9. Draco Malfoy es agradable
Las cosas estaban un poco tensas en el cuarteto de Gryffindor. Resulta que el increíble resultado de Harry en las clases de Pociones se debían al libro que tenía en sus manos, el cual era propiedad de un tal “principe mestizo". Hermione, por supuesto, estaba muy molesta ya que decía que Harry hacía trampa y siempre que podía le recordaba el mal que estaba haciendo.
Era un sábado por la noche, y Harry se había ido a sus lecciones con Dumbledore —al menos eso le había explicado a Emma—. Y ya que Hermione, Ron y Emma se quedaron solos, los dos primeros aprovecharon la situación para despejar una duda que tenían hace ya unos días.
—¿Desde cuándo eres mejor amiga de Malfoy? —le preguntó Ron con evidente fastidio.
—Yo no le diría «mejor amigo», es más un… ¿conocido? —respondió Emma un poco dudativa—. ¿A qué viene esto?
—En la primera clase de Pociones te vimos hablar con él de manera muy animada —dijo Hermione.
—En realidad estaba igual de pesado que siempre —Emma se encogió de hombros, dejándose caer en el sofá de la sala común—. Aunque si debo ser sincera, a cambiado mucho.
—No salgas con que te gusta porque vomitaré aquí mismo —se adelantó Ron antes de que amiga hablara.
—¿Qué? ¡Claro que no! —dijo Emma rápidamente—. No, por supuesto que no. Lo único que digo es que ahora es… diferente. Puede parecer loco pero es amable la mayor parte del tiempo.
Ron se acercó hasta Emma y le tocó la frente con la palma de su mano.
—¿Estás segura de que te sientes bien? —preguntó—. Estás delirando.
Emma rió ligeramente—. Me encuentro perfecta.
—En realidad dudo mucho lo que dices —repuso Hermione desde su lugar—.
Tal vez… tu ruptura con Harry haga que veas…
—Eso no tiene nada que ver —Emma adoptó una expresión seria—. No deberías especular cosas, Hermione.
—Me refería a que… —Hermione parecía querer enmendar lo que hizo, pero Ron llegó a su salvación justo a tiempo.
—Mejor cuéntame qué te dijo ese idiota. Se veía muy divertido desde mi perspectiva —dijo el pelirrojo con diversión—. Vamos, Emmita, quiero saber si Malfoy es al siguiente que tendré que soportar.
Emma rodó los ojos, divertida—. No tendrás que soportar a nadie. Ya te he dicho que no me gusta, solo es amigable.
—Eso ya lo escuché antes —sonrió Ron—. Vamos, cuéntame.
Y Emma se dedicó a contarle sobre sus charlas con Draco Malfoy la última semana cada vez que se lo encontraba por los pasillos o en las clases de Pociones, que era donde compartían muchísimo más tiempo, y de vez en cuando el rubio platinado se diganaba en ayudar a la chica cuando la veía en un estado de estrés.
—Es difícil de creer —dijo Ron soltando un bostezo—. ¿Por qué lo haría?
—Siempre evita la pregunta —dijo Emma, restándole importancia—. No debeia admitirlo pero… me agrada su nueva actitud.
Ron sonrió de manera burlesca.
—Solo no lo admitas frente a Harry.
Emma suspiró—. Claro.
( . . . )
Como Hermione había predicho, los períodos libres de los de sexto año no eran las horas de maravillosa relajación que Ron habia anticipado, eran momentos los que intentaban estar al día con la enorme cantidad de deberes que les estaban mandando. No solo estaban estudiando como si tuviesen exámenes a diario, sino que las mismas clases se habían hecho más exigentes que nunca.
A Emma le estaba costando trabajo interceptar y guardar toda la nueva información que les daban a diario en clase. Tanto ella como Hermione tuvieron que pedir en varias ocasiones que repitieran las instrucciones una o dos veces más.
Los hechizos no-verbales eran ahora exigidos, no sólo en Defensa Contra las Artes Oscuras, sino también en Encantamientos y Transformaciones.
Emma trataba de relajarse un poco y ya no exigirse más del debido —aunque varías veces sentía que el mundo se le venía abajo—. Todos estaban, cómo era de esperarse, esforzándose en hacer que los hechizos funcionasen sin decir el
encantamiento en voz alta. Era un alivio ir fuera y adentrarse en los invernaderos, estaban tratando con las plantas más peligrosas hasta ese entonces en Herbologia, pero al menos tenian permitido lanzar juramentos en voz alta si la Tentácula Venenosa los agarraba inesperadamente por detrás.
