4. Family dinner

CENA EN FAMILIA

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Harry y Emma salieron de la habitación de Ron y bajaron unas cuantas escaleras, encontrándose con éste, Hermione y Ginny. Todos bajaron y se encontraron con la señora Weasley sola en la cocina, con aspecto de enfado.

—Vamos a comer en el jardín —les dijo en cuanto entraron—. Aquí no cabemos doce personas. ¿Podrían sacar los platos, chicas? Bill y Charlie están colocando las mesas. Ustedes dos, lleven los cubiertos —les dijo a Ron y a Harry. Con más fuerza de la debida, apuntó con la varita a un montón de papas que había en el fregadero, y éstas salieron de sus cáscaras tan velozmente que fueron a dar en las paredes y el techo—. ¡Dios mío! —exclamó, apuntando con la varita al recogedor, que saltó de su lugar y empezó a moverse por el suelo recogiendo las patatas—. ¡Esos dos! —estalló de pronto, mientras sacaba las cazuelas del armario. Emma comprendió que se refería a Fred y George—. No sé qué va a ser de ellos, de verdad que no lo sé. No tienen ninguna ambición, a menos que se considere ambición dar tantos problemas como pueden.

Emma tomó los platos junto a Hermione y Ginny y salieron al jardín. No quería quedarse a escuchar las quejas sobre Fred y George.

Al salir se encontraron con un lindo ambiente familiar. Bill y Charlie intentaban poner en orden las mesas; en otro lado Fred y George bromeaban animadamente; y Crookshank y Félix jugaban felizmente con los gnomos.

Emma por un momento recordó aquellas tardes en familia cuando era más pequeña, cuando las cosas seguían bien.

A las siete de la tarde, las dos mesas crujían bajo el peso de un sinfín de platos que contenían la excelente comida de la señora Weasley, y los nueve Weasley, Harry, Emma y Hermione tomaban asiento para cenar bajo el cielo claro, de un azul intenso. Para alguien como Emma, que había probado toda clase de comidas, la de la señora Weasley seguía siendo un completo festín.

Al otro extremo de la mesa, Percy ponía a su padre al corriente de todo lo relativo a su informe sobre el grosor de los calderos.

—Le he dicho al señor Crouch que lo tendrá listo el martes —explicaba Percy dándose aires—. Eso es algo antes de lo que él mismo esperaba, pero me gusta hacer las cosas aún mejor de lo que se espera de mí. Creo que me agradecerá que haya terminado antes de tiempo. Quiero decir que, como ahora hay tanto que hacer en nuestro departamento con todos los preparativos para los Mundiales, y la verdad es que no contamos con el apoyo que necesitaríamos del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos… Ludo Bagman…

—Ludo me cae muy bien —dijo el señor Weasley en un tono afable—. Es el que nos ha conseguido las entradas para la copa. Yo le hice un pequeño favor: su hermano, Otto, se vio metido en un aprieto a causa de una segadora con poderes sobrenaturales, y arreglé todo el asunto…

—Desde luego, Bagman es una persona muy agradable —repuso Percy desdeñosamente—, pero no entiendo cómo pudo llegar a director de departamento. ¡Cuando lo comparo con el señor Crouch…! Desde luego, si se perdiera un miembro de nuestro departamento, el señor Crouch intentaría averiguar lo qué ha sucedido. ¿Sabes que Bertha Jorkins lleva desaparecida ya más de un mes? Se fue a Albania de vacaciones y no ha vuelto…

—Sí, le he preguntado a Ludo —dijo el señor Weasley, frunciendo el entrecejo—. Dice que Bertha se ha perdido ya un montón de veces. Aunque, si fuera alguien de mi departamento, me preocuparía…

