9. Confianza.
Arleny abrió la puerta de repente y salió de la habitación; Lucca estaba despertando y Zahir había pedido que le dieran aviso.
Caminó por los pasillos, los guardias que se hallaban a cada determinada distancia le dieron las indicaciones para llegar a la cámara de tortura.
Arribó a su destino y, justo cuando iba a tocar a la puerta con sus nudillos, esta se abrió dejando salir a Zuhey, que hizo una reverencia ante ella; luego vio a un vampiro alto, de cabello oscuro y semblante serio; ése se había quedado bloqueándole el acceso, o mejor dicho esperando porque le diera alguna indicación.
—Bb-busco al Dorado Zahir— exclamó, y se sintió tonta por tartamudear ante un Plateado, un Plateado que le pareció atractivo.
Roy asintió y dijo, —el interrogatorio de Rick acaba de concluir, así que pronto saldrá.
—Hay que traerlo de inmediato, tiene algunas cosas que aclarar— escuchó la voz de su hermano Yumiel, así que se elevó sobre las puntas de sus pies para poder ver, el Plateado que estaba en la puerta era bastante alto y atlético.
—¿Quién?— exclamó una vez que vio al dueño de la voz y a su otro hermano.
—Adael— respondió Hiram, —él ha sido acusado.
—Eso es imposible— parpadeó sorprendida.
—No hagamos conjeturas y mejor busquémoslo, los Sulu lo han llamado para interrogarlo— explicó Yumiel.
Entonces miró más al fondo del lugar, vio al pelinegro intercambiando palabras con Litza y en la esquina había un Palladium regordete encadenado.
—¡Zahir!— le llamó y elevó una de sus manos para llamar su atención.
...
..
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La declaración de Rick había hecho que la investigación como tal diera un giro inesperado.
—Hay que localizar a Yomara, que recuente las armas que trajimos en los baúles; Adael estaba a cargo de uno— explicó Zahir; Zuhey asintió y se dirigió a la salida.
—Nosotros iremos por él— agregó Yumiel; —créanme que esto no es nada grato.
Zahir meneó la cabeza, lo comprendía, pero también ellos tenían que comprender que no iba a dejar que Lucca pagara por algo que claramente no hizo.
Los Lanz se dirigieron a la salida justo cuando Litza se acercó a su hermano menor.
—Zahir— le llamó, porque desde que habían regresado de la misión a la barranca de fuego no habían intercambiado palabras; —lo de Lucca, ¿por qué no me lo dijiste?
El nombrado sonrió levemente y de manera floja, —¿me hubieras apoyado?
—Sí— asintió, —lo hubiera hecho; creo que no podría haber alguien mejor para ti.
Parpadeó luchando por contener sus sorpresa, —¿en verdad lo crees?
—He notado cómo te mira, no sólo te sirve porque debe— exhaló, —y sobre nuestros hermanos, puede que el más difícil de convencer sea Garreth.
—¡Zahir!— escuchó que le hablaban, volteó hacia la puerta y se encontró con Arleny, entonces supo que el hecho de que estuviera allí tenía que ver con Lucca.
—Descuida, ve con él— Litza supuso de lo que se trataba, —hablaremos sobre esto después, con más calma.
—Gracias— exclamó el menor y luego se dirigió hacia donde sabía que su pareja lo estaría esperando.
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El ardor en su espalda había aumentado; las heridas, aunque ya estaban limpias, por seguir abiertas le escocían demasiado; además tenía un par de costillas rotas, el labio y la ceja partida; no era extraño que lo único que brotara de sus labios fueran quejidos.
—Tranquilo— le habló Grisell.
Lo último que Lucca recordaba era a Zahir furioso discutiendo con sus hermanos antes de liberarlo de las cadenas, así que no se explicaba cómo era ella pareciera cuidar de él, se suponía que los Dorados eran el más alto rango, ellos debían ser atendidos, no al revés.
—¿Lucca?— la suave voz de Zahir se escuchó justo cuando las puertas se abrieron de golpe; el tinte de preocupación era notorio.
El pelinegro se trasladó dando zancadas hasta llegar cerca de la cama, donde se echó al pie de ella para poder ver de cerca el rostro del castaño.
—Cariño, me alegra que hayas despertado— declaró, justo cuando tomaba la mano de Lucca entre las suyas y la besaba.
