42. Preparation for the third test
PREPARACIÓN PARA LA TERCERA PRUEBA
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—Así que Voldemort está recuperando fuerzas —dedujó Emma, pasando perezosamente la página de su libro.
Harry ya había hecho participes a Ron, Emma y Hermione de todo cuanto había visto en el pensadero y de casi todo lo que Dumbledore le había dicho mostrado después. Aquella noche los cuatro volvieron a quedarse hasta tarde hablando de todas esas cosas en la sala común.
—¿Y confía en Snape? —preguntó Ron—. ¿De verdad confía en Snape, aunque sabe que fue mortífago?
—Sí —respondió Harry.
Hermione llevaba diez minutos sin hablar. Estaba sentada con la frente apoyada en las manos y mirando el suelo.
—Rita Skeeter —murmuró al final.
—¿Cómo puedes preocuparte por ella ahora? —exclamó Ron, sin dar crédito a sus oídos.
—No me preocupo por ella —dijo Hermione sin dejar de mirar al suelo—. Sólo estoy pensando… ¿Recuerdan lo que le dijo a Emma en las tres escobas?
—«Yo sé cosas sobre Ludo Bagman que te pondría los pelos de punta…» —recitó Emma.
—Supongo que se refería a eso —continuó Hermione—. Ella hizo la crónica del juicio, sabía que les había pasado información a los mortífagos. Y Winky también lo sabía, ¿se acuerdan? «¡El señor Bagman es malo»! Seguro que el señor Crouch se puso furioso cuando lo dejaron en libertad y lo comentó en su casa.
—Ya, pero Bagman no pasó la información a sabiendas, ¿o sí?
Hermione se encogió de hombros.
—¿Y Fudge cree que Madame Maxime atacó a Crouch? —preguntó Ron, volviéndose hacia Harry.
—Sí —repuso Harry—, pero sólo porque Crouch desapareció junto al carruaje de Beauxbatons.
—Me parece una tontería —opinó Emma, sentándose en el suelo para mayor comodidad.
—Nosotros nunca sospechamos de ella —comentó Ron pensativo —. Tiene sangre de giganta, y no quiere admitirlo…
—Por supuesto que no quiere admitirlo —dijo Emma, levantando su mirada—. Mira lo que le sucedió a Hagrid cuando Skeeter se enteró sobre su madre. A Fudge llegando a tontas conclusiones sobre ella. Siendo sincera, yo tampoco quisiera admitirlo.
De pronto Hermione miró el reloj y exclamó asustada—: ¡No hemos practicado nada! ¡Tendríamos que haber preparado el embrujo obstaculizador! ¡Mañana tendremos que ponernos a ello muy en serio! Vamos, Harry, tienes que dormir.
Emma se puso en pie y dejó un corto y suave beso en los labios de su novio.
—Descansa, James.
—Descansa, Dai —le sonrió Harry, dándole un beso más antes de irse con Ron.
( . . . )
Ron, Emma y Hermione tenían que estudiar para los exámenes, que terminarían el día de la tercera prueba, pero gastaban la mayor parte de sus energías en ayudar a Harry a prepararse.
—No te preocupes por nosotros —le dijo Emma cuando Harry les hizo ver y les aseguró que no le importaba entrenarse él solo por un rato—. Míralo de este modo: seremos los mejor en Defensa Contra las Artes Oscuras.
—Es un buen entrenamiento para cuando seamos aurores —comentó Ron entusiasmado, utilizando el embrujo obstaculizador contra una avispa que acababa de entrar en el aula, que quedó paralizada en pleno vuelo.
Al empezar junio, volvieron la excitación y el nerviosismo al castillo. Todos esperaban con impaciencia la tercera prueba, que tendría lugar una semana antes de fin de curso.
Aunque indudablemente sería difícil y peligrosa, a Harry le alegraba sobre todas las cosas tener el apoyo de Emma en ese momento, y lo calmaba bastante.
Harta de pillarlos por todas partes, la profesora McGonagall había dado permiso para usar el aula vacía de Transformaciones durante la hora de comer. Harry no tardó en domar el embrujo obstaculizador, la maldición reductora, y el encantamiento brújula, un útil descubrimiento de las chicas que haría que la varita señalara justo hacia el norte y, por lo tanto, le permitiría comprobar si iba en la dirección correcta. Sin embargo, Harry seguía teniendo problemas con el encantamiento escudo. Se suponía que creaba alrededor del que lo conjuraba un muro temporal e invisible capaz de desviar maldiciones no muy potentes.
—¡Lo estás haciendo excelente! —lo felicitó Emma, sonriendo en grande.
—Vengan a ver esto —dijo Ron desde la ventana. Estaba observando los terrenos del colegio—. ¿Qué estará haciendo Malfoy?
Fueron a ver. Malfoy, Crabbe y Goyle estaban abajo, a la sombra de un árbol. Los dos últimos sonreían de satisfacción, al parecer vigilando algo, mientras Malfoy hablaba cubriéndose la boca con la mano.
—¿Qué está haciendo ese idiota? —se extrañó Emma entrecerrando los ojos, intentando ver lo que Malfoy tenía en la mano.
