XII. Italian food fail

XII.

El fin de semana finalmente llegó, y con él, la invitación a la casa de los Cullen que había recibido durante el almuerzo en la escuela.

Manejé hasta su elegante residencia, sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad. No era la primera vez que iba, pero cada visita tenía su propio encanto.

Rosalie me había mencionado que Bella también estaría allí. Al parecer, Edward quería presentarla oficialmente a su familia. Imaginé lo nerviosa que debía de estar.

Al llegar, Jasper ya me esperaba en la entrada con una sonrisa divertida.

—Puntual como siempre —comentó mientras bajaba del auto.

—No quería darle a Emmett razones para molestarme —respondí con una risa ligera.

Jasper se acercó y, antes de que pudiera reaccionar, dejó un beso fugaz en mi mejilla.

Mi corazón —o lo que quedaba de él después de tanto tiempo— pareció dar un pequeño vuelco.

—Ven, los demás están adentro —dijo, ofreciéndome su mano.

La tomé sin pensarlo demasiado y, juntos, entramos a la casa.

Jasper y yo subimos las escaleras hacia la espaciosa sala de estar, donde el resto de los Cullen ya se encontraba. Aún no había señales de Bella, lo que significaba que Edward todavía no había ido a buscarla.

Lo primero que llamó mi atención fue el juego de Jenga que tenían sobre la mesa de centro. Emmett, Alice y Rosalie estaban sentados alrededor, mientras Edward, con expresión tensa, se preparaba para sacar un bloque.

—Con cuidado, Edward —advirtió Rosalie, cruzándose de brazos.

Edward ignoró el comentario y, con una precisión casi sobrehumana, deslizó lentamente uno de los bloques del medio. La torre se tambaleó peligrosamente, inclinándose hacia un lado.

—Eso estuvo cerca… —murmuró Emmett con una sonrisa desafiante.

Edward sonrió con autosuficiencia, pero justo cuando se apartó, la estructura entera se desplomó en un estrépito de piezas de madera.

—¡Edward! —exclamó Rosalie, fulminándolo con la mirada.

—Lo hice bien, fue la inestabilidad de la mesa —se defendió, pero su tono indicaba que ni él mismo se lo creía.

—Claro, claro, la mesa tiene la culpa —se burló Emmett, dándole un codazo.

Me crucé de brazos con una sonrisa.

—Tal vez los vampiros no son tan buenos en los juegos de precisión —comenté.

—O tal vez Edward simplemente es malo —añadió Alice con diversión.

Edward rodó los ojos, mientras Jasper y yo tomábamos asiento para unirnos a la conversación.

—¿Nosotros jugamos? —le pregunté a Jasper con una ceja arqueada.

—Solo si estás lista para perder —respondió con una sonrisa confiada.

—Ya veremos, Hale.

Así, entre risas y bromas, la espera por Bella se hizo mucho más entretenida.

Después de un rato, Esme llamó a algunos de los chicos para que la ayudaran a preparar comida italiana para Bella. Quería que se sintiera bienvenida, aunque todos sabíamos que Edward ya le había dejado claro que ninguno de ellos comía. Aun así, Esme insistió en que era importante hacer el esfuerzo.

—Si va a ser parte de la familia, al menos que tenga una buena primera cena con nosotros —dijo con una sonrisa cálida mientras sacaba los ingredientes.

Carlisle también se unió a la preparación, cortando algunos vegetales con la precisión de un cirujano, lo cual no era sorpresa viniendo de él.

Emmett, por su parte, estaba removiendo la salsa con tanto entusiasmo que parecía más un ejercicio de fuerza que una simple tarea de cocina.

—Emmett, con más suavidad —suspiró Esme.

—Lo estoy haciendo con suavidad —protestó él.

—Sí, claro, y en cualquier momento harás volar la olla por los aires —se burló Rosalie desde la mesa, donde observaba todo con una expresión divertida.

Jasper y yo nos habíamos mantenido al margen, observando el caos con una mezcla de diversión y curiosidad.

—No sabía que los vampiros eran chefs —comenté, apoyándome en la isla de la cocina.

—No lo somos —respondió Jasper con una sonrisa de lado—, pero cuando Esme lo pide, nadie se atreve a decir que no.

No pude evitar reírme, justo cuando Alice entró a la cocina con una expresión iluminada.

—Edward ya va en camino con Bella —anunció con emoción.

El ambiente cambió de inmediato. Todos sabían lo importante que era esa cena para Edward, aunque algunos —como Rosalie— no estuvieran precisamente entusiasmados.

—Bien, entonces hay que asegurarnos de que todo salga perfecto —dijo Esme, dando los últimos toques a la comida.

Y así, entre risas, comentarios sarcásticos y un intento algo torpe de cocinar, los Cullen se prepararon para recibir a Bella oficialmente en su hogar.

Esme seguía con atención cada paso de un canal de cocina italiana en la pantalla de la cocina. Movía los ingredientes con gracia, asegurándose de que todo estuviera perfecto.

