6. ¿Celos?

Era momento de regresar al colegio, y Emma no se sentía nada contenta por hacerlo. En realidad, ya ni siquiera quería ir. Sin embargo, sabía que si terminaba sus estudios, de alguna u otra forma lograría ser alguien y conseguir un trabajo para tener una vida estable.

Aquella mañana del 1 de septiembre se vistió con un suéter rojo que encontró entre sus cosas, unos jeans y unas pequeñas botas muy cómodas y abrigadas. Salió de casa acompañada únicamente por sus tíos puesto que Leila seguía dormida —por supuesto que Emma le dejó un mensaje con sus tíos y le dió un beso en la frente antes de partir— y se dirigieron a Kings Cross, en dónde se encontraría con la familia Weasley.

—Los veré dentro de poco —Emma los abrazó a ambos—. Cuiden a la pequeña, y cuídense ustedes.

—También procura mantenerte a salvo —pidió Kiara—. Te esperaremos aquí. Y sobre lo demás, no te agobies, Emma.

La castaña asintió—. Eso haré. Los quiero.

—Y nosotros a ti —se despidió el matrimonio Williams, agitando sus manos.

Emma atravesó la barrera y en cuanto lo hizo, el sentimiento reconfortante ya no se sentía, al contrario, en el ambiente estaba muy presente el miedo y la preocupación.

—¡Emma, aquí! —la llamó Ron, a lo cual la castaña se acercó a paso rápido—. Pensé que te arrepentiste, estaba apunto de hacerlo también —dijo, abrazándola.

—Hola, Emma —la saludó Hermione de la misma forma—. Tus cosas ya están en el tren, creo que es hora de subir, ¿no?

—Sí, cielo, será mejor que suban ya —concordó la señora Weasley besando su frente.

Los cuatro jóvenes subieron a su vagón a la espera de Harry, quién conversaba en un rincón alejado con el señor Weasley sobre quién sabe qué. Al cabo de un rato el azabache por fin se dignó en subir con los demás pues el tren estaba apunto de partir.

—Ahora, querido, vendrás para Navidad, está todo arreglado con Dumbledore, nos
veremos pronto —dijo la Señora Weasley a través de la ventana cuando Harry cerró de golpe la puerta detrás de él y el tren comenzó a moverse—. También estás invitada, Emma cielo — El tren estaba tomando velocidad—. Pórtate bien y —Ella ahora estaba trotando para alcanzarlo—, ¡Permanece seguro!

Emma se despidió con una leve sonrisa hasta que el tren dio vuelta en una curva y el Señor y la Señora Weasley se perdieron de vista, entonces se dió vuelta para ver dónde estaban
los demás.

—Debemos ir al vagón de prefectos —explicó Hermione un poco apenada—. Los veremos luego.

Emma no lo había recordado, al menos tenía a Ginny cómo su salvadora.

—¿Nos acompañas a encontrar un compartimiento juntos? —le preguntó Harry a la menor de los Weasley.

—No puedo, Harry, le dije a Dean que me encontraría con él —dijo Ginny radiante—. Los veo después. Lo siento.

—Está bien —dijo Harry. Emma maldijo en su interior antes de dar media vuelta e ir al contrario de Harry.

—El tren está lleno —le recordó Harry, restándole importancia al hecho de que muchos ojos estaban sobre ellos.

—Eso lo sé —respondió Emma—. Iré a buscar a Adhara.

—¿Cómo estás tan segura de que está aquí?

—No lo estoy, pero prefiero eso a…

—¡Hola, chicos! —dijo una voz familiar a su espalda. Emma giró sobre sus talones para encontrase con…

—Neville —dijo Harry con alivio.

—Hola, Harry, Emma —dijo una muchacha con el pelo largo y ojos grandes y misteriosos que venía justo detrás de Neville—. ¿Ibas a algún lado, Emma?

—No… no realmente —respondió la chica—. ¿Cómo estás, Luna?

—Muy bien, gracias —dijo Luna. Ella estaba sosteniendo una revista en su pecho; con un titular de grande letras que anunciaba que había un par de Espectroanteojos gratis en el interior.

—¿El Quisquilloso todavía anda bien? —preguntó Harry que sentía una cierta afición por la revista después de que le habia dado una entrevista exclusiva el año anterior.

—Oh sí, tiene mucha circulación —dijo Luna alegremente.

—Busquemos lugar, ¿les parece? —propuso Emma, a los cual todos asintieron. Los cuatro se encaminaron por los pasillos a lo largo del tren a través de la silenciosa horda de llamativos estudiantes. Por fin encontraron un compartimiento vacio, y Emma, aliviada, entró en él dándose prisa.

—¿Me parece o nos están mirando fijamente? —e dijo Neville a sí mismo y a Luna.

—¡Será porque estamos con ustedes!

