43. He's back

ÉL ESTÁ DE VUELTA

───⊱✿⊰───

Fleur y Krum ya habían llegado pero Harry y Cedric seguían sin aparecer. Emma se estaba muriendo de los nervios, y no dejaba de mover su pierna nerviosamente.

—Cálmate —le pidió Hermione—. Está bien, sabe defenderse.

—No, Her, no lo está —el tono de voz sonaba seguro. Lo estaba asegurando—. Siento que algo no anda bien…

Su respiración comenzaba a fallar, su vista se comenzaba a nublar.

—¡Emma! —fue lo último que escuchó antes de no sentir absolutamente nada más.








( . . . )











Emma abrió lentamente sus ojos. Por lo que pudo ver, estaba en la enfermería. Al sentarse en su cama, logró ver a Harry ahí; estaba lleno de heridas, sangre, y en sus ojos se distinguían rastros de lágrimas. Sin pensarlo ni un segundo se puso en pie y corrió hasta él.

—¡Harry!

Al escuchar la voz de su novia Harry le hizo un espacio a su lado y la invitó a sentarse a su lado.

—A vuelto… —susurró—. Voldemort a vuelto…

—James… —musitó Emma, acariciando su cabello. No podía creerlo, veía irreal que él haya regresado.

Su cabeza seguía un poco aturdida por el desmayo que había tenido, pero tenía las fuerzas suficientes para quedarse junto a Harry en ese momento.

—Este perro se quedará un rato haciéndole compañía a Harry —Hasta ese momento, Enma ni siquiera había notado la presencia de Sirius—. Te aseguró que está extraordinariamente bien educado.

»Volveré en cuanto haya visto a Fudge, Harry —continuó Dumbledore—. Me gustaría que mañana te quedarás aquí hasta que me haya dirigido al colegio.

Salió. Emma entonces vislumbro a Ojo loco Moody acostado en una cama al final de la sala.

—Luego te lo explicó —le susurró Harry—. ¿Qué tal está? —le preguntó a la señora Pomfrey.

—Se pondrá bien —aseguró la señora Pomfrey.

Ron, Hermione, Bill y la señora Weasley se sentaron a ambos lados de la cama, y el perro negro se colocó junto a la cabezera.

—¿Qué te pasó? —le pregunto Harry a Emma mientras ésta le daba pequeñas caricias en su mano.

—No estoy segura de eso —respondió la castaña—. No importa, lo que importa es que tú descanses.

La señora Pomfrey, que se había marchado aprisa al despacho, volvió en ese momento con una copa y una botellita de poción de color púrpura.

—Tendrás que bebértela toda, Harry —le indicó—. Es una poción para dormir sin soñar.

Harry tomó la copa y bebió unos sorbos. Enseguida Emma sintió cuando cayó completamente dormido, pero el agarre de su mano nunca se debilitó; Harry estaba muy aferrado a ella.

( . . . )

Emma estaba muy molesta.

Furiosa.

La profesora McGonagall y Cornelius Fudge se encontraban discutiendo desde hace un largo rato y no se dignaban en bajar la voz aún cuando más de uno lo pidieron.

Emma evitaba moverse pues Harry estaba abrazada a ella y la castaña no quería despertarlo por nada del mundo.

Fudge entonces entró en la sala con paso decidido. Detrás de él iban Snape y la profesora McGonagall.

—¿Dónde está Dumbledore? —le preguntó Fudge a la señora Weasley.

—Puede estar seguro que aquí no —contestó Emma enfadada.

La castaña entonces sintió a Harry moverse, más no la había soltado.

—¿Qué sucede? —preguntó aún adormilado.

—Nada interesante, James, sigue descansando.

Pero Harry ya no lo hizo. Optó por quedarse despierto.

—Esto es un enfermería, señor ministro. ¿No cree que sería mejor…?

Pero la puerta se abrió y entró Dumbledore en la sala.

—¿Qué ha ocurrido? —inquirió bruscamente, pasando la vista de Fudge a la profesora McGonagall—. ¿Por qué están molestando a los enfermos? Minerva, me sorprende que tú… Te pedí que vigilaras a Barty Crouch…

—¡Ya no necesita que lo vigile nadie, Dumbledore! —gritó ella—. ¡Gracias al ministerio!

