4. Rendirse

Alec Pov

Alec disfrutó de cada momento de su fin de semana, pero su parte favorita fue la ausencia de humillaciones. Ese chico, okey, aceptaba era súper sexy, ¡había estado demasiado determinado en coquetear con él! Era desconcertante y embarazoso e, incluso peor aun, su hermana y Jace no habían hecho nada más que alentar al idiota.

Alec intentó pensar en cualquier cosa menos en esos abdominales de el Sr. Súper coqueto. Alec nunca había conocido a alguien que estuviera tan dispuesto a exhibirse de esa manera. Temía ir al trabajo el lunes porque se imaginó que ese loco turista estaría ahí otra vez. Y, por supuesto, cuando Alec entró, él ya estaba ahí. Alec bufó, preguntándose si podría simplemente irse y pedirle a Jace que cubriera su turno -después de todo se lo debía- cuando de repente Alec notó que el chico estaba parado detrás del mostrador. ¡Oh genial! Ahora estaba intentando nuevas formas de jugar con sus nervios. Pasearse medio desnudo no fue suficiente; no para este chico, ahora quería pretender que trabajaba ahí.

– Alec – el hombre le llamó, sonriendo. Hoy estaba vestido con ropas simples, pero para Alec, simplemente estaba agradecido de que estuviera vestido.

– ¡Tu otra vez! – gruñó Alec – ¡Quítate detrás del mostrador! –

– No puedo – el chico dijo – Ahora trabajo aquí. –

– ¡¿Qué tu qué?! –

– Tu mamá es una mujer encantadora – el chico continuó. Alec deseó no haberse levantado de la cama hoy.

– Oh dios! – Alec gruñó – mi madre te contrató. –

– Sip – él hombre estaba sonriendo de oreja a orea como si hoy fuera el día más feliz de su vida. Y Alec no tenia idea de que hacer.

– ¡Ni siquiera estábamos contratando! – Alec se quejó – Jace, Izzy y yo lo teníamos controlado. –

– Ah pero yo puedo vender lo que sea a quien sea – el chico replicó – te lo prometo. –

– Te referirás, venderte a ti mismo – Alec murmuró sin que nadie pudiera escucharlo. Era algo realmente ofensivo ¡pero es que este chico simplemente había superado sus limites!

– ¡Es verdad! – dijo Izzy, apareciendo de la habitación de atrás repentinamente. – Vamos, dale una oportunidad. Hemos tenido una mañana maravillosa. Él es fabuloso. –

– ¡Y tu hermana es encantadora! – exclamó, lanzándole un beso.

– Mamá dice que tienes que entrenarle, – dijo Izzy mientras salía de la tienda. – Que se diviertan – les guiñó un ojo y Alec bufó.

– Deberíamos comenzar, – el hombre ronroneó. Alec no tenía idea de cómo hizo eso pero deseó que no hubiera sonado tan sexy. De hecho, Alec deseó poder ser alguien más en ese momento. Realmente no podía haber nada genuino acerca de este chico, así que, ¿Cómo diablos había convencido a todos de que era real?

– Voy a enseñarte como funciona la caja registradora, pero solo si prometes mantener tu ropa puesta, – dijo Alec intencionadamente.

– ¿Tanto te molesta verme sin ropa? – preguntó con todo sedoso. Alec sintió un escalofrió recorrer su columna vertebral. ¿Porqué siempre le atraían los chicos incorrectos?

– Si, – Alec dijo obstinadamente.

– Bien, – el chico suspiró – Si tanto te molesta ya no lo haré. –

Alec lució sorprendido – ¿Qué?¿En serio? –

– Es bastante divertido molestarte – el chico dijo – no lo puedo resistir, pero me comportaré mejor si eso te hace sentir más cómodo. –

– Gracias, – dijo Alec.

– Soy Magnus, por cierto, – dijo Magnus – Y te lo tenías bien guardado. –

– ¿Huh?

– Que Alec es una abreviatura de Alexander – Magnus dijo su nombre completo en una forma que hizo que el corazón de Alec se acelerara un poco. Usualmente odiaba su nombre completo, pero escucharlo decir por este hombre fue definitivamente algo más.

