4. Rastro.
La barranca de fuego se había ganado ese nombre gracias a que hacía cientos de siglos al fondo de la hendidura fluía lava ardiendo, incluso algunas veces había erupciones que dejaban salir gases y chorros de roca fundida. Pero ahora sólo se sentía el ambiente sofocante y el calor bajo los pies, haciéndolo no más que un lugar inhóspito y sombrío.
-Descenderemos por el acantilado, hay un par de rocas planas- advirtió Yomara. Zahir asintió y sin más avanzó al borde y se dejó caer al vacío. Debido a la habilidad de levitar su descenso no fue brusco, por lo que aterrizó con gracia en un roca plana sobresaliente.
El pelinegro observó y notó varias hendiduras en la pared, y una era suficientemente amplia como para que alguien se deslizara dentro.
-Dorado Zahir, yo iré primero- dijo Roy al ver su intención, él había aterrizado segundos después de él.
El nombrado asintió y se hizo a un lado para dejar pasar a su guardia, justo cuando Adael descendía. En otras rocas salientes también aterrizaron de tres en tres: Litza, Zuhey y Greg; Trish, Grisell y Marwin; Yomara permaneció arriba para dirigir la operación, todos mantenían la comunicación por medio de sus auriculares. La estratega los había dividido en tres equipos, cada uno liderado por un Dorado.
-Esto está lleno de cenizas- informó Grisell, que más bien pareció una queja.
-Hay algunas estructuras frágiles, tengan cuidado- habló Litza.
-Dorado Zahir. ¿Qué ha encontrado su equipo?- preguntó Yomara.
-Este pasadizo parece no tener fin.
-Espere- advirtió la estratega, -no se adentre más; equipo de Litza, trasládese a la ubicación de Zahir.
De inmediato acataron la orden, a pesar de ser de la clase más alta, los Dorados sabían que podían confiar en las habilidades y juicios de sus estrategas.
Por instrucciones de Yomara, Zuhey fue la única en entrar al pasadizo y darle alcance al equipo de Zahir, los otros dos permanecieron fuera.
Cuando Roy notó la presencia de Zuhey indicó que podían seguir avanzando, el ahora cuarteto caminó un par de metros más hasta llegar a una cámara, el techo estaba lleno de rocas puntiagudas que colgaban de manera amenazante, todas las piedras parecían viejas y resecas, excepto un par.
-Esas rocas no pertenecen aquí- señaló Zuhey lo obvio, acercándose a ellas.
Roy la siguió y en efecto, su textura parecía menos granulada y dura; pero eran grandes.
-Hay que removerlas- indicó Zahir; ambos Plateados asintieron y trataron de empujarlas. No tuvieron éxito.
-Vamos Adael- le llamó el pelinegro, tal vez entre cuatro las piedras cederían. Tras un gran esfuerzo estas se movieron pero causaron un chirrido que incluso los demás lo escucharon por medio de sus auriculares.
-¿Qué fue eso?- exclamó Grisell.
-Mi señora Grisell, eso fue un... ¡Cuidado!- el informe de Adael se vio interrumpido por un fuerte estruendo, parecido a una explosión.
-¡Adael!- le llamó Trish, su compañera Plateada.
-¡Zahir, Adael, contesten!- Grisell se alarmó, no es que haya temido menos por la seguridad de los otros, pero Zahir era su amigo y Adael era de su clan.
-¡Entraremos!- informó Litza incitando a Greg a seguirle.
La enorme nube de polvo no dejó ver con claridad al instante, pero Zahir sintió la caliente piedra pegada a su espalda y una fuerte respiración cerca de su rostro mientras estaba prisionero por dos poderosos brazos. Una de esas rocas colgantes había caído causando que todos se sorprendieran; Roy y Zuhey estaban al otro extremo, ambos en el lugar que antes ocupó Zahir, los dos Plateados se habían trasladado para proteger a su Dorado pero al parecer Adael fue más astuto y rápido, tomando a Zahir y empujándolo hasta el otro extremo de la cámara.
-¿Dorado Zahir?- exclamó Roy aturdido y algo asustado, si algo le sucedía a su líder jamás se lo perdonaría.
Escuchó cómo el pelinegro tosió a causa del polvo y luego respondió, -estoy bien; -sólo entonces el Plateado pudo exhalar tranquilo.
-¿Qué ha sucedido?- exclamó Litza al llegar seguida de Greg¸-¿Están todos bien?
