2. Estoy aquí, de nuevo
Lograr que la menor de los Williams aceptara que Emma se debería ir por un largo tiempo había costado bastantes lágrimas, pero al final lo terminó por comprender.
—Nos veremos pronto —dijo Emma en la oreja de Leila, dándole un abrazo a la pequeña—. Te quiero muchísimo.
—No te tardes —pidió Leila, dejando un beso en la mejilla de su prima—. Emmy, te quiero.
La castaña le sonrió de vuelta, y corrió para abrazar a sus tíos.
—¿Lista?
—Algo así. —Emma se encogió de hombros y ladeó la cabeza—. Procuren mantenerse a salvo, por favor, no quisiera perderlos también.
—Nos cuidaremos mejor que nunca —le aseguró Alexander, abrazándola—. Cuídate también, por favor.
—Lo haré —asintió Emma, devolviéndole el abrazo.
—No te esfuerces —le aconsejó Kiara a Emma cuando ésta la abrazó a ella—. Concéntrate en tu vida, ¿sí? Recuerda que estamos aquí para cualquier situación, solo avísanos.
—Si algo malo llega a suceder, me tendrán aquí enseguida —la tranquilizó Emma—. Cuídense, todos ustedes, ¿bien? —La castaña tomó su baúl entre sus dedos y caminó en dirección a la puerta—. Los amo.
—Nosotros a ti —sonrieron los Williams, agitando sus manos en forma de despedida—. Te extrañaremos, Emma.
—Y yo a ustedes. —Sin decir más, la castaña cerró la puerta tras ella y emprendió su camino hasta la estación de autobús, dónde se suponía que la iría a recoger Ron junto con su padre.
Y era cierto. No esperó ni media hora cuando los Weasley hicieron acto de presencia en el lugar indicado.
—Emma —sonrió Ron con alivio, y corrió a abrazar a su mejor amiga—. Creí que me jugabas una broma.
—Te dije que ahí estaría, ¿no? —dijo Emma cuando se separaron del abrazo—. Aquí me tienes.
—Mamá ha hecho una asombrosa cena, ya lo verás, es increíble —comenzó a decir Ron muy rápido mientras que subían a un auto pertenciente a un integrante la Orden del Fénix—. Hermione está ansiosa por tenerte en casa, al igual que… todos, en realidad.
—¿Harry está contigo?
—No —respondió Ron con calma—, pero no te preocupes, ni siquiera ha mencionado tu nombre en todo este tiempo en alguna carta. Supongo que… lo está asimilando al fin.
—Es bueno saberlo —musitó Emma, dejando decaer su mirada.
—¿No te tranquiliza?
—¿Qué?
—Que lo deje atrás.
—¿En verdad? —cuestionó Emma sarcásticamente.
—¡No! Emma, a lo que quiero llegar es que: tal vez ya no resulte incómodo entre ustedes —explicó Ron.
—Lo cierto es que no creo que las cosas sean así —susurró la castaña, recordando todas las cartas que iban y venían a mitad de su vacaciones y todas las vagas explicaciones del azabache hacía su ex novia.
El viaje fue bastante tranquilo en lo que respectaba. Sin embargo, Emma no podía encontrase más que nerviosa ante la simple idea de tener que convivir con Harry durante muchísimos meses y actuar como si nada hubiera sucedido. Cómo si el nunca hubiera aceptado que en realidad, desde que terminó su cuarto año, se sintió mucho más que atraído por Cho Chang.
Cuando menos se dió cuenta, el auto ya se había detenido y Ron la estaba llamando para que bajase del auto. Emma apenas fue capaz de reaccionar, y aceptando la mano que le ofrecía su amigo, salió del auto y se colocó frente a la puerta de la Madriguera.
—Todo estará bien —la tranquilizó Ron, girando la manija de la puerta y penetrando a la pequeña casa.
Todo pasó demasiado rápido para gusto de Emma. De repente más de una persona se abalanzó sobre ella y la estaban llenando de besos y preguntas sobre su verano; cuando al fin la dejaron respirar, la castaña se percató que se trataba de Hermione, la señora Weasley, y Fleur Delacour.
—Combien de temps, Emma! —exclamó Fleur al separarse de la castaña, interrumpiendo a todas las demás con sus rápidas palabras—. Nous avons préparé un dîner exquis avec Molly. Je suis sûr que vous allez l'adorer, il y a votre dessert préféré : le gâteau au chocolat et je suis désolé…
—Fleur, Fleur —la llamó Emma un tanto avergonzada, y para evitarle una vergüenza mayor a la rubia y delgada bruja, intentó recordar unas cuantas palabras—, je ne comprends pas vraiment…
—Oh… —Fleur comprendió—, no hay poggema, Emma —le dijo, sonriéndole a la castaña.
—Sí, no importa —terció la señora Weasley, abriéndose paso entre Fleur y Hermione—. Emma, cielo, ¿cómo estás? ¿Bien? Te ves muy delgada… ven, la cena está lista, tenemos todo lo que necesites…
—Gracias, señora Weasley, estoy bien —aseguró Emma, sonriendo cuando Hermione se colgó de su cuello una vez más—. Hola, Her.
—Te extrañe mucho —dijo Hermione cuando se separó—. ¿Cómo has estado? —preguntó, cuando comenzaron a avanzar para llegar a el comedor de la Madriguera.
