35. I do not intend to remain silent

NO PIENSO QUEDARME CALLADA

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—Voy a matar a Nott —advirtió Harry, poniéndose de pie, cuando Ron termino de ponerlos al tanto a él y Hermione de lo que acababa de suceder.

—James, por favor —Emma lo tomó de la mano y lo miró directamente a los ojos—, no hagas nada.

—Pero Emma, él te… —protestó Hermione.

—No quiero más problemas —la interrumpió Emma, sintiendo un gran nudo en su garganta—. No quiero que te metas en problemas por mi culpa, Harry.

—Emma, esto no es culpa tuya, es de él —El azabache trató de relajar su voz y tomó asiento a un lado de su novia—. Nunca será tu culpa.

—Lo pude detener —musitó Emma recordando las palabras de Pansy con claridad—. Dejé que siguiera con esto… y si Ron no hubiera aparecido él… él me hubiera…

Como si sus mentes se hubieran puesto de acuerdo, Harry, Ron y Hermione se acercaron y atrajeron a Emma en un fuerte abrazo de oso. Todos por igual odiaban que ella estuviera así, y sentían tantas ganas de matar a cierto Slytherin por todo lo que había causado.

—Mantente tranquila, ¿si? —le dijo Hermione, acariciando el cabello de su mejor amiga.








( . . . )







Emma estaba recostada boca arriba en la cama de Harry mientras pensaba en algunos cosas (¿qué cómo había llegado allí? Pues Seamus y Dean quisieron animarla un rato). Para entonces ya estaba sola en el lugar, y el silencio le permitió divagar por su mente.

Una repentina oleada de brisa y un beso en sus labios llamaron su atención y la hicieron volver en sí.

—¿En qué piensas tanto?

Emma se reincorporó y tomó asiento al lado de Harry—. En muchas cosas, en realidad.

—Ron me dijo que estabas aquí sola —informó Harry, dejando que Emma apoyara su cabeza en su hombro—. Por favor, deja de agobiarte con…

—¿Crees que yo lo ocasione? —le preguntó Emma tan repentinamente a Harry que llegó a sorprenderse.

—Creo que no hiciste nada malo —respondió Harry, dejando un beso en la frente de Emma—. Él ha querido aprovecharse de lo bueno persona que eres.

Emma apretó sus labios mientras observaba fijamente la ventana de la habitación, escuchando a Harry.

—Deja de sentirte mal por una persona tan insignificante como lo es Nott —añadió Harry—. No soy el único que quiere volver a ver tu hermosa sonrisa.

—Siempre encuentras la manera de hacerme sentir mejor —sonrió Emma, dejando un beso en la mejilla de Harry.

—No por nada soy tu novio —Emma le dió un golpe con la almohada—. ¡Oye! ¿por qué?

—Por tu egocentrismo —dijo Emma con diversión.

—Si quieres un saco de boxeo ve con Nott —Emma fingió querer golpearlo con su mano, pero cuando estuvo cerca de espalda, le dió caricias dulcemente—. ¿Lo ves? Es mucho mejor cuando sonríes.

—Te amo, Harry —soltó Emma, llevada por un sentimiento que la llenaba en sobremanera. Las palabras de su novio la habían ayudado un poco, y se lo agradecía mucho.

—Yo te amo más —sonrió Harry, abrazando a Emma, inhalando su aroma. Estaba feliz de haberla hecho sonreir al menos por un segundo. No le gustaba verla desanimada por culpa de Nott, y no pensaba permitir que nadie, nunca más, se atreviera a quitarle su linda sonrisa por ninguna circunstancia.








( . . . )









Había una visita programada a Hogsmeade para mediados de enero. Las chicas se sorprendieron mucho de que Harry pensará ir.

—Pensé que querrías aprovechar la oportunidad de tener la sala común en silencio —comentó Hermione—. Tienes que ponerte en serio a pensar en el enigma.

—¡Ah…! Creo… creo que ya estoy sobre la pista —aseguró Harry, pero Emma tenía el presentimiento de que no estaba siendo del todo sincero.