—Yo no estoy implicada en eso, Luna —repuso Emma, incómoda.

—Eras su novia, ¿verdad?

La castaña desvío la mirada, y al notarlo, Harry decidió intervenir.

—También los están mirando a ustedes, porque estaban en el Ministerio —dijo cuando alzó su baúl en el compartimiento de equipaje—. Nuestra pequeña aventura estaba en el Diario el Profeta, la tuviste que haber visto.

—Si, yo pensé que mi abuela estaria enfadada por toda la publicidad —dijo Neville—, pero estaba muy contenta. Dice que estoy empezando a parecerme mucho a mi papá ¡Hasta me compró una varita nueva! —La sacó y se las mostró—. Madera de cerezo y pelo de unicornio —dijo orgullosamente—. Creemos que fue
una de las últimas ventas que realizó Ollivander, desapareció al dia siguiente,  ouch, ¡Regresa aquí, Trevor! —Y se zambulló bajo el asiento para recuperar su sapo cuando éste intentó uno de
sus frecuentes escapes hacia la libertad.

—¿Haremos las reuniones del E.D. este año, Harry? —preguntó Luna, quién estaba pasando un par de gafas psicodélicas por la mitad de El Quisquilloso.

—Ahora que nos hemos librado de Umbridge no hay necesidad —dijo Harry
sentándose a un lado de su ex novia. Neville se golpeó la cabeza contra el asiento cuando salía debajo de él. Con
mirada decepcionada.

—¡Me gustó el E.D! ¡Aprendí muchos ataques contigo!

—Yo también disfruté las reuniones —dijo Luna serenamente—. Me gustaba tener amigos.

La castaña se removió incómoda en su lugar, y se estaba planteando muy fuertemente inventar una excusa y salir a buscar a su rubia amiga.

Sin embargo antes de que pudiera pensar en algo creíble, se había generado un disturbio fuera de la puerta de su compartimiento, un grupo de muchachas de cuarto año estaba susurrando y reian juntas nerviosamente al otro lado del vidrio.

—¡Tú pregúntale!

—¡No, tú!

—Emma es buena y muy amable me han dicho, ¡le preguntaré a ella!

—¿Buena? ¡Ja! ¡Yo lo haré!

Y una de ellas, una muchacha morena de ojos grandes oscuros, con barbilla
prominente, y largo pelo negro entró a través de la puerta.

—Hola, Harry, yo soy Romilda, Romilda Vane —dijo de manera fuerte y confiada—. ¿Por qué no vienes a nuestro compartimiento? No tienes que sentarte con ellos —Terminó la frase con un cuchicheo señalando al fondo donde Neville estaba saltando de nuevo bajo el asiento para intentar capturar a Trevor y Luna estaba mirando con los Espectroanteojos que le daban ahora, el aspecto de un loco búho multicolor. Mientras que Emma parecía querer escapar de esa situación.

—Ellos son mis amigos —dijo fríamente Harry.

—¿Incluso ella? —preguntó Vane muy altaneramente, señalando a Emma con la mirada.

—Incluso ella —repitió Harry firmemente.

—Oh —dijo la muchacha y parecía muy sorprendida—. Oh. Bien —Y se retiró cerrando la puerta detrás de ella.

—La has dejado con las palabras de la boca al mantenerte firme con Emma —sonrió orgullosamente Neville.

—¿Pero son amigos? —cuestionó inocentemente Luna—. Los veo un poco tensos.

Emma y Harry guardaron silencio. La pregunta de Luna los había sacado de lugar, ¿qué eran en ese momento?

Lo cierto es que Emma lo había estado pensando hace unos días atrás mientras se encontraba sola en su habitación. ¿Cuál era su relación con Harry? ¿Amigos? No, definitivamente no, no tenían ningún vínculo o razón para ser amigos después de todo lo que pasó. Y aunque le costó largo rato aceptarlo, se vió en la decisión de que su relación con Harry era la de conocidos que se mantenían cerca por su relación con sus verdaderos amigos.

Había dolido dejarlo ir, y en realidad aún no lo hacía del todo, todavía tenía que controlar sus ganas inmensas de llorar cuando veía a Harry cerca de ella con su boba sonrisa e hipnotizantes ojos.

—¿Están bien? —les preguntó Neville al notar su silencio. Ninguno respondió, ni sabían que decir, ni mucho menos, que sentían.




















( . . . )

























El tiempo afuera de las ventanas del tren era tan desigual como había sido todo el
verano, pasaron por los periodos de niebla glacial, luego salió la débil luz del sol. Fue durante uno de esos momentos de claridad, cuando el sol se veia directamente en lo alto, que Ron y Hermione entraron por fin en el compartimiento.

