32. Merry Christmas

FELIZ NAVIDAD

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Incluso la misma Emma se sorprendió cuando vió gran cantidad de regalos al pie de su cama al abrir los ojos temprano por la mañana.

No había sido despertada por nadie, es más, el vuelco que le daba el estómago había sido el causante de cortar su relajante siesta.

—Wow… —soltó Hermione cuando vió la cantidad de regalos para su amiga.

—¿Por qué exactamente? —bromeó Emma.

—¿No es obvio?

—Es un tanto confuso —admitió Emma, secando su cabello recién lavado—. Puedes estarte refiriendo a la gran locura de Lavender y Parvati o a esto, claro.

—¡Oye! —exclamó Parvati ofendida, lanzando una almohada en dirección a Emma—. Que reflejos… —se admiro cuando la castaña esquivo la almohada con lo que pareció ser mucha facilidad (cuando en realidad había sido pura suerte).

—¿Quién te ha enviado tantos regalos? —quiso saber Hermione, tomando lugar en la cama de su mejor amiga.

—No tengo idea —Emma se encogió de hombros—. No los he leído aún —admitió, despidiéndose de Lavender y Parvati, que acababan de salir de la habitación.

—Mejor los abrimos aquí —propuso Hermione, tomando sus regalos y colocándolos en la cama de Emma.

—Pero… ¿y los chicos?

—Te apuesto a que siguen dormidos —rio Hermione—. Mejor dejarlos descansar para esta noche.

—El baile…, es cierto —recordó Emma—. Está bien, los abriremos solas, pero solo por este año —sentenció.

—Como ordene, teniente —bromeó Hermione.

A continuación, ambas amigas se dirigieron a abrir sus respectivos regalos, sentadas una al lado de la otra. Cómo ya se había vuelto costumbre, lo primero que Emma encontró fue el típico jersey hecho por la señora Weasley junto a un buen trozo de torta de chocolate. De parte de Ron un montón de cartas disculpándose por su estúpido comportamiento y, de igual manera, un millón de dulces directos de Honeydukes; Hermione no sólo de había tomado la molestia de regalarle su libro favorito, sino también un muy grande kit de maquillaje (porque aseguraba que lo necesitaría en algún momento). Los regalos de Hagrid, los gemelos Weasley, Daphne, Adhara, Blaise, Sirius, Remus, y curiosamente de Ginny tampoco faltaron, al igual que el regalo por parte de sus padres que consistía de un montón de pendientes y ropa para ella.

Y por terminar, los últimos tres regalos: el de Nott, el de Harry, y uno que no llevaba nota.

Emma le pidió a Hermione que escogiera uno al azar para que ese fuera el primero en abrir. El elegido fue el del Slytherin, que consistía en nada más y nada menos que en una gargantilla que llevaba en medio una brillante mariposa dorada: una joya totalmente elegante y, sobre todo, que iba con la energía de Emma; que combinaba perfectamente con ella.

Sin que ninguna de las chicas lo notara, un pequeño pergamino doblado cayó de la caja en dónde había estado la gargantilla anteriormente. El curioso gato Félix salto de la cama de su dueña y tomo el papel en su boca, acto seguido, empujó la puerta entreabierta con su nariz y salió de la habitación sin producir ningún sonido que llamara la atención de Emma y Hermione.

—Te aprecia mucho, ¿no? —soltó Hermione con una risita. Emma le dió un pequeño empujón en el hombro—. Algún día dejar de ignorar eso.

La castaña rodó los ojos con diversión y tomo el regalo de parte de Harry. Lo cierto era que fuese lo que fuese, Emma lo amaría porque como siempre lo había dejado en claro: no importaba el costo del regalo, lo que importaba es que venía desde el fondo del corazón y lo hacían con mucho cariño.

Y algo que cada uno de los regalos de Harry transmitían era eso: cariño y amor. Está vez, como en años atrás, el regalo de parte del azabache era una joya, una pulsera para ser más claros. Tenía algunos detalles de hojas doradas y no llegaba a cerrarse completamente.

—Me pregunto cuándo es que las compra —comentó Emma, admirando la pulsera en sus manos—. Siempre lo veo por aquí.

—Preguntas sin respuesta —dijo Hermione, abrazando a Emma por los hombros—. Gracias por el regalo.

—No es nada, espero que te guste —le sonrió Emma, aceptando el abrazo de su mejor amiga.

Entonces el momento de abrir el último regalo había llegado. Emma lo observó con curiosidad antes de abrirlo. No le generó mucha confianza ya que no tenía nota, pero su curiosidad había ganado a su instinto de protección y terminó por abrirlo. La castaña quedó anonadada ante la diadema frente a sus ojos: la joya llevaba muchos diamantes encima de ella, que destacaban sobre las pequeñas letras grabadas dentro de ella «A. M» y la palabra «Millie».

