Otra aventura mágica que casi le cuesta la vida al reino entero había finalizado, nadie había sido herido gravemente. El bosque encantado y Arendelle no dejaban de dar saltos de alegría, una vez más el día estaba a salvo gracias a Elsa y Anna. 

La mayor no pudo evitar contener su alegría y abrazo a Honeymaren con fuerza mientras daba un grito de emoción. 

—¡Yujú, lo logramos Honey! —al percatarse de su acción soltó a la castaña de su agarre y trató de corregirse —. Quise decir: Honeymaren. Pensé en un apodo para ti, pero sonó mal, tú sabes, yo en realidad me refería a... 

La castaña se mostró confundida un instante asimilando sus palabras, sin embargo cuando cobró sentido, lo que hizo fue tomar el rostro de la ojiazul con su mano y robarle un beso que la dejó callada. 

Aunque ese beso le emocionaba a ambas, era la primera vez que su amistad llegaba más lejos para convertirse en un sentimiento precioso. 

Mientras la morena sujetaba el rostro y hombro de la mayor, la ojiazul la rodeo con cuidado de la cintura y dejando que sus deseos tomaran control por un solo momento. La primera en romper ese dulce encuentro fue Honeymaren separándose de los labios de la platinada sin alejarse de sus brazos. 

— Llamame como quieras —descendió su mano del hombro hasta su antebrazo —. ¿Te gustaría que nos veamos en el lago antes del anochecer? 

— S-sí, sí, eso me gustaría —recibió una caricia apacible en su mejilla antes de despedirse. 

Sonrió tontamente como cualquier enamorada hace con su primer amor, no pudo evitar que su rostro se tiñera delicadamente de rosa con solo recordar el roce de sus labios o manos.