Capítulo 17

Sentada sola sobre la cama en su habitación y frente al espejo Melody no podía hacer nada más que mirar sus propios ojos. No dejaba de comparar su reflejo a la fotografía que había robado, y la entristecía notar cuánta diferencia había entre quien había sido y quien era. Una y otra vez había leído la poca información allí escrita, tantas veces que ya podía recitarla de memoria. Luchaba por no romperse de nuevo. Le hubiera gustado que Chris estuviera a su lado y la abrazara de nuevo para consolarla, aquello se había sentido tan bien. Pero no podía engañarse, no podía simplemente colgarse de él por el consuelo y de nuevo en la academia debían seguir con sus respectivos roles a menos que desearan levantar sospecha. Y ellos no podían arriesgarse a hacer aquello, no si planeaban escapar, no mientras las cámaras siguieran funcionando.

Melody sabía que era lo primero de lo cual debía deshacerse. Había trazado el plano de la academia a la perfección, marcando cada detalle, cada punto de vigilancia, siendo extremadamente precisa con cada trazo. La música sonaba fuertemente dentro de su habitación para cubrir los posibles micrófonos y había tapado con cinta la cámara del ordenador, no era como si simplemente pudiera tirar el aparato por la ventana como había hecho con su teléfono. No estaba haciendo nada malo, solo dibujando su autorretrato. Era el único modo de recordar para siempre lo que le habían hecho, dejar una prueba de lo que estaba a punto de dejar atrás.

Sus pensamientos estaban ahogados por la fuerte música de Sex Pistols, Anarchy in the UK parecía una canción ideal para el momento. Sirvió para deshacerse de su gris estado de ánimo. La llegada del fin de semana había sido un completo alivio para ella, la promesa de todo el tiempo libre que tendría para planear con cuidado lo que haría. Tenía que robar los archivos que se encontraban en el ayuntamiento, después de todo aquella era la base de Elysium, y si hacía aquello entonces podría encontrar a la chica y podría escapar. Sonaba lógico, ahora tan solo tenía que encontrar el modo de hacer aquello. Chris podría llegar a ser realmente útil con su habilidad, pero ella sabía que no bastaría.

Tendría que crear una gran distracción, tal como había hecho en la tienda, y cegar al enemigo para poder actuar. Había pasos que planear con precisión para el crimen perfecto, y no podía permitir que fueran atrapados. Chris confiaba en ella para ocuparse de aquello, él ciegamente había aceptado ayudarla apenas le había propuesto la idea. Tal vez fuera su desesperación por salir de allí luego de cuatro años, o más, atrapado. Melody no podía imaginar como debería ser aquello, ella llevaba tan solo unas semanas y no sabía si podría resistir mucho más.

Dejó su trabajo a un lado una vez que terminó, echándole una última mirada a aquella chica que ellos le habían forzado a ser, y se puso de pie. Cogió su mochila y tiró el contenido sobre el tocador antes de inclinarse sobre este. Examinó su reflejo, despidiéndose de la seguridad de la pasividad. Ellos nunca más volverían a someterla o decirle quién ser.Cerró los ojos y se perdió en la fuerte música de fondo, dejándose llevar por la intensidad de la melodía y las palabras de revolución. Sonrió con diversión sin poder evitarlo, queriendo saltar y bailar, cantar a todo pulmón. Y no necesitó nada más para finalmente decidirse y preparar el tinte.

Pintó las puntas de su cabello de rosa, escogió entre los aros que había robado aquellos que más le gustaba y se los colocó. ¿Le habría dolido al momento de perforarse el cartílago de la oreja tantas veces? Al menos ya no tendría esa extraña sensación al sentirlas vacías. E, incluso si no tenía planeado salir de su habitación, se maquilló con el resto de lo que había robado. Devolver el golpe de aquel modo se había sentido tan incorrectamente bien, no le sorprendía que el archivo dijera que era una criminal. Tal vez lo era, tal vez no, tal vez ellos la consideraban de ese modo. Ella había estado en Rusia durante el invierno, aquello era simplemente alucinante.

¿Habría estado en otro lugar? Imaginó cientos de ciudades y países que le gustaría visitar. ¿Los habría visitado? Quería aquellos recuerdos de regreso, memorias de una vida feliz y libre. Quería sentir el sol del mediterráneo, la nieve de Siberia, desayunar en New York e ir al rincón de los artistas de París. Ansiaba aquello, necesitaba esa aventura. ¿Tal vez era porque ansiaba lo que había tenido y le había sido arrebatado? ¿Pero cómo recuperar lo que ya no tenía? ¿Sería siquiera posible? Aquello sonaba demasiado bien como para que estuviera a su alcance. ¿Si fuera posible recuperar sus recuerdos acaso otros ya no lo hubieran hecho? Ella no recordaba nada realmente de su verdadera vida, tan solo sentía que aquella que estaba viviendo no era nada más que una farsa.

