14. Navidades diferentes
Emma abrió sus ojos con pesadez. Su cuerpo estaba muy tenso y probablemente seguía puesta el vestido de la noche anterior. La castaña se levantó con un inmenso dolor de cabeza, razón por la cual se echó en la cama una vez más.
Justo en ese momento Hermione abrió las cortinas de su cama, y la observaba con una mirada muy reprendedora.
—¿Me dirás qué hice para que me mires así? —preguntó, frunciendo el ceño y cubriéndose el rostro con el brazo para que no le llegara el sol.
Hermione suspiró y se sentó al lado izquierdo de la cama, tirándole una almohada a Emma.
—¿Qué? —se quejó.
—Estabas tan confundida —se lamentó Hermione—. No sé mucho sobre lo que dijiste, pero lo que si sé es que has armado un revuelo en la vida de Harry y en la tuya.
—¿Qué dije exactamente?
—¿No lo recuerdas?
Emma esbozó una pequeña sonrisa—. Creo que me sobrepasé un poco. Ya, dime, ¿qué tonterías dije?
—Mas que una tontería, yo diría que te sinceraste —Hermione tomó aire—. Si te lo resumo… has dicho que no estás enfadada y que todavía lo quieres. O bueno, “crees” que lo quieres.
—No…
—Sí —repuso Hermione—. Si debo admitirlo, ha sido reconfortante verlos bien luego de tanto tiempo.
—¿A qué te refieres con «bien»? —preguntó Emma, temiendo por la respuesta.
—No te preocupes —rió Hermione—. Solo fue un abrazo nada más. Pero dime, ¿es en serio lo que dijiste? ¿Todavía sientes algo por él?
Emma se cubrió completamente con su sábana—. Puede que si —susurró—. ¡Pero es una tontería! No quiero sentirme así de nuevo, Hermione.
—Si te das una oportunidad para ser amada de nuevo… descubrirás que su amor sigue intacto —dijo la castaña—. Si consideras que te has dado el tiempo necesario, podrías ver qué sucede.
Emma negó con la cabeza.
—No gracias.
Hermione rió—. Te comportas como una niña pequeña. Si en su embriaguez ya dijiste eso, no será muy difícil decirlo ahora que estás sobria.
Emma sacó su cabeza de debajo de la sábana—. Eso crees. Si crees que es así de fácil, ¡díselo a Ron-Ron!
—No es tan fácil —murmuró con una mueca.
—¡Lo ves! —exclamó Emma—. Por ahora, dejaré que las cosas tomen su rumbo. Luego veré qué hacer.
—Siempre logras salirte con la tuya —ironizó Hermione.
Más por la tarde, cuando Emma consideró que el Tren la dejaría si no se apuraba, salió de su cama para tomar un baño y salir volando hasta la estación de Hogsmeade. Sin embargo, al hacerlo, se chocó con Harry en su camino.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó al volverse para mirarla—. Un poco tarde, ¿verdad?
—No, estoy bien —aseguró, regalándole una tierna sonrisa—. Y sobre lo de ir tarde, supongo que entenderás porque no he aparecido en toda la mañana.
Harry sonrió de oreja a oreja—. Supongo que sí.
Emma se colocó a la par de Harry y continuaron con su camino hasta la estación de Hogsmeade. En lo que restó del camino se la pasaron hablando sobre cualquier tema que no tocara el del día anterior, y en verdad Emma se lo agradecía.
—¿Ustedes ya están bien? —se extrañó Ron cuando los vió llegar juntos—. ¿Desde cuándo?
—Solo hablábamos —dijo Emma con confusión.
—Ahora es cuando me gustaría que convivieran en mi casa —se lamentó Ron.
—Y en verdad me gustaría hacerlo, lastima que no puedo —explicó la castaña—. Pero recibirán mis regalos —Emma miró de reojo a Harry—, los tres.
—Eso me alegra —sonrió Ron—. ¿Sabes? Este año mi regalo es increíble, pero tal vez el de Harry lo supere un poco…
—¿Ah sí? —cuestionó Emma, divertida. Harry se encogió de hombros—. Ya lo veremos, Harry.
( . . . )
Resultaba que Emma se llevó una sorpresa gigante cuando llegó con sus tíos. Ambos adultos le habían informado que por las Navidades se irían a Paris, y se quedarían en un apartamento que tenían en la ciudad.