Mientras los otros dos decían que estaban bien, Zahir se liberó de Adael susurrándole -muchas gracias- le sonrió y palmeó su hombro; -en verdad te lo agradezco.
El Plateado Lanz contuvo el aliento, ya antes había sido tentado a acariciar el rostro de Zahir cuando estuvo en su territorio, pero ahora, al verlo tan cerca tuvo ganas de besarlo hambrientamente; -descuide- bajó la mirada, tratando de controlarse.
-Miren esto- exclamó Zuhey, todos caminaron hacia donde ella estaba y encontraron tres cofres metálicos, no parecían tan viejos como las rocas; seguramente alguien los había escondido allí hacía poco.
Los abrieron y cual no fue su sorpresa al encontrar un arsenal; -debemos llevar esto a casa- dijo Litza; todos asintieron y de dos en dos se dedicaron a cargar los cofres.
Cuando salieron del pasadizo se encontraron con Grisell nerviosa y Yomara preocupada, debatiéndose en entrar o no pensando en que podría ser una trampa, ya que gracias a su hallazgo ninguno había informado que no había heridos.
-¿Cómo carajos no quieres que me preocupe?- tras asegurarse de que en realidad nadie había salido lastimado, Grisell tomaba en serio su papel de líder al regañar a Adael antes de subir a los autos de regreso, -eres de mi familia.
-Lo siento, no volverá a suceder- hizo una suave reverencia; -pero tuve que salvar al Dorado Zahir.
Grisell suavizó su gesto, -entiendo, pero también debes comprender que no informar hace que imaginemos cosas catastróficas.
-Me sentí en el obligación de cuidar de él; mi deseo me nubló la razón.
-Adael- meneó la cabeza suavemente, -creo que será mejor que te olvides de Zahir.
-¿Por qué, porque es un Dorado?
-No, es sólo que...
-¿Es porque no somos del mismo clan?- levantó las cejas mostrando consternación. Grisell no tenía derecho a dar un anuncio que sólo Zahir debía hacer; como amiga tenía la obligación de guardar el secreto, ya que antes de salir a la misión de reconocimiento el pelinegro le había comunicado sobre la nueva existencia de la unión entre él y Lucca.
-La verdad es que; tú sabes que si Zahir te reclamara, ni yo ni mis hermanos dudaríamos en dejar que formaras parte del clan Sulu, pero creo que ese no es el caso .
-¡Plateado Adael!- oportunamente Yomara le llamó, así que este sólo exhaló, hizo una reverencia y se retiró para atender al llamado, seguramente necesitarían su ayuda para reconocer las armas o hacer algún inventario rápido antes de partir de regreso nuevamente al territorio Sulu.
...
Zahir le había prometido que nada malo le ocurriría, se estremeció cuando recordó su voz aterciopelada y llena de excitación cuando le dijo: -Esto es porque te deseo Lucca, te prometo que nada me sucederá, regresaré y podremos hacer esto muchas veces más- .
Con un demonio, por supuesto que deseaba hacerlo muchas veces más y de distintas maneras, ya que esta vez el pelinegro no le dejó participar y simplemente le regaló, hasta el momento, el mejor orgasmo de su vida; ahora él quería hacer lo mismo y mucho más por Zahir.
Sonrió como tonto estando echado en su cama mirando el techo, estaba enamorado de Zahir y le valía un comino si permanecía por toda la eternidad como su servidumbre, aunque en realidad preferiría estar a su lado para cuidarlo. Recordó que Zahir también le había prometido que al regresar y cuando todo la situación se tranquilizara, él mismo le enseñaría a usar las armas y que permanecerían e irían juntos siempre, a todas partes.
-¿Por qué carajos estás tan feliz, gusano?- Rick le preguntó.
-Eso no te incumbe- se giró sobre su costado para darle la espalda, pensaba ignorarlo.
-Oye, no te conviene contestarme así; recuerda que yo soy más antiguo que tú aquí- se acercó y le zarandeó el hombro.
Ese acto molestó a Lucca, -¡Déjame en paz de una vez!
-¿O si no qué? ¿Tu Dorado Zahir me echará?- sonrió mostrando sus dientes amarillentos, -niño bonito, somos tan indispensables como un dolor en el culo; pero si de confiar se trata, créeme que tiene menos peso la palabra de un recogido.