– Oh, – dijo Alec tratando de controlar sus reacciones antes de que Magnus notara algo. – Mamá te dijo. –

– Sip, – Magnus dijo, sonriendo. Su sonrisa le dijo a Alec que no había logrado aparentar lo suficiente como para engañarlo. ¿Porqué tenia que ser un libro abierto?

– ¿Así que habías trabajado en una tienda antes? – preguntó Alec.

– Trabajé en una farmacia, – contestó Magnus.

– Okey, concepto similar pero diferentes productos – Alec dijo mientras comenzaba a enseñarle a Magnus lo básico. Magnus aprendía rápido y pronto supo manejar la caja registradora. Después, Alec le enseñó la tienda para asegurarse de que pudiera ayudar a los clientes a encontrar lo que fuera que necesitaran. Magnus no sabia mucho sobre el surf, así que Alec le dio un curso rápido.

Cuando entró una cliente Magnus insistió en atenderle. Alec lo observó; él sabia que ese cliente no necesitaba nada, por lo que no había forma de que Magnus consiguiera una venta. Esa señora iba cada semana y nunca compraba nada; Magnus fallando con esa clienta probaría que ellos no necesitaban ayuda. Luego, quizá su mamá entraría en razón y mantendría a la familia solo como los trabajadores. Alec observó a Magnus interactuar con ella. Le hizo una pequeña platica y le mostró algunas cosas en exhibición. Alec no le dio importancia hasta que la clienta escogió algo como si hubiera decidido comprarlo. Alec realmente no creía lo que veían sus ojos hasta que se acerco al mostrador y pagó.

– ¿Cómo hiciste eso? – Alec preguntó una vez que la señora se fue.

– Las ventas son realmente fáciles – dijo Magnus acercándose a Alec – Todo es acerca de crear una necesidad y luego llenarla. Oh y ser encantador ayuda. – Le lanzó una sonrisa a Alec se le aceleró la respiración. ¡Necesitaba controlarse!

– ¡Tienes que enseñarme a hacer eso! – Alec dijo tratando de ocultar su reacción inicial.

– Te enseñaría cualquier cosa que quisieras, Alexander, – susurró Magnus. Escuchar su nombre completo de esa forma hizo que su cuerpo reaccionara involuntariamente. Sin darse cuenta Magnus estaba parado demasiado cerca de Alec, tomándolo completamente con la guardia baja, sintiendo como sus rodillas casi caen por ese tono seductor de Magnus

– Claro... okey... gracias entonces, – Alec tartamudeó.

Alec perdió el rumbo de sus pensamiento rápidamente. Su mirada estaba enfocada en esos rellenos labios de Magnus. Agitó su cabeza en un intento de aclararla. Magnus no era su tipo... no era como si hubiera tenido muchas citas como para saber cual era su tipo, pero definitivamente Magnus no era su tipo.

– Yo... – Alec comenzó pero no tenia idea de cómo terminar la frase. Su mente no funcionaba y sus ojos estaban fijos en la boca de Magnus, casi contra su voluntad.

– ¿Puedo besarte? – Magnus susurró en la oreja de Alec. Alec sintió el calor subir a su rostro. Nunca había besado realmente a alguien antes. Magnus ni siquiera estaba tocándole, pero el cuerpo de Alec ya estaba reaccionando a su cercanía, su corazón estaba acelerado y sus oídos zumbaban.

– Si, – Alec masculló. Estaban solos en la tienda, Alec simplemente no podía decir no. Esos nuevos sentimientos que estaba experimentado eran demasiado maravillosos como para ignorarlos. La mano de Magnus se movió hacia la nuca de Alec. Podía sentir el aliento de Magnus sobre su cuello cuando de repente sus labios se unieron. La boca de Magnus se movía hábilmente sobre la suya, y los brazos de Alec sostuvieron automáticamente a Magnus. Alec jadeó mientras la lengua de Magnus se deslizaba por sus labios, abriéndose paso y comenzando explorar la boca de Alec. Alec sintió como su estómago daba vueltas mientras se acostumbraba a esa nueva sensación. Las manos de Alec estaban en el cabello de Magnus y sintió como sus manos se bajaban por su espalda. Alec no estaba seguro de cuanto tiempo llevaban besándose, pero cuando se separaron Alec estaba sin aliento.

