ж Capítulo X: Las voces ocultas. ж
Al cerrar los ojos se dejó llevar por la tranquilidad del ambiente. El duende se había marchado y la había dejado con más de una interrogante, pero el cansancio que sentía era tal que le resultaba imposible quedarse despierta. Los párpados le pesaban, traía los músculos entumecidos y sentía el cuerpo pegajoso debido a lo que había sudado en el bosque.
Antes de acostarse, Emerald se dio un último vistazo en el espejo. El collar comenzó a vibrar bajó su ropa y no pasó mucho tiempo antes de que el hechizo se deshiciera. Era evidente que estaba demasiado cansada. Se dirigió hacia la puerta, puso el pestillo y colocó una silla para trabar la entrada, como hacía todas las noches para recuperar su energía.
Luego de algunos minutos, su cuerpo comenzó a sentirse liviano. Se removió en su cama buscando la posición más cómoda que pudiera encontrar, pero en cuanto las yemas de sus dedos palparon lo que debería ser la superficie del colchón, sintió, en su lugar, un charco.Abrió los ojos y se vio justo en medio del lago al que iba con Draven. Su cuerpo flotaba y generaba ondas, las cuales se expandían y se volvían cada vez más grandes.
Viró el rostro al lado izquierdo y vio a dos muchachos sentados en la orilla. Eran personas que ella no conocía, dudaba mucho que fueran alumnos de su curso, ya que, por el uniforme que traían, se veía que pertenecían a la clase Virtuosa.
La muchacha, que estaba sentada del lado derecho, no debía pasar de los catorce años, igual que su acompañante. Ella tenía cabello de color negro hasta los hombros; no lograba distinguir nada particular en su rostro, pero desde donde estaba sí podía apreciar que su sonrisa era radiante. Su acompañante, muy por el contrario, tenía el cabello rubio, similar a como lo tenía Diamond.
Al ver como algunos orbes de luz se formaban de sus palmas, intuyó que estaban practicando magia.
La vio ponerse de pie. Ella extendió las manos y el otro muchacho la observó expectante. La cantidad de energía mágica que ella produjo fue tal que se arremolinó el aire bajo sus pies, lo que hacía que su cabello se elevara por encima de sus orejas.
—¡Guau! —escuchó que él dijo, la muchacha alzó las palmas y un orbe morado se formó por encima de su cabeza—. ¡Que sea un tigre! —gritó el chico y ella asintió mientras movía la muñeca en forma circular.
El orbe fue adoptando la forma del animal que él había dicho; la criatura luminosa rugió y comenzó a saltar de un lado al otro. Ambos comenzaron a reír aún más fuerte, él se puso de pie y estiró la palma para tocarlo. El ser de luz dejó que lo acariciara y la muchacha revoloteó los cabellos de él.
—¡Haz que rompa los árboles! —La sonrisa de ella se borró a medida que apretaba los labios—. Nadie nos ve, quiero ver si puedes hacerlo.
—Nos meteremos en problemas... —le respondió.
—No seas miedosa, vamos.
Emerald pudo darse cuenta de que ella no estaba para nada cómoda con la situación, pero terminó accediendo a los caprichos de su acompañante. De un momento a otro, el bonito color morado del tigre se fue transformando hasta que la criatura quedó de color negro.
El animal volteó a observarlos y volvió a rugir, pero aquel sonido salió tan deformado que parecía una criatura del abismo. La muchacha apuntó al frente y de sus dedos comenzaron a surgir enredaderas negras; sus manos temblaban, pero su mirada se mantuvo fija. Ella gritó y el tigre salió disparado; al impactar contra los troncos, estos terminaron destrozados. El paso de la criatura dejó todo muerto, las aves surcaron el cielo desesperadas, pero algunas de ellas tan solo alcanzaban a aletear un par de centímetros antes de caer al suelo producto de la contaminación.
—Guau... —repitió el muchacho, pero su entusiasmo fue opacado por unos gritos que venían desde atrás.