Lucca apretó el puño, quiso estampárselo en el rostro hediondo, pero debía contenerse, no quería ser parte de una estúpida riña por un estúpido motivo. De repente varios pasos se escucharon por sobre sus cabezas, algo ocurría arriba, las luces de autos colándose por los barrotes acompañados por chirridos de neumáticos alarmaron a ambos.
-¡Está herido, hay que sacarle la bala pronto!- escuchó una voz.
¡Oh no, Zahir! , pensó el castaño, entonces salió de su celda ignorando a su compañero y subió los escalones de dos en dos de manera rápida.
...
Tres camionetas partieron con destino a la barranca de fuego para la misión de reconocimiento y tres regresaron, ahora cada una llevaba un cofre de los que habían encontrado.
-¿Pero qué... qué hacen esos vehículos aquí?- musitó Grisell, ya que justo cuando arribaron, desde el portón principal se podían ver varias camionetas con el emblema de los Lanz.
Apenas el auto redujo su velocidad, Grisell fue la primera en bajar seguida por Zahir y Roy, el único que se quedó como conductor de dicho vehículo fue Adael ya que tuvo que aparcarlo lejos, porque dejarlo allí obstruiría el paso de los otros dos autos donde venían Litza, Yomara y los demás.
Con cautela la pelirroja rodeó el vehículo que sabía era de su pareja; horrorizada vio el rastro de sangre que goteaba del asiento del pasajero hasta la entrada de la mansión Sulu.
Pensando lo peor se adentró al lugar, no sin antes exclamar el nombre del Dorado por el que se preocupó, -¡Yumiel!
...
Atender a los que buscaban refugio y ser hospitalarios era una de las características de la gran mayoría de los Sulu; así que cuando los Lanz llegaron les brindaron protección y atención.
Lucca, bajo las órdenes de Aghar y Celmy llevó algunos lienzos a las habitaciones, había que proceder con los que estaban más graves.
-¿Yumiel, dónde está Yumiel?- escuchó los pasos apresurados de la pelirroja tras su pregunta; Lucca la interceptó e informó rápidamente; -el Dorado Yumiel se encuentra en el salón principal, está en reunión con los Dorados Garreth y Aghar.
-¿Está herido?
Lucca negó con la cabeza, -Yumiel no, pero hay otro que sí y está siendo atendido por la Dorada Celmy.
-¿Quién es, dónde está? Llévame con ella.
-Sígame-, el castaño tenía ganas de buscar a Zahir y abrazarlo para nunca volver a soltarlo, pero no podía, había cosas más urgentes qué atender por el momento.
La Dorada Arleny Lanz fue la única Dorada que recibió una bala certera en el omóplato, la cual estaba siendo extraída por Celmy.
-Duele como el infierno- masculló Arleny, antes de morderse el labio haciéndolo sangrar.
-Supongo que sí, nuestro hermano pequeño fue herido con una bala tres veces más grande que esta- informó estando arrodillada al borde la cama y terminando de extraer el último fragmento de metal.
Las puertas dobles de la habitación se abrieron y Lucca ingresó con más lienzos y un recipiente con agua, de tras de él entró Grisell.
-Hermana Arleny- le habló la pelirroja preocupada, -¿Qué es lo que ha sucedido?
La nombrada levantó el rostro, ya que para una mejor curación se hallaba sobre su costado.
-Nos han emboscado- informó, -después de ir al territorio de la manada Yahw, al llegar a casa fuimos atacados, perdimos a varios de los nuestros; y ahora tampoco tenemos hogar.
Los ojos de la pelirroja se abrieron de par en par para luego pestañar atónita. ¿Qué quería decir Arleny con eso?
-¿Aa-a qué te refieres?
-Hermana, nuestro territorio fue devastado; Yumiel dice que tal vez había un infiltrado que aprovechó nuestra ausencia y atacó desde adentro.
Sintió sus rodillas flaquear, así que se dejó caer en la silla más cercana, esto estaba realmente mal, nadie lo había visto venir.
-¡Lucca!- miró al castaño que arrodillado junto a Celmy ayudando a limpiar la sangre que había manchado el suelo de la habitación; -¡llévame al salón principal!- demandó.
El alto cabeceó de manera afirmativa, no se sintió insultado ni menospreciado por recibir una orden tan tajante, comprendía la gravedad de todo; se puso de pie y caminó veloz, seguido de Grisell, hacia el salón principal.
