2. Return to the Burrow
REGRESO A LA MADRIGUERA
───⊱✿⊰───
Emma no usaría la palabra increíble para describir su cumpleaños.
Amelia y Thomas le quisieron dar demasiado y llevarla a muchos lugares, por lo que habían terminado agobiando a Emma. Claro esta que ella no dijo absolutamente nada sobre como se sentía y siguió como si nada para no arruinarles el día a ellos.
Para un poco de su alivio, con los padres de Ron habían llegado un acuerdo y quedaron en que ellos irían por Emma una semana después de su cumpleaños.
Así que ahí estaba Emma, recostada en el suelo de la pequeña biblioteca esperando la llegada de los Weasley. La castaña se encontraba con un libro abierto sobre su pecho, que subía y bajaba conjuntamente con su respiración.
—Al parecer las cosas nunca cambian —escuchó una voz conocida desde muy cerca.
Emma se volvió para encontrarse con Ron, apoyado en el marco de la puerta de la biblioteca.
—¡Ronnie! —exclamó la castaña, levantándose rápidamente para abrazarlo—. ¡Te extrañé!
—Sí, yo también —dijo Ron, sosteniéndola a Emma para que no cayera; gracias a qué se levantó tan rápido terminó mareándose—. Ten cuidado.
—Ya estoy acostumbrada —le sonrió Emma con inocencia—. ¡Oye! —exclamó de repente—. Siempre tienes que ser el más alto. Y, por dios, ¿se puso de moda el dejarse el cabello largo?
Ron había crecido varios centímetros, al igual que su cabello, y el de los gemelos, quienes se acercaban a saludar.
—Por fin la encontraste —dijo Fred. Dirigió su mirada a Emma—. George, creo que deberemos cuidar a nuestra hermanita mejor este año de las miradas discretas (que en realidad son muy indiscretas pero la única que no lo nota eres tú).
—Eso no es cierto —dijo Emma mientras tomaba a Félix en sus brazos y cerraba la puerta de la biblioteca.
—¿Qué no? —repuso Fred—. Cuéntale, Georgie.
—Como acabamos de notarlo no te has dado cuenta, pero déjame decirte que siempre, desde siempre, cada que sales del comedor más de uno se gira para ver a dónde vas —explicó George. Emma escuchaba sorprendida—. De vez en cuando ahuyentamos a uno que otro. Harry también lo hizo, al igual que Ron, Dean, Seamus y muy sorprendentemente Neville. Sí, así como lo escuchas.
—Y por lo que vemos —continuó Fred—, este año la tarea será más difícil. ¿Sorpréndete no? —añadió al ver como Emma gesticulaba la boca sin mencionar palabra.
—¡Emma, que gusto! ¿Cómo has estado? —Los muchachos acababan de llegar a la sala de estar, encontrándose con el señor Weasley junto a Amelia y Thomas—. ¡Qué sorprendente casa! Todo es increíble... Y la cocina...
—También es un gusto, señor Weasley —lo interrumpió Emma. Sabía que era de mala educación, pero conociendo al señor Weasley y su fascinación por las cosas muggles, era mejor detenerlo.
—¿Tienes todo listo, cariño? —preguntó Amelia.
—Lo tengo, no te preocupes —contestó la castaña—. Oígan, ¿por dónde...?
Intuyendo lo que Emma preguntaría Fred, George y Ron contestaron a la vez:
—Por los polvos flu.
—Increíble —masculló Emma sarcásticamente. Odiaba viajar de esa manera.
—Bien, ¿todo listo? —le preguntó el señor Weasley a Emma. Ésta asintió—. De acuerdo. Fred, George, lleven el baúl de Emma hasta la chimenea.
Los gemelos Weasley cargaron con mucha facilidad el baúl y la jaula de Beauty.
—Hora de irnos —anunció el señor Weasley, que junto a Ron se dirigían a la cocina.