Uno de los resultados de la enorme carga de trabajo y las frenéticas horas de
practicar los hechizos no-verbales fue que Harry, Ron y Hermione estaban lejos de encontrar tiempo para ir a visitar a Hagrid o si quiera hablar entre ellos. Él habia dejado de ir a las comidas en la mesa de profesores, una muy mala señal, y en las pocas ocasiones en que se habían cruzado con el por los pasillos o en los terrenos, misteriosamente no habia logrado darse cuenta de su presencia de oir sus saludos.
La única que frecuentaba con él de vez en cuando era Emma, que seguía tomando su clase junto unos cuantos alumnos de Hufflepuff y Ravenclaw. La castaña supuso que el guardabosques estaba un poco resentido, cosa que era bastante comprensible.
Aquella mañana serían las pruebas para el equipo de Quidditch, y aunque Emma se dispuso con todos los ánimos ir al campo para apoyar a su mejor amigo, una persona la detuvo a mitad de camino, sacándole un buen susto.
—¿Qué te pasa? —preguntó aún bastante sobresaltada—. ¿Quieres otro golpe como el de años atrás?
—Deténte, Emma, solo quería hablar un rato —sonrió Malfoy—. ¿Te han dejado sola una vez más? No parecer ser muy buenos amigos después de todo.
—Calláte —Emma sonrió de lado—. Yo me retarde un rato.
—Díria que te estabas besuqueando con tu novio, pero recordé que ya ni tienes.
Emma abrió su boca forma una “0” muy indignada con el comentario del muchacho y comenzó a caminar en dirección al campo. Ignorando como la llamaba.
—¡Detente, Walk! Oh, dios, si me ven siguiéndote seré la burla por el resto de sus vidas —se lamentó, tomándola de la muñeca—. Solo bromeaba contigo. Ahora entiendo cuando Adhara de quejaba de tu rencor.
—¿En serio lo hacía? —le preguntó Emma, deteniéndose por fin.
—No.
Emma rodó los ojos y lo golpeó con su libreta—. ¡Tus bromas son tan malas! Creo que por eso te detestaba.
—¿Llegó mi momento de ofenderme también? —Malfoy se cruzó de brazos—. Espera… dijiste «destesba». ¿Ya no lo haces?
—Depende de como actúes —dijo Emma firmemente—. Pero por ahora, eres de mi agrado, Malfoy.
Draco sonrió muy victorioso y metió sus manos en los bolsillo de su pantalón para comenzar a caminar en dirección contrario.
—¿Te vas y me dejas con la palabra en la boca? Que educado eres, Draco Malfoy.
—Eres tú la que no viene —rió el Slytherin—. Sé que tienes que apoyar a la co… a tu amigo Wealsey. —Se corrigió—. No te detendré.
—¡Ya lo hiciste! —exclamó Emma, siguiéndole el paso—. De verdad que careces de modales.
—¿O quieres que esté contigo?
—Tu temperamento Slytherin es muy complicado.
—Tu osadía Gryffindor es muy extraña —dijo Draco a su lado—. ¿Lo sabías, no?
—¿Osadía?
—Busca en tu diccionario, no tengo ganas de explicarte. Así qué, ¿me seguirás o irás con tu pelirrojo amigo?
—No te estoy seguiendo.
Draco sonrió con ganas, mirando a su alrededor—. A mí me parece que sí.
Emma imitó la acción de Malfoy y se fijó en que estaba en el séptimo piso, muy cerca de donde recordaba estaba ubicada la sala de Menesteres. Entre su aturdimiento, ni siquiera recordó cuando fue que entró junto a Draco a esa extraña sala —ahora— llena de múltiples artefactos extraños.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con curiosidad.
—Creo que eso es algo que no puedes saber —respondió, sacando una manzana del bolsillo de su capa—. Será mejor que regreses, Emma, tus amigos te estarán buscando.
—Pero las pruebas acaban de empezar —Emma frunció el ceño.
—Eres más distraída de lo que creía —rió Malfoy, señalando el reloj más cercano.
Emma abrió los ojos como platos y se apresuró en acomodar la mochila sobre sus hombros.
