28. I'm so sorry Emma.

LO SIENTO MUCHO, EMMA

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Como ya era costumbre en Emma pasear por los pasillos de Hogwarts sola últimamente y relajarse un momento, eso estaba haciendo.

Harry estaba quién sabe dónde, Hermione estaba ayudando a Ron con una tarea y por consiguiente Emma no quería estar en el mismo lugar que el pelirrojo. Así que mejor en ese momento que tomar un poco de aire y relajar la mente.

Trataba de mantener su cabeza en blanco la mayor parte del tiempo posible y disfrutar de ver a los niños más pequeños (que causaban cierta ternura en la castaña) o admirar los detalles del castillo con detenimiento.

Puede que hubiera estado demasiado distraída mirando a dos pequeños pasear juntos por el lago o puede que le hayan recordado a ella y Harry años atrás, y por eso no se percató de la presencia de la persona que tenía enfrente.

—Lia.

Emma pegó un leve brinco debido al susto.

—Oh, Theo —lo saludó más relajada—. ¿Qué haces por aquí?

—Debería preguntarte lo mismo, ¿no?

Emma rio—. Daba un paseo —explicó—. ¿Dónde están Ad y Blaise?

La castaña notó como el Slytherin juguetaba nervioso con sus dedos—. No sé dónde están.

Se creó un silencio incómodo que duró unos pocos segundos hasta que Emma decidió romperlo.

—Theo… ¿pasa algo?

El castaño la observó a los ojos por unos segundos antes de tomarla de la mano y, asegurándose que ningún conocido estuviera cerca, arrastrarla hasta un salón vacío.

—No me asustes —bromeó Emma un poco nerviosa—. Dime qué pasa.

—Yo… emm… debo preguntarte algo —susurró nervioso y sonrojándose de manera irracional.

—Adelante —Pero Nott no dijo nada y permaneció en silencio—. ¿Por qué te noto tan nervioso?

El Slytherin suspiro hondo antes de probablemente arruinar todo.

—En diciembre habrá un evento y me g-gustaria saber si… —cerrò los ojos disimuladamente—. Lia, ¿te gustaría ser…?

—¿Emma?

—¿Theo?

Ambos nombrados se volvieron para ver quién acababa de llegar hasta el salón al que se suponía nadie entraría.

—Hola Her, Ad —saludó la castaña con una sonrisa nerviosa. Ambas le devolvieron el saludo.

Emma entonces giró sobre sus talones para mirar a Nott nuevamente—. Me lo puedes decir luego, ¿bien? Hablamos luego —Rápidamente salió en dirrección de su mejor amiga y ambas se alejaron a paso rápido.

—¿Me dirás qué estaba pasando? —cuestionó Hermione cuando entrelazaron sus brazos.

—Theo me quería preguntar algo… —musitó Emma, procesando lo que acababa de suceder—. Dijo algo sobre un evento en diciembre.

—Tal vez te quería invitar a su casa —razonó Hermione—. Pero si así fuera yo no iría.

—¿Por qué? —se extraño Emma.

—Los Nott no son las mejores personas que digamos… sin contar a Theodore, por supuesto.

—Pero mi sangre es…

—Pura, lo sé —la interrumpió Hermione—. Pero eso no quita el hecho de que los Walk y los Nott se odien.

Emma frunció el ceño—. ¿De qué hablas?

Hermione rodó los ojos con diversión—. Escuché a Myrtle hablar…, me parece que sola. Dijo: Me parece impresionante que Emma y Nott se lleven bien después de toda la enemistad entre Walk y Nott.

—¿Escuchaste algo más?

—Solo eso —contestó Hermione—. Luego se quedó en silencio. Pero ese no es al punto aquí, tienes suerte Emma.

—¿Por?

—Harry iba a buscarte, no yo —explicó—. Pero algo me decía que fuera yo, y ya veo porque —entonces una sonrisa apareció en los labios de Hermione.

—¿Y ahora de qué te ríes?

—Le gustas —dijo Hermione con naturalidad.

Emma ni siquiera pudo abrir la boca cuando Hermione la interrumpió nuevamente.

—Y no digas que no porque es verdad.

—Pero…

—¡Es obvio!

—¿Qué es obvio?

—James… —murmuró Emma, fingiendo que la conversación de un segundo atrás no había pasado.