—No entiendo por qué hacen todo esto si Bella ya sabe que no comemos —murmuró Rosalie con los brazos cruzados, viendo cómo Emmett echaba los ingredientes de la ensalada en un bol de cristal que ella sostenía sin mucho entusiasmo.

—Porque Esme quiere hacerla sentir bienvenida —respondió Alice con una sonrisa, mientras tomaba un puñado de hierbas y las esparcía sobre la salsa que Carlisle había estado preparando.

Observé la escena con una leve sonrisa. Recordé algo que Alice me había contado una vez: cuando Jasper les dijo que yo llegaría, Esme y los demás habían planeado recibirme de la misma manera.

—Pero Jasper mencionó que ya habías cenado, así que se canceló la idea —me había dicho Alice con diversión.

Jasper, a mi lado, soltó una pequeña risa al ver la expresión de fastidio de Rosalie cuando Emmett dejó caer más ingredientes sin cuidado.

—Creo que la ensalada de Rosalie está en peligro de extinción —comenté en voz baja.

—No me sorprendería que se la tirara a la cabeza en cualquier momento —agregó Jasper, divertido.

Decidimos salir del bullicio de la cocina y nos dirigimos al balcón. La vista del bosque era amplia y serena, con la luz del atardecer filtrándose entre los árboles.

Me apoyé en la barandilla, disfrutando del aire fresco, mientras Jasper se colocaba a mi lado.

—¿No se supone que deberíamos estar ayudando? —pregunté con una sonrisa.

—Confía en mí, nadie quiere que yo cocine —respondió Jasper con un leve encogimiento de hombros—. Y tú ya cenaste, ¿no?

—Exacto, así que no es mi problema si Emmett termina incendiando algo —dije con una sonrisa traviesa.

Él soltó una risa suave y se inclinó levemente hacia mí, su presencia era relajante.

—Gracias por estar aquí —dijo, su voz suave pero cargada de significado.

—¿Dónde más estaría? —respondí con naturalidad, aunque mi corazón —o lo que quedaba de él después de tantas pérdidas— latió un poco más rápido.

El momento se rompió cuando escuchamos un fuerte "¡Emmett!" seguido de la risa escandalosa del mencionado.

Mientras Jasper y yo nos quedamos en el balcón un rato más, disfrutando del silencio y la paz que nos rodeaba. La brisa suave jugaba con mi cabello, y el ambiente parecía tranquilo, pero había algo en el aire que sugería que las cosas pronto cambiarían.

Alice apareció de repente, interrumpiendo nuestros pensamientos.

—Ya llegaron Edward y Bella. Vengan a saludar —dijo Alice, con una sonrisa en su rostro antes de ir a saludar a los recién llegados.

Miré a Jasper, quien me sonrió levemente, y juntos nos dirigimos hacia el grupo. Al llegar, noté algo extraño: había trozos de vidrio esparcidos cerca de Rosalie, y el tazón de ensalada ya no estaba. Parecía que Rosalie había perdido la paciencia, y el tazón había pagado el precio.

Mi atención se desvió rápidamente hacia Jasper, al notar que se tensaba. Me di cuenta de inmediato de lo que estaba pasando: el olor de la sangre de Bella era mucho para él, sobre todo en ese estado. Intenté tranquilizarlo inconscientemente.

Bella, al verme, se mostró sorprendida, como si no esperara encontrarme allí.

—Emily, ya sabía mucho antes que tú lo que éramos —dijo Rosalie, intentando desviar cualquier posible pregunta de Bella y evitando la incomodidad que podría generar la situación.

Bella me miró, buscando confirmación en mi rostro. Yo asentí lentamente, tratando de darle la respuesta más tranquila posible, aunque sabía que la situación no era tan simple.

En ese momento, la tensión de Jasper no pasó desapercibida para mí. Parecía estar luchando contra sí mismo, como si el aire que respiraba se volviera más espeso. Sabía que el olor de Bella lo afectaba más de lo que quería mostrar, pero no quería hacerlo obvio.

Para aliviar la tensión, tomé su brazo suavemente, acariciándolo con mi pulgar, esperando que eso lo ayudara a calmarse. Miró hacia mí, agradecido por el gesto, y pude ver que su mandíbula estaba apretada, pero al menos ya no estaba tan tenso.

—Jasper, es nuestro nuevo vegetariano, es algo difícil para él —dijo Carlisle, con una sonrisa tranquilizadora, como si el término "vegetariano" pudiera hacer que todo pareciera menos peligroso.

Jasper forzó una sonrisa, tratando de ignorar el olor de la sangre de Bella

—Es un placer conocerte —dijo Jasper, su voz aún cargada con un dejo de esfuerzo, como si tuviera que concentrarse para mantener la calma.

Bella, aparentemente ajena a la lucha interna de Jasper, asintió con una sonrisa tímida.

El momento pasó rápidamente, Edward se llevó de nuevo a Bella al bosque, aunque la tensión no desapareció del todo.








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