– Alec, – Magnus dijo deslizando su dedo lentamente sobre el rostro de Alec – ¿Te gustaría ir a cenar conmigo? –

– Okey, – susurró Alec. ¿Cómo podría decir no? una cena no le haría daño a nadie.

– Ves Alexander, – Magnus ronroneó – las ventas son sencillas. –

– ¿Me estas comparando con una venta? – Alec susurró. En ese momento estaba demasiado encantado como para ofenderse, aunque había una voz en su cabeza que le decía que eso era algo que tenia que objetar.

– Quizá, – Magnus rió.

– Debería estar muy molesto contigo ahora mismo, – dijo Alec,

– Por favor no, – Magnus susurró – Se que eres mucho más importante que cualquier venta. –

¿Qué es lo que le estaba haciendo este hombre? Alec no tenia idea. Sentía como si estuviera en una de esas películas que su hermana siempre intenta que vea, donde la chica se enamoraba a primera vista del un chico extraño alto y guapo. Pero las chicas en esas películas eran débiles y molestas. Alec odiaba la comparación.

– No soy una chica, – Alec dijo firmemente.

– Lo se, – dijo Magnus, obviamente confundido pero siguiendo el juego – No serias la mitad de hermoso si lo fueras –

– Lo siento, – Alec balbuceó, – mi mente se fue a otra parte –

– Oh por favor cuéntame, – Magnus no había quitado sus manos de Alec desde el beso y Alec de repente se sintió tonto parado ahí con los brazos de Magnus alrededor de él. Alec dio un paso atrás y afortunadamente Magnus no intentó retenerlo.

– Estaba pensado en una película estúpida, – dijo Alec. – Olvídalo. –

– Así que, ¿a dónde te gustaría ir a cenar esta noche, Alexander? – Magnus ronroneó. Alec intentó no dejar que Magnus notara el efecto que tenia en él mientras contestaba.

– No recuerdo haber dicho que saldría esta noche contigo, – Alec le recordó.

– Oh lo sé, – dijo Magnus – Solo estoy siendo positivo – dijo mientras pasaba gentilmente uno de sus dedos sobre la mejilla de Alec, haciéndole temblar de nuevo. Mientras que el calor en su rostro también aumentaba.

– Sabes Alexander, eres mucho más hermoso cuando te sonrojas – Magnus susurró. Luego la puerta chirrió y Magnus se volteó a atender al cliente, dejando a Alec atrás, aun fascinado.

Alec trató de verdad en no pensar acerca del beso de Magnus o su amable forma de tocarlo mientras terminaba su turno. Magnus hiso la mayor parte del trabajo, de todas formas. Alec quedo maravillado por su forma de tratar a los clientes. Era como simplemente supiera como satisfacer a la multitud.

La campana sonó mientras el último cliente salía. Alec suspiró aliviado y se sentó en una silla detrás del mostrador.

– Oh vamos, – Magnus dijo sonriendo. – Eso no fue nada. Solo fueron algunos clientes. –

– Esos fueron más clientes que todos los que tuvimos la semana pasada, – argumentó Alec. – ¿Acaso eres mágico? –

Magnus se rió mientras tomaba una pose que pertenecía más a una puesta en escena que a un vendedor.

– Estas loco,– dijo Alec. – Lo sabes, cierto. –

– Loco por ti – Magnus replicó rápidamente.

– Y cursi, – agregó Alec – loco y cursi – Magnus estaba lejos de sentirse insultado por eso, mas bien parecía encantado.

– Y tu cariño, eres demasiado serio, – le dijo mientras le extendía su mano. Alec miró la mano, inseguro de que hacer. Magnus le hiso señas a Alec otra vez y esta vez Alec tomó su mano. Lo siguiente que Alec supo fue que una de las manos de Magnus estaba en su cintura y la otra la entrelazó con la suya. Magnus comenzó guiar a Alec en un baile.

– ¡Magnus! – Alec exclamó – ¿Qué haces? –

– Bailar, – respondió sencillamente.

– Ni siquiera hay música, – Alec le recordó. Usualmente había música pero por el momento la radio estaba rota. De repente Magnus estaba tarareando y Alec se quedó sin palabras. La voz de Magnus, incluso solo tarareando, era hermosa. Proyectaba el sonido demasiado bien y Alec se encontró ya no pudiendo reclamar por la falta de música.