—Harry, ¿por qué estás aquí? —trató de actuar Hermione.

—Tardaste. Creí que…

—Bueno, pues ya que estás aquí mejor me voy a seguir ayudando a Ron. Nos vemos luego —Sin más rodeos Hermione se alejó, dejando a solas a Emma y Harry.

—¿Qué era obvio? —preguntó Harry nuevamente.

—Estoy segura que no quieres saberlo —sonrió Emma—. Ven —tomó la mano de Harry—, vamos a despejar la mente un rato.

Harry sonrió a propósito.

—Vamos a caminar —rió Emma, arrastrando a Harry con ella. El azabache sonrió antes de seguirle el paso a su novia.












HARRY LES HABÍA DICHO A LAS CHICAS QUE YA TENÍA UNA solución para el dragón. No les dijo cómo lo había descubierto tan mágicamente, pero lo que si les dijo fue que necesitaba de su ayuda para aprender el hechizo convicador.

Así que practicaron. En vez de ir comer, buscaron un aula libre en la que Harry puso todo su empeño en atraer objetos. Seguía costándole trabajo: a mitad del recorrido, los libros y las plumas perdían fuerza y terminaban cayendo al suelo como piedras.

—Concéntrate Harry, concéntrate... —le dijo Hermione a Harry.

—¿Y qué crees que estoy haciendo? —contestó él de malas pulgas. Emma lo miró con los brazos cruzados—. Pero, por alguna razón, se me aparece de repente en la cabeza un dragón enorme y repugnante... Bien, vuelvo a intentarlo.

Harry quería faltar a la clase de Adivinación, y Emma estaba dispuesta a quedarse con él, pero Hermione rechazó el plan de que perdieran clases, y los obligó a ir.

Después de la, ciertamente aburrida clase de Adivinación, ambos bajaron a cenar algo y, poniéndose la capa invisible para que no los vieran los profesores, volvieron con Hermione al aula vacía. Siguieron practicando hasta pasadas las doce. Se habrían quedado más, pero apareció Peeves, quien pareció creer que Harry quería que le tiraran cosas, y comenzó a arrojar sillas de un lado a otro del aula. Harry, Emma y Hermione salieron a toda prisa antes de que el ruido atrajera a Filch, y regresaron a la sala común de Gryffindor, que afortunadamente ya estaba vacía.

A las dos en punto de la madrugada, Harry se hallaba junto a la chimenea rodeado de montones de cosas: libros, plumas, varias sillas volcadas, un juego viejo de gobstones, y Trevor, el sapo de Neville. Sólo en la última hora le había tomado el truco al encantamiento convocador.

—Eso es excelente, James, está mucho mejor —lo felicitó Emma, que estaba exhausta, al igual que Hermione, pero muy contenta.

—Bueno, ahora ya saben que tienen que hacer la próxima vez que no sea capaz de aprender un encantamiento —dijo Harry, tirándole a Hermione un diccionario de runas para repetir el encantamiento—: amenazarme con un dragón.

—O decirte que Emma…

—Bien... —la interrumpió Harry. Volvió a levantar la varita—. ¡Accio Diccionario!

El pesado volumen se escapó de las manos de Hermione, atravesó la sala y llegó hasta donde Harry pudo atraparlo.

—¡Creo que ya lo dominas, Harry! —dijo Hermione, muy contenta.

—Espero que funcione mañana —repuso Harry—. La Saeta de Fuego estará mucho más lejos que todas estas cosas: estará en el castillo, y yo, en los terrenos allá abajo.

—No te preocupes por eso —dijo Emma, sonriéndole levemente—. Mientras tú te concentres todo saldrá bien.

—Será mejor que vayamos a dormir —declaró Hermione—. En especial tú, Harry, lo necesitarás.

Dicho eso, Hermione comenzó a subir las escaleras hacia el dormitorio de las chicas. Emma también lo hizo, pero cuando escucho la voz de Harry se volvió.

—Solo una última cosa... —murmuró—. ¡Accio pulsera!

Emma sonrió algo confundida, mientras que la pulsera que se encontraba en su muñeca salía volando en dirección a Harry. La castaña avanzó hasta llegar a su novio, y éste la acercó, jalandola de la cintura.

Hermione sonrió desde las escaleras, y siguió su camino hasta la habitación, dejándolos solos.

