19. Was she you friend?
¿ELLA ERA SU AMIGA?
───⊱✿⊰───
Emma había ido directo a la habitación de las chicas, y daba gracias de que en ese momento todas estuvieran en la cena. Emma necesitaba solo un segundo de silencio.
Al llegar, la castaña se sentó a los pies de su cama y sacó la caja de su mochila. Tenía curiosidad, y aprovecharía el pequeño tiempo que tenía para ver qué había dentro.
Estaba extraña, ¿por qué la madre de Adhara le enviaría algo a ella?
Emma abrió la caja y lo que encontró fue algo que la dejó sin habla, literalmente.
En la pequeña caja habían al menos unas diez o doce fotos a movimiento de tres niñas, las cuales, conforme las fotos avanzaban, iban creciendo. Una de las tres era pelinegra y con unos hermosos ojos azules, definitivamente era la madre de Emma; Alhena. Otra de ellas, rubia y de unos ojos en mitad azules y grises. Y la última, era pelirroja y con los ojos verdes. Incluso llegaba a parecerse demasiado a… ¿Harry? Alto. ¿Esa era Lily, la madre de Harry?
Emma, con los ojos algo humedecidos, volteó la foto y encontró algunas palabras escritas:
16-04-1975
Lena, Lily y yo después de que Lena nos contara lo que había sucedido.
Emma se quedó pensando por un momento. ¿La madre de Adhara había sido amiga de su madre? Ciertamente la castaña no le tomó demasiado relevancia a eso en el momento, ya que estaba más centrada en su madre.
Emma acaba de guardar la caja cuando la puerta de la habitación se abrió y por ella entró Hermione.
—¡Aquí estabas! —exclamó, entre preocupada y enfadada—. No teníamos ni idea de dónde podías estar. Les dije a los chicos que era muy posible que estuvieras aquí. ¿A dónde más podrías ir? Emma, te perdiste la cena.
—Sí, realmente no me importa mucho —contestó Emma—, puedo sobrevivir sin comer por algunas horas. Y, realmente lamento haberlos preocupado, Her.
—No, no importa —dijo Hermione, sentándose al lado de Emma—. Yo sólo quería saber… ¿por qué reaccionaste así en clase?
Emma se tensó.
No se lo había contado a nadie desde que pasó. Incluso había estado comenzando a olvidar eso.
—A mí… —musitó Emma—, a mí me… m-me torturaron. Ryddle lo hizo. Su recuerdo lo hizo.
Hermione se quedó con la boca ligeramente abierta. Ahora entendía por qué su amiga había reaccionado así en la clase, pero, lo que no sabía era por qué no se lo contó antes.
—¿Harry lo sabe? —cuestionó.
—No, Her, no lo sabe. —Hermione abrió la boca para replicar—. Te lo pido, no se lo digas.
—Pero…
—Yo lo haré luego… pero, no ahora.
—¿Crees que no te lo preguntará?
—Conozco lo suficiente a Harry como para saber que lo hará —respondió Emma—. Pero sé que comprenderá. Se lo contaré en algún momento.
Hermione suspiró.
—Bien —dijo, mientras sacaba algo de su bolso—. Como no fuiste a la cena de traje esto.
—Gracias —agradeció Emma, recibiendo la comida envuelta en unas servilletas—. ¿Dónde están los chicos?
—En el Gran Comedor, todavía —respondió Hermione—. Probablemente lleguen en un rato. Yo iré a la biblioteca. ¿Me acompañas?
—De acuerdo —aceptó la castaña.
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LAS CHICAS ESTABAN CAMINANDO DE REGRESO A la sala común, donde estaban seguras que se encontraban Harry y Ron.
Hermione acababa de contarle a Emma una brillante idea, aunque ésta última todavía no comprendiera muy bien qué era lo que harían.
Cuando el retrato de la señora gorda se abrió a los únicos que se encontraron en la sala común fueron a Harry y a Ron, sentados en una de las mesas.
—¡Hola! —saludó Hermione—, ¡acabo de terminar! Y Emma me ayudó.