—¿De verdad? —quiso saber.

Harry solo le regaló una mirada de disculpa a su novia.

Harry, Ron, Emma y Hermione salieron del castillo, y atravesaron el campo húmedo y frío en dirección a las verjas. Al pasar junto al barco anclado en el lago, vieron salir a cubierta a Viktor Krum, sin otra prenda de ropa que el bañador. A pesar de su delgadez debía de ser bastante fuerte, porque se subió a la borda, estiró los brazos y se tiró al lago.

—¡Está loco! —exclamó Harry, mirando fijamente el renegrido pelo de Krum—. ¡Es enero, debe estar helado!

—De donde él viene hace mucho más frío —comentó Emma—. ¿No es así, Her?

—Exacto —asintió Hermione—. Supongo que para él el agua está tibia.

—Sí, pero además está el calamar gigante —señaló Ron. No parecía preocupado, más bien esperanzado.

Hermione notó el tono de su voz, y le puso mala cara.

—Es realmente buenmozo, ¿saben? —dijo ella—. No es lo que uno podría pensar de alguien de Durmstrang. Me ha dicho que esto le gusta mucho más.

Emma no pudo evitar reír al ver la cara de Ron. Él no había mencionado a Viktor Krum desde el baile de Navidad, lo que llevaba a Emma sospechar algo.

Mientras recorrían la calla principal, cubierta de nieve enfangada, Harry propuso visitar Las Tres Escobas.

La taberna se hallaba tan abarrotada como siempre, Emma echó un vistazo a toda la taberna, para ver si Hagrid se hallaba ahí, pero no encontró rastro de él. Se estaba comenzando a preocupar por su amigo; desde que salió un artículo de Skeeter dónde revela la condición de Hagrid al ser un semigigante no lo habían visto por ningún lado.

—Pero, ¿es que ese hombre no va nunca a trabajar? —susurró Hermione de repente—. ¡Miren!

Señaló el espejo que había tras la barra, y Emma vio a Ludo Bagman allí reflejado, sentado en un rincón oscuro con unos cuantos duendes. Bagman les hablaba a los duendes en voz baja y muy despacio, y ellos lo escuchaban con los brazos cruzados y miradas amenazadoras.

Emma miró con curiosidad a Bagman. Parecía muy tenso, tanto como lo había estado en el bosque aquella noche antes de que apareciera la Marca Tenebrosa. Justo en aquel momento Bagman miró hacia la barra, vio a Harry y se levantó.

—¡Un momento, sólo un momento! —oyó que les decía a los duendes, y Bagman se apresuró a acercarse a Harry cruzando la taberna—. ¡Harry! ¿Cómo estás? —lo saludó, había recuperado su sonrisa infantil—. ¡Tenía ganas de encontrarme contigo! ¿Va todo bien?

—Sí, gracias —respondió Harry.

—Me pregunto si podría decirte algo en privado, Harry —dijo Bagman—. ¿Nos podrían disculpar un momento?

—Eh… bueno —repuso Ron, y comenzó a alejarse junto a Emma y Hermione.

—Señorita Walk —Emma se detuvo ante la mención—. ¿Podría hablar con usted luego?

—Por supuesto, señor —aceptó Emma algo confusa.

Entonces Ron, Emma y Hermione se fueron en busca de una mesa.

—¿Qué creen que quiera? —cuestionó Ron.

—Nada bueno, de seguro —opinó Hermione—. Lo raro es que quiera hablar contigo, Emma.

—Ni lo digas —suspiró Emma, quitándose su bufanda—. Bagman no me da buena espina…

—Ninguna persona les de buena espina, chicas —dijo Ron.

—¡Obvio no! —rió Emma. Dirigiendo su visión hasta Harry.

—¡Emma! —gritó repentinamente Ron, asustando a la castaña.

—¿Qué te sucede?

—Eh… no, no, nada, solo que… —Ron le dirigió una rápida mirada a Hermione, esperando que entendiera.

