Hanahaki

La enfermedad de las flores era algo poco habitual en Arendelle, no se reportaban casos a menudo y de las veces que se habían presentado muy pocos terminaban en desgracia. Incluso parecía que dicha enfermedad sólo era un mito, pero el mito se hizo realidad durante una madrugada.

Honeymaren despertó en medio de la noche con una presión punzante en el pecho. Se levanto de la cama y tosió con fuerza dejando que pétalos de flor salieran de su boca. Quedó totalmente paralizada, estaba asustada, se sentía tan confundida. Solo eran un par de pétalos, podía esconderlos con facilidad, pero no sabía cuánto tiempo podría pretender todo estuviera bien. Solo estaba segura de una cosa, debía hablar con Elsa. 

Al día siguiente la vio jugando con los niños de la tribu, atrapándolos y haciéndoles cosquillas mientras a otros los levantaba en sus hombros. Observó cómo la platinada sonreía al verla, quiso hacer lo mismo, pero se reprimió al último momento.

— Buenos días, amor - besó su mejilla —. Te quedaste dormida, distraje a Yelena tanto como pude, pero igual quiere hablar contigo. 

— Buenos días - su voz fue tan baja que ni siquiera la escucho responderle —. Iré con Yelena.

Elsa la tomo de la mano antes de que se fuera y la atrajo hacía ella con falsa molestia. 

—¿No se te olvida nada? 

Sabía a qué se refería Elsa, sin embargo se encontraba tan perdida y confusa con sus emociones que simplemente agachó la cabeza y salió del agarre de la ojiazul para encontrar a Yelena. La platinada quedo perpleja, asocio que era un mal día y nada más, así que siguió jugando con los niños hasta que sus padres terminaran sus deberes. 

Anocheció, Honeymaren estaba cada vez más nerviosa. Seguía tosiendo pétalos de flores sin conocer el motivo. Estaba enamorada de Elsa, correspondían sus sentimientos y llevaban una sana relación desde hace meses, ahora parecía que su corazón realmente no amaba a Elsa.

— Déjame ayudarte con eso - menciono la ojiazul tomando una parte de los deberes de Honeymaren antes de que se hiciera más tarde —¿Te molesta si me quedo a dormir contigo?

Tragó saliva con pesadez, no sabía que responderle, tomo aire insegura y habló con la voz tambaleante. 

— No necesitas preguntarme, me gusta estar contigo - estiro la mano y Elsa la tomo entusiasmada. Honeymaren abrió la boca con la intención de sincerarse, mas las palabras nunca salieron de su garganta y se quedó callada sintiendo las piernas fallarle en cada paso.

(***)

La noche era más helada que de costumbre, el ruido de los búhos arañando las ramas de los árboles y el canto de las ranas junto al río era insoportable. Cada pequeño sonido generaba una onda más grande que la anterior en su cabeza desde que la enfermedad se presentó en ella y nubló su juicio.

La morena tomo la mano de Elsa para darse más confianza. La ojiazul se dejó guiar por la castaña. Podía notarla diferente, pero no le tomó tanta importancia. Eran días difíciles en la tribu, eran tiempos llenos de presión.

Por un rato se sentaron en la cama a solo conversar, había algo de lo que la morena no se atrevía a hablar, pero la ojiazul no preguntaría sobre ello.

Honeymaren seguía asustada. Era incapaz de creer que teniendo un romance correspondido fuera víctima de la enfermedad de las flores. Eso solo podía significar que realmente no estaba enamorada, sin embargo no había nadie rondando sus pensamientos o deseos. Todo era tan extraño.

La morena se acercó a la platinada para besarla despacio, tratando de forzarse a encontrar razones para amarla y así sanar. Los brazos de Elsa rodearon a Honeymaren, pero la castaña simplemente no podía reaccionar como quería. Quizás era por el torbellino de emociones que experimentaba, tal vez ni siquiera se sentía segura de querer hacerlo. Se aparto de Elsa y con resignación dijo que era mejor dormir y descansar.

Durante la madrugada de esa noche, volvió a levantarse tosiendo flores y por primera vez escupiendo sangre. Un capullo de flor medio abierta se quedo en su boca en un intento por ocultarle aquello a Elsa. La platinada que dormía abrazada a Honeymaren despertó de un sobresalto y se encontró con gotas de sangre en las sabanas cayendo desde los labios de su amante. Antes de que pudiera pensar algo, vio los pétalos sobresaliendo del puño escondido de la morena. Sus pensamientos quedaron en blanco, en vez de molestarse o entristecerse, limpio la sangre que escurría de los labios de la castaña con la manga de su camisón. 

— ¿Ya estas bien? - le pregunto quitando los pétalos de su mano. La morena escupió el capullo sin florecer e inmediatamente los ojos se le cristalizaron en lágrimas. 

— Lo lamento - sollozo, pero Elsa se mostró calmada. 

— Está bien, no te sientas mal.

—¿No te molesta? 

— Me siento desilusionada, pero no estoy molesta. Las personas cambian, tienes todo el derecho de enamorarte de quien quieras. 

Se recargo en el hombro de la platinada, estaba cansada, débil y desmotivada. 

— Ese es el problema, no sé de quién me pude enamorar que no fueras tú. 

— Más vale que hagas memoria pronto, la enfermedad avanza muy rápido. 

Permanecieron juntas el resto de la noche, Elsa prometio que la ayudaría en todo lo que pudiera, Honeymaren se aferró al apoyo de la platinada. Se preguntó tantas veces como pudo despreciar ese amor. 

Pasaron días y no encontraron a la persona que provocaba las flores de Honeymaren y cada día la enfermedad empeoraba. Esta vez, el ataque de las flores fue tan fuerte que dejo en el suelo a la morena con charcos de sangre escurriendo como agua de sus labios. Elsa la ayudo a levantarse del suelo, pese a tener la solución no quería decirla. 

— Hay un doctor en Arendelle, sabe remover la enfermedad. Vayamos con él.

— ¿Porqué no lo mencionaste antes? 

— Por que para remover la enfermedad, también remueven todos tus sentimientos...

— ¿Qué significa eso? 

— Significa que no volveras a sentir, no amaras a nadie nunca más, a ninguna persona. 

— ¿Crees que funcionará? 

— Hay que intentarlo

Semanas después, la vida había vuelto a la cotidianidad del bosque, salvó por el detalle de que ahora Honeymaren parecía un ente errante sin ningún sentimiento, parecía que perdió su alma y actuaba como una máquina. Sin embargo, Elsa aún la acompañaba. 

— ¿No es peligroso que tu sigas enamorada de mí y yo no tenga sentimientos? 

— No. La enfermedad solo se presenta cuando un amor no es correspondido, sé que en algún punto correspondiste mis sentimientos, lo que haya sucedido después es irrelevante. 

No se dijeron nada más el resto del día, sin embargo había flores nuevas floreciendo... Desde el corazón de la platinada. 

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