—Puedes dejarla si te molesta —ofreció el chico—. Pero ni pienses en que te llevaré, vendrás por ella luego.
—¿Gracias? —dijo Emma, desprendiéndose de su mochila y dejándola sobre un sofá lleno de libros con títulos extraños—. Te veré luego, Malfoy.
—Sí, cuando te cruces en mi camino, Walk.
Emma, antes de salir, suspiro fuertemente.
—¡Eres muy molesto cuando te lo propones!
Draco no dijo nada, solo comenzó a reír. La verdad es que ni siquiera sabía cómo era que había comenzado a convivir con la chica Gryffindor que tanto detestaba y sobre todo, era la ex novia de Potter. Pero le parecía bastante agradable, especialmente cuando ponía cara de confusión cuando llegaba a distraerse.
( . . . )
Emma comenzó a correr a través de los campos del colegio, esperando llegar a encontrar a su mejor amigo. Sin embargo cuando cruzó por enfrente de la cabaña de Hagrid, se encontró a los tres ahí admirando al hipogrifo Buckbeak.
El animal chasqueó su afiladisimo pico mientras se acercaban y giró su enorme cabeza hacia ellos.
—Oh Dios —escuchó decir a Hermione nerviosamente—. Aún está un poco asustado, ¿verdad?
—Vamos, tú lo has montado, ¿no es asi? —dijo Ron. mientras se acercaba lentamente, Emma vió como Harry daba un paso hacia adelante y se inclinaba delante del Hipogrifo sin perder contacto visual ni parpadear. Después de unos
pocos segundos, Buckbeak se hundió en una inclinación también.
—¿Cómo te fue, Ronnie? —susurró Emma, llegando por detrás de él y sacándole un buen susto.
—Eres tú —suspiró con calma—. Excelente. ¡Tengo el puesto!
Emma dió pequelos bronquitos y se acercó para abrazarlo.
—¡Me alegro muchísimo por tí! —dijo en voz baja.
—¡Hola! —dijo una voz fuerte.
Hagrid venia llegando, dando zancadas y cargando un saco de papas desde la parte trasera de su cabaña, traia puesto un gran delantal floreado. Su enorme sabueso jabalinero, Fang, estaba a sus talones. Fang dio un estruendoso ladrido y saltó hacia ellos.
—¡Aléjense de de él! Les arrancará los dedos. ¡Oh! Son ustedes.
Fang estaba saltando sobre Hermione y Ron —el cual protegió a Emma interponiéndose— intentando lamer sus orejas. Hagrid se quedó de pie y los miró a todos por unos segundos, saludó a Emma con cariño, y después giró y dio grandes pasos hacia su cabaña, cerrando la puerta de un golpe tras él.
—¿Cuando llegaste? —le preguntó Harry con curiosidad.
—Justo ahora —respondió ella secamente—. Deberían hablar con él.
Harry asintió. Se dirigió a la puerta y la
golpeó estruendosamente.
—¡Hagrid! ¡Abre la puerta, queremos hablar contigo!
No se produjo sonido alguno desde adentro.
—Si no abres la puerta, ¡La volaremos! —dijo Harry sacando su varita.
—¡Harry! —dijo Hermione conmocionada.
—No puedes.
—¡Claro que puedo! —dijo Harry.
Emma suspiró pesadamente y se acercó a golpear la puerta. Pero antes de que pudiese decir algo, la puerta se abrió y allí estaba Hagrid, frunciéndole el ceño a Harry, y a pesar del delantal floreado, parecía verdaderamente alarmado.
—¡Soy un profesor! —bramó a Harry—. ¡Un profesor, Potter! ¿Cómo te atreves a tratar de echar abajo mi puerta?
—Lo siento, señor —dijo Harry, enfatizando la última palabra mientras guardaba su varita dentro de su túnica.
Hagrid lucia asombrado.
—¿Desde cuándo me llamas “señor”?
—¿Desde cuándo me dices “Potter”?
—Oh, muy listo —gruñó Hagrid—. Muy divertido Te has burlado de mí, ¿No? Está bien, entren, pequeños desagradecidos... Tú no, Emma… no iba hacía ti.
Musitando con pesimismo, se apartó para dejarlos pasar. Emma pasó de primera, luciendo aturdida, con Hermione, Harry y Ron siguiéndole el paso.
