27. Sirius Black

SIRIUS BLACK

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Las cosas no iban mejorando como Emma hubiera deseado, o al menos, no en cierta parte. Harry le contó a Emma que vería a Sirius en la sala común de Gryffindor, y eso era algo que le emocionaba mucho a Harry, y por consiguiente, a Emma.

Por otro lado, Rita Skeeter había sacado un artículo sobre Harry, que era una total estupidez en opinión de Emma.

Supongo que les debo mi fuerza a mis padres. Sé que estarían orgullosos de mí si pudieran verme en este momento… Sí, algunas noches aún lloro por ellos, no me da vergüenza confesarlo… Sé que no puedo sufrir ningún daño en el Torneo porque ellos me protegen…

Pero Skeeter no sólo se había conformado con convertir todos los «eh…» de Harry en frases empalagosas. Sino que también había buscado involucrar a otras personas.

Finalmente, Harry ha hallado el amor en Hogwarts: Colin Creevey, su íntimo amigo, asegura que Harry raramente se le ve sin la compañía de su novia, Emma Williams, una muchacha de sorprendente belleza, hija de muggles y que, como Harry, está entre los mejores estudiantes del colegio.

Desde que había aparecido el artículo, Harry y Emma tuvieron que soportar que la gente (especialmente los de Slytherin) les citaran frases al cruzarse con ellos en los pasillos e hicieran comentarios despectivos.

—¿De sorprendente belleza? ¿Ella? —chilló Pansy Parkinson la primera vez que tuvo cerca a Emma después de la aparición del artículo de Rita Skeeter—. ¿Comparada con quién?, ¿con un primate?

Emma se tragó todo lo que quería decir, y siguió su camino junto a Harry sin prestarle atención.

—No les hagan caso —les dijo Hermione, pasando por alto las risitas de las chicas de Slytherin—. Como si no existieran, chicos.

Por otra parte, Hermione le había comentado a Emma lo fatigada que se sentía con la presencia del grupo de fans de Krum en la biblioteca, ya que nunca se callaban y no la dejaban concentrarse como le gustaría.

—¡Ni siquiera es guapo! –murmuraba enfadada, observando el perfil de Krum—. ¡Sólo les gusta porque es famoso! No se fijarían en él si no supiera hacer el amago de Rosi.

—El amago de Wronski —la corrigió Harry con poca gana. Aburrido, dirigió la mirada hasta su novia, que tenía una mejilla apoyada en una pila de libros y comenzaba a cerrar sus ojos.

—Ha estado cansada —comentó Hermione, al observar la mirada de Harry—. Me impresiona que pueda dormir con todo ese ruido.

Sin prestarle mucha atención a su amiga, Harry tomó asiento al lado de Emma y con su dedo tocó suavemente la punta de la nariz de su novia, sonriendo mientras la miraba.

Emma abrió los ojos suavemente y sonrió al verlo frente a ella. Lo miró por unos cuantos segundos antes de cerrar los ojos nuevamente.

—¿Quieres ir a la sala común? —ofreció Harry.

—La biblioteca me relaja más —bromeó, risueña—. Ha sido mi lugar de descanso desde primer año, ¿lo recuerdas?

—Como olvidarlo —sonrió el azabache—. Siempre duermes aquí cuando estás muy cansada —dicho eso dejó un suave beso en los labios de su novia mientras ella entrelazaba su mano con la de Harry.

Hermione, mirándolos desde enfrente, sonrió ligeramente.






















RESULTABA EXTRAÑO PENSAR QUE, CUANDO UNO teme algo que va a ocurrir y quisiera que el tiempo empezara a pasar más despacio, el tiempo suele pasar más aprisa. Los días que quedaban para la primera prueba transcurrieron tan velozmente como si alguien hubiera manipulado los relojes para que fueran a doble velocidad.

El sábado antes de la primera prueba dieron permiso a todos los alumnos de tercero en adelante para que visitaran el pueblo de Hogsmeade.

Después de un largo, muy largo rato, Emma logró convencer a Harry de que la acompañara a ella y a Hermione a Hogsmeade, pero el azabache insistió en ir cubierto con la capa.

—¿Cómo lo has llevado?  —trató de preguntar Hermione, olvidándose de la presencia de Harry.

—Sigue siendo difícil —respondió Emma en un susurró—. Me dijeron que mis tíos quieren ir a… ¿Disney? estás vacaciones. Por Leila.

—¿Disney? —repitió Hermione con emoción. Emma le hizo una señal a su mejor amiga para que guardara silencio.

—Te lo explico mejor luego.

—Es malo susurrar cuando hay alguien cerca —dijo Harry con burla en el oído de su novia.

A Emma se le erizó la piel al escucharlo tan cerca, pero aún así intento disimular.