Emma estaba mucho más que contenta por la noticia, pero no pudo evitar ser invadida por un sentimiento de nostalgia, recordando a sus difuntos padres y el viaje que habían hecho hace muchísimo tiempo. La castaña guardó únicamente lo que creyó necesario en su maleta (contando con los regalos) y partieron a media noche de Londres.
La noche de Navidad Emma no había adaptado su habitual vestido como en años anteriores. Al estar únicamente con sus tíos y prima, uso unos jeans, una camiseta blanca con un reno impregnando en el centro y, por supuesto, un gorro de Navidad en su cabeza. El departamento en que se quedaban estaba increíblemente decorado con muchas luces y el árbol era lo que más llamaba la atención con la infinidad de regalos bajó él.
—¿Esperamos a alguien? —preguntó Emma al ver las caras ansiosas de sus tíos.
—En realidad, sí —Kiara rió ante la expresión de su sobrina—. Tranquila, sabemos que te gustara.
—Sus sorpresas a veces me asustan.
Alexander abrió la boca indignación—. Me siento ofendido.
Emma rió levemente y justo en ese momento sonó el timbre del lugar. La castaña alzó la guardia, pero al ver a Remus Lupin atravesar la puerta Emma se lanzó a sus brazos y lo abrazó con mucho fuerza.
—También te extrañe, Emma —rió Remus.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó Emma con sorpresa—. Creí que estarías con los Wealsey…
—Y lo estaba —explicó Lupin—. Pero quería desearle una felíz navidad a mi ahijada favorita. Además, me pidieron que traiga esto.
Lupin sacó de su chaqueta una pequeña caja de color dorado.
—Pero te lo daré después —Emma hizo un puchero—, los regalos son al final, ¿o no?
—Claro —dijo Emma fingiendo molestia, caminando de brazos cruzados hasta la mesa.
—¿Quién eres tú? —preguntó Leila, apuntando con su cuchara a Remus cuando tomó lugar en la mesa.
—¿Desde cuándo es tan agresiva está niña? —se quejó Kiara, dándole una mala mirada a su hija.
—No se preocupe —le dijo Remus. El hombre se volvió para ver a la pequeña rubia—. Soy Santa Claus, claro.
—Mentira, ¿dónde está tu traje? —cuestionó Leila sin creerle—. ¿Y los renos? ¿Por qué saludaste a Emmy?
Remus rió—. Son muchas preguntas, pequeña, pero para que veas que no miento —sacó una caja grande de la bolsa que estaba cargando—. Aquí están tus regalos.
Emma lo miró confundida.
—¿Quién los envío? —preguntó. Remus esbozó una pequeña sonrisa.
—¡Emmy, es santa! —exclamó muy emocionada la pequeña—. ¡Trajo regalos! ¿Lo ves? Aunque me pregunto dónde dejó su traje… —susurró.
Cuando la cena dió comienzo, Remus, Kiara y Alexander hablaban como si fueran amigos de toda la vida. A Emma le extrañaba, sin embargo, estaba feliz de que su familia conviviera con él y lo acogieran de tal manera —incluso Leila—. La castaña se encargó de que su prima fuera prudente con las preguntas sobre el “empleo” de Remus, y cuando cayó la medianoche y era hora de abrir los regalos, Leila se bajó desesperadamente de su silla (con ayuda de Emma, claro) y corrió hasta el árbol.
Remus se puso de pie, imitando la acción de la pequeña y se acercó hasta su ahijada.
—Respondiendo a tu pregunta —sacó el regalo de la bolsa— es de Harry. Y antes de que te molestes con él me gustaría que sepas…
—Remus, no estoy enfadada con él —lo interrumpió Emma con calma, tomando el regalo entre sus manos y entregándoselo a Leila.
—Me alegra saberlo, Emma —Acto seguido, Lupin sacó la pequeña caja dorada de su bolsillo y se lo entregó a Emma nuevamente—. Ya sabrás de quién es, solo ábrelo.