Cuando terminó, al verse al espejo, por primera vez creyó reconocerse y estuvo feliz con su reflejo. Por primera vez nada le resultó extraño en su apariencia, no tuvo aquella sensación que algo faltaba o simplemente estaba fuera de lugar. Y sonrió, feliz al menos por haber recuperado un poquito de lo que le habían quitado. Lucía más como ella, y le gustaba el resultado. Cogió la fotografía que había robado con una mano y con la otra sostuvo su cabello, comparándola con su nuevo reflejo. Su sonrisa solo se ensanchó al ahora encontrar el parecido y reconocerse. Estaba tomando un riesgo demasiado grande al ir contra las reglas de ese modo pero no podían hacerle nada por simplemente haber pintado las puntas de su cabello. No le importaba, porque aquello se sentía tan bien, y por primera vez se sentía tan viva, que no temía las consecuencias. Y una parte de ella se regocijaba al saber que ellos no podían hacerle nada, que no se atrevían.

Se hundió en un sueño profundo cuando la noche llegó, sintiéndose bien y con la esperanza de un escape en su futuro. El hecho de saber, de ser consciente de la verdad, le daba poder sobre su realidad. Tan solo tenía que resistir un poquito más, unos días más y sería libre. Tenía que mejorar sus planos y de algún modo cargarse las cámaras y luego solo sería cuestión de encontrar a la chica para que todo terminara.

La música sonaba en el fondo, los rayos de sol entraban por la ventana iluminando la habitación con su cálida luz. Él continuaba en la cama, aún somnoliento por haberse despertado recientemente, sin camisa de modo que la mayor parte de sus tatuajes estaban al descubierto. Sonreía al observar a la joven bailando en ropa interior frente a la ventana. Ella lucía tan feliz, tan divertida mientras reía y disfrutaba. La música siempre era lo primero en sonar a la mañana, eran unos adictos sin remedio. Bailaba sin cuidado al ritmo de Billy Idol, cantando los estribillos de Dancing with myself con entusiasmo. ¿Cómo era posible que hubiera tenido tanta suerte como para encontrarla en la vida?

Ella tardó en darse cuenta que él estaba despierto, pero cuando lo hizo le dedicó una brillante sonrisa y se dio vuelta. Ella se acercó y en segundos estuvo sobre él, le dio un rápido beso de buenos días y se mantuvo sentada sobre él, sacudiendo su cabeza al ritmo de la música y sonriendo de aquel modo que iluminaba su expresión por la diversión que sentía. Ella era simplemente tan sencillamente feliz. Y él la observó sin poder terminar de creer que fuera real, que la hubiera conocido y estuviera a su lado. La joven volvió a inclinarse más cerca, tomando su rostro entre sus manos.

—Por favor, por favor, por favor. Tenemos que ir a un concierto de Billy Idol —rogó ella.

—Fíjate la próxima fecha y el lugar, estaremos allí —dijo él y ella soltó un grito de alegría.

—¡Sí! —exclamó levantando sus brazos—. Gracias. ¿Tienes idea de cuánto te amo?

En realidad, lo hacía, era imposible que él no conociera sus pensamientos. Pero estando con ella siempre intentaba disfrutar del momento y no desviarse. Sonrió, rodeando su cintura con un brazo y dándola vuelta hasta terminar sobre ella. Algunas plumas de la almohada se enredaron en su cabello, y sus ojos brillaban con tanta alegría. Ella rió y fue mágico. Lucía tan hermosa que él no pudo hacer nada más que inclinarse y besarla, disfrutando de la suavidad de sus labios y la calidad de su piel.

—No más que yo —susurró contra sus labios y la continuó besando, descendiendo lentamente hasta llegar a su cuello.

—¿Quieres volver a pelear por eso? —preguntó ella con diversión, sonriendo por lo que esas peleas realmente eran, y él volvió a acercar su rostro al de ella.

—Quiero que te quedes a mi lado para siempre, y esto nunca termine. Porque nunca he tenido tan dulce sueño y si esto no es más que eso entonces jamás quiero despertar. ¿Es eso mucho desear?

—No lo sé. Tú dime. Porque no hay modo que yo te abandone, y eso lo sabes mejor que cualquiera —dijo ella pasando los dedos por su cabello.

—¿Puedo contarte un secreto?

—Lo que sea.

—Cuando estaba en Miami, un año atrás, días antes de conocerte, me crucé a alguien con la habilidad de ver el futuro. Un vidente. Él me dijo: ve a New York, sigue al taxi de la puerta dibujada y el conductor con un fez, y eso te hará el hombre más feliz en el mundo. Los videntes están todos locos, ver lo que aún no ha sucedido consume su cordura. En un principio no le creí, pero entonces me vi tan sencillamente feliz en su mente. Y pensé. ¿Por qué no? De todos modos tenía que seguir moviéndome, Miami no era mucho de mi agrado. Y fui a New York, y corrí cada maldito taxi que cumpliera con aquella descripción por calles enteras durante días sin encontrar nada, creyendo que ese sujeto me había tomado el pelo. Y entonces una vez lo vi y supe que era ese taxi y tú apareciste y salvaste a ese chico de ser atropellado por ese mismo vehículo. Y te vi y en aquel momento supe que el maldito bastardo había estado en lo cierto, y yo tan incrédulamente lo había cuestionado —dijo él y acarició su mejilla—. No creía en el destino hasta entonces, no tenía idea de cuan sin sentido había sido mi vida hasta que te conocí, y no ha pasado un solo instante desde entonces sin que piense en ese vidente y me pregunte dónde esté y quiera agradecerle más que nada por juntarme contigo.