—¿Cuenta si eres invisible? —preguntó con diversión, mientras salían de Honeydukes comiendo unas enormes chocolatinas rellenas de crema.

Hermione se quedó un tanto atrás de la pareja, apreciando una pluma nueva que había llegado hace poco junto a otros alumnos. Emma, por su lado, se acercó a observar un pastelillo de chocolate en una de las vitrinas de Honeydukes.

—Es malo que ignores a tu novio —susurró nuevamente Harry en el odio de su novia.

—Ni siquiera lo puedo ver, así que no lo estoy ignorando —rió Emma, aún observando la vitrina—. Creerán que estoy loca si me ven hablando sola.

—Nadie creerá eso…

—Si mi novio quisiera quitarse la capa un segundo tal vez podría darle una recompensa —sonrió la castaña, cruzándose de brazos

—Me encantaría saber que recompensa pero… —Harry se detuvo un momento—. Vuélvete.

Rita Skeeter y su amigo fotógrafo acababan de salir de la taberna Las Tres Escobas. Pasaron al lado de Emma sin mirarla, hablando en voz baja. Cuando se hubieron alejado, Harry comentó:

—Deben de estar alojados en el pueblo. Apuesto a que han venido a presenciar la primera prueba.

Emma se puso tensa al escuchar las palabras «primera prueba». De tan sólo pensar lo que le pondrían a Harry se ponía nerviosa. Claro que confiaba en Harry, sabía que era perfectamente capaz, pero eso no quitaba el hecho de que se sintiera preocupada.

—Se ha ido —dijo Hermione, acercándose nuevamente y mirando la calle principal—. ¿Qué tal si vamos a tomar una cerveza de mantequilla a las Tres Escobas? ¿Hace un poco de frío, no? ¡No es necesario que hablen con Ron!

La taberna Las Tres Escobas estaba abarrotaba de gente, en especial de alumnos de Hogwarts que disfrutaban de su tarde libre, pero también de una variedad de magos que difícilmente se veían en otro lugar.

Mientras Hermione pedía las bebidas, Emma y Harry fueron a su mesa. Al sentarse, Emma sintió la mano de Harry en la suya. La castaña sonrió de lado con la mirada fija en la mesa.

—Me temo que mi novio no sabrá de su recompensa en un largo tiempo —le recordó Emma Harry en broma.

—Pero él se debió de quedar con la intriga, ¿no crees? —Harry le siguió la corriente.

—Una pena…

Hermione se reunió con ellos en ese momento, y Emma le metió bajo la capa una cerveza de mantequilla a Harry.

—¡Miren, es Hagrid! —dijo Hermione después de un largo rato.

De ente la multitud se destacaba la parte de atrás de su enorme cabeza llena de greñas. Emma, al levantarse un poco para ver mejor a Hagrid, se dio cuenta de que éste se encontraba hablando con el profesor Moody. Hagrid tenía ante él sus acostumbrado y enorme pichel, pero Moody bebía de la petaca. La señora Rosmerta, la dueña de la taberna, no ponía muy buena cara ante aquello: miraba a Moody con recelo mientras recogía las copas de las mesas de alrededor.

Mientras Emma los observaba, Hagrid y Moody se levantaron para irse. La castaña se despidió de Hagrid con un gesto de mano, pero entonces Moody le susurró algo a Hagrid y ambos se acercaron.

—¿Va todo bien, chicas? —les preguntó Hagrid en voz baja.

—Hola —respondió Hermione, sonriendo.

—¿Cómo estás, Hagrid? —le preguntó Emma con una sonrisa.

—De maravilla, Emma, gracias —respondió Hagrid.

Moody se acercó a la mesa cojeando y se inclinó al llegar. Emma llegó a pensar que estaba leyendo el cuaderno de la P. E. D. D. O que Hermione había sacado, hasta que escuchó:

—Bonita capa, Potter.

Emma casi se atraganta con su bebida. ¿Moody era capaz de ver a Harry? Moody sonrió.

—¿Su ojo es capaz de… quiero decir, es usted capaz de…? —preguntó Harry.

—Sí, mi ojo ve a través de las capas invisibles —contestó Moody en voz baja. Emma era capaz de escucharlo, ya que estaba muy cerca de Harry—. Es una cualidad que me ha sido muy útil en varias ocasiones, te lo aseguro.

Hagrid también le sonreía a Harry. Emma supuso que él no podía ver a Harry, pero era evidente que Moody le había explicado dónde estaba.

Hagrid se inclinó haciendo también como que leía el cuaderno de la P. E. D. D. O, aunque la castaña estaba segura de que le decía algo a Harry. Después de un segundo Hagrid se inclinó nuevamente, y después de despedirse de las chicas, se fue junto a Moody.

—¿Para qué querrá que vaya a verlo esta noche? —dijo Harry.