—Bien —se limitó a responder Emma. Pero Hermione sabía que era una gran mentira pues el rostro de su mejor amiga reflejaba todo lo contrario a lo que decía.
—Emma… —Tonks fingió una sonrisa cuando la vió entrar—, hola, ¿qué tal tu verano.
La castaña se encogió de brazos—. Creo que ninguno lo ha pasado realmente bien.
—Tienes mucha razón —asintió Tonks con la cabeza—. ¿Sabes? Tengo algo preparado para tí. Ven.
Curiosa, Emma se acercó por detrás del hombro de Tonks para observar un gigantesco pastel de chocolate y naranja junto a unas mangas lle as de glaseado a su espera.
—¿Me ayudas? —invitó—. Creí que una decoración creada por tí sería perfecto.
Los labios de Emma se curvaron en una pequeña y delicada sonrisa que apareció al instante.
—Claro —aceptó, tomando la manga que contenía glaseado de color verde menta.
( . . . )
Emma decidió que aquella noche se quedaría con la señora Weasley hasta la hora que fuera ayudándola limpiando platos y tirando todos los desechos que habían quedado de la cena.
—Cielo, ya puedes ir a descansar —le informó la señora Weasley—. Muchas gracias por tu ayuda, aunque ya dije que no era necesario.
—Me gusta ayudar lo más posible —dijo Emma, secando sus manos con una toalla en el baño más cercano y soltando su cabello, el cual lo había tenido atado en una cola de caballo—. Buenas no…
Pero se quedó callada a mitad de su oración al percatarse que golpearon tres veces la puerta del jardín.
La señora Weasley tomó su varita y le ordenó a Emma que guardara silencio antes de acercarse a la ventana y decir:
—¿Quién está ahí? ¡Revélate!
—Soy yo, Dumbledore, trayendo a Harry.
Emma soltó un respingo, quedando congelada.
La puerta se abrió de inmediato.
—¡Harry, querido! Albus, ¡Santo Dios! Me asustaste, ¡Habías dicho que no te
esperáramos antes de la mañana!
—Tuvimos suerte. —escuchó decir a Dumbledore, acomodando a Harry sobre el umbral—. Slughorn resultó más fácil de convencer de lo que yo creia. Obra de Harry, por supuesto. Ah, ¡Hola, Emma!
La castaña contuvo la respiración cuando los orbes verdes de Harry se encontraron con los suyos y no parecían querer soltarla. Sin embargo, hizo su mayor esfuerzo para fingir que no le daba atención.
Harry, por su lado, sintió que el corazón le daba un vuelco al ver a Emma de pie, apoyada en el pasamanos de la escalera de madera, con su cabello algo alborotado y sus brazos cruzados.
—Buenas noches, profesor —dijo ella—. Buenas noches, Harry.
—Hola, Emma.
Harry pensó que ella se veia mucho mejor a la última vez que la vió. Si bien se veía más que enfadada con el y parecía querer escapar del lugar, se veía más recobrada que hace meses.
—Estaba por irme —informó la castaña, recobrándose de su shock y volviendo en sí—. Un gusto verlo, profesor.
—No trates de evitar los problemas,Emma —dijo Dumbledore cortésmente—. En algún momento deberemos de enfrentarlos. —Y le guiñó un ojo.
—Sí, claro… —respondió un poco extrañada—. Sin embargo, no quiero molestar.
—Tranquila, no me puedo quedar, tengo problemas urgentes que discutir con Rufus Scrimgeour. —Se volvió para mirar al azabache—. Muy bien, te veré en Hogwarts, Harry. —dijo Dumbledore—. -Cuidate mucho. Molly, estoy a tus órdenes. Ten una buena estadía, Emma.
Hizo una inclinación hacia la señora Weasley y caminó más allá del jardín, en dónde desapareció en una nube de humo negro. La señora Weasley cerró la puerta que da al jardín y luego llevó a Harry por los hombros hacia un lado de Emma.
—Como ya dije, señora Weasley, ayudaré siempre que pueda —continuó Emma, terminando lo que quiso decir antes de que Dumbledore llegara—. Buenas noches.
—Emma —la llamó Harry, cuando ésta comenzó a subir por las escaleras.
Más Emma no sé sentía preparada para hablar con él y escuchar sus lamentaciones sin sentido de nuevo.
—Buenas noches, Harry —repitió.
Harry se dejó caer en el espaldar de la silla que tenía más cerca y suspiro frustrado, tomando su cabello entre sus manos, maldiciendo internamente por todo lo que había causado en los últimos meses; es más, en el último año.
—No te abrumes, cielo —intentó calmarlo la señora Weasley, sirviéndole un pan con una taza de té—. Solo debes de tener paciencia con ella.
—¿Cómo se supone que haré eso cuando tengo tantas cosas en mi cabeza? —se preguntó Harry sin alzar la mirada.
—Dejando de pensar —respondió la señora Weasley con calma—, dejando que las cosas se solucionen poco a poco para que no se vean forzadas.
¿Pero cómo se suponía que dejes de pensar en la única persona que ronda por tu cabeza? Lindo o malo, el recuerdo siempre estaba en su cabeza, y Harry no hacía mucho para que se diera de allí. Sabía que las cosas se complicarían más que en ningún otro años, pero trataría de solucionarlo lo antes posible antes de que la guerra llegase y poder estar en paz con la chica que quería.
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