12. Túnel.

La tenue luz al final del túnel indicaba que pronto llegarían a la salida, pero no podrían continuar puesto que debían aguardar a que fuera de noche otra vez.

—¿Crees que ya haya terminado?— preguntó Jenn.

—Por supuesto, y seguramente los nuestros ganaron— dijo Hank tratando de sonar confiado, luego miró a Adael, —¿tú qué opinas, Plateado?

—Opino que es momento de descansar un poco—, con mucho cuidado se acuclilló para que los otros dos pudieran bajar a Zahir, ya que viajaba inconsciente sobre la espalda del Plateado.

Habían caminado por muchas horas, seguramente estaban a decenas de kilómetros lejos del territorio Sulu, el ocaso al final del pasadizo daba fe de ello.

—¿Qué vamos a hacer; es decir, a donde iremos?— indagó Jenn una vez que estaban instalados en el frío suelo del túnel hecho de piedra.

—En unas cuantas lunas estaremos de regreso en casa— contestó Hank.

—Estoy hablando en serio, puede que no quede nada.

—¡No seas negativo!

—Hank, debes admitir que existe esa posibilidad; no siempre se puede ganar.

Tras ese comentario, Adael observó a Zahir que permanecía recostado a su lado.

Dejó a aquellos dos enfrascados en su discusión y pensó en la estupidez que había hecho, porque sí, había sido una y muy grande; para empezar, ¿cómo no pensó que sería obvio el apoyo de Zahir hacia Lucca? Exhaló con pesar, al menos el hurto de la motocicleta y el escape había servido de algo.

Enterarse que un grupo enemigo recibió información por un infiltrado dentro de su propio clan había sido una terrible noticia, jamás pensó que sería un Dorado, vaya que Hiram no tenía escrúpulos. Miró sus manos, él también había contribuido en el castigo y ninguno de los otros Dorados había reclamado dicha intervención, ellos eran comprensivos, incluso abogaron por él ante Zahir.

Se preguntó incluso sobre lo que vendría, Jenn tenía razón, no siempre se podía ganar, un claro ejemplo era el hecho de que no pudo obtener el afecto de Zahir; así que podía ser que los malos estuvieran celebrando justo ahora su victoria.

Qué mal pintaba todo.

—Oye— Hank le llamó sacándolo de su letargo, ¿cuánto tiempo había pasado?; —dado que tienes mayor rango y estás consciente— señaló con un movimiento de cabeza al pelinegro, —¿qué haremos ahora, a donde vamos?

Frunció el ceño, no molesto por cómo le habló el joven, sino porque no había pensado en ello; —para empezar, ¿dónde estamos?— quiso saber primero.

Jenn se encogió de hombros, —no lo sabemos; sólo conocemos los pasadizos.

Adael suspiró y miró la salida del túnel, era de noche y ya podían continuar, pero ¿a dónde irían?

—Primero salgamos de aquí— exclamó y se puso de pie, dispuesto a subir de nuevo a Zahir a su espalda. Los dos jóvenes le ayudaron y luego con parsimonia se dirigieron a la salida.

.

El ambiente dentro del túnel había sido húmedo y algo mohoso, ahora que estaban afuera podían percibir el viento frío golpearles con suavidad.

—No tengo ni la menor idea de donde estamos— reafirmó Hank, mirando a su alrededor; sólo habían árboles frondosos meciéndose con la brisa, unos cerros a lo lejos, pero ningún rastro de construcciones o de la enorme fortaleza Sulu.

—Probablemente el Dorado Zahir sepa— Jenn lo señaló; y este pareció ser invocado ya que soltó un gemido.

De inmediato Adael detuvo el paso y se acuclilló un poco para que los pies del Dorado tocasen el suelo.

—¿Qq-qué sucedió?— Zahir frunció el ceño y con los ojos entrecerrados trató de reconocer a quienes tenía enfrente.

—Mi señor— dijeron los dos Palladium al unísono y se hincaron, apoyando sólo una rodilla en el pasto seco, la diestra sobre el pecho y bajando el rostro.

—¿Qué; cómo; dónde estoy?

—Está a salvo, hemos podido escapar con éxito— informó Hank sin levantar la mirada.

—¿Escapar; de qué?— se frotó la nuca con una mano y con la otra aún se sostuvo de la espalda de Adael para poder dar un paso, algo vacilante debido al mareo pero dispuesto a recuperarse de inmediato.

—Del ataque— dijo Jenn.