Emerald sintió que era halada al centro del lago. Comenzó a patalear hacia la superficie, pero fue imposible: una fuerza inexplicable la arrastraba cada vez más y más al centro sin que pudiera hacer nada al respecto. Giró el rostro y pudo ver un orbe de luz al final.
—¡Es peligrosa! —escuchó que decían—. Mira lo que les hizo a los árboles. No puede estar en la escuela, representa un peligro para el resto de los estudiantes.
Las voces de diversas personas se colaron en sus oídos en cuanto llegó a traspasar el orbe. Parpadeó para quitar el exceso de agua y apareció en una habitación colmada de extraños aparatos. Intuía que esa debía ser la oficina del director por los cuadros que se movían en la parte superior.
—Entiendo su preocupación por el resto de los estudiantes, mis queridos amigos, pero el que la saquemos de la escuela únicamente podría traer problemas y se prestaría a diversas habladurías.
—¿Cómo pretende que le enseñemos algo? —dijo una mujer de bata negra—. Mire lo que hizo en el bosque, director. Ese terreno nos tomará meses, o quizás años, curarlo. La tierra está muerta. Fue contaminada por lo que sea que haya invocado en ese lugar.
—¡Es un peligro para todos aquí! —replicó otro que era un poco más pequeño.
—Por desgracia, queridos profesores, sacarla representaría ir en contra de la familia Lagnes, y no podemos permitir que las demás familias entren en conflicto con nosotros.
—¿La dejará dentro de la escuela?
—Debemos hacerlo. Desatar la furia de las familias reales sería nuestra ruina.
—¡Es inconcebible! ¡Esa mocosa debería estar muerta! Mire todo ese poder maligno que emergió de ella, podría irse en nuestra contra si tuviera las armas para hacerlo.
—Y precisamente por eso, profesor, es que debemos instruirla para que aprenda a controlar ese poder. Es una anomalía, sí. Pero si ponemos de nuestra parte, quién sabe, podríamos criar a la reina más poderosa que alguna vez hayamos podido ver.
Emerald escuchó a alguien moverse detrás de la puerta. Corrió para ver de quién se trataba y vio a la misma muchacha huir de allí. Al parecer, había escuchado la conversación de los adultos.
La siguió con prisa y vio como ella se topaba con varios alumnos, varones y mujeres. Ellos al verla abrieron campo y evitaron tocarla; aunque ella los observaba a la cara, estos la desviaban en cuanto lograban hacer contacto visual. Cuando Emerald pasó por entre los compañeros de la joven, pudo oírlos murmurar a su espalda.
—¡Espera! —escuchó tras de ella. Un muchacho de cabello negro la atravesó y Emerald sintió como si la respiración se le entrecortara por escasos segundos.
Luego de detenerse brevemente, sus pies volvieron a avanzar por inercia. Transitó los pasillos casi nuevos y llegó al punto donde Draven y ella habían estado la noche anterior. Aquel par se siguió alejando hasta que llegaron a la habitación donde el duende había comenzado a desesperarse. Atravesó la puerta y allí dentro vio a ambos tirados en el piso. La muchacha lloraba a cántaros y él la contenía lo mejor que podía.
—Me odian, me odian —decía ella con la voz entrecortada.
—Son gente tonta, no pueden ver la belleza de tu poder.
—Soy peligrosa, ¿no lo ves? —hipó—. Este maldito poder me ha traído sufrimiento desde que tengo memoria.
—Tan solo debes aprender a manejarlo. Lo lograrás, yo sé que sí.
—A este paso me terminará consumiendo. Ellos tienen razón, lo que vive en mi es peligroso.
—Oye —el chico acunó su rostro con las manos y besó la punta de su nariz, su pulgar acarició la mejilla de ella y la muchacha cerró los ojos para disfrutar de esas caricias—, la única forma de que tu poder te consuma es si tú se lo permites. No puedes dejar que ese grupo de ancianos dictamine tu destino, eres lo suficientemente capaz de hacer cosas maravillosas.