Emma no había visto nunca a la profesora McGonagall tan fuera de sí: tenía las mejillas coloradas, los puños apretados y temblaba de furia.

—Cuando le dijimos al señor Fudge que habíamos atrapado al mortífago responsable de lo ocurrido esta noche —dijo Snape en voz baja—, consideró que su seguridad personal estaba en peligro. Insistió en llamar a un dementor para que lo acompañara al castillo. Y subió con él al despacho en que Barty Crouch…

—¡Le advertí que usted no lo aprobaría, Dumbledore! —exclamó la profesora McGonagall—. Le dije que usted nunca permitiría la entrada de un dementor en el castillo, pero…

—¡Mi querida señora! —bramó Fudge, que de igual manera parecía más enfadado que nunca—. Como ministro de Magia, me compete a mi decir si necesito escolta cuando entrevisto a alguien que puede resultar peligroso…

Pero la voz de la profesora McGonagall ahogó la de Fudge:

—En cuanto ese… ese ser entró en el despacho —gritó ella, temblorosa y señalando a Fudge— se echó sobre Crouch y… y…

Emma sintió a Harry estremecerse y acarició nuevamente su mano en busca de calmarlo.

—¡Pero, por todos los santos, no es una pérdida tan grave! —soltó Fudge—. ¡Según parece, es responsable de unas cuantas muertes!

—Pero ya no podrá declarar, Cornelius —repuso Dumbledore. Miró a Fudge con severidad, como si lo viera tal cual era por primera vez—. Ya no puede declarar por qué mató a esas personas.

—¿Que por qué las mato? Bueno, ese no es ningún misterio —replicó Fudge—. ¡Porque estaba loco de remate! Por lo que me han dicho Minerva y Severus, ¡creía que actuaba según las instrucciones de Voldemort!

—Es que actuaba según las instrucciones de Voldemort, Cornelius —dijo Dumbledore—. Las muertes de esas personas fueron meras consecuencias de un plan para restaurar a Voldemort a la plenitud de sus fuerzas. Ese plan a tenido éxito, y Voldemort ha recuperado su cuerpo.

Fue como si a Fudge le pegaran en la cara con una maza. Aturdido y parpadeando, devolvió la mirada a Dumbledore como si no pudiera dar crédito a sus oídos. Entonces, sin dejar de mirar a Dumbledore con los ojos desorbitados, comenzó a farfullar:

—¿Que ha retornado Quien-tú-sabes? Absurdo. ¡Dumbledore, por favor…!

—Como sin duda te han explicado Minerva y Severus —dijo Dumbledore—, hemos oído la confesión de Barty Crouch. Bajos los efectos del suero de l verdad, nos ha relatado cómo escapó de Azkaban, y cómo Voldemort, enterado por Bertha Jorkins de que seguía vivo, fue a liberarlo de su padre y lo utilizó para capturar a Harry. El plan funcionó, ya te lo he dicho: Crouch ha ayudado a Voldemort a regresar.

—¡Pero vamos, Dumbledore! —exclamó Fudge, y Emma se extrañó de ver surgir en su rostro una ligera sonrisa—, ¡no es posible que tú creas eso! ¿Que ha retornado Quien-tú-sabes? Vamos, vamos, por favor… Una cosa es que Crouch creyera que actuaba bajo las órdenes de Quien-tú-sabes… y otra tomarse en serio lo que ha dicho ese lunático…

—La poción de la verdad hace que digas eso: la verdad —espetó Emma con beusquedad—. ¿Cómo cree que Crouch mintió bajo el efecto de la poción?

—Cállese, señorita Walk —pidió Fudge—. No entiende absolutamente nada.

—Entiendo más que usted, señor ministro —aseguró Emma.

—Cuando Harry tocó esta noche la Copa de los tres magos, fue transportado directamente ante lord Voldemort —los interrumpió Dumbledore—. Presenció su renacimiento. Te lo explicaré todo si vienes a mi despacho. —Miró a Harry y vio que estaba despierto, pero añadió—: Me temo que no puedo consentir que interrogues a Harry esta noche.

La extraña sonrisa de Fudge no había desaparecido. También él miró a Harry; luego volvió la vista a Dumbledore, y dijo:

—¿Eh… estás dispuesto a aceptar su testimonio, Dumbledore?

