V. Secret discovered
V.
Después del incidente en el hospital, Sirius decidió regresar a Londres. No era sorpresa que hubiera venido solo por la noticia del accidente.
Cuando llegué a casa, noté que mi Jeep estaba estacionado en su lugar, lo que significaba que los Cullen lo habían traído de vuelta.
Entré y me encontré con Kreacher, quien me recibió con una expresión de alivio.
—Oh, ama, me alegra que esté bien. Le preparé un poco de té para que se sienta mejor —dijo el elfo doméstico, ofreciéndome una taza con ambas manos.
Sonreí y la tomé con gratitud.
—Gracias, Kreacher.
Desde su cuadro en la pared, Walburga Black intervino con su tono altivo de siempre.
—Más te vale descansar, Emily. No permitiría que te pase nada. Además, Regulus estaría muerto de los nervios si estuviera aquí.
Dejé escapar una pequeña sonrisa.
—De acuerdo, Walburga, me tomaré un descanso.
Subí a mi habitación, bebí el té caliente y me recosté en la cama. El cansancio finalmente me venció, y me quedé dormida.
(...)
A la mañana siguiente, el cielo estaba tan gris y nublado como siempre, y el aire olía a tierra húmeda.
En el estacionamiento de la escuela, vi al profesor de Biología revisando autorizaciones. Al parecer, hoy teníamos una excursión.
Caminé hacia Bella, quien estaba junto a su camioneta con la mirada perdida, probablemente recordando lo que había sucedido el día anterior.
Me apoyé contra el vehículo y le dediqué una sonrisa divertida.
—Sospecho que tú sospechas que hay algo raro en todo esto —dije, observando a lo lejos a Edward, Alice y Jasper.
Bella parpadeó y me miró de reojo.
—A veces me asusta lo intuitiva y tranquila que eres.
Reí con ligereza.
—Es un don —dije con tono juguetón, logrando que soltara una risa torpe.
Justo en ese momento, Mike apareció de la nada, bloqueando nuestra vista hacia los Cullen.
Suspiré. Ya sabía por dónde iba esto.
—¡Son ustedes, eh! ¡Están vivas! —exclamó, levantando las manos dramáticamente.
Intenté sonreír, pero solo logré una mueca.
—Sí, falsa alarma —respondió Bella, sonriendo torpemente como de costumbre.
Mike se rascó la nuca, claramente nervioso.
—Eh, Bella… Falta como un mes, pero… —soltó una risita tensa—. ¿Quieres ir al baile conmigo?
Levanté la vista hacia Bella y noté que no le prestaba la menor atención a Mike. En cambio, tenía la mirada fija en Edward.
Le di un codazo disimulado.
—Así que… ¿qué dices? —insistió Mike.
—¿Sobre qué? —Bella finalmente reaccionó.
Reprimí una risa.
—¿Quieres ir al baile conmigo?
—Oh… el baile… Es que yo no bailo. Voy a estar fuera ese fin de semana, me voy a Jacksonville.
—¿Y si vas otro fin de semana?
—Ya compré el boleto.
Mike frunció el ceño, decepcionado. Luego, me miró con esperanza.
—¿Y tú, Emily? ¿Te gustaría ir conmigo?
Levanté una ceja.
—Eh… yo tampoco estaré ese fin de semana. Estoy camino a Londres… Sí, a Londres —mentí sin vergüenza. No tenía intenciones de ir con él—. Deberías preguntarle a Jessica.
Le di otro codazo a Bella para que me siguiera el juego.
—Sí… mm… sabemos que quiere ir contigo —añadió ella.
Mike volteó a ver a Jessica, y en ese momento, el profesor nos llamó para abordar el autobús.
—Vamos, Bella.
Unos minutos después, llegamos a una especie de invernadero.
Mientras el profesor hablaba sobre reciclaje —o algo por el estilo— algunos observaban las plantas.
De repente, sentí un escalofrío recorrer mi brazo y me giré para ver a Jasper a mi lado.
—Toma —dijo con su tono de voz educado, extendiéndome una pequeña flor—. Me hizo acordar a ti.
La observé con curiosidad antes de tomarla entre mis dedos.
—Gracias, es muy linda.
Le dediqué una sonrisa y lo miré con diversión.
—Sabes, creo que a pesar de haber vivido muchos años, tu caballerosidad sigue intacta.
Jasper se tensó levemente, sorprendido, pero intentó disimularlo.
—¿De qué hablas?
Le lancé una mirada que decía "no te hagas el tonto".
—Sabes muy bien de lo que hablo.
Antes de que pudiera responder, me alejé con los demás, dejándolo con las palabras en la boca.
Aunque no tardó mucho en seguirme.
Al salir del invernadero, Eric apareció sosteniendo una rama con un gusano.
—¡Emily, mira! Un gusano.
Le eché una mirada de desdén.
—Qué horrendo… Llámalo Peter.
Jasper llegó a mi lado en ese momento, y su presencia hizo que Eric se retirara rápidamente.
