IV. Close to death
IV.
Esa mañana me desperté más temprano de lo habitual. A pesar del clima gris y lluvioso de Forks, me sentía inusualmente despejada. Kreacher, como siempre, había preparado el desayuno, así que tomé mi bol de frutas y avena y me dirigí a la sala de la casa.
Justo cuando iba a sentarme, una voz conocida me sobresaltó.
—Vaya, por lo menos aquí no está lleno de magos y sangre sucias —resonó la voz de Walburga Black desde su cuadro.
Rodé los ojos mientras tomaba una cucharada de avena.
—Concuerdo, ama Walburga —resongó Kreacher en voz baja.
No era ninguna sorpresa que la mansión Black hubiera sido utilizada por la Orden del Fénix y que Sirius hubiera reclamado su derecho a quedarse allí. Al principio, Walburga se había opuesto a mi relación con Regulus, pero cuando se dio cuenta de que él no iba a ceder, terminó aceptándome.
—Buenos días, Walburga. Cuánto tiempo —dije con una leve sonrisa.
—Emily… sí, cuánto tiempo —respondió ella con su característico tono altivo.
No tenía idea de cuándo empezamos a tolerarnos, pero de alguna forma habíamos desarrollado una relación… cordial.
Terminé mi desayuno y tomé mis cosas para ir al instituto. Al salir, noté que estaba lloviendo ligeramente.
—Típico de Forks —murmuré antes de subirme a mi Jeep y conducir hasta la escuela.
(...)
La primera clase del día era Historia. Al entrar, mi mirada se cruzó con la de Jasper, quien había regresado después de varios días de ausencia.
Me acerqué y me senté a su lado con una sonrisa.
—Hasta que al fin regresas.
Él asintió ligeramente, intentando sonreír.
—Hice mi parte del trabajo que mandó el profesor y agregué lo que me enviaste.
—Oh, está bien. Gracias.
Antes de que pudiera agregar algo más, el profesor entró al aula. Su expresión era severa, y la manera en que trataba a los alumnos me recordó inmediatamente a Severus Snape.
—Buenos días, clase. Por favor, acerquen sus trabajos y déjenlos en mi escritorio.
Tomé el informe que había hecho con Jasper y lo coloqué sobre la pila de papeles.
Las horas pasaron, y cuando llegó la hora del almuerzo, me dirigí al comedor. Bella ya estaba ahí, sentada frente a una ensalada, ordenando meticulosamente las verduras. Era algo que hacía todos los días, como si siguiera un patrón exacto.
—Buena forma de comer ensalada —comenté con diversión mientras me sentaba.
—Gracias —respondió sin levantar la vista.
Preparé mi propia ensalada, agregándole aguacate, y tomé algunas fresas como postre. Para beber, saqué el jugo natural que Kreacher me había preparado.
—Te estaré esperando en la mesa —le avisé a Bella antes de irme a sentar con Angela.
—De acuerdo, Emily —dijo ella con una pequeña sonrisa.
El almuerzo transcurrió con tranquilidad, pero todo cambió al salir al estacionamiento.
(...)
Bella y yo nos dirigíamos a su camioneta, cargando unas cosas, cuando de repente escuché el chirrido de unas llantas derrapando contra el asfalto mojado.
Levanté la vista justo a tiempo para ver la furgoneta de Tyler girando sin control en nuestra dirección.
Por instinto, di un paso atrás, pero antes de que pudiera reaccionar por completo, sentí unas manos firmes sujetándome de la cintura y apartándome con velocidad inhumana.
Jasper.
El tiempo pareció ralentizarse. Pude ver cómo Edward también se movía con una rapidez imposible, sujetando a Bella justo antes de que la camioneta la impactara.
Con un estruendo, el vehículo se detuvo abruptamente.
El silencio fue breve, roto de inmediato por los gritos de los estudiantes que se acercaban corriendo.
—¡Emily! ¡Bella! ¿Están bien? —gritó alguien.
Tyler salió del vehículo con el rostro desencajado.
—¡Lo siento! ¡Dios, lo siento mucho! ¡No las vi!
Intenté responder, pero de repente todo se volvió borroso. Un mareo me envolvió y sentí mis piernas fallar.
Lo último que vi antes de que la oscuridad me envolviera fue la expresión preocupada de Jasper.
Desperté con la molesta sensación de luces blancas brillando sobre mí.
—Emily, ¿estás bien? —la voz de Bella sonaba preocupada.
Parpadeé un par de veces y solté un suspiro.
—Sí… Estoy bien. ¿Y tú?
—También.
—Me alegro.
La puerta se abrió de golpe y el sheriff Swan entró con el ceño fruncido.
—Tú y yo tenemos que hablar —soltó, señalando a Tyler con el dedo.