—¿Y bien? —dijo Hagrid gruñonamente mientras Emma, Harry, Ron y Hermione se sentaban!alrededor de la enorme mesa de madera y Fang ponia su cabeza sobre la rodilla de Harry babeándole la túnica—. ¿Qué es esto? ¿Sintiendo lástima de mi? ¿Piensan que estoy solo o
abandonado?
—Quiero decir que yo acabo de llegar.
—Eso es cierto.
Harry les echó una mala mirada a Emma y Ron—. No —dijo Harry inmediatamente—. Queríamos verte.
—¡Te extrañamos! —dijo Hermione trémulamente.
—Me extrañan, ¿no? —bufó Hagrid—. Si. Claro. A la única que le tomo la palabra es a Emma.
Estuvo pisoteando por ahí, preparando té en su enorme tetera de cobre, refunfuñando todo el rato. Finalmente puso de golpe cuatro tazas tan grandes como cubetas de té color caoba en frente de ellos y un plato con su típica tarta dura como una piedra.
Emma, evitando que también se la tomará con ella, tomó el trozo de pastel y comenzó a masticar lentamente.
—Hagrid —dijo Hermione tímidamente, cuando se unió a ellos a la mesa y empezó a pelar sus patatas con una brutalidad que sugería que cada tubérculo le habia hecho un gran
daño personal—, realmente queriamos seguir con Cuidado de Criaturas Mágicas, ¿sabes?
Hagrid dio otro bufido.
—¡De verdad! —dijo Hermione—. ¡Pero ninguno de nosotros pudo meterlo en sus
horarios.
—Sí. Claro —dijo Hagrid otra vez—. Al parecer Emma fue la única dispuesta en regresar.
—Desearía que me dejarás de usar para hacerlos sentir peor —murmuró Emma, sonriendo incómoda, removiéndose en su lugar.
Hubo un raro sonido de chapoteo y todos miraron alrededor: Hermione dejó escapar un diminuto grito y Ron saltó de su asiento, jalando a Emma con él, y corrió alrededor de la mesa alejándose del gran barril que habia en la esquina que acababan de mirar. Estaba lleno de lo que parecian ser gusanos de treinta centimetros de largo, babosos, blancos y retorcidos.
—¿Qué son, Hagrid? —preguntó Harry, tratando de sonar más interesado que
asqueado, pero soltando su tarta de roca al mismo tiempo.
—Solo larvas gigantes —dijo Hagrid.
Emma sabía que no sería bueno que siguieran preguntando, pero no encontraba la forma de hacerlos callar y cambiar de conversación.
—¿Y crecen dentro de…? —dijo Ron con aprehensión.
—No crecerán dentro de nada —dijo Hagrid—. Las tengo aquí solo para alimentar a Aragog.
Y sin avisar, estalló en lágrimas.
Emma se acercó y comenzó a darle palmaditas reconfortantes en la espalda. Ya había pasado por esa conversación hace unos días atrás, y fue incluso peor que está.
—¡Hagrid! —gritó Hermione, poniéndose de pie con un salto, corriendo alrededor de la mesa por el camino largo para evitar pasar al lado del barril de los gusanos—. ¿Qué es lo que pasa?
—Es él... —tragó Hagrid, con sus ojos como escarabajos negros llorando mientras se enjugaba la cara con el delantal—. Es... Aragog... creo que se está muriendo... se enfermó durante el verano y no mejora... yo no sé que haré si él... si él... hemos estado juntos por tanto tiempo.
Hermione dio golpecitos en los hombros de Hagrid, sin saber qué decir. Mientras que Emma lo consolaba en voz baja.
—¿Hay algo... hay algo que podamos hacer? —preguntó Hermione, ignorando las desesperadas muecas y las sacudidas de la cabeza de Ron.
—No lo creo, Hermione —se atragantó Hagrid, tratando de contener el flujo de sus lágrimas—. Ya sé lo e explicado a Emma. Mira el resto de la colonia... la familia de Aragog... se están comportando de una manera extraña ahora que está enfermo... un poco impacientes...
—Sí, creo que conocemos un poco esa faceta —dijo Ron en un susurro.
—No creo que sea seguro para nadie, menos para mí acercarse a la colonia en este momento —terminó Hagrid, sonándose fuertemente la nariz en su delantal y mirando hacia arriba—. Pero gracias por el ofrecimiento, Hermione... Emma… significa mucho...
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