Grisell carraspeó, —yo les espero afuera— anunció y se marchó; si ella estuviera en el lugar de Zahir, para empezar estaría histérica, no soportaría ver a Yumiel en ese estado, además de que querría privacidad.
—Los malnacidos que hayan ocasionado esto lo pagarán, te lo juro— acarició la sien del castaño. El Palladium lloriqueó, pero más que un quejido pareció un ronroneo, el tacto de su pareja sobre su piel era algo reconfortante.
—Ahora debes alimentarte— Zahir desajustó el botón de su ropa para dejar a la vista su blanco cuello y la marca que había quedado cuando habían realizado su unión. Lucca se removió y el pelinegro intuyó lo que su pareja estaba pensando; —vamos, debes hacerlo, lo necesitas; y no, no me harás daño—. Con sumo cuidado ayudó al Palladium a rodar un poco hasta dejarlo sobre su costado, de esa manera sería más sencillo alimentarlo que estando boca abajo, volvió a tirar de sus ropas para facilitarle las cosas y se acercó.
Lucca separó los labios, resecos y partidos, dejando a la vista sus incisivos y los clavó; pero más que un sorbo lo que hizo fue dar un par de lamidas y luego se apartó, incluso empujó suavemente al pelinegro.
—¿Qué sucede?— Zahir frunció el ceño, él sabía que eso no sería suficiente.
—No quiero abusar.
—No importa, toma lo que necesites— le dio un casto y rápido beso en los labios.
Al ver que el Palladium sólo arqueó las cejas pero no hizo el intento de volver a acercarse a su cuello, Zahir tuvo que tomar la iniciativa y alimentarlo: jaló la manga izquierda de su gabardina dejado a la vista su muñeca para después clavar sus propios y afilados dientes en el interior de ella; sorbió hasta llenar su boca y luego la selló contra la de su pareja.
Lucca se estremeció ante aquél movimiento, el beso del Dorado lo tomó desprevenido; gimió de placer cuando el sabor metálico y dulce lo inundó, tragó el rojo fluido y entonces todo él vibró y se sintió renovado, juró que las heridas en todo su cuerpo, incluyendo las fracturas internas mejoraron al instante, nuevamente había experimentado lo que la sangre de su pareja le provocaba; rodó sobre sí, y se aferró al cuerpo del pelinegro colocándolo sobre su pecho y aventurándose ahora a introducir su lengua en la vacía cavidad bucal del otro, saboreando los restos de sangre que quedaron mezclados con su saliva.
La agitación se apoderó de ambos, sus manos buscaron la piel del contrario y cuando la hallaron se dedicaron a frotarla. Solamente cuando en realidad el aire les hizo falta fue que se separaron, de lo contrario hubieran permanecido pegados.
—Por favor, no vuelvas a hacerme esto— murmuró Zahir y apoyó su frente sobre la de Lucca tratando de recuperar el aliento, por el demandante beso y sus movimientos ahora se encontraba prácticamente recostado sobre él, —si no lo haces por ti, hazlo por mí; no te imaginas lo que sentí al verte herido.
—Perdóname— acarició su mejilla, cerrando los ojos y aspirando su aroma; no sólo su sangre hacía maravillas, sino que su olor, su toque, sus besos, su sola presencia lo apaciguaba y le hacía sentir mucho mejor; si muriera le gustaría hacerlo en sus brazos.
—Promete que lo harás, Lucca; promete que si es necesario me dejarás alimentarte de nuevo— insistió.
—Lo prometo.
—Y yo prometo romperle el cuello al que intente hacerte daño— se removió hasta recostarse mejor y esconder el rostro en el hueco entre su mandíbula y su hombro, apoyando las manos en su pecho; el Palladium estaba desnudo del torso por lo que su piel tibia se sentía muy bien, —y a cualquiera que quiera separarte de mí— agregó.
Lucca guardó silencio unos instantes, asimilando y disfrutando el tenerlo así de cerca, acariciándole el cabello; luego dijo —eres muy caprichoso.
—Lo sé, siempre consigo lo que quiero— se empujó un poco con ayuda de las palmas de sus manos para poder acomodarse, verlo a los ojos y regalarle una suave sonrisa.
—Gracias, gracias por confiar en mí— esta vez su mano viajó al rostro del Dorado, donde con su pulgar limpió la comisura de sus labios, tenía un poco de sangre.
—No tienes porqué agradecer; yo sé que dices la verdad.