—Espero que el carrito de la comida se de prisa, estoy hambriento —dijo Ron
anhelantemente, dejándose caer a un lado de Emma y frotándose el estómago—. Hola, Neville. Hola, Luna. ¿Qué se supone que es eso? —agregó volteando hacia Emma—. Malfoy no hizo sus deberes de prefecto. Simplemente está sentado en su compartimiento con otros Slytherins, lo vimos cuando pasamos. Ahí estaba tu amiga, Emmita.

—No me llames así.

—No me llames como ya sabes —negoció Ron.

—¿Acaso te refieres a Ronn…?

—No te atrevas.

Emma se echó a reír ante la cara de su amigo pelirrojo, acción que a Harry le hizo sentir un vacío en el pecho puesto que hace mucho no escuchaba ese sonido que tanto amaba, y que fuera ocasionado por su mejor amigo le causaba una punzada muy fuerte en el corazón.

Harry se enderezó.

—¿Qué hizo cuándo te vió Malfoy? —preguntó.

-—Lo usual —dijo Ron indiferente mostrando un gesto grosero con la mano—. ¿No es algo que haga usualmente, verdad? bien, es algo asi —hizo el gesto con la mano de nuevo—. ¿Pero por qué no está molestando a los de primer año?

—¡Diablos! —dijo Harry, porque su mente estaba fluyendo—. ¿No parece como si Malfoy tuviera cosas más importantes en su mente que intimidar a los estudiantes más jóvenes?

—Quizá prefirió al Escuadrón Inquisitorial —dijo Hermione—. Tal vez ser un prefecto le parece que es poco agresivo, después de eso.

—O simplemente se dió cuenta que ser un idiota no le serviría de nada —dijo Emma, recostándose en el hombro de Ron.

—No me parece —dijo Harry—. Yo creo que él es…

Pero antes de que él pudiera terminar de decir su teoria, la puerta del compartimiento se abrió de nuevo y una jadeante muchacha de tercer año entró.

—Se supone que debo entregar éstos a Neville Longbottom, Emma Walk y Harry P-Potter —vaciló, cuando sus ojos se encontraron con los de Harry y se puso de color escarlata.

Estaba entregando tres pergaminos atados con cinta de color violeta. Perplejos, Harry, Emma y Neville tomaron el pergamino dirigido a cada uno de ellos y la muchacha salió del
compartimiento tropezando.

—¿Qué es? —preguntó Ron, mirando el pergamino de su amiga cuando desenrolló el suyo.

—Una invitación —respondió brevemente Harry.

Emma

Estaria encantado si te unieras para almorzar en el compartimiento C. Atentamente.

Profesor H.E.F. Slughorn.

—¿Pero para qué quiere que vaya? —preguntó nerviosamente Neville, como si
estuviera esperando ser castigado.

—Ni idea —dijo Harry que no era completamente sincero aunque todavía no tenía ninguna prueba de que su presentimiento fuera correcto.

—¿Quién es el profesor H. E. F Slughorn? —preguntó Emma.

—¿El nuevo profesor de pociones, tal vez? —susurró Ron en el oído de Emma para que ella únicamente escuchara.

—Escuchen —dijo Harry, tomado por
una genial idea repentina—, vamos bajo la Capa de Invisibilidad, asi podriamos lograr tener una buena vista de Malfoy durante el viaje, veremos qué se trae entre manos.

—No iré —aclaró Emma en ese mismo instante—. La verdad no me apatece compartir el viaje con un profesor nuevo.

Harry vaciló un segundo, sin embargo, asintió algo dudoso ante la idea de Emma y Ron compartiendo más tiempo juntos.

—¿Por qué no quisiste ir? —preguntó Hermione cuando Harry y Neville se fueron, Luna salió al baño y Ron fue en busca de la señora de los dulces—. Y no me digas que no te apetecía porque sé que mientes.

—No quiero estar con Harry, no quiero acosar a Malfoy y lo que sea que haga y estoy muy cansada —se explicó Emma—. Creí que era obvio.

—¿Sabes que es obvio? —cuestionó Hermione con una risita—. Harry está celoso.

—¿De qué?

—De Ron, oh Merlín, ¡no puede ocultarlo!

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! —las mejillas de Emma se pusieron muy coloradas—. Ya no sabes lo que dices.

—Solo míralo —rió Hermione—. Cada vez que los ve juntos, hablando o conviviendo no puede evitar interrumpir o ver la manera de que le prestes un poco de atención.

—Pero Ron es mi amigo, lo sabes, Her.

—Perfectamente, Emma —asintió Hermione, tranquilizándola—. Sé que entre ustedes existe una bonita amistad y nada más, pero al parecer Harry no es capaz de verlo.

—En realidad no me importa —mintió Emma, desviando la mirada.

—Si lo hace —dijo Hermione—, te importa más de lo que te gustaría.

—Deja de leer mentes —pidió Emma de forma divertida, empujando levemente a Hermione a un lado.

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