Ahora en la sala solo se encontraban Emma, Amelia y Thomas.
—Cuídate —dijo Amelia mientras la abrazaba y acomodaba el caballo de Emma detrás de su orejaa.
—Lo haré —prometió—. No sé preocupen por eso.
—Y aléjate de los chicos —recordó Thomas.
Emma soltó una débil risa.
—Lamento decepcionarte pero un chico es mi novio, y varios chicos son mis amigos... Pero a cualquiera que no conozca lo alejare, lo digo en serio.
Emma abrazó a los dos adultos brevemente. Ya no era lo mismo, sí, pero seguían siendo las personas que la cuidaron y la cuidan.
—Si Potter te rompe el corazón juro que será mejor que esconda —amenzó Thomas, mientras dejaba un beso en la cabeza de Emma—. Ten mucho cuidado.
—Lo tendré. Los quiero.
—Nosotros a ti —respondieron ambos a la vez.
Emma se dirigió a la cocina, donde ya todos la esperaban.
—Bien, Fred y George primero, junto al baúl y la jaula —indicó el señor Weasley.
Los gemelos avanzaron hasta la chimenea, gritaron «¡La Madriguera!» y desaparecieron entre las llamas. Lo mismo pasó con Ron.
—Tu turno, Emma —dijo el señor Weasley—. Todo es muy seguro. No te preocupes.
Emma avanzó con paso decidido hacia la chimenea. Entre menos lo pensará menos nervios sentiría.
—¡La Madriguera! —gritó.
Emma sintió la sensación de que la succionaban y que estaba girando a gran velocidad... vio la borrosa sucesión de chimeneas y luego... alguien la ayudó a sostenerse.
—Gracias, Ron.
—Si te lastimabas en mi casa Harry me mataría —dijo Ron. Vio como Emma fruncía el ceño—. ¡Era broma! Bueno, tal vez no. Pero yo tampoco quiero que te lastimes.
—Me alegra que también te preocupes por mi.
Emma miró todo a su alrededor. Esa casa seguía siendo igual de increíble como hace dos años atrás.
—¡Emma, cielo! ¿Cómo has estado? —Era la señora Weasley. Abrazó a la castaña—. Pero mira como has crecido. Estás de la altura de Ron —Obviamente estaba exagerando—. Estas muy delgada, cielo. La comida estará en poco. Siéntate. Siéntete en casa.
Emma, algo recelosa, se sentó en uno de los sillones de la sala.
—No te preocupes, mamá siempre es así —dijo la voz de Ginny en su oído—. Por cierto, bienvenida.
—¡Ah! Hola, Ginny. ¿Cómo has estado?
—Muy bien, ¿y tú?
—Bien, gracias.
—¡Ven! ¡Debo mostrarte algo!
La pelirroja tiró de Emma hasta que llegaron a la habitación que habían compartido junto a Hermione la última vez.
—¿Te gusta ese color verdad? —preguntó, refiriéndose a la manta sobre la cama—. Lo puedo cambiar, justamente ahora...
—No, Ginny. Está bien.
Ginny suspiró.
—Es un alivio. Mamá estaba furiosa en la mañana. Dijo que la casa era un desastre y tú y Harry estaban por llegar, y que si la casa era un desastre no querrían volver —explicó.
—A mi me gusta como es su casa —admitió Emma—. Por cierto, dijiste ¿tú y Harry? ¿Viene Harry?
—Sí, viene Harry —respondió alguien desde la puerta—. Charlie Weasley. Un gusto.
Así que él era Charlie Weasley. El famoso hermano de Ron.
—Igualmente. Yo soy...
—Emma Williams, lo sé —dijo con una sonrisa—. En está casa no paran de hablar de ti y de Harry.
Charlie era lindo, pero eso no era precisamente en lo que Emma pensaba. Lo que ella creía en ese momento era que todos los hombres en aquella casa necesitaban a un peluquero urgente. Aunque ciertamente no se veían nada mal.
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