Los chicos dirigieron su mirada a Emma, quien estaba al lado derecho de Hermione.
—¿Dónde te habías metido? —preguntó Ron.
—Estaba en mi habitación… —respondió Emma por bajo.
—¿Y por qué no fuiste a cenar? —cuestionó Harry con preocupación.
Emma se quedó un momento en silencio, y luego dijo:
—Porque… —Lo pensó bien; no se sentía lo suficientemente lista para decirle la verdad—… por cosas de chicas, sí. —Harry y Ron fruncieron el entrecejo—. Es mejor no saberlo —añadió.
Todos se quedaron en silencio. Emma y Hermione se sentaron en unas sillas vacías al lado de Harry y Ron, y entonces Hermione tomó las predicciones de Ron.
—No vas a tener un mes muy bueno, ¿verdad? —comentó con sorna, mientras Crookshank y Felix saltaban a los regazos de sus dueñas.
—Bueno, al menos no me toma de sorpresa —repuso Ron bostezando.
—Me temo que te vas a ahogar dos veces —dijo Hermione.
—¿Sí? —Ron echó un vistazo a sus predicciones—. Tendré que cambiar una de ellas por ser pisoteado por un hipogrifo desbocado.
—¿No te parece que es demasiado evidente que te lo has inventado? —preguntó Hermione.
—¡Cómo te atreves! —exclamó Ron, ofendiéndose en broma—: ¡Hemos trabajado como elfos domésticos!
Hermione arrugó el entrecejo.
—No es más que una forma de hablar —se apresuró a decir Ron.
Harry acababa de dejar su pluma en la mesa. Emma lo regresó a ver, y tomó con cuidado su trabajo.
—Me temo, Harry, que vas morir por decapitación al final del mes —dijo la castaña—. ¿Sabes? No me quiero quedar sin mi novio.
Harry sonrió con diversión y tomó la mano de Emma. Él estaba preocupado por ella, y quería saber que ocurría, pero tampoco tenía planeado obligarla a que le cuente.
—¿Qué hay en la caja? —inquirió Harry, señalando hacia ella.
—Es curioso que lo preguntes —dijo Hermione, dirigiéndole a Ron una mirada desagradable. Levantó la tapa y les mostró el contenido.
Dentro había unas cincuenta insignias de diferentes colores, pero todas con las misma letras: «P. E. D. D. O». Al principio, cuando comenzó a ayudar a Hermione, Emma también se extraño por el nombre. Pero sabiendo su significado ya no era tan extraño como antes.
—¿«Peddo»? —leyó Harry, tomando una insignia y mirándola—. ¿Qué es esto?
—No es «peddo» —repuso Hermione algo molesta—. Es pe, e, de, de, o «Plataforma Elfina de Defensa de los Derechos Obreros.»
—No había oído hablar de eso en mi vida —se extrañó Ron.
—Claro que nunca lo oíste —replicó Emma con énfasis—. Hermione acaba de fundarla.
—¿De verdad? —dijo Ron, sorprendido—. ¿Con cuántos miembros cuenta?
—Bueno, si ustedes se afilian, con cuatro —respondió Hermione.
—¿Y crees que queremos ir por ahí con insignias en las que pone «peddo»? —dijo Ron.
—Pe, e, de, de, o —lo corrigió Hermione, enfadada—. Iba a poner «Detengamos el Vergonzante Abuso dr Nuestras Compañeras las Criaturas Mágicas y Exijamos el Cambio de su Situación Legal», pero no cabía. Así que ése es el encabezamiento de nuestro manifiesto. —Blandió ante ellos el manojo de pergaminos—. Hemos estado investigando en la biblioteca. La esclavitud de los elfos se remonta a varios siglos. No comprendo cómo nadie ha hecho nada hasta ahora…
—Hermione, métetelo en la cabeza —la interrumpió Ron—: a… ellos… les… gusta. ¡A ellos les gusta la esclavitud!
—Nuestro objetivo a corto plazo —siguió Hermione, hablando aún más alto que Ron y actuando como si no hubiera oído una palabra— es lograr para los elfos domésticos un salario digno unas condiciones laborales justas. Los objetivos a largo plazo incluyen el cambio de la legalización sobre el uso de la varita mágica y conseguir que haya un representante elfo en el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas.