Hubo un instante de silencio, roto por el gruñido de Sirius.

—Desde luego que lo acepto —respondió Dumbledore, con un fulgor en los ojos—. He oído la confesión de Crouch y h oído el relato de Harry de lo que ocurrió después de que tocara la Copa: las dos historias encajan y explican todo lo sucedido desde que el verano pasado desapareció Bertha Jorkins.

Fudge conservaba en la cara la extraña sonrisa. Volvió a mirar a Harry antes de responder:

—¿Vas a creer que ha retornado lord Voldemort porque te lo dicen un loco asesino y un niño que…? Bueno…

Le dirigió a Harry otra mirada.

—Señor Fudge, ¡usted ha leído a Rita Skeeter! —dijo Harry en voz baja.

Ron, Hermione, Bill y la señora Weasley se sobresaltaron: ninguno se había dsdo cuenta de que Harry estaba despierto. Fudge enrojeció un poco, pero su rostro adquirió una expresión obstinada y desafiante.

—¿Y qué si lo he hecho? —soltó, dirigiéndose a Dumbledore—. ¿Qué pasa si he descubierto que has estado ocultando ciertos hechos relativos a ese niño? ¿Conque habla pársel?

—Supongo que te refieres a los dolores de la cicatriz —dijo Dumbledore con frialdad.

—¿O sea que admites que ha tenido dolores? —replicó Fudge—. ¿Dolores de cabeza, pesadillas? ¿Tal vez… alucinaciones?

—Escuche, señor ministro —intervinó Emma nuevamente perdiendo su paciencia—. Harry está tan cuerdo como ustedes y todos en está habitación (de hecho, más cuerdo que usted, me parece). La cicatriz que tiene no ha dañado su cerebro. Estoy completamente segura que el profesor Dumbledore esta de acuerdo conmigo cuando digo que la cicatriz le duele cuando Voldemort está cerca o cuando esta demasido furioso.

Fudge retrocedió medio pasa, pero no cedió en absoluto.

—Se lo dije antes y lo repito nuevamente: cierre la boca señorita Walk. Está conversación no le incumbe —dijo con enfado—. Además, nunca había oído que una cicatriz actúe de alarma…

—¡Mire, he presenciado el retorno de Voldemort! —gritó Harry. Intentó salir de la cama, pero Emma se lo impidió—. ¡He visto a los mortífagos! ¡Puedo darle los nombres! Lucius Malfoy…

Snape hizo un movimiento repentino: pero, cuando Emma lo miró, sus ojos estaban puestos otra vez en Fudge.

—¡Malfoy fue absuelto! —dijo Fudge, visiblemente ofendido—. Es de una familia de raigambre… y entrega donaciones para excelente causas…

—¡Macnair! —prosiguió Harry.

—¡También fue absuelto! ¡Y trabaja para el Ministerio!

—Avery… Nott —Ante la mención del apellido evito a toda costa la mirada de su novia— Crabbe… Goyle…

—¡No haces más que repetir los nombres de los que fueron absueltos hace trece años del cargo de pertenecia a los mortífagos! —dijo Fudge enfadado—. ¡Debes de haber visto esos nombres en antiguas crónicas de los juicios! Por todos los santos, Dumbledore… Estos niños ya se vieron envueltos en una historia ridícula al final del curso anterior… Los cuentos que se inventan son cada vez más exagerados, y tú te los sigues tragando. Este niño habla con las serpientes, Dumbledore, ¿y todavía confías en él?

—¡No sea necio! —gritó la profesora McGonagall—. Cedric Diggory, el señor Crouch: ¡esas muertes no son el trabajo casual de un loco!

—¡No veo ninguna prueba de lo contrario! —vociferó Fudge, igual de airado que ella y con la cara colorada—. ¡Me parece que están decididos a sembrar un pánico que desastabilice todo lo que hemos estado construyendo durante trece años!

Emma no podía dar crédito a lo que oía; no podía creer lo idiota que podía llegar a ser el propio ministro de Magia.

—Voldemort ha regresado —le dijo Dumbledore—. Si afrontas este hecho, Fudge, y tomas las medidas necesarias, quizá aún podamos encontrar una salvación. Lo primero y más esencial es retirarles a los dementores el control de Azkaban.

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