—¿Eso fue lo que te dijo? —se extrañó Emma—. ¿Qué crees que quiera?

Hermione miró a su alrededor nerviosa y luego dijo entre dientes:

—Podrías llegar tarde a tu cita con Sirius…












EMMA LE DESEÓ BUENA SUERTE ANTES DE QUE Harry saliera por el retrato.

La castaña se quedó en la sala común jugando un rato con su gato, mientras esperaba la llegada del azabache.

Cause we were just kids when we fell in love
Not knowing what it was
I will not give you up this time
But darling, just kiss me slow, your heart is all I own
And in your eyes, you're holding mine.

Emma tarareaba la canción, recordando la primera vez que la había escuchado. Y ciertamente, ella pensaba que esa parte representaba su relación de cierto modo.

La castaña estaba escribiendo una de las partes más importantes de ese libro, cuando escuchó el retrato abrirse. Emma alzó la mirada y vio a Harry desprendiéndose de la capa invisible.

—¿Cómo te fue? —preguntó Emma, cerrando su libro y dejando su pluma de lado.

—¿Cómo podría describir eso? —dijo Harry. Emma se puso en pie, y para intentar animarlo lo beso suavemente.

—Joseph se retuerce en su tumba.

Ambos se sobresaltaron y se separaron. La cabeza de Sirius estaba entre las llamas.

—¿Qué tal estás, Sirius? —le preguntó Harry, agachándose junto a la chimenea. Emma imitó su acción.

Sirius estaba bastante diferente de como Emma lo recordaba. Ahora Sirius llevaba el pelo corto y limpio, tenía el rostro más lleno y parecía más joven, mucho más parecido a una foto que Emma tenía de él, que había sido tomada junto a todos sus amigos.

—No te preocupes por mí. ¿Qué tal estás tú? —le preguntó Sirius con el semblante grave—. ¿Y tú, Emma?

—Yo estoy bien, gracias, Sirius —respondió la castaña.

Harry nunca respondió el cómo estaba, pero lo que si hizo fue contarle a Sirius todo, absolutamente todo.

Emma, al igual que Sirius, se habían enterado de la primera prueba: dragones. La castaña no pudo evitar sentirse más preocupada por Harry que antes.

Sirius lo observó con ojos preocupados, unos ojos que aún no habían perdido del todo la expresión adquirida en la cárcel de Azkaban: una expresión embotada, como hechizado. Había dejado que Harry hablara sin interrumpirlo, pero en aquel momento dijo:

—Se puede manejar a los dragones, Harry, pero de eso hablaremos dentro de un minuto. No dispongo de mucho tiempo… He allanado una casa de magos para usar la chimenea, pero los dueños podrían volver en cualquier momento. Quiero advertirte algunas cosas.

—¿Qué cosas? —dijo Harry.

—Karkarov… —explicó Sirius—. Era un mortífago. Saben lo que son los mortífagos, ¿verdad?

—Sí…

—Lo pillaron y estuvo en Azkaban conmigo, pero lo dejaron salir. Estoy seguro de que por eso Dumbledore quería tener un auror en Hogwarts este curso… para que lo vigilara. Moody fue el que atrapó a Karkarov y lo metió en Azkaban.

—¿Por qué dejaron salir a Karkarov? —preguntó Emma, sin comprender.

—Hizo un trato con el Ministerio de Magia —repuso Sirius con amargura—. Aseguró que estaba arrepentido, y empezó a cantar… Muchos entraron en Azkaban para ocupar su puesto, así que allí no lo quieren mucho; eso te lo puedo asegurar. Y, por lo que sé, desde que salió no ha dejado de enseñar Artes Oscuras a todos los estudiantes que han pasado por su colegio. Así que ten cuidado también con el campeón de Durmstrang, Harry.

—Vale —asintió Harry, pensativo—. Pero ¿quieres decir que Karkarov puso mi nombre en el cáliz? Porque, si lo hizo, es un actor francamente bueno. Estaba furioso cuando salí elegido. Quería impedirme a toda costa que participara.

—Sabemos que es un buen actor —dijo Sirius— porque convenció al Ministerio de Magia para que lo dejara libre. Además he estado leyendo con atención El Profeta…

—Tú y el resto del mundo —comentó Harry con amargura.

—… y, leyendo entre líneas el artículo del mes pasado de esa Rita Skeeter, parece que Moody fue atacado la noche anterior a su llegada a Hogwarts. Sí, ya sé que ella dice que fue otra falsa alarma —añadió rápidamente Sirius—, pero yo no lo creo. Estoy convencido de que alguien trató de impedirle que entrara en Hogwarts. Creo que alguien pensó que su trabajo sería mucho más difícil con él de por medio. Nadie se toma el asunto demasiado en serio, porque Ojoloco ve intrusos con demasiada frecuencia. Pero eso no quiere decir que haya perdido el sentido de la realidad: Moody es el mejor auror que ha tenido el Ministerio.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Harry—. ¿Que Karkarov quiere matarme? Pero… ¿por qué?