—A este paso ni siquiera podré contraer nupcias.Todos los pretendientes que mis padres me impusieron denegaron la propuesta. No deseaban arriesgar sus vidas.
—Si ellos no aceptan casarse contigo, yo sí lo haré. —Tras la confesión, el rubor en sus mejillas se extendió; la joven se vio obligada a desviar la mirada, pero él la obligó a mirarlo—. Lo digo en serio. Sé que aún no somos mayores de edad, pero te prometo que te acompañaré en cada paso que des. Eso, claro, si tú deseas que así lo haga.
—Me haría muy feliz —confesó—, pero... las reglas...
—No me importan las reglas. Sé que no pertenezco al linaje real, pero lo que siento por ti va más allá de títulos insulsos.
—Me pasa lo mismo. No me importaría renunciar a las cosas que tengo por ti.
—¿Entonces aceptas mi propuesta? —El muchacho de tez tostada y cabello negro sonrió de lado, dejando expuestos sus hoyuelos.
—Acepto casarme contigo en un futuro —dijo ella con el rubor a tope.
El chico se acercó hasta quedar a escasos centímetros de su rostro y depositó un suave beso en sus labios. Ella le correspondió, y sus ojos cansados y llorosos observaron a Emerald parada en la puerta. La pequeña sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La muchacha extendió la palma en su dirección y ella salió despedida hacia atrás.
—¡Está muerto! —gritó el chico de cabello rubio que estaba en el lago junto a ella—. ¿No lo ves?, lo pusiste en peligro. Lo mataste, ya nada se puede hacer.
—¡No fui yo! —escuchó el grito quebrado de la muchacha—. ¡No pude ser yo, jamás lo lastimaría!
—¡No quedó rastro de su cadáver! Fuiste tú. Solo tú regresaste de la misión.Las voces se arremolinaron una tras otra; los gritos de dolor, el llanto y la desesperación inundaron el ambiente y provocaron que Emerald comenzara a llorar. La muchacha de cabello negro lloraba, por momentos reía, por otros gritaba producto de la angustia.
—¡Asesina! —escuchó la pequeña.
—¡Viva Su Majestad, viva la reina! —fue lo siguiente que oyó.
—¡Nunca podrás ser feliz, me necesitas! —escuchó a otro gritar a lo lejos.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —la oyó decir a ella—. ¿Por qué me dejaste?
—Solo una vida no me bastará para amarte, prometo buscarte en la siguiente...
—Es la mejor reina que hemos visto desde los antiguos sabios —dijo una mujer.
—¡Es un peligro para todos aquí! —gritó otro hombre—. Debemos detenerla, es necesario frenarla ahora que está vulnerable.
Las voces aparecían una tras otra desde diversas direcciones. No había imágenes, la nada absoluta la envolvía y la sofocaba; llegó un punto en el cual fue incapaz de reaccionar.
—Los mataré a todos —la oyó decir y la imagen de la muchacha siendo consumida por las enredaderas negras se materializó frente a sí—. ¡Pagarán por el dolor que me han causado!
La mujer estiró las palmas mientras una horda de criaturas del abismo que la observaban del otro lado del campo de protección sonreían de forma escabrosa, esperaban que ella deshiciera el portal. Sus palmas se posicionaron sobre la superficie que empezó a centellar. Sus manos ennegrecidas fueron contaminando la capa celeste, resquebrajándola, envolviendo a la esfera inmensa en una tonalidad negra, hasta que, finalmente, esta terminó partiéndose y liberando a estos seres del exilio al cual se habían visto sometidos por décadas.
—Solo frenen al ejército, háganlo detener su andar y eviten que lleguen a este punto —dijo y los seres asintieron, como obedeciendo a su reina—. Y déjenme el rey a mí, no quiero que nadie intervenga.