Trago saliva, debía hablar de algo importante; —Zahir, sobre las armas que encontraron en el calabozo...
—Rick confesó— le interrumpió.
—¿Fue él, él las puso allí?— preguntó sorprendido, su compañero de celda era grosero y altanero, pero también era un perezoso y cobarde, no imaginaba que fuera capaz de algo semejante.
Zahir negó con la cabeza, —no, él no fue, pero dijo que había visto a alguien hacerlo; al parecer fue Adael.
Lucca permaneció pensativo por unos instantes, ese Plateado nunca le agradó, así que analizándolo bien algunas veces era bueno desconfiar; sacudió la cabeza levemente, eso no era lo que le quería decir en un principio; —Zahir, independientemente de que encuentren a quien las puso en mi celda o no, hay algo que debo decirte.
El tono de voz y el gesto serio de Lucca alertaron a Zahir, por lo que se incorporó hasta quedar sentado a horcajadas sobre su cadera, —¿qué cosa?— preguntó.
El castaño se apoyó sobre sus codos y dijo de manera titubeante, —yo... yo no sé porqué pero... creo que las he visto antes, también yo... creo saber cómo están hechas.
Los ojos de Zahir batieron sus pestañas, parecía estar asimilando las palabras de su pareja.
Lucca se sentó para quedar más cerca de él, sentía que de esa manera podía explicarse mejor, —sé que dije que no sabía cómo llegaron allí y no mentí— arqueó las cejas, —pero puedo asegurarte que hay algo familiar en ellas, no estoy seguro de recordarlo pero sé que las conozco de algún lugar— tragó saliva fuertemente, haciendo que su manzana subiera y bajara, — ¿Y si soy parte de ellos? No recuerdo mi pasado así que...
—¡No!— Zahir sacudió la cabeza, —tú ahora perteneces al Clan Sulu, lo que hayas sido o hecho antes no me importa— se aferró a él, enrollando los brazos en el cuello del Palladium.
—Nadie sabe de dónde vengo, no sé quién soy.
—Eres Lucca, mi pareja, yo te quiero y tú me quieres; ¿qué mas necesito saber?
—Por supuesto que te quiero, te amo Zahir— le acarició la espalda, —pero tienes que admitir que dadas las circunstancias hay que considerar varias posibilidades.
—Pp-pero yo no quiero apartarme de ti; tengo miedo— confesó, luego habló más rápido tratando de disimular el temblor en su cuerpo—el territorio Lanz fue devastado, Shanon está muerta y...
—Ssshh...— Lucca lo ciñó más hacia él y lo meció lentamente, —todo va estar bien; ya lo verás— murmuró cuando sintió las lágrimas de Zahir mojar su piel.
... ~ ...
Tras salir de la habitación se alejó un par de metros de la puerta hasta llegar a un pilar, no le importó que los dos parecieran haberla ignorado, hasta cierto punto lo entendía, ella haría lo mismo.
Se recargó en la columna y miró sus pies, pensaba en las cosas que habían sucedido; hacía tan solo un par de lunas que estaba en casa, conviviendo con sus hermanos, vigilando su territorio, y ahora, ahora ya nada de eso quedaba, incluso había perdido a su hermana.
— Grisell— la voz de su pareja la sacó de su ensoñación.
—Yumiel— balbuceó, caminó presurosa hacia él y lo abrazó fuertemente; —¿vamos a estar bien?— preguntó.
—Sí, lo prometo; no descansaré hasta encontrar el maldito que nos hizo daño— suspiró acariciando los pelirrojos cabellos, —aunque por ahora hay algo más urgente.
—¿Qué cosa?— se separó para mirarlo a los ojos.
—Adael, ¿ha estado por aquí?
Asintió y preguntó, —¿qué tiene él?
—Un Palladium ha confesado haberlo visto colocar las armas en la celda de la pareja de Zahir.
—Eso no... Adael sería incapaz— exclamó algo aturdida por la noticia.
—Él es uno de los mejores en nuestro Clan, es diestro con las armas y acomedido— negó con la cabeza, —y yo creo lo mismo que tú, pero ten en cuenta que estamos en territorio Sulu, y aunque han sido hospitalarios y son nuestros amigos no debemos olvidar que son sus leyes y ellos aplicarán el castigo que crean conveniente.
—¿Lo castigarán?
—Sólo si es hallado culpable; por eso debemos llevarlo al interrogatorio.