—¡Oh, sí! Lo que pasa es que quería saber sí… tú… tú… tienes la tarea de Adivinación.

—Her, no estás en Adivinación, ¿de qué te serviría la tarea? —se extraño Emma.

Hermione y Ron observaron Theodore Nott pasar detrás de su mesa mientras dirigía una intensa mirada a su amiga. Cuando por fin desapareció de la vista, Hermione tomó la palabra una vez más.

—Olvídalo.

—¿Qué les pasa? —inquirió Emma.

—Nada, tranquilízate —contestó Ron.

Luego de eso los tres estuvieron un largo rato platicando entre sí hasta que volviera Harry, y cuando lo hizo, Ron fue el primero en hablar.

—¿Qué quería? —preguntó—. ¿Y dónde está?

—Se fue corriendo —respondió Harry. Emma suspiró del alivio—. Y quería ayudarme con el huevo de oro.

—¡Eso no está bien! —exclamó Hermione muy sorprendida—. ¡Es uno de los jueces! Y además, tú ya la tienes, ¿no?

—Eh… casi —repuso Harry.

—No me parece que Bagman sea un juez parcial —opinó Emma—. ¿Intentó ayudar a Cedric también?

—No. Se lo he preguntado —respondió Harry.

—¿Y qué más da que no ayude a Diggory? —dijo Ron.

—Que no sería una competencia justa —contestó Emma, dando un sorbo a su taza de cerveza de mantequilla.

—Esos duendes no parecían muy amistosos —comentó Hermione, cambiando el tema—. ¿Qué harían aquí?

—Según Bagman, buscar a Crouch —explicó Harry—. Sigue enfermo. No ha ido a trabajar.

—-A lo mejor lo está envenenando Percy —sugirió Ron—. Probablemente piensa que, si Crouch se muere, a él lo nombrarán director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional.

Emma y Hermione le dirigieron una severa mirada.

—Es curioso que los duendes busquen al señor Crouch… —dijo Hermione—. Normalmente tratarían con el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas.

—Pero Crouch sabe un montón de lenguas —le recordó Harry—. A lo mejor buscan un intérprete.

—No es mala idea —asintió Emma.

—¿Ahora te preocupas por los duendecitos, Hermione? —inquirió Ron—. ¿Estás pensando en fundar la S. P. A. D. A, o algo así? ¿La Sociedad Protectora de los Asquerosos Duendes Atontados?

—Ja, ja, ja —replicó Hermiome con sarcasmo—. Los duendes no necesitan protección. ¿No se han enterado de lo que ha contado el profesor Binns sobre las revueltas de los duendes?

—No —dijeron Harry y Ron al unísono.

—Sí —respondió Emma—. Los duendes son perfectamente capaces de tratar con los magos, todo lo contrario a los elfos domésticos.

—¡Oh! —exclamó Ron, mirando hacia la puerta.

Acababa de entrar Rita Skeeter. Aquel día llevaba una túnica amarillo plátano y las uñas pintadas de un impactante color rosa, e iba acompañada de su barrigudo fotógrafo. Pidió bebidas, y junto con su fotógrafo pasó por en medio de la multitud hasta una mesa cerca a la de Harry, Ron, Emma y Hermione, que la miraban mientras se acercaba. Hablaba rápido y parecía muy satisfecha por algo.

—… no parecía muy contento de hablar con nosotros, ¿verdad, Bozo? ¿Por qué será, a ti qué te parece? ¿Y qué hará con todos esos duendes tras él? ¿Les estaría enseñando la aldea? ¡Qué absurdo! Siempre ha sido un mentiroso. ¿Estará tramando algo? ¿Crees que deberíamos investigar un poco? El infortunado ex director de Deportes Mágicos, Ludo Bagman… Ése es un comienzo con mucha garra, Bozo: sólo necesitamos encontrar una historia a la altura del titular.

—¿Qué, tratando de arruinar la vida de alguien más? —preguntó Harry en voz muy alta.

