Capítulo tres - Quizá...
Aquella era una situación un tanto tensa, de la cual Elsa fue llevada de la mano hasta el despacho del director, donde sólo ella y aquel nuevo sujeto estaban.
Sentada en una butaca, frente a él, aceptó la taza de café que una empleada le ofreció y bebió un sorbo.
-Supe de su ingreso a la institución y como colaborador, quise venir a darle en persona, una calurosa bienvenida. Me disculpo por no haber aparecido ayer.
Elsa se fijó en las manos de Hector, cuando esté tomó también la taza ofrecida. Una marca peculiar, como la hecha por una daga o otro objeto afilado. Dicha cicatriz iba de un lado a otro, en diagonal.
-No, no tiene que disculparse - Levantó la mirada - Comprendo que son diversos los asuntos que le ocupan.
Anteriormente, no sabía nada de aquel hombre, pero en el momento en el que le había dicho su nombre, supo al instante que efectivamente estaba metiéndose en un asunto muy delicado y sumamente peligroso. Aquel hombre, era perteneciente de una familia muy problemática, que no era bien hablada por los aldeanos y nobles. Eran conocidos por formar conflictos con todo el mundo y se rumoreaba que eran capaces de todo para obtener lo que les interesaba, pero sobre todo por su oscuro pasado. En la antigüedad, eran nobles, pero no de muy alto prestigio, pero repentinamente habían comenzado a escalar peldaños - así era dictado en las viejas escrituras confinadas en la biblioteca de palacio - y fue entonces, cuando derrocaron a un rey de tierras del norte y tomado su posición. Anteriormente eran enemigos del reino de Arandelle - el reino de Elsa - pero, tras un tratado de paz, hace un milenio de años, por medio del matrimonio, ambos reinos estaban en armonía y paz. Si Elsa no había escuchado hablar del señor Hector, era porque su padre, Ricardo, aún seguía al mandado del patrimonio, pero había rumores que pronto lo dejaría por su vejez.
Disgustó el sabor amargo del café, pero en ningún momento había desviado la mirada de su acompañante, quien se había comenzado a sentir un tanto incómoda. El único escape viable y de perfecta excusa, era el ocultarse tras la taza de café, pero apenas por escasos que no eran suficientes. La mirada azul de Elsa, estaba ahora en tormenta y un temblor casi invisible se reflejaba en ellos.
-Agradezco su bienvenida, señor Hector y el haber venido a propósito para ello. Visto que era lo único que deseaba de mi, yo... - se iba a levantar, más el rudo hombre levantó la mano, indicando claramente que había algo más, por lo que volvió a acomodarse.
-No fue esa la única intención que me hizo venir aquí hoy, princesa Elsa. - Mostró una perfecta dentadura blanca y estiro la mano por encima de la mesilla, que hacía de distancia entre ellos - Puede parecerle un descaro, más mi mayor motivación a venir aquí hoy, fue el propósito de querer invitarla a un banquete que iré a celebrar por mi ascenso y total autoridad sobre todo de mi familia. Sería el máximo honor, tenerla allí, como testigo de tan grande acontecimiento para mi.
-Bueno... - Aquella invitación la había sorprendido, lo que mostró sin exageración.
-He visto - añadió para motivarla más - Que nuestra familia, a lo largo de generaciones se va ido distanciando, lo que para mi es algo desmesurado. Creo, que esa distancia no debería ni existir, teniendo en cuenta la fuerte unión que nos une desde hace un milenio.
Estaba en su idea, de escapar de aquella invitación con alguna excusa, pero era también de su interés, por lo que limito una perfecta línea en sus labios.
- Haré de ese banquete, mi mayor prioridad para ese día. Cualquier otro asunto, será anulado - extendió su mano - Es también de mi interés el acercamiento de nuestras familias.
Con aquel estrechón de mano dio por finalizada aquella pesada conversación.
-Ah...
La princesa exhausta, se dejó caer sobre la cama. ¿Qué había sido toda aquella tensión? En todo momento, en aquella conversación, los ojos posesivos del señor Hector se le habían clavado, como si quisiera adueñarse de ella ¡Había sido un infierno!