—Está claro que ya dominas perfectamente el encantamiento, Harry —dijo Emma un tanto adormecida.

Harry sonrió, orgulloso, entregándole a Emma su pulsera.

—Gracias por ayudarme —le susurró a su novia.

—Siempre lo haré —le aseguró la castaña.

Los dos se quedaron en silencio. Simplemente, un momento los dos juntos, incluso sin hablarse, era perfecto. Ambos se transmitían una paz y tranquilidad que les era imposible de explicar.

—Te veo mañana —se despidió Emma, dejando un beso en la mejilla de Harry—. Buenas noches, James.

—Buenas noches, Dai —dijo Harry, para acto seguido, dejar un suave beso en los labios de la castaña antes de que se fuera.












EMMA SE ENCONTRABA MUY NERVIOSA. MÁS QUE NERVIOSA SI ESO era posible.

En la tarde, mientras se suponía que comían después de las clases, la profesora McGonagall se acercó a toda prisa hacia Harry.

—Los campeones tienen que bajar ya a los terrenos del colegio... Tienes que prepararte para la primera prueba.

—¡Bien! —dijo Harry, poniéndose en pie. El tenedor hizo mucho ruido al caer al plato.

—Buena suerte, Harry —le susurró Hermione—. ¡Todo irá bien!

—Sí —contestó, con una voz que no parecía la suya.

Emma se puso en pie, para abrazarlo.

—Se que tu puedes —le susurró a Harry—. Eres increíble.

Harry le devolvió el abrazo, con un poquito de fuerza. Se separaron al cabo de unos segundos, y Harry beso suavemente los labios de su novia. La sensación que ella le daba con el más mínimo tacto le tranquilizaba enormemente. No sabía por qué, pero el simple hecho de tenerla cerca le transmitía paz.

—Buena suerte, James —le dijo Emma, antes de que Harry saliera del Gran Comedor con la profesora McGonagall.



















YA TODOS LOS CAMPEONES HABÍAN PASADO, Y ahora, sólo faltaba Harry. Emma era todo un manojo de nervios. Movía su pierna nerviosamente y estrujaba sus dedos con su mano.

Y entonces, cuando creía que se desmayaba, Emma lo vio saliendo de la tienda donde se encontraban los campeones.

La castaña lo vió levantar la varita y gritar:

¡Accio Saeta de Fuego!

Emma aguardó silencio, cruzando los dedos sobre su falda. Estaba que se moría de nervios, ¿y si no funcionaba? pero entonces la oyó. Se volvió ligeramente y vió la Saeta de Fuego volar hacia allí por el borde del bosque.

Emma vitoreo con todas sus fuerzas. Estaba tan feliz y aliviada por Harry.

Harry volaba en la escoba tan normalmente, como si de un partido de quidditch se tratara. Emma lo vió descender en picado.

—¡Cielo santo, vaya manera de volar! —vociferó Bagman, entre los gritos de la multitud—. ¿Ha visto eso, señor Krum?

Emma ahogó un grito cuando vió como el dragón le raspó el hombro a Harry con los pinchos de su cola.

—¡Vamos! —lo retó Harry en tono burlón, virando sobre el dragón para provocarlo—. ¡Vamos, ven a atraparme...! Levántate, vamos...

La enorme bestia se alzó al fin sobre las patas traseras y extendió las correosas alas negras, tan anchas como las de una avioneta, y Harry se lanzó en picado. Antes de que el dragón comprendiera lo que Harry estaba haciendo ni dónde se había metido, éste iba hacia el suelo a toda velocidad, hacia los huevos por fin desprotegidos. Soltó las manos de la Saeta de Fuego... y tomó el huevo de oro.

Emma se puso en pie y aplaudió y gritó tanto como le fue posible, al mismo tiempo que se abrazaba con Hermione, Dean, Seamus y Neville.

—¡Miren eso! —gritó Bagman—. ¡Mírenlo! ¡Nuestro paladín más joven ha sido el más rápido en tomar el huevo! ¡Bueno, esto aumenta las posibilidades de nuestro amigo Potter!

Emma bajó las escaleras lo más rápido que pudo, seguida de Ron y Hermione. Al llegar a la tienda de primeros auxilios y abrir la puerta, se encontró con Harry ya curado de su hombro.