Sirius dudó.

—He oído cosas muy curiosas. Últimamente los mortífagos parecen más activos de lo normal. Se desinhibieron en los Mundiales de quidditch, ¿no? Alguno conjuró la Marca Tenebrosa… y además… ¿han oído lo de esa bruja del Ministerio de Magia que ha desaparecido?

—¿Bertha Jorkins? —dijo Emma.

—Exactamente… Desapareció en Albania, que es donde sitúan a Voldemort los últimos rumores. Y ella estaría al tanto del Torneo de los tres magos, ¿verdad?

—Sí, pero… no es muy probable que ella fuera en busca de Voldemort, ¿no? —dijo Harry.

—Escuchen, yo conocí a Bertha Jorkins —repuso Sirius con tristeza—. Coincidimos en Hogwarts, aunque iba unos años por delante de sus padre y de mí. Incluso se rumoreaba que le gustaba Joseph. Y era idiota. Muy bulliciosa y sin una pizca de cerebro. No es muy buena combinación. Me temo que sería muy fácil de atraer a una trampa.

—Así que… ¿Voldemort podría haber averiguado algo sobre el Torneo? —preguntó Harry—. ¿Eso es lo que quieres decir? ¿Crees que Karkarov podría haber venido obedeciendo sus órdenes?

—No lo sé —reconoció Sirius—, la verdad es que no lo sé… No me pega que Karkarov vuelva a Voldemort a no ser que Voldemort sea lo bastante fuerte para protegerlo. Pero el que metió tu nombre en el cáliz tenía algún motivo para hacerlo, y no puedo dejar de pensar que el Torneo es una excelente oportunidad para atacarte haciendo creer a todo el mundo que es un accidente.

—Visto así, suena como un plan bien planeado —comentó Emma—. Pero el problema son los dragones… Seguro quién lo haya hecho espera a que los dragones hagan un Harry asado.

Sirius soltó una pequeña risa. Ese comentario de Emma le había recordado bastante a la actitud de Joseph.

—En cuanto a los dragones —dijo Sirius, hablando en aquel momento muy aprisa—, hay una manera, Harry. No se te ocurra emplear el encantamiento aturdidor: los dragones son demasiado fuertes y tienen demasiadas cualidades mágicas para que les haga efecto en solo encantamiento de ese tipo. Se necesita media docena de magos a la vez para dominar a un dragón con ese procedimiento.

—Sí, ya lo sé, lo ví —dijo Harry.

—Pero puedes hacerlo solo —prosiguió Sirius—. Hay una manera, y no se necesita más que un sencillo encantamiento. Simplemente…

Pero Emma lo detuvo con un gesto de la mano. Oía tras ellos los pasos de alguien que bajaba por la escalera de caracol.

—¡Vete! —le dijo Harry a Sirius entre dientes—. ¡Vete! ¡Alguien se acerca!

Harry y Emma se pusieron en pie rápidamente. La castaña se sentó, tomó un libro, y Harry apoyo su cabeza en el regazo de la chica.

Ron bajaba por la escalera vestido con su pijama de cachemir rojo oscuro, se detuvo frente a los chicos y miró a su alrededor.

—¿Qué hacían? —preguntó.

—Leer —respondió Emma, algo fría.

—Sí, claro —dijo Ron sarcásticamente—, "leer". Toda tu vida te la pasas leyendo, ¿no? Si quieren hacer sus cosas procuren que no sea la sala común…

—No estábamos haciendo nada —gruñó Harry.

—Defendiendo a tu novia como siempre —dijo Ron bruscamente—. "Emma esto…, Emma el otro" Emma, Emma y Emma… todo el día hablas de Emma. ¿No has pensado en que sólo quiere ser conocida por ti?

Emma lo miró con el entrecejo fruncido. Aunque, por dentro, no pudo evitar no sentirse algo dolida. ¿Ron en verdad pensaba eso de ella?

—Deja de estar tan cegada. Los dos son unos idiotas  —dijo Ron, para acto seguido, comenzar a subir nuevamente a su habitación.

Harry ya no lo aguantaba. Se puso en pie, tomó de la mesa una de las insignias de «POTTER APESTA DE VERDAD» y se la tiró a Ron con toda su fuerza. Le pegó a Ron en la frente y rebotó.

—¡Ahí tienes! —gritó Harry—. Para que te la pongas el martes. Ahora a lo mejor hasta te queda una cicatriz, si tienes suerte… Eso es lo que te da tanta envidia, ¿no?

Emma estaba apunto de ponerse en pie, pero Harry la detuvo. Lo que menos quería en ese momento era que ella siguiera en malos términos con Ron.

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