Grisell se mordió el labio inferior, los últimos comentarios de su súbdito la habían puesto a pensar, por lo que creyó conveniente hacérselo saber a su pareja; —hace unos momentos hablé con Adael, vino y justamente me preguntó sobre la relación entre Zahir y Lucca.
Yumiel alzó una ceja, hablando estrictamente eso no debería ser de incumbencia de un Plateado Lanz
La pelirroja continuó, —él está prendado de Zahir—, desvió la mirada a sus zapatos —noté cierto disgusto ante su confesión en la cámara de tortura, ya sabes, cuando enfrentó a sus propios hermanos— volvió a encarar a su pareja y explicó con convicción, —pero no lo creo capaz de inculpar a Lucca, él es sólo un joven infantil, le falta madurar, eso es todo.
Yumiel sonrió, le gustaba esa faceta de Grisell, siempre preocupada por los demás, ella no desconfiaría de alguien de su propia familia, sin embargo debían ver la realidad; — Grisell, lo entiendo— le tomó ambas manos entre las suyas y las besó, —por eso debemos encontrar a Adael, para que él mismo aclare esta situación.
Unos pasos se escucharon sobre el piso de mármol anunciando que ya no estarían solos en aquél pasillo.
—Yumiel, Grisell— era Litza que con su singular caminar apareció por uno de los atajos; —me alegra haberlos hallado a los dos; hay algo que necesitan saber.
—¿Han llevado a Adael a la cámara de tortura?— indagó Grisell con algo de temor.
Litza negó con la cabeza; —es sobre los baúles que trajimos de la barranca de fuego; Yomara las ha contado de nuevo, hacen falta tres armas y justamente del cargamento que venía en el auto que conducía Adael.
Grisell hizo memoria: en ese vehículo estaba ella, Zahir, Roy y en efecto, Adael conducía; pero cuando arribaron y notaron los autos de los Lanz en la entrada, bajó inmediatamente junto con Zahir, seguidos de Roy para buscar a sus hermanos. Y después de eso ya no tuvo contacto directo con las armas.
Ante el silencio de ambos Litza se encogió de hombros, sabía que no era sencillo asimilar el hecho de que uno de los tuyos fuera acusado, aún así debía decirles; —las halladas en la celda de Lucca pertenecen a ese cargamento, una todavía está desaparecida.
—¡Mis señores!— Trish se acercó hasta ellos a paso apresurado; luego hizo una reverencia al llegar a una distancia prudente; —no hallamos a Adael por ninguna parte.
—¿Ya buscaron en las mazmorras?— inquirió Yumiel.
—Sí; pero eso no es todo, mi motocicleta ha desaparecido— informó.
Grisell parpadeó atónita, luego apretó los puños; eran demasiadas coincidencias, más le valía a Adael tener una buena explicación.
—Y los líderes Garreth y Aghar han convocado a otra reunión, ha llegado un mensaje de Yossmar Yahw— agregó ella.
—Será mejor que vayamos al salón principal— dijo Litza, —por cierto, ¿dónde está Zahir?
—Aún en su habitación— respondió la pelirroja, —Lucca está convaleciente.
—Iré por él—, hizo una leve reverencia y los rodeó para dirigirse a los aposentos de su hermano menor.
... ~ ...
Los sollozos del pelinegro se habían apagado, así que el castaño pensó en pedir lo que tenía en mente; —permíteme ser de ayuda; no sé porqué pero estoy seguro de que puedo hacer algo; sólo déjame ver esas armas de nuevo, incluso podría averiguar cómo funcionan.
Tras unos instantes Zahir sacudió la cabeza de manera afirmativa, —está bien; le diré a Greg que te lleve al cuarto de armas, Yomara es la encarada de ese lugar, ella te asistirá en lo que necesites.
—Zahir, ¿puedo pasar?— escuchó la voz de una de sus hermanas al otro lado de la puerta justo después de que tocara con los nudillos.
—Adelante— respondió el aludido, sólo deshaciendo un poco el abrazo entre él y Lucca.
Litza abrió las puertas dobles e ingresó, hizo una nota mental: la escena ante ella era algo a lo que tendría que acostumbrarse, puesto que Zahir se encontraba en el regazo de Lucca y este se hallaba en la cama, sin ropa superior y con el cabello algo revuelto; —acompáñanos, nos reuniremos en el gran salón.