Las criaturas aletearon y elevaron sus bufidos en señal de respuesta. La mujer sonrió y comenzó a caminar al frente seguida por las horripilantes criaturas salidas de las más oscuras pesadillas.
—Mereces morir —escuchó decir a alguien, era el mismo muchacho rubio de antes, aunque ahora se veía mucho más adulto—. El puesto siempre debió ser mío.
La imagen se cortó en ese momento y el llanto agudo de un bebé se coló por sus oídos. Emerald sintió un dolor punzante en el cuello y al sujetar la zona, pudo percibir como la sangre comenzaba a manar de un corte limpio.
—¡Diamond!
Sintió un par de brazos que la sacudían y de a poco recobró la conciencia. Al abrir los ojos, tardó un segundo en darse cuenta de dónde estaba: era su cama. Y quien estaba tratando de despertarla era Julian. De pronto, su corazón se aceleró: ¡todavía lucía como Emerald! De inmediato se dio cuenta de que la sábana le cubría gran parte de su rostro así que inmediatamente se tapó la cabeza ya que podría distinguir sus ojos violetas y estaría en graves problemas.
—¿Qué quieres? —le dijo cortante mientras aún trataba de recuperar el aliento.
—Greyslan me mandó a despertarte. Es casi mediodía y eres el único que no fue al desayuno.
—¿Por qué no vino Draven?
—Están ingresando algunas de las marcas de los que estamos aquí. La mía ya la añadieron, es por eso que me mandaron por ti.
—Pensé que eso lo hacían al inicio del curso.
De un solo movimiento, ella se puso de pie, fingiendo estar todavía dormida. Julian se quedó sentado en el borde de la cama y la vio situarse frente al espejo. Se observó brevemente y Julian trató de verla a través del reflejo, así que no le quedó otra alternativa que irse a lavar el rostro.
—Sí, pero algunos estudiantes mostraron interés por ingresar a la biblioteca, por eso el director autorizó que removieran el sello para aquellos que desearan ir.
—¿Cómo entraste? —le preguntó.
—Por la puerta —respondió él como si fuera lo más obvio del mundo.
—Estaba cerrada...
—Pues usé magia —confesó—. Estaba preocupado porque no respondías, toqué la puerta varias veces.
Ella estaba segura de que había puesto la silla del tocador justo debajo del picaporte, pero la misma se encontraba en su posición original, como si nunca la hubiera movido.
—¿Por qué llorabas? —Tras aquella pregunta, ella sujetó la jarra de agua que había junto a un pequeño cuenco frente al espejo y vertió un poco de su contenido en su mano —. ¿Por tu hermana?
Emerald se quedó estática. No podía creer su cinismo.
—No lloro por ella —respondió tras una breve pausa—. Sé que donde quiera que ella esté ahora finalmente se encuentra bien.
—¿Entonces por qué llorabas?
—No quiero ser grosero, pero no son asuntos que te conciernan, Julian. —Aunque no lo estuviera viendo, sabía que él estaba sonriendo—. Son temas muy personales.
—Bien, lo dejaré con sus asuntos, Su Majestad.
Emerald aún se mantenía dándole la espalda, pero lo escuchó ponerse de pie y quedarse parado observándola.
—¿Qué pasa? —le preguntó, tensa por el silencio que había en el ambiente.
—Te sugiero que vayas al lado de los de tercer año en cuanto tengas acceso. —La respuesta logró descolocarla, su respiración se detuvo de golpe—. Te recomiendo buscar el compendio mágico de Merilov.
—¿Por qué me serviría un libro que habla de magia si yo no la poseo? —Intentó sembrar la duda en Julian, pero el muchacho, agudo como era, solo emitió una pequeña risa.
—El hecho de que no poseas magia no tiene por qué ser algo limitante. Como guerrero te servirá conocer sobre los diversos hechizos que hay en una batalla. Clase de Estrategias I —añadió después—. Deberías ver mejor tu cronograma académico, Diamond.
