Capítulo 2

Capítulo 2

"Y entre suspiros y suspiros... no sé qué ando sintiendo tan repentinamente"

—¡TODOS AFUERA, REPITO TODOS AFUERA! —su voz masculina muy potente. Las personas comienzan a salir, y todo se termina. Al menos me divertí, aunque sea un rato.

Me quedo esperando a las chicas que se fueron al baño. Aprovecho de quitarme los tacones que me molestan un poco y me siento en uno de los muebles. Los chicos están al frente de mi, su hermano mayor se nota que anda muy molesto. ¿Cuál es su molestia? ¿Los chicos no le pidieron permiso o qué? Preguntas sin respuestas.

—¡Hermano querido! —exclama Zack con una voz suave y amigable.

—Increíble que hayan hecho el mega desastre. Ahora hay que pagar un montón de dinero al hotel; nada más miren el desorden, es que ni siquiera tienen la decencia de comportarse en otro país. Mi madre está furiosa y mi padre también. Les recuerdo que estarán castigados incluso en Navidad y me van a tener que acompañar a realizar unos recados y no quiero un no como respuesta, es una obligación.

—¿Cuál es la violencia? —dice Mathias, como si se sintiera herido, pero veo que guiña el ojo a Justin.

—¡Cállense y vayan a limpiar! No los quiero escuchar hasta que todo este limpio, y luego se van a disculpar con las personas del hotel por su estupidez.

—¡Disculpen! Me tengo que ir —digo sin hablar tan alto. Me levanto del asiento para dirigirme hacia la salida y esperar a las chicas afuera. Él se me queda mirando, esperando que salga corriendo como el resto de las personas. Me ruborizo enseguida.

—¿Quién eres tú? —su voz me hace temblar, es muy gruesa.

Pregunta quién soy, con esa mirada, se me ha olvidado todo y no puedo hablar. Sonrío y me dirijo hacia la puerta principal, pero él me obstruye el paso, impidiendo que salga huyendo.

—Deberían irse —dice con voz fría y me estremezco—. Y aún no me has dicho tu nombre —se dirige hacia mi.

Suena su celular y se va hacia el balcón dejándome con la duda. Justin tiene razón, su hermano es un tanto amargado, y le añado que es misterioso y sí que sabe intimidar.

—¿Nos vamos? —pregunta Rosa, la escucho a medias por estar ensimismada en mis pensamientos. Vuelvo en sí cuando su voz suena un poco más alta. Asiento con la cabeza y nos vamos.

Mi cuerpo se ha paralizado por completo, tengo la mente en sus ojos, en su mirada, y este sentimiento jamás me había pasado. Me siento muy tonta, así que respiro hondo y profundo tratando de contenerme. Ellas siguen hablando de la fiesta y me quedo callada.

Ya en nuestro piso introduzco la llave en el lector y esta se abre automáticamente. Llegamos a la habitación, huele a rosas, se nota que lo limpiaron recientemente. Me acomodo en una habitación con Nanny. Busco a tientas el desmaquillante para no amanecer horrible como la otra vez. Lo voy regando en la cara. Ella me mira raro y sé que desea preguntarme por qué actúe tan extraño, conozco cuando le interesa que hable de chicos.

—¿Qué fue ese cambio de actitud, Al? —me pregunta cuando me estoy lavando la cara en el baño. Lo seco y voy a buscar mi pijama.

—¿Cuál? —respondo haciéndome la loca. No quiero que me siga preguntando hasta no saber qué me pasa.

—No me dirás ahorita, pero créeme que sea lo que sea, lo voy a averiguar, Alex. —Eso me causa una gracia tremenda, que no controlo la risa—. París cambia a la gente y es la ciudad del amor.

—Cualquiera ve un clon de Thor y se muere. —Llega Megan y Rosa a la habitación—. Además, Dios les dió unos genes. Si Alex ha caído, pues las cuatro tenemos buenos gustos.

¿Thor? ¡No quiero pensar!, necesito calmar mis hormonas. Como excusa salgo de mi habitación para pedir un servicio de comida para todas. A pesar de que es muy tarde, igual tengo la necesidad de comer algo dulce, aliviar los chakras y prepararme para el día de mañana.

—¿Qué van a querer? —pregunto para anotar todos los pedidos de una vez.

—Unos pasteles de manzana, me comí unos en la fiesta y estaban muy buenos —dice Rosa sentándose en el sofá.

Al final todas pedimos lo mismo, y para mi como algo extra una torta de chocolate con triple chocolate. Y así finaliza nuestro primer día en París.

»«

El itinerario es visitar unos museos, luego almorzar en un restaurante que Nanny vió y le gustó, para después comprar ropa. Voy tomando fotos de las obras de arte según lo permitido, sin flash y a una distancia moderada, justo en una línea azul gruesa. Hay varias que me llaman la atención, pero una capta por completo mis ojos: es el Polo Norte, con lobos a su alrededor, la nieve se ve muy real, y el paisaje es perfecto, azulado y naranja. Ni siquiera quiero tomarle foto, quiero guardarlo en mi memoria.

—Al, ¡vamos! —me dice Megan acercándose hacia donde estoy.

En el almuerzo, me quedo pensando en aquel paisaje, de por sí los lobos son hermosos y quisiera tener uno como mascota. Y de eso, cambio al hermano de los Claus, sonrío como tonta, al recordar su rostro, su voz amenazando a sus hermanos, y cuando me miró y preguntó cómo me llamo. ¡Qué idiota soy!

—Creo que el chico le fundió el cerebro a Alex —comenta Nanny y vuelvo en sí—. ¿Ya ves? ¡Cuando el amor llega, es porque llega!

—Lo siento, es que... —ni sé qué decir, me siento muy rara.

—No lo sientas, es normal. 

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