —respondió Emma.
—Es precioso, ¿verdad? —preguntó Hermione, rebosante de alegría.
—¡Hermione, ese ser casi me deja sin pelo!
—No lo hizo a propósito, ¿verdad, Crookshanks? —dijo Hermione.
—¿Y qué pasa con Scabbers? —preguntó Ron, señalando el bolsillo que tenía a la altura del pecho—. ¡Necesita descanso y tranquilidad! ¿Cómo va a
tenerlos con esos seres cerca?
—A Felix ni lo menciones —dijo Emma, acariciando al pequeño gato en sus brazos—, no ha hecho nada. Y en caso de que Felix o Crookshank hicieran algo (aunque Hermione y yo evitaremos que se acerquen a Scabbers) es su instinto.
—Eso me recuerda que te olvidaste el tónico para ratas —dijo Hermione,
entregándole a Ron la botellita roja—. Y deja de preocuparte. Crookshanks y Felix dormirán en nuestro dormitorio y Scabbers en el tuyo, ¿qué problema hay?
Cuando llegaron al Caldero Chorreante encontraron al señor Weasley sentado en el bar leyendo El Profeta.
—¡Harry! ¡Emma! —dijo levantando la vista y sonriendo—, ¿cómo están?
—Bien, gracias —dijo Harry en el momento en que él, Ron, Emma y Hermione llegaban con todas sus compras.
Emma asintió, dando a entender que estaba de acuerdo con lo que había dicho Harry.
El señor Weasley dejó el periódico, y Emma vió la fotografía de un hombre con rostro triste y pelo largo y enmarañado. Le guiñaba un ojo lentamente. En la página de periódico decía un nombre: Sirius Bkack.
—¿Todavía no lo han atrapado? —preguntó Harry.
—No —respondió el señor Weasley con el semblante preocupado—. En el
Ministerio nos han puesto a todos a trabajar en su busca, pero hasta ahora no se ha conseguido nada.
—¿Tendríamos una recompensa si lo atrapáramos? —preguntó Ron—. Estaría bien conseguir algo más de dinero...
—No seas absurdo, Ron —dijo el señor Weasley, que, visto más de cerca,
parecía muy tenso—. Un brujo de trece años no va a atrapar a Black. Lo
atraparan los guardianes de Azkaban. Ya lo verás.
En ese momento entró en el bar la señora Weasley cargada con compras y seguida por los gemelos Fred y George, que iban a empezar quinto curso en Hogwarts, Percy, último Premio Anual, y Ginny, la menor de los Weasley.
Ginny, que siempre se había sentido un poco cohibida en presencia de
Harry, parecía aún más tímida de lo normal. Se puso colorada y murmuró
«hola» sin mirarlo, y pasó de largo, ignorando completamente la presencia de Emma. Percy, sin embargo, le tendió la mano de manera solemne, como si él y Emma no se hubieran visto nunca, y les dijo:
—Es un placer verlos, Harry, Emma.
—Hola, Percy —contestó Harry, tratando de contener la risa.
—Es un gusto verte nuevamente, Percy —respondió Emma.
—Espero que estén bien —dijo Percy ceremoniosamente, estrechándole la
mano a Harry, para luego estrecharle la mano a Emma.
—Muy bien, gracias...
—¡Harry! ¡Emma! —dijo Fred, quitándoles a Percy de en medio de un codazo, y haciendo ante él una profunda reverencia—. Es estupendo verlos.
—Maravilloso —dijo George, haciendo a un lado a Fred y abrazando a Emma—. ¿Cómo esta nuestra pequeña hermanita?
Sí, bueno, en los dos últimos años Emma y los gemelos Weasley habían forjado una gran amistad, y a ellos les gustaba llamarla de esa manera. Y Emma no se quejaba, puesto que le parecía algo lindo.
—Demasiado bien —contestó la castaña con una sonrisa—. Les presento a mi pequeño hijo —dijo, mientras les enseñaba al gato gris.
—Bellísimo —dijo George.
—Realmente hermoso —añadió Fred.
—Ya vale —dijo la señora Weasley.
—¡Mamá! —dijo Fred, como si acabara de verla, y también le estrechó la
mano—. Esto es fabuloso...
—He dicho que ya vale —dijo la señora Weasley, depositando sus compras sobre una silla vacía—. Hola, Harry, Emma. Supongo que han oído ya todas nuestras emocionantes noticias. —Señaló la insignia de plata recién estrenada que brillaba en el pecho de Percy—. El segundo Premio Anual de la familia —dijo rebosante de orgullo.
—Y último —dijo Fred en un susurro.
—De eso no me cabe ninguna duda —dijo la señora Weasley, frunciendo
de repente el entrecejo—. Ya me he dado cuenta de que no los han hecho
prefectos.
—¿Para qué queremos ser prefectos? —preguntó George, a quien la sola idea
parecía repugnarle—. Le quitaría a la vida su lado divertido.
Ginny y Emma rieron.
—¿Quieres hacer el favor de darle a tu hermana mejor ejemplo? —dijo
cortante la señora Weasley.
—Ginny tiene otros hermanos para que le den buen ejemplo —respondió Percy con altivez—. Voy a cambiarme para la cena...
Se fue y George dió un suspiro.
—Intentamos encerrarlo en una pirámide —les dijo a Harry y Emma—, pero mi madre nos descubrió.
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