—Así que todo esto fue porque escuchaste a un loco —dijo ella sonriendo.

—No. Todo esto fue porque un loco vio que ese mismo día, en ese mismo momento, un taxista quitaría la vista del frente por buscar su teléfono que había caído al suelo al instante exacto en que un niño se lanzaría a la calle distraídamente tras su dibujo volado por el viento. Y vio que en ese preciso día, en ese preciso lugar, en ese preciso momento, tú estarías allí y salvarías a ese niño. Y vio también el futuro que tendríamos juntos si yo estaba allí para verte hacerlo.

—Decidiste bien al obedecer a un loco.

—Fue la decisión más irracional que hice en mi vida. Y la mejor de todas.

—El amor es loco.

—Tú me vuelves loco.

Ella rió y se retorció cuando él la atacó con cosquillas. Tocarla era una adicción para él, sus manos siempre deseaban acariciar su suave piel, necesitaban sentir la calidez de su cuerpo como si de lo contrario no pudiera creer que esa chica fuera real y estuviera a su lado. Hundió su rostro en su cuello y aspiró su embriagante perfume, ella siempre tenía aquella hipnotizante esencia a fresas. Sus dedos dejaron de ser tan juguetones para pasar a disfrutar del roce de su piel. Besó su hombro, su clavícula, su cuello. Podía sentir perfectamente el delicado pulso contra sus labios. Y ella siempre lograba que él dejara de pensar, extasiando sus sentidos hasta el punto donde se olvidaba su propio nombre.

La escuchó contener un suspiro y sonrió al conocer sus pensamientos. Siguió con sus manos su pequeña columna vertebral. Sintió que ella cepillaba con gentileza su cabello, enredando los cortos mechones entre sus dedos y jugando con estos. Sintió sus delicados dedos trazar las letras del tatuaje en su nuca, de un modo tan suave, tan amable. Atesoraba cada uno de sus gestos, cada uno de sus pequeños pensamientos. Ella tomó su rostro entre sus manos y lo obligó a mirarla antes de acercarse, rozando su nariz con la suya.

—¿Quieres conocer un secreto? —preguntó en un susurro—. Antes de conocerte, le pedí a una estrella fugaz por alguien como tú. Tal vez no haya sido un vidente, tal vez no algo con una explicación lógica y racional detrás, pero no me siento tonta al creer que ese deseo producto de una infantil ilusión se hizo realidad por pedirlo. ¿Si personas como nosotros existen porque no puede existir algo más?

—Entonces le pediré a ese algo más todas las veces por ti —dijo él y ella sonrió.

—Déjame la parte irracional a mí.

Él quiso protestar al saber lo que pensaba pero ella lo calló con un beso antes que pudiera abrir la boca y allí murió su respuesta también. Aquello era hacer trampa, pero si algo había aprendido era que ella siempre tenía sus trucos para salirse con la suya. La besó como si no hubiera ayer o mañana, como si tan solo tuvieran el aquí y ahora. ¿Y acaso no era mejor de ese modo? Siempre era mejor vivir el momento, porque de lo contrario no podrían vivir mucho. Siendo perseguidos como eran nada les aseguraba un futuro. Y era mejor seguir corriendo, porque mientras huyeran no podrían alcanzarlos y ellos tendrían el poder, en vez de simplemente ocultarse en algún lugar sabiendo que algún día los encontrarían. Los agentes siempre los encontraban.

Profundizó el beso, la atrajo más cerca y la escuchó soltar un suave gemido cuando deslizó su pierna entre las suyas. Ella hundió sus uñas en su espalda, devolviéndole el beso con el mismo deseo. Recorrió su cuerpo con sus manos, sintiendo cómo ella respondía a aquel toque. Cualquier pensamiento dejó rápidamente de tener sentido para él, aún más cuando ella arqueó su espalda y movió sus caderas.

Melody se despertó completamente agitada. Había cosas que simplemente no necesitaba ver, y no dibujaría por respetar la privacidad de otros. Echó la cabeza hacia atrás, protestando por el dolor e intentando controlarse. Su garganta estaba completamente cerrada y podía sentir las lágrimas en sus ojos. Quería gritar más que nada y no sabía por qué. El dolor era simplemente tan crudo, tan real. Se llevó un puño a la boca para no hacer ruido mientras luchaba por calmarse. Su cuello dolía terriblemente, como si hubiera dormido en una muy mala postura. Solo entonces, cuando el sueño quedó de lado, se dio cuenta que no estaba en su habitación y otras voces la habían despertado.

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