—¿Sabes lo que somos? —preguntó Jasper, su tono más serio esta vez.
—Por supuesto. Son pésimos ocultándolo.
Jasper me miró fijamente, pero antes de que pudiera decir algo más, Alice apareció junto a nosotros.
—Bella, Emily, ¿vendrán con nosotros? —preguntó con su característica alegría.
Edward, que ya estaba en la puerta del autobús, golpeó la puerta para que el conductor la abriera.
Lo miré con desaprobación por su actitud infantil y luego me giré hacia Jasper, que parecía a punto de decir algo.
Pero solo le dediqué una sonrisa antes de tomar a Bella del brazo.
—Vamos, Bella. Iremos en el otro autobús. Con personas menos inmaduras —hablé refiriéndome a Edward.
Bella asintió y nos alejamos.
—Nos vemos, Alice… y Jasper —dije con una pequeña sonrisa antes de subir al otro autobús.
(...)
Cuando volví a casa, el día ya se sentía demasiado largo.
Pero algo en mí me decía que Jasper vendría después de lo que le había dicho.
Y no me equivoqué.
El sonido del timbre resonó en la casa, y supe de inmediato quién era.
Me acerqué a la puerta y la abrí, encontrándome con Jasper en el umbral.
—Oh, qué sorpresa. Hola, Jasper. ¿Te puedo ayudar en algo?
Jasper me observó con intensidad.
—Sabes exactamente por qué vine.
Apoyé un brazo contra el marco de la puerta y fingí pensarlo.
—Sí, exacto. Lo sé.
Él suspiró y, tras unos segundos, habló.
—Por eso quería saber si te importaría venir a mi casa. Quizá sea menos incómodo si te lo explica Carlisle.
Lo miré con interés.
—De acuerdo, si eso quieres.
Jasper asintió y, poco después, ya estábamos en su auto camino a la casa de los Cullen.
No sentía miedo. Sus ojos dorados me decían que se alimentaban de sangre animal. Además, haber sido profesora en Hogwarts me daba cierta ventaja en estas situaciones.
Mientras conducía, Jasper rompió el silencio.
—Entonces… somos muy malos ocultándolo, ¿eh?
Le lancé una mirada divertida.
—Totalmente.
Jasper soltó una leve risa, una que apenas y rompió el silencio del auto.
Aproveché el momento para hacerle una pregunta que rondaba en mi mente.
—¿Cómo puedes soportar tenerme cerca?
Jasper desvió la mirada hacia mí por un breve instante antes de volver a enfocarse en el camino.
—Considerando que hace poco estoy acostumbrándome a la nueva dieta, ya que nosotros nos alimentamos de sangre animal… —hizo una breve pausa—. Es algo difícil.
Sentí su mirada sobre mí por un segundo más.
—Pero, curiosamente, el olor de tu sangre me calma. Aunque… sigue siendo un poco tentador.
—Entiendo —murmuré.
Y lo hacía. Había pasado suficiente tiempo entre criaturas peligrosas como para reconocer el esfuerzo que hacía.
El resto del trayecto transcurrió en silencio, acompañado solo por el sonido del motor y la tenue llovizna golpeando el parabrisas.
Después de un rato, el auto tomó un desvío por un camino menos transitado, rodeado de altos árboles que parecían cerrarse sobre nosotros. Finalmente, Jasper desaceleró y nos adentramos en un claro.
Frente a nosotros se alzaba la casa de los Cullen.
No era lo que uno esperaría de un clan de vampiros. En lugar de un castillo gótico o una mansión sombría, la casa era moderna y elegante, con grandes ventanales que reflejaban la tenue luz del día. Estaba construida principalmente de madera y vidrio, lo que le daba un aire sofisticado pero acogedor.
El entorno estaba en completa armonía con la naturaleza. El bosque denso rodeaba la casa como un escudo, y la niebla matutina flotaba entre los árboles, dándole un aspecto casi etéreo.
Jasper apagó el motor y se giró levemente hacia mí.
—Bueno, ya llegamos.
Asentí y bajé del auto, tomando un respiro mientras observaba la estructura con más detenimiento. La casa irradiaba una calma que contrastaba con el instinto depredador de sus habitantes.
Jasper se acercó y, con un gesto cortés, abrió la puerta principal para que entrara primero.
El interior era aún más impresionante. Espacioso, con techos altos y paredes de cristal que permitían que la luz natural iluminara todo el lugar. Los muebles eran modernos pero minimalistas, y el ambiente tenía un aire casi místico, como si el tiempo no tuviera cabida allí.
Escuché pasos en la planta superior y, antes de poder decir algo, Carlisle apareció bajando las escaleras con su característico porte sereno.
—Bienvenida, Emily. Me alegra que hayas venido.
Sonreí levemente.
—Gracias, Carlisle. Supongo que tenemos cosas de qué hablar.
Jasper cerró la puerta detrás de nosotros, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba a punto de descubrir algo realmente interesante.
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