Cuando Julian se fue, buscó en su escritorio el cronograma.. Él tenía razón: esa sería una de las materias que tendría que cursar. ¿Pero por qué él lo sabía? ¿Habría revisado sus cosas?
—¡El cuaderno! —Corrió a su cama. Al alzar la almohada, ahí estaba, cerrado, como ella lo había encontrado.
Quizás estaba siendo paranoica, pero Julian le había demostrado ser una persona con doble cara y no podía darse el lujo de que descubriera sus secretos, ya que podría usarlos en su contra.
En cuanto terminó de ponerse una muda de ropa simple, activó el hechizo y partió en dirección al edificio central. Una vez allí, se encontró con Draven, quien, muy apenado, le dijo que había hecho todo lo posible por ser él quien fuera a despertarle, pero el profesor había optado por mandar a Julian.
—¿El despreciable enano dijo algo? —susurró y Emerald comenzó a subir los peldaños de las escaleras.
—Desapareció —Draven detuvo su andar.
—¿Cómo que desapareció? —dijo entre dientes. Ella observó a los lados para asegurarse de que nadie los estuviera escuchando.
—Comencé a hacerle algunas preguntas y se desvaneció en una nube de humo. Lo único interesante que dijo es que las cosas que el tal Cuervo dejó nunca estarían a la vista de la gente. Puede que haya algo en la habitación, pero debemos encontrar la manera de revelar qué ocultó.
—¿Habrá forma de averiguar algo sobre pasajes secretos o algo así? Soy un completo ignorante de la magia, no entiendo cómo podremos conseguir revelar lo que sea que haya dentro.
—Primero necesito el acceso a la biblioteca. —Sus facciones eran duras, Draven quiso preguntarle al respecto, pero ya estaban frente al despacho del director—. Hablaremos en cuanto salga —dijo.
Al ingresar al despacho, vio que este era tal y como lo había visto en sus sueños, aunque ahora había más cosas apiladas y más cuadros colgaban en la parte superior de la pared cerca del techo, pero la esencia del lugar no había sido del todo modificada.
Nunca se hubiera imaginado que pudiera tener unas visiones del pasado tan exactas. Desde el momento en que su hermano murió era como si algo que estaba dormido dentro de su cuerpo hubiera despertado y crecía más con cada día que pasaba. Sin embargo, ella no sabía cómo acelerar el proceso de las visiones, ni siquiera sabía si existía alguna manera de provocarlas ella misma y que no ocurrieran espontáneamente.
«Necesito inscribirme a la clase de clarividencia», pensó.
—Joven Lagnes —el director, que estaba mirando por una de las ventanas del despacho, le sonrió, lo que marcó aún más sus arrugas—, no lo vi durante el desayuno.
—Perdón, me dolía un poco el estómago, pero ya me siento mucho mejor.
—¿El mismo problema que tuvo el joven Draven? —ella asintió por inercia—. Entonces deberé decir en la cocina que tengan un poco más de cuidado con los ingredientes que se añaden a las comidas.
—No se preocupe, señor director. Siempre he sido una persona un poco... enfermiza del estómago, no es nada grave. Y bueno, a Draven creo que le pasó eso por comer tanto pastel de manzana la noche anterior.
—Oh, entiendo —dijo a medida que se acercaba a ella—, hubiera sido una pena informarle eso a la cocinera, con lo bien que hace su trabajo.
—Y no lo contradigo, la comida que prepara es exquisita.
—Eso es un gran halago viniendo de alguien que creció con los mejores chefs en su palacio.
—Pienso que cada comida es grandiosa, siempre y cuando la persona lo haga con el mayor cariño posible.
—¡Exacto! —dijo el anciano, al tiempo que tomaba asiento en un pequeño banquillo de madera.
—Director, ¿puedo preguntarle algo?
—Desde luego, joven Lagnes.
—¿La escuela desde cuándo está abierta?