Algunos se volvieron a mirar. Al ver quién le hablaba, Rita Skeeter abrió mucho los ojos, escudados tras las gafas con incrustaciones.

—¡Harry! —dijo sonriendo—. ¡Que divino! ¿Por qué no te sientas con nos…?

—No me acercaría a usted ni con una escoba de diez metros —contestó Harry furioso—. ¿Por qué le ha hecho eso a Hagrid?

Rita Skeeter levantó sus perfiladísimas cejas.

—Nuestros lectores tienen derecho a saber la verdad, Harry… Sólo cumplo con mi…

—¿Y qué más da que sea un semigigante? —gritó Harry—. ¡Él no tiene nada de malo!

Toda la taberna se había sumido en el silencio. La sonrisa de Rita Skeeter vaciló muy ligeramente, pero casi de inmediato tiró de los músculos de la cara para volver a fijarla en su lugar. Abrió el bolso de piel de cocodrilo, sacó una pluma y le preguntó:

—¿Me concederias una entrevista para hablarme del Hagrid que conoces?, ¿el hombre que hay detrás de los músculos?, ¿sobre su inaudita amistad y las razones que hay para ella? ¿Crees que puede ser para ti algo así como un sustituto del padre?

Emma se levantó de pronto, dando un fuerte golpe con su taza en la mesa.

—¡Usted es una mujer repugnante! —le dijo con furia. Sentía como le hervía la sangre—. No le importa que vida arruina con tal de tener su estúpida historia, ¿no es así? ¿Ahora planea arruinar la de Bagman?

—Siéntate, estúpida, y no hables de lo que no entiendes —contestó fríamente Rita Skeeter, arrojándole a Emma una dulce mirada—. Yo sé cosas sobre Ludo Bagman que te pondrán los pelos de punta… y casi les iría bien —añadió, observando el pelo de Hermione.

—Creo que tenemos diferentes ideas sobre quién es la estúpida en esta situación —dijo Emma firmemente.

—Escucha, mocosa, deberías de agradecerme —Emma frunció el ceño—. Estoy muy bien informada sobre todo lo sucedido en el baile de Navidad, pero aún así no he contado nada, aunque ciertamente sería una gran historia para el público.

—Ya, vámonos —apremió Hermione—. Vamos, chicos…

—¿Debería agradecerle? —repitió Emma, sin dar crédito a sus oídos—. Todos dentro y fuera del castillo lo saben sin necesidad de que usted lo cuente. ¿Qué cree que haría si publicara eso? ¿Piensa arruinar mi vida?

—Si lo hice con tu madre puedo hacerlo contigo niña.

—No soy mi madre, y escuché bien: no pienso permitir que se entrometa en mi vida ni en la de ninguna persona más solo para conseguir fama.

Hermione jaló de su mano y junto a Harry y Ron salieron de la taberna. Mucha gente los observó mientras se iban.

—Ahora la tomará contigo, Emma —dijo Ron en voz baja y preocupado mientras subían la calle, deshaciendo el camino por el que habían llegado.

—Me gustaría verla intentándolo —replicó Emma—. Seré joven pero no soy estúpida. No permitiré que se meta con Hagrid, Harry, y mucho menos conmigo.

—No hay que hacer enfadar a Rita Skeeter —añadió Ron nervioso—. Te lo digo en serio, Emma. Te buscará algo para ponerte en evidencia…

—No pienso tenerle miedo —contestó Emma, comenzando a caminar a paso rápido—. ¡Vamos, chicos! ¡Hagrid nunca debió permitir que ella lo alterará así!

Emma y Hermiome echaron a correr y precedió a Harry y Ron durante todo el camino de vuelta por la carretera, a través de las verjas flanqueadas por cerdos alados y de los terrenos del colegio, hacia la cabaña de Hagrid.

Al final, y con ayuda de Dumbledore habían logrado convencer a Hagrid de volver a su puesto de profesor. Hagrid al fin regresaría a su trabajo.

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