—Por supuesto, Bertha es un caso perdido —siguió Percy—. Creo que se la han estado pasando de un departamento a otro durante años: da más problemas de los que resuelve. Pero, aun así, Ludo debería intentar encontrarla.  El señor Crouch se ha interesado personalmente… Ya sabes que ella trabajó en otro tiempo en nuestro departamento, y creo que el señor Crouch le tiene estima. Pero Bagman no hace más que reírse y decir que ella seguramente interpretó mal el mapa y llegó hasta Australia en vez de Albania. En fin —Percy lanzó un impresionante suspiro y bebió un largo trago de vino de saúco—, tenemos ya bastantes problemas en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional para que intentemos encontrar al personal de otros departamentos. Como sabes, hemos de organizar otro gran evento después de los Mundiales. —Se aclaró la garganta como para llamar la atención de todos, y miró al otro extremo de la mesa, donde estaban sentados Harry, Ron, Emma y Hermione, antes de continuar—: Ya sabes de que hablo, papá —levantó ligeramente la voz—: el asunto ultrasecreto.

Ron puso cara de resignación y les susurró a sus amigos:

—Ha estado intentando que le preguntemos de qué se trata desde que empezó a trabajar. Seguramente es una exposición de calderos de fondo delgado.

En el medio de la mesa, la señora Weasley discutía con Bill a propósito de su pendiente, que parecía ser una adquisición reciente.

Y junto a la señora Weasley, Fred, George y Charlie hablaban animadamente sobre los Mundiales.

—Va a ganar Irlanda —pronosticó Charlie con la boca llena de papa—. En las semifinales le dieron una paliza a Perú.

—Ya, pero Bulgaria tiene a Viktor Krum —repuso Fred.

—Krum es un buen jugador, pero Irlanda tiene siete estupendos jugadores —sentenció Charlie—. Ojalá Inglaterra hubiera pasado a la final. Fue vergonzoso, eso es lo que fue.

—¿Qué ocurrió? —preguntó interesado Harry.

—Fue derrotado por Transilvania, por trescientos noventa a diez —repuso Charlie con tristeza—. Una actuación terrorífica. Y Gales perdió frente a Uganda, y Escocia fue vapuleada por Luxemburgo.

Antes de que tomaran el postre, helado casero de fresas, el señor Weasley hizo aparecer mediante un conjuro unas velas para alumbrar el jardín, que se estaba quedando a oscuras, y para cuando terminaron, las polillas revoloteaban sobre la mesa y el aire templado olía a césped y a madreselva. Emma se sentía bien. Había sido una cena increíble.

Emma estaba contemplando a Crookshank y a Félix, quienes seguían persiguiendo a los gnomos por los rosales. Harry se le acercó y la tomó de la mano. Al poco tiempo Ron y Hermione se les acercaron.

Ron observó con atención al resto de su familia para asegurarse de que estaban todos distraídos hablando y le preguntó a Harry en voz baja:

—¿Has tenido últimamente noticias de Sirius?

Emma y Hermione vigilaban a los demás mientras no se perdían palabra.

—Sí —dijo Harry también en voz baja—, dos veces. Parece que está bien. Anteayer le escribí. Es probable que envíe la contestación mientras estamos aquí.

—Miren que hora es —dijo de pronto la señora Weasley, consultando su reloj de pulsera—. Ya tendrían que estar todos en la cama, porque mañana se tienen que levantar con el alba para llegar a la Copa. Harry, Emma, si me dejan la lista de la escuela, les puedo comprar las cosas mañana en el callejón Diagon. Voy a comprar las de todos los demás porque a lo mejor no queda tiempo después de la Copa. La última vez el partido duró cinco días.

—¡Espero que sea igual! —dijo Harry entusiasmado.

—Sería emocionante —concordó Emma.

—Bueno, pues yo no espero eso —replicó Percy en tono moralista—. Me horrorizada pensar cómo estaría mi bandeja de asuntos pendientes si faltara cinco días del trabajo.

—Desde luego, alguien podría volver a ponerte una caca de dragón, ¿eh, Percy? —dijo Fred.

—¡Era una muestra de fertilizante proveniente de Noruega! —respondió Percy, poniéndose muy colorado—. ¡No era nada personal!

—Sí que lo era —les susurró Fred a Harry y  Emma—. Se la enviamos nosotros.

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