11. ¿Enemigos?
—¿Lucca?— Greg se mostró confundido al ver al alto llegar a su lado; —¿qué haces aquí?—, no fue un reclamo, sino mas bien sorpresa y curiosidad.
—Los Dorados han resuelto hacer frente al enemigo.
—¿Eh?— entrecerró los ojos.
—Ellos lucharán también y me han enviado contigo, yo seré parte de tu refuerzo— dejó caer al suelo varias armas, las cuales las había llevado en un saco de lona sobre el hombro.
—¿Cómo has dicho; no han escapado? Eso no es...
—Lo sé; pero ellos mismos han decidido quedarse. Y será mejor no cuestionar sus deseos— exhaló, —ahora dime qué hacer, seguiremos el plan de Yomara y a partir de ahora estaré bajo tus órdenes.
Greg asintió, —entonces prepárate, porque será una noche larga.
...
Mientras, en el ala norte, el Plateado Marwin parecía nervioso, jamás imaginó que Litza siguiera sus instrucciones. Los Dorados estaban para ser protegidos, sólo en un caso extremo hacían uso de sus habilidades, por ello estaba un poco perturbado: la idea de tener a los Dorados en el campo de batalla quería decir que algo andaba realmente mal.
—Mi señora, será mejor que se quede aquí— le dijo a Litza, quien se hallaba seleccionando algunas balas y municiones; Celmy había optado por cuidar a los heridos.
—Ni lo sueñes, y olvida las formalidades, ahora estamos juntos en esto— le palmeó el hombro, —¿de acuerdo?
—Ss-sí, claro.
...
—Pase lo que pase, no se separen de mi, ¿entendido?— la voz de Roy era firme.
—Pierde cuidado— dijo Grisell ondeando la mano, ella y sus hermanos habían llegado a la torre, —no es como si no pudiéramos cuidarnos solos.
—Grisell, comprende sus intenciones— Yumiel miró a su pareja y luego al Plateado; sabía que aunque no fueran del mismo clan su deber era mantener a salvo a los líderes; —iremos al frente contigo.
Roy le mantuvo la mirada pero no pudo refutar, simplemente asintió. Comprobó que sus armas estuvieran cargadas y salió de la pequeña habitación, bajarían para dirigirse a la zona de ataque. Definitivamente todo era extraño, pero nada como la sensación que recorrió su piel cuando Arleny caminó a su lado y sin planearlo rozó su brazo.
...
—No creo que esta sea una buena idea— Zuhey frotó su nuca, —sería mejor que usaran los pasadizos y...
—Eso ni lo pienses— le interrumpió Aghar, —estaremos juntos en esto.
—Pero, mis señores— también le dedicó a Garreth una rápida mirada, —es muy peligroso.
—Lo sabemos y es por eso que estamos dispuestos a hacerle frente a esta amenaza— colocó una mano en el hombro del Plateado.
—Además— intervino Garreth, —aunque huyéramos de nada serviría si no se acaba con ellos de una vez por todas.
—¿Es tan grave?— arqueó las cejas; a pesar de haber llevado a Adael a la sala de tortura, no había estado presente durante la revelación de Hiram.
Aghar, sin soltarle el hombro, asintió y agregó, —pretenden acabar con todos los clanes, así como intentaron hacerlo con los Lanz.
Zuhey apretó los labios bajando el rostro; debía admitirlo, la situación era bastante extrema. Negó con la cabeza y buscó la mirada de Aghar otra vez; —pero yo no puedo permitir que usted...que ustedes salgan heridos.
—Descuida— le dedicó una sonrisa, —nadie te culpará si nos hacen daño.
—No me refiero a eso... es sólo que...
—¡Miren!— el centinela que se hallaba escondido en la parte más alta de la torre los interrumpió, —¡vienen del sur!
Zuhey dejó su discurso para después y trepó ágilmente hasta donde estaba el vigilante con el objetivo de mirar a través de los binoculares. Tragó saliva nerviosa; centenares de soldados marchaban hacia ellos, algunos a pie mientras que otros lo hacían sobre unos criaturas cuadrúpedas que jamás había visto en su longeva vida.
—¿Son amigos o enemigos?— preguntó el centinela mirando a su líder de cuadrilla.
—Nn-no... no lo sé— exclamó Zuhey con un hilo devoz.
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