-Como te temías, Elsa - dio la vuelta a sus ojos - Estudiar en comunión, no trae nada de bueno. Bendito profesor particular...
Apretó los ojos, con tal de perder totalmente cualquier pensamiento y se estiró después. Aún no habían terminado sus labores y así pues, se puso manos a la obra con tal de terminarlos cuanto antes.
Poco después de haber terminado con el último papeleo, abandonó el despacho y se dirigió al comedor. La cena como siempre ya estaba lista y fue servida tras sentarse.
"Algo bueno tenía que tener este día" Pensó disgustando ya con los ojos la suculenta crema de zanahoria. Tomó la cuchara y tras la primera probada, por alguna razón sin importancia, miró en dirección de su hermana, quien le miraba con sus ojos intensos. Elsa, se sintió enseguida ahogada, lo que la llevó a desviar la mirada como símbolo defensivo, pero la pelirroja ya había tomado aquella oportunidad como símbolo de ataque. Su oportunidad.
-Elsa, ¿Te esta gustando tu estancia en el Instituto? - Posó la barbilla entre sus manos, delineando en sus labios una perfecta sonrisa.
Elsa, iba a responder con hostilidad, pero Ana la interrumpió.
- ¡Seguro te lo estás pensando genial! De hecho estaba pensando en que mañana...
-¡Oh! - Irrumpió Elsa viendo su posición de soledad nuevamente irrumpida - Digale a Marta, que la sopa le quedó estupenda - le habló al empleado, el cual asintió con una sonrisa.
Después sus ojos azules sólo se centraron en su plato, hasta terminar su sopa y con esto, huyó, por así decirlo, del comedor y volvió a sus aposentos, donde era el lugar donde podía respirar.
"Por poco..." Bien sabía ella que Ana le pediría de su compañía en el Instituto. Ya era mucho el trabajo de evitarla en el castillo, ahora también en el Instituto.
Pequeños copos de nieve, se desprendieron de sus ojos, los cuales vio flotar en el aire. Con fuerza, apretó los párpados negando la salida de debilidad y se arrastró hasta el baño.
Y así un día más, fue dado por terminado.
"Bueno, si el día de ayer fue pesado y el anterior también, seguramente el tercero será el de paz" Trato de esperanzarse a si misma.
Llegado a su pupitre, todo recorrió con normalidad. Nadie se acercó a ella con intenciones absurdas de amistades. Todos seguían a su bola y eso fue un regalo para Elsa, quien se oculto tras las hojas de un libro, pasando así desapercibida.
Fue la primera a abandonar el aula a la hora del patio y finalmente llegó a aquel paraíso de libros y ocupó una esquina. Allí, era su lugar.
"Ah, finalmente paz..."
El día pintaba bien. Si los días fueran a ser así, todo sería perfecto. Todo seguía en movimiento a su alrededor y ella inerte en una esquina, en su mundo, en el que deseaba permanecer en soledad. Nadie era bien recibido en dicho mundo. Así era su deseo de vida.
Las clases no suponían ningún problema, pues siempre había sido buena para ello, aunque tampoco la mejor. Ser una buena alumna pero no destacar, esa era su plan.
Llegada la hora de comer, tomó nuevamente su caja con la comida. Visualizo un lugar solitario y esbozo una pequeña sonrisa.
"Puedo parecer rara" pensó caminando en el pasillo, viendo a los demás compañeros que socializaban. Aquello parecía ser divertido, pero a ella no le interesaba. "Mentira..." de hecho aquella situación era la más conveniente para ella.
Arribado a él lugar solitario de haca dos días atrás, recordó aquel individuo e hizo cuestión de fijarse si estaba en el árbol. Sonrió cuando comprobó que hoy realmente estaba sola.
-Ah... - Suspiro complacida y se sentó sobre el césped un tanto húmedo y dejó la caja sobre su regazo.
Aunque algunas veces hubiera pensado en ser como la mayoría, en momentos como aquel, disfrutaba de la paz de la soledad. Sin amigos, nadie podría dañarle. Sin sentimientos, no albergaba en su corazón ningún miedo al dolor. Un mundo perfecto.
-Hacia cuestión de que volvería.