—Parece como si estuviera usando un walkie-talkie —comentó Harry intrigado.
—Es imposible —repuso Hermione—. Se los he dicho: ese tipo de aparatos no funcionan en Hogwarts. Vamos, Harry —añadió enérgicamente, dejando la ventana y volviendo al centro del aula—, repitamos el encantamiento escudo.
( . . . )
El desayuno fue muy bullicioso en la mesa de Gryffindor la mañana de la tercera prueba. Las lechuzas llevaron a Harry una tarjeta de Sirius para desearle buena suerte. Llegó una lechuza para Hermione llevándole su acostumbrado ejemplar de El Profeta. Lo desplegó, Emma miró junto a Hermione la primera página y se atragantó, mientras Hermione escupía su jugo sin querer.
—¿Qué…? —preguntaron al mismo tiempo Harry y Ron.
—Nada —se apresuraron a contestar ambas.
Hermione intento retirar el periódico de la vista, pero Ron lo tomó.
Miró el titular, y dijo:
—No puede ser. Hoy no. Esa vieja rata...
—¿Qué? —preguntó Harry—. ¿Otra vez Rita Skeeter?
—No —dijo Ron, e, igual que había hecho Hermione, intentó retirar el periódico.
—Es sobre mí, ¿verdad?
—No —contestó Ron, en un tono nada convincente.
—¿Es sobre Emma?
La castaña negó rápidamente.
Pero, antes de que Harry pudiera pedirles el periódico, Draco Malfoy gritó desde la mesa de Slytherin:
—¡Eh, Potter! ¿Qué tal te encuentras? ¿Te sientes bien? ¿Estás seguro de que no te vas a poner furioso con nosotros?
También Malfoy tenía en la mano un ejemplar de El Profeta. A lo largo de la mesa, los de Slytherin se reían y se volvían en las sillas para ver cómo reaccionaba Harry.
—Déjame verlo —le dijo Harry a Ron—. Dámelo.
A regañadientes, Ron le entregó el periódico. Harry le dio la vuelta y vio su propia fotografía bajo un titular muy destacado:
HARRY POTTER, «TRANSTORNADO Y PELIGROSO.»
El muchacho que derrotó a El-que-no-debe-ser-nombradl es inestable y probablemente peligoro, escribe Rita Skeeter, nuestra corresponsal especial. Recientemente han salido a luz evidencias alarmantes del extraño comportamiento de Harry Potter que arrojan dudas sobre su identidad para competir en algo que exige tanto de sus participantes como el Torneo de los tres magos, e incluso para estudiar en Hogwarts.
Potter, como revela en exclusiva El Profeta, pierde el conocimiento con frecuencia en las clases, y a menudo se le oye quejarse de que le duele la cicatriz que tiene en la frente, vestigio de la maldición con la que Quien-ustedes-saben intentó matarlo. El pasado lunes, en medio de una clase de Adivinación, nuestra corresponsal de El Profeta presenció que Potter salía de la clase como un huracán, gritando que la cicatriz le dolía tanto que no podía seguir estudiando.
Es posible (nos dicen los máximos expertos del Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas) que la mente de Potter quedara afectada por el ataque infligido por Quien-ustedes-saben, y que la insistencia en que la cicatriz le sigue doliendo sea expresión de una alteración arraigada en lo más profundo del cerebro.
«Podría incluso estar fingiendo», ha dicho un especialista. «Podría tratarse de una manera de reclamar atención.»
Pero El Profeta ha descubierto hechos preocupantes relativos a Harry Potter que el director de Hogwarts, Albus Dumbledore, ha ocultado cuidadosamente a la opinión pública del mundo mágico.
«Potter habla la lengua pársel», nos revela Draco Malfoy, un alumno de cuarto curso de Hogwarts. «Hace dos años hubo un montón de ataques contra alumnos, y casi todo el mundo pensaba que Potter era el culpable después de haberlo visto perder los estribos en el club de duelo y arrojarle una serpiente a otro compañero. Pero lo taparon todo. También ha hecho amistad con hombres lobo y con gigantes. En nuestra opinión, sería capaz de cualquier cosa por alcanzar un poco de poder. »
La lengua pársel, con la que se comunican las serpientes, se considera desde hace mucho tiempo un arte oscura. De hecho, el hablante de pársel más famoso de nuestros tiempos no es otro que el mismísimo Quien-ustedes-saben. Un miembro de la Liga para la Defensa contra las Fuerzas Oscuras, que no desea que su nombre aparezca aquí, asegura que consideraría a cualquier mago capaz de hablar pársel «sospechoso o priori: personalmente, no me fiaría de nadie que hablara con las serpientes, ya que éstas son frecuentemente utilizadas en los peores tipos de magia tenebrosa y están tradicionalmente relacionadas con los malhechores». De forma semejante, añadió: «Cualquiera que busque la compañía de engendros tales como gigantes y hombres lobo parece revelar una atracción por la violencia.»