—¡Estuviste increíble, James! —le dijo, lanzándose para abrazarlo— Sabía que podías.

—Gracias —agradeció Harry, devolviéndole el abrazo a su novia.

En el momento en que se separaban, entraban Ron y Hermione a la tienda.

—¡Harry, has estado genial! —le dijo Hermione con voz chillona—. ¡Alucinante! ¡De verdad!

Pero Harry no la miraba a ella, sino que miraba a Ron, que estaba muy blanco y miraba a su vez a Harry como si éste fuera un fantasma.

—Harry —dijo Ron muy serio—, quienquiera que pusiera tu nombre en el cáliz de fuego, creo que quería matarte.

—¿Lo has comprendido, eh? —contestó Harry fríamente—. Te ha costado trabajo...

Hermione estaba entre ellos, nerviosa, paseando la mirada de uno a otro. Emma, en cambio, veía todo un poco alejada. Ron abrió la boca con aire vacilante.

—Está bien —dijo Harry, antes de que Ron hablara—. Olvídalo.

—No —replicó Ron—. Yo no debería baber...

—¡Olvídalo!

Ron le sonrió nerviosamente, y Harry le devolvió la sonrisa.

Ahora era el turno de pedirle perdón a Emma, y Ron sabía muy bien que sería bastante difícil.

—Yo... —balbuceó.

¿De verdad piensas todo lo que me dijiste? —lo cortó Emma.

—No…claro que no —respondió Ron—. Solo estaba enojado y no sabía...

—Lo sabías —dijo Emma, con la voz entrecortada—. Cuando estamos enojados, dejamos salir todo lo que sentimos, Ron. Y tú lo hiciste.

—Emma, por favor, te juro que yo no lo dije porque lo pensará —le dijo Ron, abrazándola, mientras la castaña derramaba algunas pequeñas lágrimas—. Eres mi amiga, mi mejor amiga de hecho. Eres como mi hermana. Fui un tonto por decirte todo eso. En verdad, si no me disculpas está bien pero… en serio lo siento.

El pelirrojo limpió una de las lágrimas de Emma, para después alejarse lentamente.

Emma suspiró y abrazó a Ron está vez, dándole un pequeño golpe en su cabeza.

—Solo deja de comportarte como idiota —le dijo. Ron sonrió aliviado

Los cuatro salieron de la tienda y se acercaron al cercado. Harry abrazó a Emma de lado, mientras esperaban a la puntuación. Ron y Hermione compartieron una mirada y sonrisa.

—Cada uno da una puntuación sobre diez —le explicó Ron a Harry.

Entonando los ojos, Emma vió a Madame Maxime, la primera del tribunal, levantar la varita, de la que salió lo que parecía una larga cinta de plata que se retorcía formando un ocho.

—¡No está mal! —dijo Ron mientras la multitud aplaudía—. Supongo que te ha bajado algo por lo del hombro...

A continuación le tocó al Señor Crouch, que proyectó en el aire un nueve.

Emma sonrió, mientras dejaba pequeñas caricias en la mano de Harry con su dedo pulgar.

—¡Qué bien! —gritó Ron.

Luego le tocaba a Dumbledore. También él proyectó un nueve, y la multitud vitoreó más fuerte que antes.

Ludo Bagman: un diez.

—¿Un diez? —preguntó Harry extrañado—. ¿Y la herida? ¿Por qué me pone un diez?

—¡No te quejes, Harry! —exclamó Ron emocionado.

—Supongo que ya sabemos quien es el favorito de Bagman —bromeó Emma.

Y entonces Karkarov levantó la varita. Se detuvo un momento, y luego proyectó en el aire otro número: un cuatro.

—¿Está loco? —exclamó Emma.

—¿Qué? —chilló Ron furioso—. ¿Un cuatro? ¡Cerdo partidista y piojoso, a Krum le diste un diez!

Después de que Harry recibiera todas la puntuaciones, éste se quedó un momento más en la tienda, y como Ron dijo que lo esperaría, las chicas se adelantaron al castillo.

. . . . .

Les debo una disculpa por no subir capítulo está semana, pero el colegio me consume totalmente y no tuve tiempo de nada.

¡Pero aquí estoy, publicando a las seis de la mañana porque luego ya no tengo tiempo!

Pues nada, espero que tengan un bonito domingo.

—Mel

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