Y esa palabra fue la llave del baúl de sus recuerdos.

—Escoltarán al Dorado Zahir, sano y salvo fuera de aquí, ¿entendido?

—¡¿Qué?!

—Llévatelo, es lo único que te pido.

—¡Estás equivocado si crees que me iré con ellos!— gritó.

—Lo siento, pero lo hará, mi señor— Adael lo tomó del antebrazo.

—¡Suéltame, o te juro que esta vez sí te desollo!

Lucca rodeó su cintura con el brazo izquierdo y lo besó de manera fiera y demandante; quiso resistirse pero sucumbió correspondiendo con el mismo ardor y entusiasmo. Luego todo se fue tornando oscuro.

—Perdóname—, pareció un sueño pero no; recordaba los suaves labios de Lucca sobre su sien.

—¡¿Qué sucedió?!— tomó a Jenn del cuello de sus ropas, haciendo que se levantara a trompicones; —¡dime qué ha ocurrido!

—Yy-yo, mi señor Zahir... nn-no lo sabemos; salimos por el túnel...

Soltó al joven abruptamente y miró a Adael; —¿y tú, por qué has hecho esto? Sabías que mi deseo era quedarme.

—Pero Lucca pidió que...

—¡¿Lucca, desde cuando le obedeces? Hasta donde recuerdo no era de tu agrado!— lo miró molesto y exhaló, —debemos regresar, los Lanz, mis hermanos, Lucca podría necesitar ayuda.

—¿Y si es demasiado tarde?— espetó el Plateado; —¿qué más ayuda podríamos proporcionarles?— ondeó la mano señalándose a sí mismo y a los otros; Hank parecía querer llorar mientras se abrazaba de Jenn, quien no se había levantado del suelo desde que Zahir lo dejó caer. Viéndolo de manera fría, ellos cuatro no podrían hacer mucho.

Tragó saliva sabiendo que Adael tenía razón en aquello, pero su incertidumbre y preocupación le estaba poniendo los nervios de punta, miró hacia los cerros en el horizonte, sabía que detrás de ellos se hallaba el campo de batalla; —ustedes váyanse; yo regresaré.

—¿Qué?— Adael caminó hasta bloquearle la vista, posicionándose frente a él; —no permitiré que regrese.

—¿Por qué no? Ah, ya sé. Ahora solamente le obedeces a Lucca— dijo irónico.

—Por supuesto que no; yo solo...— el Plateado detuvo su discurso, el crujir de las hojas secas lo alerto; —oh, no... ¡cuidado!— miró a los dos más jóvenes al exclamar lo último pero era demasiado tarde. Un enorme cuadrúpedo tenía a Hank y a Jenn contra el piso y con sus fauces amenazaba con desgarrar sus cuellos. La bestia era tan grande que sólo con una de sus patas podría aplastar el pecho de cualquiera de ellos.

El aire abandonó por un momento el cuerpo de Zahir, si él estaba así de asustado no podía imaginar lo que estaban sintiendo los dos jóvenes.

Adael estaba paralizado, era un animal totalmente desconocido para él y ante cualquier movimiento en falso Jenn y Hank podrían morir; lentamente fue acercando su mano hasta su cinturón, con algo de suerte podría atraerlo hasta él y luego hacer uso de aquél cuchillo.

—Yo no haría eso si fuera tú— escucharon una voz; miraron hacia donde provenía y notaron a un muchacho bajar de la alta rama de uno de los árboles. Por la forma en la cual descendió supieron que era como ellos, un vampiro. El joven caminó hasta el animal y acarició su costado; —déjalos— le pidió; entonces la bestia se relajó y liberó a sus presas.

—¿Qué quieres?— ladró Adael.

—Usualmente lo primero que desean saber es quién soy, luego indagan sobre mi procedencia. Tú te has saltado varias preguntas— dijo risueño; sin dejar de acariciar a la que parecía su mascota.

—¿Quién eres?— dijo Zahir.

—Mi nombre es Zhane; y ahora vendrán conmigo.

—¡Si crees que seremos tus prisioneros, te equivocas!— vociferó Adael.

—¿Prisioneros?— alzó las cejas sorprendido; —yo nunca dije eso; solamente me pareció escuchar que deseaban regresar al territorio Sulu.

—¿Tt-tú... perteneces al clan Kiell?— preguntó Zahir temiendo por una respuesta afirmativa.

Negó con la cabeza; —se equivoca, Dorado Zahir;soy un soldado al servicio de los señores Romanno.    


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