Alec no estuvo seguro de cuanto tiempo estuvieron bailando. Magnus era bastante bueno en el baile y Alec estaba feliz de estar en sus brazos. Nunca había conocido a nadie como Magnus antes. Magnus parecía exótico, tan inalcanzable y aun así se encontraba bailando con un don nadie de un pequeño pueblo. Alec se dio cuenta de que tenia que ser cuidadoso. Después de todo, no sabia nada acerca de Magnus. Este chico podría estar guiándolo a una trampa o algo así. Además, si era un turista, probablemente se estaría yendo pronto.

– ¿Hay algún problema Alexander? – Magnus le preguntó, sacándole de sus pensamientos.

– Alec, – le corrigió.

– Si insistes, – Magnus dijo. Estaba viendo la expresión de Alec intensamente, pero Alec no quería decirle sus pensamientos en voz alta.

– Es la hora del almuerzo, – dijo Alec, aunque ya era bastante tarde para eso. Los clientes los habían mantenido ocupados, haciendo que se les pasara la hora de almuerzo. – ¿Trajiste algo de comer? –

– No, – Magnus contestó mientras continuaba estudiando la expresión de Alec. Alec se volteó y se dirigió a la zona de comida pero al sentir la mano de Magnus en su hombro, se giró hacia él.

– Dime que te esta molestando Alec, por favor, – intentó de nuevo. Alec no estaba seguro de que decir. Decir en voz alta sus miedos le inquietaba, pero permanecer en silencio parecía mala idea, ya que Magnus era muy observador.

– Nos acabamos de conocer, – Alec dijo tratando de mostrar la menor preocupación posible. – No se absolutamente nada de ti. –

– ¿Qué te gustaría saber? – le preguntó Magnus.

– Cualquier cosa, – dijo Alec – ¿Porqué estas aquí en Tofino? Ni siquiera surfeas. –

– Estoy de vacaciones, – le contestó.

– ¿Porqué conseguir un trabajo si estas de vacaciones? – Alec preguntó – ¿Y porque, de todos los lugares, aquí? –

– Bueno, esa es una historia graciosa, de hecho, – dijo Magnus – ¿Qué tal si te la cuento mientras comemos? ¿Trato? –

– No podemos dejar la tienda, – dijo Alec.

– No podemos dejarla al mismo tiempo, – Magnus le corrigió – ¿Qué tal si me dices a donde ir y yo voy a comprar algo? –

– Yo traje mi comida, – dijo Alec obstinadamente.

– ¿No te gusta se consentido? – Magnus observó. – Anotado. –

– Creo que mamá tiene suficiente comida atrás, – dijo Alec. Esta vez se giró y Magnus le dejo ir a traer la comida. Alec encontró otra comida al lado de la suya con el nombre de Magnus. La nota era de su mamá y también había una nota agradeciéndole a Alec por enseñarle. Alec regresó y le entregó la comida a Magnus.

– ¿Para mí? – pregunto Magnus, sorprendido.

– De mi mamá, – dijo Alec.

– Que amable, – dijo Magnus viendo su comida como si fuera un diamante o algo parecido.

– Solo es un sándwich. – dijo Alec

– Es un muy considerado sándwich. – Magnus contrarrestó.

– Así es mamá siempre, – Alec dijo con un suspiro mientras comenzaba a comer su carne asada con grano integral y lechuga. Magnus comenzó a comer también.

– Eres muy afortunado de tener una mamá así – dijo Magnus lo cual hizo que Alec se preguntara sobre la familia de Magnus, pero no estaba seguro si podía preguntar. Después de un momento de silencia, la curiosidad ganó.

– ¿Qué hay de tu madre? – preguntó Alec.

– Oh, nunca fue del tipo que concina, – Magnus dijo. – Aunque regularmente ordenaba comida china para llevar, – se rió pero había dolor en su risa que hizo preguntarse a Alec si quizá ese no era un buen tema para la comida.

– Así que,– Alec comenzó – Me dijiste que me contarías el porqué Tofino. –

– Nunca había estado en un lugar pequeño, – Magnus dijo. – Y decidí que por estas vacaciones quería ir a un lugar hogareño. Le pregunté a la señorita del aeropuerto y me sugirió este lugar. –

– ¿De verdad? – Alec dijo – Solo así. –

– Dije que era una historia graciosa, no una larga, – replicó.