Emma arrugó la nariz, pero lo abrió. Dentro se encontró con una pequeña cadena con dos colgantes, el primero, y el que colgaba de la cadena más pequeña era una piedra muy brillante, asemejándose a un diamante, y el segundo, que colgaba de la cadena más larga era una mariposa con pequeñas incrustaciones en sus alas. En la tapa de la caja se encontraba pegada una pequeña nota que decía:
De Harry Potter.
Emma sonrió inconscientemente al leer su nombre, pero rápidamente cerró la caja y le agradeció a su padrino por llevárselo, y también se disculpó por no tener un regalo para darle a él.
—No te preocupes, saber que ya estás mejor es el regalo más grato que puedo recibir —le dijo—. Espero que te haya gustado, pequeña. Aunque ya tu sonrisa lo dice todo.
Emma rodó los ojos con diversión.
—Y creo que a la otra pequeña también le ha encantado su regalo.
En el suelo, arrodillada, Leila se encontraba sonriendo con mucha felicidad al ver su regalo parte de Harry. Se trataba de nada más que de un vestido asemejado al de la Cenicienta, una corona y una varita de juguete.
—Harry… —murmuró Emma cuando su mamá le ayudó a leer la nota del regalo.
—Harry, él era tu amigo, ¿verdad?
Emma asintió levemente—. Él es mi amigo…
Remus colocó una mano sobre el hombro de su ahijada.
—No te presiones, ¿bien? Solo dale tiempo al tiempo y las cosas estarán bien —Su padrino dejó un beso en la frente de Emma—. Feliz Navidad, Emma.
Emma abrazó a Remus una vez más—. Felíz Navidad, Remus.
( . . . )
Harry no paraba de burlarse del regalo de Lavender para Ron. Él pensaba que no recibiría nada por parte de Emma —aunque ella se los había asegurado— por lo tanto, fue una sorpresa encontrar una caja con el nombre de «Emma Walk-Williams».
—Es lindo… —murmuró con una sonrisa boba en el rostro.
Tomó el regalo en sus manos y lo desenvolvió con cuidado. Descubrió que se trataba de un peluche de osito y un anillo. Está vez no tenía nada escrito, sino que el símbolo de la Snich dorada cambiaba de forma cuando lo presionabas y de pronto se escribía «Potter» en su lugar.
—¿Qué te dió? —preguntó Ron con emoción, abrazando su peluche en forma de Koala como un niño pequeño.
—¿Quién?
—¿Quién más? ¡Emma! —se exaltó Ron—. Me ha enviado esto y un suéter con un mi nombre y una corona en él.
Harry sonrió de manera algo forzada y le enseñó el anillo a su mejor amigo.
—Ya, sabía que todavía te quería —dijo Ron con burla—. Ahora dime, ¿qué pasó exactamente en la fiesta de Slughorn? No pienso preguntárselo a Hermione ¡y ayer no me quisiste decir!
Harry sonrió de lado al recordarlo.
—Ha dicho… —hizo una pausa—, muchas cosas sin sentido. Creo que el alcohol le afecto bastante.
—Dime que la detuviste.
—¡Claro que lo hice! —dijo Harry muy indignado—. Aunque costó un poco convencerla —Ron lo vió con el ceño fruncido—. Bien, dijo que… bueno… “cree" que todavía siente algo.
Ron se echó a reír en ese preciso instante.
—¿Acaso es gracioso?
—¡No! Ya, lo lamento —se disculpó el pelirrojo—. Es decir, Harry, sé que Emma no lo cree, lo sabe perfectamente.
—¿Has hablado con ella?
—No. En realidad no me gusta molestarla con ese tema —explicó Ron—. Pero he visto como te mira. Es la misma forma en que tú la miras a ella. ¿Sabes? Me alegra que sea así.
—Por un momento creí… que ella te gustaba… —Harry se tocó la nuca, avergonzado.
Ron abrió la boca con sopresa.
—¿Emma? ¡Harry! Es solo mi mejor amiga —dijo Ron de inmediato—. Has perdido un poco la cabeza, ¿de casualidad no te hizo mal el alcohol también?
Harry alzó la cejas, apenado. No podía creer que hubiera pensado en eso al menos un segundo. Conocía a Ron desde los once años y sabía que no era capaz de hacer eso.
—Lo lamento.
—No importa —Ron me restó importancia—. Mejor abre el último regalo de Kreacher, se ve interesante.
Harry frunció el ceño al verlo.
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