—¿Encontraron a Adael?— indagó y se incorporó para después ponerse de pie; sorbió su nariz y se acomodó el cuello de la gabardina.
—No, no hay señales de él por ningún lado.
—Eso sólo lo hace parecer un criminal; lo lamento por Grisell y Yumiel pero si resulta ser culpable yo mismo lo desollaré.
—Zahir— murmuró Lucca a su espalda, él ya había salido de la cama y el recién llegado puedo notar que su semblante era muy diferente al de hacía unos momentos, cuando estaba encadenado, puesto que ahora se veía recuperado, incluso fresco y animado.
—Hermana— habló Zahir, ignorando el hecho de que su pareja le pedía silenciosamente que no dijera cosas como esas, pero no podía callarse lo que sentía; —dijiste que me apoyarías, ¿cierto?— remembró su charla después del interrogatorio de Rick.
—Así es— afirmó incluso con un movimiento de cabeza.
—Pues bien, Lucca irá al cuarto de armas, él podría descifrar como funcionan esas cosas.
Los ojos de Litza se abrieron más de lo normal y miraron al castaño, —¿tú sabes sobre armas?
—Creo que sí— frotó su nuca, —yo ayudaré en lo que pueda.
Ella volvió a mirar al pelinegro, —sabes que si Garreth se entera va a...
—No puede hacer nada— frunció el ceño, —ya lo dije antes, Lucca es mi pareja y merece el mismo trato y respeto que yo— luego giró para ver al castaño y suavizó su expresión, se acercó y le dio un suave beso en la comisura de sus labios; —llamaré a la servidumbre, te ayudarán a asearte y a conseguirte algo de ropa, luego Greg te llevará con Yomara.
... ~ ...
Las reuniones en el salón principal estaban siendo algo común últimamente, cosa que no era buena teniendo en cuenta se usaba para discutir planes y estrategias políticas y militares.
Todos los Dorados estaban reunidos, los únicos Plateados que cuidaban las puertas eran Roy y Zuhey.
—¿El Clan Kiell?— exclamó atónito Yumiel luego de que Aghar leyera el mensaje que el halcón de Trish regresara; —pero hace siglos que desaparecieron.
—Sí, eso lo sabemos; pero los licántropos están más que seguros de que aún prevalecen— explicó Garreth, —y que son una amenaza.
—¿Amenaza, ellos fueron los que nos atacaron?— intervino Arleny.
—Al parecer sí, dados los hallazgos del beta Vann, Yossmar cree que así es; y que no sólo son una amenaza para nosotros, sino también para ellos.
—¿Por esas malditas armas?— masculló Grisell.
Meneando la cabeza de manera afirmativa dijo, —según Yossmar hay más, y mucho más sofisticadas; así que las que hallaron en los baúles podrían ser sólo algunas— explicó Aghar.
—¿Más sofisticadas? Si las que trajimos ni siquiera sabemos cómo se usan— habló Litza.
—Hay que trazar un plan, pero primero hay que ver con qué contamos— agregó Garreth, hizo una señal con la mano hacia los que cuidaban las puertas para que las abrieran; —vamos al cuarto de armas.
Entonces Zahir apretó los labios y miró a Litza, esta meneó la cabeza indicándole que se adelantara, sabía que Lucca estaría allí, así que pensó que no sería algo agradable que Garreth se lo encontrara solo.
... ~ ...
—La noticia de tu relación con el Líder se ha esparcido como pólvora— exclamó Hank cuando le ajustaba los puños de la gabardina a Lucca. Hank, al igual que Jenn, eran de los más jóvenes Palladium y habían sido asignados para servir al castaño y a Zahir, por órdenes del mismo.
—Es algo gracioso— agregó Jenn, —físicamente tú eres más imponente, pero cuando el Dorado Zahir se enoja es realmente de temer, dicen que te podría desmembrar vivo.
—Basta ya— los reprendió el castaño con el ceño ligeramente fruncido.
—Lucca, ¿no me digas que nos tratarás diferente ahora que eres pareja de un Dorado?— Hank se hizo el indignado, ellos tres se llevaban bastante bien hasta entonces.
—Para nada, mocoso; es sólo que no me gusta que hablen así de Zahir, no lo conocen.
—Sabemos lo que tenemos que saber— agregó Jenn, —se le admira y respeta porque es justo, pero también es algo violento— tiritó dramatizando y se abrazó a sí mismo.