– Okey, pero ¿porqué conseguir un trabajo si estás de vacaciones? –Alec preguntó.

– ¿Porqué no? – Magnus replicó.

– ¿No el punto de las vacaciones es no trabajar? – Alec preguntó.

– Depende de la razón de las vacaciones y el tipo de trabajo, – Magnus replicó – Mi trabajo es muy diferente a este. ¡Este es divertido! –

– Pero si no surfeas, realmente no hay mucho que hacer aquí, – dijo Alec. Aun no le quedaba claro porque Magnus estaba ahí.

– Estoy en desacuerdo, – Magnus argumentó – Su galería de arte es hermosa. –

– ¿Cuánto tiempo has estado aquí? – preguntó Alec.

– Como una semana, – Magnus respondió.

– ¿Las vacaciones no son como de una semana? – dijo Alec. Estaba sorprendido de lo mucho que le molestó la idea – ¿No te tendrás que irte pronto? Por lo que obtener un trabajo no tiene sentido. –

– La duración de mis vacaciones aun esta por determinarse, – respondió Magnus.

– ¿Cómo rayos haces eso? – Alec preguntó riendo. Magnus soltó una risa antes de contestarle.

– Oh, soy irremplazable en mi trabajo, – Magnus dijo con una sonrisa. – Así que puedo salirme con la mía. –

– No inventes. – Alec dijo sacudiendo su cabeza. Realmente este chico era extraño.

– Así que háblame de ti. – Magnus dijo.

– No hay mucho que decir, la verdad. – respondió Alec.

– Oh vamos, debe haber algo, – Magnus intentó de nuevo.

– Bueno, ya sabes donde trabajo, – dijo Alec – Y vivo con Jace, pero no lo suficientemente lejos como para que mis padres no se aparezcan a cada rato solo para molestarme, – Alec se encogió de hombros – No tengo nada especial. –

– No estoy de acuerdo, – Magnus ronroneó y otra vez, Alec se preguntó como Magnus podía ronronear al hablar. – Para mi, eres especial. –

– ¡Oh vamos! – dijo Alec – Debes de ser de una gran ciudad ¿verdad? Un lugar con mucha más gente que aquí. Pareces alguien que ha visto el mundo. Yo nunca he salido de este lugar. –

– He vivido en Londres, Nueva York y Paris, – Magnus dijo suavemente – y como tu dices, he visto el mundo, pero nunca he conocido a alguien como tu. –

Alec no sabia que pensar o sentir. ¿De verdad esto estaba pasando? ¿Un chico alto y guapo apareciendo de lanada para hacer sentir a Alec especial después de haberse sentido un mediocre toda su vida? Cosas como esas, simplemente no pasan.

– No soy especial, – Alec repitió, incapaz de creer lo que Magnus decía.

– ¿Debería decirte el porque te equivocas? – Magnus susurró. Alec trago fuerte, incapaz de no encenderse con la suave voz de Magnus. – Tienes la más honesta expresión que he visto. Te preocupas por las personas en tú vida, cubriendo turnos de tus flojos amigos. Te sonrojas a la más mínima provocación. Me has hechizado completamente. – Magnus estaba tan cerca de Alec, y se inclinó hacia él como si lo fuera a besar otra vez. El corazón de Alec latía tan fuerte en su pecho mientras le observaba con los ojos bien abiertos.

Magnus rió entre dientes mientras se inclinaba hacia atrás. – Ves a lo que me refiero, – le susurró – No tienes idea de lo refrescante que es conocer a alguien sin malicia. No hay ningún rastro de mentira en tu rostro Alexander. –

– Si no ser un mentiroso compulsivo es todo lo que necesitas – Alec ser rió, tratando de no mostrar su nerviosismo por las palabras de Magnus, y fallando miserablemente. – Entonces no te puedo creer que no hubieras conocido a alguien así antes. –

– Oh, te sorprenderías de cuantas mentiras hay ahí afuera, – dijo Magnus.

– ¿Lo estaría? – Alec replicó sin prestar real atención a lo que decía. Magnus se estaba acercando de nuevo a él y esta vez Alec estaba determinado a besarle. Claro, Magnus podría estar guiándolo, y Alec no sabia prácticamente nada de él, pero Alec no podía pelear los sentimientos que Magnus creaba en él.