—Oh, fue inaugurada durante la primera generación de sabios que hicieron el portal.
—¿Siempre fue una escuela con estudiantes en su mayoría varones?
—En el pasado era una escuela más mixta, pero el interés de las alumnas por aprender hechizos fue decreciendo con el pasar el tiempo. Pero, claro, siempre recibimos gustosamente a las señoritas que quieran aprender.
—¿Usted... llegó aquí cuando tenía mi edad?
—Así es. Pero cuando yo era estudiante, el edificio todavía seguía en construcción. —El anciano rio, al parecer evocando algunos recuerdos de antaño—. La escuela no ha cambiado demasiado., Si me permite decirlo, yo soy la segunda cosa más vieja de este lugar. —Una sonrisa se le escapó y Emerald también sonrió—. Estas paredes siguen siendo el hogar de muchos alumnos que buscan refugio. Los muros cuentan historias, y solo algunos pocos son capaces de oír las voces que relatan las cosas que sucedieron.
—¿A qué clase fue enviado?
—A los virtuosos. Recuerdo el bonito uniforme plateado, lo llevé con mucho orgullo en mis buenas épocas. Pero si le soy franco, joven Lagnes, el uniforme que uno lleva aquí es solo eso, un pedazo de ropa. Los mismos alumnos son los que se encargan de pulir sus habilidades.
—¿Por qué lo dice?
—Tuve compañeros que fueron a la clase luchadora, pero eran diestros con las artes sanadoras. Claro que no poseían magia como tal, pero eran mucho más habilidosos para elaborar pociones que no requerían hechizos —él se encogió de hombros—. Existen pociones que son más complejas sin magia que con magia.
—¿Entonces es posible que un alumno pueda entrar a otras clases? —preguntó.
—Desde luego. Digamos que usted siente particular interés por la herbolaria, podría cursar la asignatura. Claro que el profesor a cargo deberá evaluar sus aptitudes de acuerdo a sus posibilidades.
—¿Debo pedir permiso con anticipación?
—Lo único que debería hacer en caso de que alguna clase sea de su interés es hablar con el docente a cargo, solo eso. No soy alguien que le impediría a un estudiante aprender las cosas que más quiera. Quizás por eso soy el director más flexible que ha habido en esta escuela.
—¿Puedo realizar otra pregunta? —Giuseppe asintió—. ¿Fue usted quien decidió... bueno...?
—¿Seguir vivo durante todo este tiempo? —Ella agachó la mirada—. Mi querido niño, a veces uno no planea las cosas con el debido cuidado. Si me preguntas si lo elegí, te diría que claro que no, pero aún tengo una misión aquí y es más complicado saltar de un cuerpo a otro que prolongar la vida con magia.
—¿Se puede saltar de un cuerpo a otro?
—Muy pocos han podido —respondió mientras entrelazaba sus dedos sobre su regazo—. La gran mayoría ha muerto en el intento. Si el alma sale del cuerpo, es casi imposible que retorne a su lugar de origen. Solo la gente diestra lo ha conseguido, pero ellos ya han muerto hace mucho tiempo y se llevaron consigo los secretos a los altos pastales del cielo.
—¿Sería posible reencarnar en alguien?
—¿A qué viene la pregunta? —Ella sintió como si Giuseppe analizara toda su alma al observarla.
—Es simple curiosidad. Me preguntaba, si uno es capaz de prologar la vida o cambiar de cuerpo, ¿qué le limitaría reencarnar?
—Para poder reencarnar se necesitan diversos sacrificios, los cuales van en contra de las leyes mágicas, ya que están prohibidos.
—Entiendo... No fue mi intención traer a colación un tema tan raro.
—No se preocupe, la curiosidad es un factor que nos define como humanos. Sin ella estaríamos perdidos —dijo con voz calmada mientras le brindaba una acogedora sonrisa—. Ahora, acompáñeme, joven Lagnes. Añadamos su marca.
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