—¿Y cómo lograremos todo eso? —preguntó Harry.
—Buscaremos afiliados, por ahora —explicó Emma.
—Pensamos que puede estar bien pedir como cuota de afiliación dos sickles, que darán derecho a una insignia, y podemos destinar los beneficios a elaborar panfletos para nuestra campaña —dijo Hermione muy contenta—. Tú serás el tesorero, Ron: tengo arriba una alcancía para ti. Tú, Harry, serás el secretario, así que quizá quieras escribir ahora algo de lo que estoy diciendo, como testimonio de nuestro primer encuentro. Y Emma sera la vicepresidenta. Ya se lo explique todo, así que ya esta.
Hubo una pausa en la que Hermione les sonrió satisfecha. El rostro de Ron en ese momento parecía hallarse en estado de aturdimiento, y era difícil aguantarse las ganas de reír. El silencio fue roto por un pequeño golpeteo en la ventana. Emma miró hacia allí, iluminada por la luz de la luna, vio una lechuza blanca posada en el alféizar.
—¡Hedwig! —gritó Harry, y, soltando con cuidado la mano de Emma, fue hasta la ventana y la abrió.
Hedwig entró, cruzó la sala volando y se posó en la la mesa, sobre las predicciones de Harry.
—¡Ya era hora! —exclamó Harry, yendo aprisa hacia ella.
—¡Trae la contestación! —dijo Ron nervioso, señalando el mugriento trozo de pergamino que Hedwig llevaba atado a la pata.
Harry se dio prisa en desatarlo y se sentó para leerlo. Una vez desprendida su carga, Hedwig aleteó hasta posarse en una de sus rodillas, ululando suavemente.
—¿Qué dice? —preguntaron Emma y Hermione con impaciencia.
Harry la leyó en voz alta:
Harry:
Salgo ahora mismo hacia el norte. Esta noticia de que tu cicatriz te ha dolido se suma a una serie de extraños rumores que me han llegado hasta aquí. Si vuelve a dolerte, ve directamente a Dumbledore. Me han dicho que ha sacado a Ojoloco de su retiro, lo que significa que al menos él está al tanto de los indicios, aunque sea el único.
Estaremos pronto en contacto. Un fuerte abrazo a Ron, Emma y Hermione. Abre los ojos, Harry.
Harry miró a Ron, Emma y Hermione, que le devolvieron la mirada.
—¿Que viene del norte? —susurró Hermione—. ¿Regresa?
—¿Que Dumbledore está al tanto de los indicios? –—dijo Ron, perplejo.
—¿Qué sucede, Harry?
Harry acaba de pegarse con el puño en la frente, ahuyentando a Hedwig.
—¡No tendría que haberle contado nada! —exclamó con furia.
Emma se apresuró a tomar la mano con la que se había golpeado.
—¿De qué hablas? —le preguntó Ron, sorprendido.
—¡Ha pensado que tenía que venir! —repuso Harry, dando un puñetazo a la mesa que hizo que Hedwig fuera a posarse en el respaldo de la silla de Ron, ululando indignada. Emma se sobresaltó por el golpe—. ¡Regresa porque cree que estoy en peligro! ¡Y a mi no me pasa nada! No tengo nada para ti —le dijo en tono de regañina a Hedwig, que abría y cerraba el pico esperando una recompensa—. Si quieres comer tendrás que ir a la lechucería.
Hedwig lo miró con aire ofendido y, antes de que saliera por la ventana nuevamente, Emma le dio un pedacito de tostada que tenía en el bolsillo de la túnica.
—Harry… —dijo Emma, en un tono de voz tranquilizador.
—Me voy a la cama —atajó Harry—. Hasta mañana.
Y se fue directo a su habitación.
Emma suspiró.
—Bueno, supongo que también me voy a dormir —dijo Ron—. Hasta mañana, chicas.
—Hasta mañana, Ron —se despidieron ambas a la vez.
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