Albus Dumbledore debería tal vez considerar si es adecuado que un muchacho como éste compita en el Torneo de los tres magos. Hay quien teme que que Potter pueda recurrir a las artes oscuras en su afán por ganar el Torneo, cuya tercera prueba tendrá lugar esta noche.
—Ya no me tiene tanto cariño, ¿verdad? —dijo Harry sin darle importancia y doblando el periódico.
En la mesa de Slytherin, Malfoy, Crabbe y Goyle se reían de él, atornillándose el dedo en la sien, poniendo grotescas caras de loco y moviendo la lengua como las serpientes.
—¿Cómo se enteró esa arpía? —se extrañó Emma con el entrecejo fruncido—. Ella no estaba ahí…
—La ventana estaba abierta —le recordó Ron—. La abriste.
—¡Estaban en lo alto de la torre norte! —objetó Hermione—. ¡Tu voz no pudo llegar hasta abajo!
—Bueno, eres tú la que se supone que está investigando métodos mágicos de escucha —dijo Harry—. ¡Dinos tú cómo lo hace!
—Es lo que intento averiguar —admitió Hermione—. Pero… pero…
De repente, la cara de Hermione adquirió una expresión extraña y absorta. Levantó una mano lentamente y se pasó los dedos por el cabello.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Ron.
—Sí —musitó Hermione.
Volvió a pasarse los dedos por el cabello y luego se llevó la mano a la boca, como si hablara por un walkie-talkie invisible.
—Se me acaba de ocurrir algo —explicó Hermione, mirando al vacío—. Creo que sé… porque entonces nadie se daría cuenta… ni siquiera Moody… y ella podría haber llegado al alféizar de la ventana… Pero no puede hacerlo… lo tiene tajantemente prohibido… ¡Creo que la he pillado! Necesito ir dos segundos a la biblioteca… ¡Sólo para asegurarme!
Diciendo esto, Hermione tomó su mochila y, tomando la mano de Emma, salieron corriendo del Gran Comedor.
—¡Eh! —las llamó Ron—. ¡Tenemos el examen de Historia de la Magia dentro de diez minutos!
—¿Qué sucede, Her? —preguntó Emma, jadeando cuando llegaron a la biblioteca.
—Te lo explicaré, pero antes debo buscar algo.
—¡La última vez que dijiste esto terminaste petrificada! —replicó Emma con preocupación.
—Te prometo que está vez no pasará —la tranquilizó Hermione mientras la tiraba de la muñeca—. ¡Tan solo un segundo!
( . . . )
Luego de una exhaustiva búsqueda en la biblioteca Hermione pudo confirmar su teoría junto a Emma y juntas fueron a su exámen de Historia de la Magia. En cuanto terminaron ambas, acompañadas por Ron, regresaron al Gran Comedor.
—¡Mamá… Bill! —exclamó Ron, atónito, acudiendo a la mesa de Gryffindor junto a las chicas—. ¿Qué hacen aquí?
—Hemos venido a ver a Harry en la última prueba —dijo con alegría la señora Weasley—. Tengo que decir que me gusta el cambio, no tener que cocinar. ¿Qué tal el examen?
—Eh… bien —contestó Ron—. No pude recordar todos los nombres de los duendes rebeldes, así que me inventé algunos. Pero bien —añadió, sirviéndose una empanada de Cornualles, mientras la señora Weasley lo miraba con severidad—. Todos se llaman como Bodrod el barbudo y Urg el salvaje, asi que no fue difícil.
—Hola, Hermione —la saludó ella cariñosamente—. Hola, Emma —al contrario que con Hermione la saludo menos afectuosa de lo normal.
—Hola —le respondió Hermione con una sonrisa que vaciló ante la fría expresión de la señora Weasley.
Harry miró a una y a otra, y luego dijo:
—Señora Weasley, ¿usted no creería esas mentiras que escribió Rita Skeeter en Corazón de bruja, verdad? Porque todo lo que dijo Skeeter es una idiotez. Conoce a Emma.
—¡Ah! —exclamó la señora Weasley—. No… ¡por supuesto que no!
Pero a partir de ese momento empezó a mostrarse más cariñosa con Emma.
A la castaña le pareció una actitud muy infantil e inmadura por parte de la mujer, pero de cualquier manera, no le tomó gran relevancia.
Para el banquete de la noche, Ludo Bagman y Cornelius Fudge se habían incorporado a la mesa de los profesores.
Hubo más platos de lo habitual, pero Harry no comió mucho (ni siquiera cuando Emma insistió). Cuando el techo encantado comenzó a pasar del azul a un morado oscuro, Dumbledore, en la mesa de los profesores, se puso en pie y se hizo el silencio.
—Damas y caballeros, dentro de cinco minutos les pediré que vayamos todos hacia el campo de quidditch para presenciar la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos. En cuanto a los campeones, les ruego que tengan la bondad de seguir ya al señor Bagman hasta el estadio.
Antes de que Harry se levantara, Emma lo detuvo y lo tomo de las mejillas delicadamente.
—Cuídate, por favor —le pidió—. Quiero que regreses en una sola pieza.
—Lo haré —aseguró Harry, besando a Emma suavemente—. Te amo.
—Te amo, James.
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