El alto sólo resopló, en definitiva solamente él conocía el verdadero Zahir, ese que se ponía a llorar cuando tenía miedo y se preocupaba en demasía por los que amaba.
—Lucca— el Plateado Greg ingresó al lugar, —¿estás listo?, el Dorado Zahir me pidió que te escoltara al cuarto de armas.
El nombrado asintió y se dispuso a seguirlo.
...
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—Estas son las armas que trajimos de la barranca de fuego— explicó Yomara una vez que ella, junto con Lucca y Greg estuvieron frente a una mesa con varias pistolas y rifles colocados en orden; —ninguna se parece a algo que haya visto antes.
El Palladium se aproximo y con la mirada le pidió permiso a Yomara de tomar una, ella asintió.
Examinó el arma, era muy parecida a la que había encontrado en el calabozo; la miró minuciosamente y entonces intuyendo lo que era esa diminuta palanca, quitó un seguro; un pitido que duró un par de segundos inundó el recinto y luego hubo un silencio.
—¿Qué hiciste?— pregunto Yomara.
—La cargué— explicó, luego se alejó y apuntó hacia un blanco a varios metros; el cuarto de armas también servía como cuarto de prácticas.
La mandíbula de Greg se descolocó al ver cómo un rayo brillante y azul blanquecino emergió de la punta del arma, fulminando el objeto hecho de madera y paja; —¿qué fue eso?
—Esta funciona con iones de plata, es muy dañino para nosotros, pero sería mortal para un licántropo.
—¿Y cómo lo sabes?— Yomara frunció el ceño confundida.
—No sé cómo ni por qué lo sé— negó con la cabeza abatido, —pero inexplicablemente conozco la manera de operarlas.
—Sería de gran ayuda si nos enseñaras— inquirió la estratega, una de sus labores era mantener en constante entrenamiento a los Plateados, por lo que un conocimiento como este debía ser aprovechado.
—Por supuesto— Lucca no se negó.
—Bien— dijo ella, luego miró al otro Plateado, —trae a los demás guardias que no estén en servicio, y también a los Plateados Lanz que ya estén recuperados.
Greg asintió y justo cuando tomaba el pomo de la puerta esta se abrió y dejó entrar al pelinegro, de inmediato ambos Plateados hicieron una reverencia.
—Dorado Zahir— exclamó Yomara; Lucca giró puesto que estaba dándole la espalda a la entrada, se encontraba analizando lo encontrado en los baúles.
—¿Qué han descubierto?— lanzó la pregunta de manera general.
—El Pallad... Lucca ha descubierto cómo hacerlas funcionar— explicó Greg, se corrigió puesto que sabía que eran pareja así que no estaba seguro si seguir llamándolo "el Palladium".
Zahir caminó hasta posicionarse junto al nombrado, miró las armas y luego tomó una, —¿me puedes enseñar?— le dijo a Lucca.
Asintió y colocó su enorme mano sobre la de Zahir, indicándole dónde ubicar cada uno de sus dedos.
Una vez que repasó las instrucciones de manera mental, apuntó hacia uno de los blancos hecho de paja y madera vieja, jaló el gatillo y lo fulminó.
—¡Pero qué demonios!— la exclamación de Yumiel llena de sorpresa se hizo escuchar, él junto con los demás Dorados habían presenciado el alcance del arma.
—¿Cómo hiciste eso?— preguntó Aghar.
—Lucca me instruyó— dijo orgulloso Zahir, —él podría ayudarnos.
—¿Bromeas?— habló Garreth, —¡es un Palladium!
—¡Es mi pareja!— avanzó un paso hacia su mayor. Lucca quiso intervenir, en realidad no se sentía nada a gusto con que esa discusión girara en torno suyo, pero si se entrometía de manera pública muy probablemente Zahir se enfadaría con él puesto que podría interpretarse como una cuestión a su autoridad y deseos.
—¿Y eso qué?— inquirió el mayor.
—Te lo dije antes— gruñó el pelinegro, —confío en él y exijo que tenga el mismo trato que yo; no te atrevas a menos preciarlo— apretó la mandíbula.
—Hermanos— Litza dio un paso al frente, —posterguemos las diferencias de opinión en cuanto a los rangos en este momento y centrémonos en lo importante—, miró a Garreth, —dijiste que necesitamos trazar un plan, pues bien, hagámoslo.