– ¿Debo pedir permiso cada vez que quiera besarte? – Magnus susurró. Alec giró sus ojos y cerro el espacio entre ellos, presionando sus labios con los de Magnus. Esta vez, Magnus apresó a Alec en el mostrador, estimulado por el aparente entusiasmo de Alec. Alec se olvidó que estaba en el trabajo. Se olvidó de todo, excepto del alto cuerpo de Magnus presionado contra él. Magnus se movió de los labios de Alec a su cuello y Alec lo tomó como una oportunidad de tomar aire. Sus manos estaban recorriendo el cuerpo de Magnus, mientras que Magnus hacia lo mismo con las suyas. Justo cuando Alec sintió la mano de Magnus adentrarse debajo de su playera, la campana de puerta sonó, haciendo volver a Alec a sus sentidos.

Alec y Magnus se separaron rápidamente como si de repente una fuerza repelente hubiera actuado sobre ellos. Una vez separados, voltearon a ver a la persona que había llegado.

– Cuando dije que le dieras una oportunidad, – dijo Izzy parada en la puerta de entrada – No tenia esto en mente. – Alec se sonrojó tan fuerte que estaba seguro, lucia igual que una cereza.

– ¡Izzy! – Alec exclamó – ¿Porqué volviste? –

– Tu turno a terminado tontito, – le dijo Izzy – Hoy dividimos los turnos ¿recuerdas? –

– Oh, cierto, – dijo Alec – ¿Porqué dejaste que mamá te diera un turno tan horrible? –

– Para tener la mañana libre para poder arreglar mi cabello, – dijo Izzy con una sonrisa. Entonces Alec notó su cabello.

– Se ve bien, – le dijo Alec.

– Como si lo hubieras notado antes que lo mencionara, – Izzy se mofó.

– Esas iluminaciones se ven increíbles cuando les da el sol, – Magnus le dijo. – Y me gusta el corte. Se ve lindo. –

– Gracias Magnus, – Izzy dijo mirando a Magnus en lugar de a Alec.

– Magnus simplemente es demasiado observador, – Alec dijo.

– Y tu demasiado desalineado y pasado de moda para un hombre gay, – Izzy señaló. – ¿Porqué sigues usando esos suéteres con hoyos? –

– ¿Usa suéteres con hoyos? – Magnus preguntó, con obvia diversión. Alec no le gustó el rumbo de esa conversación.

– ¡Claro! Tu solo has visto a Alec en su linda ropa de trabajo, – dijo Izzy. – Después del trabajo parece un vago. –

– ¡Claro que no! – replicó Alec – Solo porque uso solo ropa negra no significa que sea un vago. –

– Oh, como sea Alec, – dijo Izzy, ignorándolo como siempre lo hacia. – ¡Shoo, váyanse ambos! Esta es mi tienda hasta que cierre. –

– ¡Excelente! – dijo Magnus antes de voltearse hacia Alec – ¿Cena? –

– ¡Ohhh! – Izzy chilló – ¡Tienen una cita! –

Alec bufó pero agarró su impermeable y se preparó para irse. En ese momento no le importó mucho si Magnus le seguía o no. Alec dejó la tienda y se paró en la lluvia, sintiendo como reflejaba su humos a la perfección. Se sorprendió cuando Magnus apareció detrás de el, también con un impermeable.

– ¿Dónde te gustaría cenar? – le preguntó Magnus.

– Disculpa por lo de mi hermana, – murmuró mientras miraba hacia el suelo. La burbuja del trabajo parecía el único lugar donde Magnus podía estar. Era extraño que Magnus siguiera ahí ahora que el trabajo había finalizado.

– Me agrada tu hermana, – Magnus dijo – Y ahora sé más de ti. –

– Oh genial, – dijo Alec sarcásticamente – Justo lo que quería que supieras. Mi horrible sentido de la moda. –

– Querido, – Magnus replicó poniendo su mano debajo de la barbilla de Alec, haciendo que este le mirara, en lugar de al suelo. – Tengo suficiente y hasta de más sentido de la moda para ambos. Te lo prometo. – Alec no puedo evitar sonreír. – Así que, ¿a dónde te gustaría ir a cenar? –


Uuuf, este capítulo estuvo larguísimo. ¡Disfrútenlo! C:

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