Un frío recorrió su espina dorsal. ¡Rayos!
Se dio la vuelta y hallo al individuo pesado, quien agachado estaba casi encima de ella. ¡Tan cerca que podía sentir su respirar!
-Desde luego, ha pillado una manía insalubre de incomodarme - Fruncio el ceño mostrándose molesta - ¿Podría dejar ese acoso de parte? Podría llegar a-
La mano helada del contrario, se posó sobre sus labios silenciandola, a la vez que sus ojos parecían devorarla viva.
Elsa contrajo su barriga, sorprendida por aquel acto inesperado. Fue tan inesperado, que un nítido temblor en su mirada la delato.
-Como conocedor de uno de sus secretos... - Susurró él con cierta sensualidad, haciendo menor su distancia.
¡Sus ojos se clavaban en su alma! "¡Que demonios! Me derrito!" Sintió como se derretía su ser y con su cuerpo había perdido la compatibilidad. ¡No respondía!
-Le confesaré que soy amante del acoso. Ahora la he fijado a usted en mi punto de mira - Le guiñó el ojo y sofocó a su contraria con una refrescante sonrisa.
-Engreído - Volvió entonces en si, mostrándose más hostil y se levantó de golpe, dejando caer la caja de comida.
Tenia la intención de marcharse. Seguirle el rollo podría suponer un problema para ella. Así pues daría así finalizada aquella tontería.
-Usted vino - Elsa se detuvo - Se esperanzó con volverme a ver. Sino, ¿Por qué razón se arriesgaría a caer en la misma piedra?
Elsa se dio la vuelta y le clavó una mirada llena de seguridad e indiferencia.
-Cuanta vanidad. El único motivo que me movió hasta aquí, fue por la soledad que aquí se encuentra. Verle, no se halla en mi lista de deseos, de hecho se encuentra en la lista contraria. - Le guiñó de vuelta y soltó una carcajada sarcástica, haciéndose así la reina de aquel tonto juego - Puede sentirse afortunado de hacerme darle una explicación. No suelo abrir la boca y mucho menos a un extraño desagradable.
El albino arqueo el entrecejo a la vez que arrugó el labio inferior, aparentando ser un niño ofendido.
-Cuanta hostilidad...
Elsa apenas rodó los ojos y tras un suspiro dejo caer la mano, rindiéndose ante tal situación patética y tan incoherente.
-Princesa Elsa.
La llamó, pero esta vez hizo caso omiso y se alejó.
"Pero que bochorno de chico" Le recriminó en su cabeza, más sin embargo estaba más constrajida con la sensación que la había causado hacia apenas unos instantes.
-Elsa.
Frente a ella, dio nuevamente su aparición dicho individuo. Elsa parpadeó perpleja, pues no dio por donde había aparecido, pero estaba tan distraída que... Quizás me hubiera estado siguiendo y ella no se diera cuenta.
-Permitame explicarme.
-¿Explicarse? - arrugó la nariz - Claramente se el motivo por el que anda persiguiéndome. Si piensa que podrá amenazarme o acosarme, esta muy equivocado.
El individuo levantó las manos mostrándose en son de paz y Elsa movió la cabeza.
-Deseo solamente su amistad - Confesó él de la nada.
-¿Qué? -Y claro, Elsa se quedó sorprendida por la absurda petición. Él había dado a entender todo lo contrario. ¿Pero que rondaba por aquella cabeza? - ¿Estás burlándote de mi? Mira, no tengo tiempo para este tipo de tonterías, es usted un...
¡Plink!
Un suave cristal se rompió frente a sus ojos, que en pedacitos se desvaneció. Después, un roedor invadió el cielo y Elsa vio como asombro como el conejo corría por el cielo. Un conejo de nieve...
Apretó sus párpados, creyendo que había perdido la noción de la realidad, pero al abrir sus ojos deparo con el brillo de unos ojos, que la hicieron vibrar con intensidad. Había hallado, a alguien que podría comprenderla de verdad.
-¿Cómo se llama? - Pregunto entonces de labio tembloroso.
Y de sonrisa nieve tras una pequeña risa repleta de luz, él respondió:
-Jack. Jack Frost.
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