—¿Estás bien? —preguntó luego, dirigiéndose a su hija.
—Sí, padre, estoy bien.
—¡Lo siento mucho! ¡Traté de frenar! —exclamó Tyler desesperado.
—Lo sé, está bien —respondió Bella.
—No, no está bien —gruñó Charlie, cruzándose de brazos—. Pudiste haberlas matado. ¿Entiendes eso?
—Sí, pero no lo hizo—dijo con calma Bella
—Olvídate de tu licencia —declaró el sheriff sin espacio para discusión.
La puerta se abrió nuevamente y un hombre alto de cabello rubio y ojos dorados entró con paso elegante.
Carlisle Cullen.
—Me dijeron que la hija del sheriff estaba aquí —dijo con voz serena.
Charlie lo reconoció de inmediato.
—Dr. Cullen.
Debía admitirlo: los vampiros en Forks eran absurdamente atractivos.
—Emily Black e Isabella Swan —pronunció Carlisle con calma, revisando unos papeles.
—Solo Bella —corrigió ella de inmediato.
Carlisle nos revisó rápidamente y confirmó que estábamos bien.
—No hay signos de conmoción ni heridas graves. Solo algunos moretones y algo de dolor muscular, pero nada preocupante.
—Gracias, doctor —dije con una leve sonrisa.
Tyler abrió la boca para disculparse nuevamente, pero antes de que pudiera decir algo, Charlie simplemente corrió la cortina en su cara.
Tuve que morderme el labio para no soltar una carcajada.
—Hubiera sido peor si Edward y Jasper no nos hubieran salvado —murmuró Bella, perdida en sus pensamientos.
Cerré los ojos tratando de ignorar lo que estaba diciendo.
—Tus muchachos, ¿eh? —preguntó Charlie con una ceja arqueada.
—Sí, fue increíble… Llegaron muy rápido. De hecho, estaban lejos de nosotras… —murmuró Bella, aún con expresión de duda.
—Qué afortunadas —comentó Carlisle con una sonrisa amable.
Yo no estaba segura de qué me inquietaba más: que Bella estuviera empezando a sospechar… o que yo no pudiera evitar hacer lo mismo. Aunque era algo muy obvio.
Salí de aquella sala con un suspiro, aún sintiendo un leve dolor de cabeza por todo el alboroto del accidente. Apenas di unos pasos cuando una voz familiar me hizo detenerme.
—Parece que nunca dejas de meterte en problemas.
Me giré y vi a Sirius apoyado contra la pared con su característica sonrisa de diversión.
—¡Oh, qué sorpresa! —exclamé con ironía—. Hola, Emily, ¿cómo estás? Sí, me alegro mucho de que estés bien.
Sirius soltó una carcajada y negó con la cabeza antes de envolverme en un fuerte abrazo.
—Definitivamente, eres un imán para los problemas.
—Ey, tú no te quedas atrás —repliqué, dándole un leve codazo en las costillas.
—Sí, sí, claro… —respondió con falsa modestia.
Ambos reímos, disfrutando de ese momento de complicidad.
Mientras caminábamos hacia la salida del hospital, algo en uno de los pasillos llamó mi atención.
Jasper, Rosalie, Edward y Carlisle estaban reunidos, conversando en voz baja. Sus expresiones eran serias, como si discutieran algo importante.
—Espera aquí un momento, Sirius —le pedí, sin apartar la mirada del grupo.
Él arqueó una ceja, pero no dijo nada y se apoyó contra la pared con los brazos cruzados, claramente curioso.
Me acerqué con calma, justo cuando Rosalie, Edward y Carlisle decidieron dispersarse. Edward se dirigió hacia Bella, quien también parecía querer hablar con él.
Jasper, en cambio, permaneció en su sitio, observándome con cautela, como si esperara que comenzara a bombardearlo con preguntas.
Pero en lugar de eso, sonreí con suavidad.
—Jasper, no digas nada. No voy a pedirte explicaciones sobre cómo llegaste tan rápido ni cómo detuviste la camioneta.
Noté cómo su postura se relajaba ligeramente, sorprendido.
—Solo quería decir… gracias.
Jasper asintió con una leve sonrisa, como si no estuviera acostumbrado a recibir ese tipo de agradecimientos.
—Nos vemos en el instituto.
—Nos vemos, Emily.
Le devolví la sonrisa antes de regresar junto a Sirius, quien me miró con una mezcla de diversión e interés.
—¿Y bien?
—Nada que te incumba, Black.
—Oh, ahora me dejaste con más dudas. Señorita Black —dijo Sirius recordándome que yo también era una Black.
Le di un leve codazo y salimos juntos del hospital, dejando atrás los susurros y miradas intrigadas.
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