El pelirroja Lanz tenía la intención de ingresar y participar en cuales fueran los acuerdos a los que estaban llegando sus otros hermanos y los Sulu, porque sabía que las cosas no se quedarían así como así; el ataque a un territorio como el suyo no era algo usual ni mucho menos imaginable, debía tratarse de un trabajo planificado por años; y si en sus manos estaba, ayudaría en lo que fuera. Pero sus intenciones se vieron cortadas ya que a unos escasos metros de llegar a su destino, las puertas del salón se abrieron dejando ver a dos de los Dorados Lanz: Yumiel y Hiram.
-¡Yumiel!- exclamó Grisell y corrió hacia él, verlo manchado de sangre la inquietó, pero al estar cerca y notar que no era de él se relajó, sólo un poco; -¿estás bien?- preguntó al tomar su rostro entre sus manos y examinarlo a detalle; no podía imaginar lo que sería de ella si su pareja hubiera sido mal herido.
-Sí, descuida cariño; esto- señaló la gran mancha carmesí en su abdomen, -es de Arleny.
Grisell asintió levemente y luego miró a su otro hermano; -Hiram, ¿Qué ha sucedido?
A diferencia de Yumiel, Hiram sólo estaba salpicado de sangre y algo sucio, -mientras Yumiel y Arleny estaban fuera, fuimos atacados- colocó la diestra en el hombro de Grisell y dijo con pesar; -y perdimos a nuestra hermana pequeña.
-¿Qué?- se tambaleó un poco, eso no sonaba nada bien.
-Shanon fue asesinada- informó Hiram. Shanon también era una Dorada.
Grisell miró a su pareja en busca de más información, deseando que Hiram se hubiera dado un fuerte golpe y estuviera alucinando.
Yumiel meneó la cabeza de arriba a abajo, -yo mismo vi su cuerpo sobre la mesa- declaró.
Fue entonces cuando la pelirroja sintió que el aire le hizo falta y su vista se nubló antes de que la oscuridad se la tragara; sólo los fuertes brazos de su pareja la salvaron de golpearse contra el suelo de piedra.
...
Después de conducir a Grisell hacia el salón principal y notar la reunión de los tres hermanos Lanz, Lucca decidió alejarse, no era propio escuchar una conversación de clases superiores. Luego, sin planearlo divisó la silueta de Zahir por los pasillos, estaba hablando con Marwin y otro Plateado, de manera inconsciente las comisuras de sus labios se curvaron en una suave sonrisa, pero lamentablemente tuvo que apartar sus ojos de esa figura.
-Lucca- Aghar le habló, llamando su atención, -vaya a lavarse y regrese de inmediato, aún necesitamos ayuda para tratar a los Lanz sobrevivientes.
-Sí señor- hizo un reverencia y se miró las manos llenas de sangre seca; -iré de inmediato.
Descendió por las escaleras que llevaban a las mazmorras y caminó hacia la celda que le correspondía, no sólo se lavaría hasta los codos, sino que se cambiaría de ropa; la sangre al secarse volvía la tela dura y era realmente incómodo.
Al llegar encontró el recinto vacío, su compañero seguramente se había ido a vagar por allí como usualmente hacia así que no le tomó importancia, pero lo que sí notó extraño fue el revoltijo en su propia cama: su única sábana estaba encogida en el centro del colchón.
-¿Pero qué...?- musitó al desplegar la manta y encontrar dos armas que jamás antes había visto. Usualmente veía que Roy y Zuhey llevaban un arma colgada en el cinturón, así que sí sabía cómo era una pistola, pero estas dos eran diferentes. Las tomó y las miró minuciosamente: en la punta del cañón eran más anchas y, en la parte en donde según su lógica tenían que ir las municiones o balas, también habían un par de botones y algo similar a diminutos foquitos. A pesar de que estaba consciente de que su conocimiento en armas era nulo, algo le decía que esas pistolas le eran familiares .
-¡Oye, Rick, el Dorado Garreth desea que vamos a limpiar...!- un Palladium llamado Jesh apareció y se detuvo al encontrar a Lucca en la celda, con una rodilla sobre su colchón y con un arma en cada mano.
Se miraron por unos instantes, hasta que el castaño cayó en la cuenta de lo sospechosa que su situación era; -ey- exclamó lo más tranquilo que pudo, -no es lo que parece.
Pero Jesh sólo lo miró con temor, dio un paso hacia atrás y se echó a correr escaleras arriba antes de gritar a todo pulmón;-¡Traidor, Lucca es un traidor!-, porque ningún Palladium tenía permitido portar armas, y aquellas que había visto parecían muy poderosas.
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