—Mis señores— Yomara se atrevió a dar un paso al frente e hizo una marcada y pronunciada reverencia, su intervención podría no ser admitida pero aún así se arriesgó, —si me permiten opinar, creo que los conocimientos de Lucca podrían ser útiles; él podría instruirnos en el uso de estos artefactos.
—No es un Plateado— exclamó Garreth, reacio a olvidar el asunto de las jerarquías.
—Eso no importa— habló Celmy por primera vez, Garreth tenía cierta debilidad por ella, era algo así como "la pequeña hermana consentida", —si crees que Lucca no debe tocar las armas está bien, pero desperdiciar su habilidad sería inadmisible, y si nuestra mejor estratega lo dice creo que deberías aceptar.
Su mirada era oscura, pero entonces Aghar mencionó algo a lo que no se podría negar y tendría que ceder; —todos los Dorados votaremos, aquí y ahora.
—Bien— exclamó Garreth, —quienes crean que un arma como estas en manos de Lucca es algo peligroso...
Yumiel, Hiram y el mismo Garreth alzaron la diestra.
—Y los que están a favor de usar las armas que se encontraron en la barranca de fuego con la ayuda de Lucca, háganlo saber.
Celmy, Grisell, Arleny, Zahir y Litza accedieron.
—Creo que se ha decidido— explicó Aghar bajando la mano, él también había votado a favor. Ambos clanes eran fervientes practicantes, creyentes y respetuosos del sufragio, por lo que era más que obvio que las cosas ya habían sido decididas.
Y siguiendo las instrucciones de la estratega, pronto los Plateados del clan Lanz: Ryan, Trish y Kenth también se hallaron en el cuarto de entrenamiento con los Plateados Sulu; Lucca les describió rápidamente la mayoría de las armas y cada quien decidió con cuál se quedaría.
Cada vez que Lucca hablaba sobre las características sentía como si fuera algo usual, algo que conocía como la palma de su mano, eso en realidad le asustaba; pero Zahir confiaba en él y eso era suficiente, así que trató de convencerse de que lo que hubiera hecho en el pasado no importaba si ahora usaba sus conocimientos para ayudar.
No faltó quien preguntase cómo era sabía tanto, pero ante las cuestiones Litza y Zahir evadían la respuesta y les recordaban que lo importante era "aprender lo más rápido posible y no distraerse con trivialidades".
—Yo tomaré esta— Yomara señaló una ligera pero robusta ballesta, era la última de los Plateados en seleccionar su arma. Todos estaban atentos a las que habían elegido, por lo que Lucca quedó relegado después de hacer la exposición de las funciones de cada una.
De todos los Plateados y soldados, Roy, Zuhey, Greg y Astor fueron los primeros en escoger la suya y regresar a sus posiciones de guardia en los cuatro puntos de la fortaleza.
En silencio, Lucca observó las que quedaban y estuvo tentado a tomar una de iones y otra que lanzaba las balas que enviaba descargas eléctricas poderosas; pero no debía olvidar la actitud de Garreth, él no estaría de acuerdo con que enfundase una.
No recordaba nada de su pasado, pero dos cosas estaban más que claras: jamás traicionaría al Clan que lo acogió, y nunca le haría daño a Zahir, lo amaba demasiado.
—Lucca— la voz de su pareja y el suave roce de sus dedos en su antebrazo lo hizo espabilar; —¿estás bien?
—Lo estoy— sonrió de manera floja, —es sólo que...— se relamió los labios, —no, olvídalo, no es nada— negó con la cabeza.
—Si es por Garreth no te preocupes; él deberá entender. Cuando todo esto termine me aseguraré de que ya no regreses al calabozo.
—No es eso, vivir en el calabozo o no es lo de menos; lo que no quiero es causarte problemas con tus hermanos— le tomó la mano.
—Descuida, no habrá problema, Garreth siempre ha sido un cabeza dura— entrelazó sus dedos; —además...
—¡No, tú no entiendes; suéltame!— escucharon una voz conocida retumbar por los pasillos; todos se alertaron, en especial los Lanz.
—¡Mis señores!— Hank entró de manera torpe alcuarto de armas y se hincó; —lamento mucho la interrupción pero la Plateada Zuheyme ha enviado a avisarles— tragó saliva, nunca antes había estado frente avarios Dorados a la vez, tenía algo de miedo, pero debía cumplir con lo que leencomendaron; —Adael ha sido llevado a la cámara de tortura.
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