—¿Millie? —se extrañó Hermione, leyendo por encima del hombro de Emma—. ¿Quién es Millie?

—Me parece que es un apodo… —razono Emma, mirándola con cuidado—. «A. M»… ¿no te parece que es de mi madre?

—Podría ser, pero en ese caso ¿quién te la envío? —cuestionó Hermione—. De ser de parte de el profesor Lupin o… Sirius, diría algo, ¿no?

—No lo sé, Her —Emma frunció un poco los labios—, pero esto fue alguna vez de mi madre, y me la quedaré.

—Lo que tú digas —suspiró Hermione. Por más raro que pareciera, está vez no desconfiaba de el regalo sin nota como hace un año atrás con la escoba de Harry. El sentimiento de angustia no estaba presente en ella, así que, tranquila, acompañó a Emma a la sala común.

Pasaron varios minutos juntas, riendo y observando a las chicas totalmente enloquecidas por el baile que se llevaría a cabo en la noche. No fue hasta que la voz ya conocida de un pelirrojo amigo se hizo presente a sus espaldas, las chicas dejaron de reír.

—Hola, Ronald —lo saludó Emma con un gesto de Emma. Hermione imitó su acción.

—Hola, chicas —devolvió el saludo—. Emma, Harry me pidió que te dijera que… bueno… tú lo sabes.

La castaña asintió y sin rechistar tomó camino hasta la habitación de los chicos, dónde se suponía Harry la estaba esperando. Y de hecho, así era.

—Te vez muy linda —fue lo primero que dijo al ver a su novia entrar.

Emma rio y desvío su mirada ante el repentino y cursi comentario de su novio. La castaña avanzó hasta llegar frente a él y abrazarlo.

joyeux noel harry —susurró en su oreja, dejando un rápido beso en sus labios.

Harry sonrió—. Felíz navidad también, Emma —le dijo, besándola está vez—. ¿Te ha gustado mi regalo? —preguntó, tomando asiento en su cama y colocando vagamente su mano en la pierna de Emma, dejando delicadas caricias en su rodilla.

—Me ha encantado, mira —sonrió, enseñando la pulsera que destacaba en su muñeca derecha.

—Me alegra que te haya gustado —se alegró Harry, entrelazando sus manos—. Por cierto… quería preguntar algo.

—¿Sí?

—Es decir, es más una petición… —musitó—. Me gustaría ver tu vestido.

—Oh, eso —rio Emma—. Mi querido novio no podrá verlo. Me gusta el efecto de sorpresa, lo siento —se disculpó, dejando un beso en su mejilla.

Harry fingió deprimirse por eso.

—Pero te tengo un plan mucho mejor —dijo Emma, poniéndose en pie y jalando a Harry con ella—. Vamos a jugar en la nieve, me gusta eso.

—Yo te gusto más —bromeó Harry.

—Sabes perfectamente que si —asintió Emma, abriendo la puerta del dormitorio—, pero también sabes que amo jugar en la nieve. Vamos, ¿sí?

—No me puedo negar contigo… —sonrió Harry, siguiendo a Emma escaleras abajo.









( . . . )








La realidad es que la mayor parte de la mañana los cuatro amigos pasaron en la Torre de Gryffindor, disfrutando los regalos que habían recibido y jugando diversos juegos entre ellos.

Pero por la tarde salieron del castillo a cumplir el deseo de Emma. La nieve se hallaba tal cual había caído, salvó por los caminos abiertos por los estudiantes de Durmstrang y Beauxbatons desde sus miradas al castillo. Ron, Hermione y los gemelos Weasley dejaron que Emma y Harry disfrutarán un rato juntos en la nieve mientras ellos organizaban una pelea de bolas de nieve.

—No, no, ¡James! —rio Emma, que había caído debajo de Harry a causa de la espesa nieve que le dificultaba correr de su novio.

El azabache dejó un suave beso en la sonrosada y fría nariz de Emma. Y antes de que pudiera pronunciar palabra la llamada de Hermione lo interrumpió.

—¡Emma! ¡Es hora de irnos!

—Hora de irse —sonrió Emma, alzando un tanto la cabeza del suelo para besar la mejilla de Harry—. Nos vemos en el vestíbulo.

Harry asintió, poniéndose en pie y ayudando a Emma a hacer lo mismo, quién se sacudió la nieve de la capa, se despidió de los demás y alcanzó a paso rápido a su amiga.

—¿Nos hace falta tres horas? —se extraño Emma, entrelazando su brazo con el de Hermione.

—Mucho más que eso —respondió Hermione—. Por cierto, lamento haberlos interrumpido. Se veían muy lindos, ¿sabes?

—Que cosas dices —se sonrojó Emma, dándole un empujoncito a Hermione mientras entraban en el castillo.

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